"Hermanos, no pude hablaros como espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Por eso, en vez de alimento sólido, os di a beber leche, pues todavía no estabais para más. Aunque tampoco lo estáis ahora, pues seguís siendo carnales. En efecto, mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, ¿no es que seguís siendo carnales y que os comportáis al modo humano? Pues si uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no os comportáis al modo humano?".
Ahí tenemos un ejemplo para saber si somos o no somos carnales, o si somos o no espirituales; claro que también está aquella otra fórmula del Señor: "por los frutos los conoceréis", o, "en la medida en que se amen unos a otros conocerán los hombres que sois hijos de Dios". Nuestra forma de comportarnos entre nosotros: en la familia, en las amistades, en la comunidad cristiana, ése es el parámetro que me demuestra cómo soy, cómo vivo, si vivo según el Espíritu o según la carne. Porque los frutos del espíritu son: alegría, fraternidad, amor, servicio, esperanza; en cambio los frutos de la carne son: divisiones, desavenencias, egoísmos, guerras... ¿Se entiende?
Y en las comunidades cristianas, si están madurando en la Fe, la Esperanza y el Amor, entonces sabemos que puede haber algunos efectos carnales, pero que tienen que ser superados y convertidos, pero cuando esos efectos carnales no se convierten, entonces quiere decir que no se está creciendo, que aún sigue la carne dominando y por eso las comunidades se van destruyendo.
Otro de los frutos de la carne es el otro ejemplo que pone san Pablo:
"En definitiva, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Servidores a través de los cuales accedisteis a la fe, y cada uno de ellos el Señor le dio a entender. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; de modo que, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios, edificio de Dios".
Y para esto no hace falta ninguna aclaración, sólo abrir el corazón frente a Dios, y descubrir qué es lo que estoy haciendo y cómo estoy viviendo, para que deje lugar al Espíritu Santo que actúe en mí y en mi comunidad, para que las divisiones y los desencuentros dejen de estar, y seamos verdaderamente una comunidad de personas que se aman, para gloria de Dios.
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