«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron".
¿Quién es más ciego? ¿El que no ve o el que no quiere ver?
Los fariseos que interrogan al ciego de nacimiento, no lo hacen para poder ver sino para seguir con su ceguera, porque lo que les interesa es encontrar argumentos para acusar a Jesús.
Y, cuando queremos encontrar argumentos para hacer lo que queremos siempre los encontramos, aunque sea inventándolos o destruyendo los que nos dan.
"¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?"
No, un pecador no puede hacer milagros, pero alguien que tiene a Dios en su corazón sí puede hacerlos. Por eso, reconocer que había ocurrido un milagro quería decir que quien lo había hecho tenía a Dios, y no era un pecador. Pero no quieren ver.
"Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?"
Si ya sabías que había nacido en pecado ¿para que le preguntas? Querían hacerlo sentir mal al pobre hombre, o sólo no querían escuchar lo que él les decía.
Si no quieres escuchar las respuestas no preguntes. Ahora si necesitas escuchar una respuesta sí pregunta, pero si te suena mal la verdad destruyas a quien te la ha dicho sino, acepta que no quieres escuchar la Verdad.
Y así nos pasa. No hay pero sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver.
Pero no analicemos esta frase pensando a quién le viene bien, sino cuántas veces nos hemos hecho los sordos ante las cosas de Dios. ¿Cuántas veces no hemos querido aceptar algo que nos decían porque iba en contra de lo que queríamos hacer?. ¿Cuántas veces hemos hablado mal de alguien para que lo que me habían dicho o había dicho no fuera tenido en cuenta?. Desprestigiamos la fama de alguien para no tener que aceptar las verdades que nos dicen.
No son los otros quienes son fariseos sino que soy quien actúo como fariseo, pero le echo la culpa a los demás que actúan así.
Porque, como le decía el Señor a Samuel:
«No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
No miramos más allá de lo que queremos, y por eso necesitamos que el Señor nos limpie la mirada y nos ayude a ver como Él mira, y nos ayude a aceptar la Verdad para que nuestro Caminar sea en la Luz y no en las tinieblas del error.
"Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas".
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