sábado, 21 de marzo de 2020

Como nube mañanera

«¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá?
Vuestro amor es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca. Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos».
Hermosa frase del profeta Oseas, mejor dicho, hermosa porque nos llama la atención sobre nuestro amor a Dios: es como una nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Es decir, por si no lo habían entendido (creo que sí), que nuestras promesas de amor duran muy poco, en seguida se disuelven con el sol de la mañana, con los apuros del primer día.
Es lo que nos pasa, generalmente, en la vida diaria: cuando recibimos una gran advertencia o cuando nos damos un golpe fuerte en la vida, enseguida recapitulamos y hacemos grandes promesas de cambio, pero cuando ha pasado un tiempo y ya estamos bien, nos olvidamos de las promesas que habíamos hecho.
En la relación con Dios nos sucede lo mismo: en este tiempo de crisis, de angustia, de encierro, nos acordamos mucho y elevamos oraciones y sacrificios para que pase la peste. Pero, cuando esta peste pase ¿habremos aprendido algo? ¿Seguiremos la misma relación con el Señor como hasta ahora? Ahora sabemos que siempre podemos parar y que si nosotros no estamos donde siempre estamos, la vida sigue igual: no somos imprescindibles en ningún lugar.
Pero, cuando pase todo esto, seguramente, volveremos a la carrera contra el tiempo y nunca encontraremos tiempo para lo esencial en nuestra vida: quiero misericordia y no sacrificio conocimiento de Dios, más que holocaustos.
Por eso, así como muchos ha hecho carteles para darnos ánimo, tendríamos que hacer un cartel para colgar en nuestras casas y ayudarnos a recordar las promesas que vamos haciendo, cómo es que la vida sigue sin que nosotros estemos en todos lados, y haciendo todas las cosas que siempre hacíamos porque otros necesitaban de mi ayuda.
Con esta crisis podemos llegar a descubrir que no somos imprescindibles. Es cierto que nunca lo decimos, pero sí lo hacemos, o, mejor dicho, hacemos que los demás lo sientan así y estén necesitando de mí constantemente, para esto, para aquello, para lo de más allá. Y ahora vemos como muchos pueden manejar su vida sin tener mi ayuda.
No es que no quiera que ayudemos a los demás, pero, muchas veces, nos hacemos cargo de la vida de los demás, y no dejamos que los demás se hagan cargo de sus propias vidas. Y yo buscar el tiempo para saber qué es lo que Dios quiere que haga con mi vida.
Que todo lo que vivimos en este tiempo nos ayude a volver a colocar las cosas en su lugar, descubrir cuáles cosas y valores son esenciales y cuales sólo importantes, y cuáles no son necesarios ni importantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.