"Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».
Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron;
«¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos».
Las lecturas ya nos van ayudando a pensar en la Semana Santa, cómo se fue preparando el ambiente y el corazón de aquellos que estaban en contra de Jesús. El corazón ya se había cerrado a querer escuchar la Palabra del Señor, no podían entender y no querían comprender que Jesús era el Mesías. Toda la sabiduría que decían tener acerca de las Escrituras no les ayudaba porque sus corazones estaban cerrados por su arrogancia y celos frente a Aquél que llegaba al corazón de los más pobres y necesitados, y que los enfrentaba con la Verdad de la Ley y los Profetas.
Y mirad en el evangelio y descubrid cómo cuando el corazón se pone tan duro y busca siempre un argumento para condenar a alguien, también rechaza la opinión de aquellos que están a favor de Jesús. Llega hasta tal punto el rencor y el odio que llaman malditos a todos aquellos que creen en Jesús. La arrogancia y la soberbia les a transformado tanto la mente y el corazón que creen que sólo ellos tienen la verdad sobre lo que escuchan o lo que quieren escuchar.
"Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».
Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».
Nicodemo, otro del Sanedrín, era quien iba a escondidas a hablar con Jesús, porque él sí había podido abrir su corazón a su Voz, aunque no podía, todavía, decir que era el Mesías, pero sí buscaba la Verdad. Por eso quería que le dieran la posibilidad de tener un juicio justo. Pero no, para los demás esa no era posibilidad pues ya lo habían condenado sin darle la oportunidad de escuchar sus argumentos. Por eso mismo, lo tildan a Nicodemo de Galileo, como diciendo que él también había sido conquistado por Jesús, y se había dejado influenciar por su prédica.
Y así nos sigue sucediendo cuando nos fanatizamos por algo o por alguien: no sólo que no buscamos el camino de la Verdad, sino que culpamos o condenamos a todos aquellos que nos quieran mostrar el camino o que estén a favor de lo que nosotros estamos en contra. Cerramos nuestro corazón no sólo a la Verdad, sino que damos vuelta nuestra cara a aquellos que buscan la Verdad.
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