viernes, 11 de septiembre de 2020

Qué carrera corremos?

"¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar.
Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.
Por eso corro yo, pero no al azar; lucho, pero no contra el aire; sino que golpeo mi cuerpo y lo someto, no sea que, habiendo predicado a otros, quede yo descalificado".
Hoy, generalmente, corrermos una carrera para alcanzar una meta, pero no la meta de la que habla san Pablo, sino una meta humana, una meta del tener, del aparentar, del conseguir una posición social o política o económica, sin importar lo que, por el camino, voy perdiendo. Sí, porque en el correr esta carrera, a veces sin sentido, se van perdiendo vivencias, relaciones, amistades e, incluso, en algunos casos, la familia queda de lado ante esta carrera.
Si esos mismos esfuerzos que ponemos para llegar a una meta que es pasajera, lo pusiéramos en alcanzar la meta espiritual de nuestro crecimiento, de nuestra santidad, veríamos cómo podemos llegar a poseer más de lo que nunca nos habíamos imaginado. Porque cuando nos dejamos conducir por la Mano del Señor hacia la Verdadera Meta, alcanzamos paz, seguridad, tranquilidad y, sobre todo, vamos, día a día, plenificando nuestro ser, llevando a plenitud aquellos deseos que el Señor había sembrado en nuestro corazón "antes de la creación del mundo".
Y, no sólo que no perdemos nada de lo que amamos, sino que ganamos más amor del que podemos repartir y dar, porque, se nos dará una medida colmada y robosada.
Por eso no nos dejemos convencer con el cuento de que la cerrera del mundo es la mejor competición de nuestra vida, porque esa carrera se convierte, muchas veces, en un vicio que nunca acaba, o mejor dicho, con un vicio que acaba con lo que más amamos, y, sobre todo, sin darnos cuenta que en el camino hemos ido perdiendo lo mejor de nosotros mismos, y aquello que nunca recuperaremos, que es el tiempo de compartir con nuestros amores.
Desgastemos nuestra vida viviendo de acuerdo con la Voluntad de Dios, sometamos, como dice san Pablo, nuestra carne a esclavitud y dejémonos convencer por nuestro Dios y Señor, que Él sí nos llevará a la mejor de las metas para nuestra vida y nos permitirá compartir y disfrutar de lo mejor de nuestras vidas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.