"Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masá y Meríbá, a causa de la querella de los hijos Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
«¿Está el Señor entre nosotros o no?»
Hay momento en que nos parece que el Señor no está entre nosotros, que se ha ido, que no nos escucha, o, como dicen algunos a veces: nos ha enviado una desgracia. Es lo que pensaba el Pueblo de Israel en el desierto, y, por eso, se rebeló contra Moisés y contra Dios.
Pero Dios no respondió de acuerdo a la rebelión del pueblo, sino que respondió de acuerdo a su misericordia.
Cuando llegan momentos de oscuridad, cruz o crisis en nuestras vidas, lo primero que nos surge es la rebelión contra Dios, como si Él fuera el culpable de lo que me sucede y yo nada tuviera que ver.
Es cierto que, en los casos de enfermedades o pandemias, como las que estamos viviendo, no tenemos culpa sobre lo que nos sucede, sino que recibimos algo que nunca hemos esperado, porque nuestra condición humana es así: se deteriora con el tiempo, y, los humanos deterioramos nuestro mundo con el tiempo, sin tener en cuenta las consecuencias de lo que hacemos.
Pero Dios, siempre sale al encuentro de aquellos que quieren intentar volver a vivir junto a Él. Hay una verdadera razón para rebelarnos en estos momentos, porque vemos el sufrimiento que padecen otros y que podemos llegar a padecer nosotros, pero rebelarnos no es la solución, porque nos trae mayor dolor al corazón, porque nos lleva a la soledad, a la mayor oscuridad.
Por eso Moisés habló serenamente con el Señor, le contó lo que estaba sucediendo, y el Señor respondió, a su manera y en el momento oportuno.
Por eso, en el evangelio vemos un diálogo hermoso, entre la samaritana y el Señor Jesús. Un diálogo en el que finalmente el Señor se revela tal cual a alguien que no cree en el mismo Dios, pero que está su corazón sediento de fe. Un diálogo en el que la verdad que Jesús le dice a la mujer, no la rebela sino que le enciende, más aún, el deseo de creer. Y, por eso, con el corazón encendido va a anunciar a los demás lo que ha encontrado.
En este, y en todos los tiempos, tenemos que tener "tiempo" para sentarnos junto a Jesús, junto a nuestro Dios, para que en el diálogo sincero Él nos vaya mostrando el Camino a recorrer. Claro está que, muchas veces, me mostrará detalles de mi vida que no me gustaría ver, pero que, con su amor y misericordia, Él modificará y me ayudará a la conversión y a la renovación de mi vida de fe.
No dejemos pasar los hermosos momentos que nos regala el Señor. Es cierto que no hemos buscado vivir estos momentos, pero ahí están y tenemos que aprovecharlos de la mejor manera. Y estar sentados junto a Jesús en una sincera charla, es lo mejor que podemos hacer para que nos quede guardado el calor del diálogo, el fuego de la oración.
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