lunes, 23 de marzo de 2020

Crear una nueva tierra

"Esto dice el Señor:
«Mirad: mirad voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento".
Al leer esto pensaba en estos momentos que estamos viviendo, tantos días de encierro, de cambios en nuestras vidas, de tener nada de tiempo para nosotros, a tener todo el tiempo del mundo para pensar, reflexionar, dialogar, .... Si sabemos aprovechar el tiempo, podremos sacar mucho fruto, pero si no lo aprovechamos, y nos dejamos llevar por el desencanto, la desesperanza, nada... todo será negro.
"Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su pueblo, “júbilo”.
Dice un refrán: no hay mal que por bien no venga. Por eso, de todo esto que estamos viviendo tenemos que sacar lo mejor de cada uno, lo mejor de la situación. Aunque, seguramente, en muchos hogares haya habido mucho dolor y angustia, pero, seguramente, hemos tenido contención, reacción de mucha gente que se ha puesto a nuestro lado, a escucharnos, a acompañarnos de la distancia.
Y, es cierto, cuando somos privados de lo que más queremos nos damos cuenta de cuánto tiempo no hemos aprovechado para disfrutar de lo que teníamos. Por es eso necesario que sepamos valorar lo que se nos ha presentado y sacar lo mejor de nosotros mismos, para hacer de un momento de agobio un día de alegría y gozo.
El evangelio nos presenta una situación difícil de la que Jesús no responde rápidamente, sino que, hasta pareciera, que se enfada por que le piden un milagro apenas llegar a la ciudad:
"Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veáis signos y prodigios, no creéis»
Y me parece que es porque, muchas veces, no buscamos las soluciones por nosotros mismos, sino que llevamos nuestros problemas a otros, sabiendo que somos nosotros quienes tenemos que buscar una solución. Siempre, o casi siempre, vamos tirando los problemas para afuera esperando que sea otro quien me solucione la vida. Y no. Soy yo quien tiene que buscar en la fuente de Vida, la verdadera solución, porque a mí se me han dado los talentos necesarios para encontrar esa solución.
Quizás el Señor nos haga "sufrir" un poco, como diciendo, no lo voy a hacer, para ver qué es lo que yo hago. Seguramente insistiré, pero el Señor me dirá: vuelve a tu lugar, y verás cómo todo se ha solucionado. No nos quedamos parados esperando que la solución venga de fuera: busquemos nosotros mismos, con la ayuda del Señor, la solución a nuestras vidas y vamos a descubrir cómo podemos hacer de un día gris, un día soleado, porque hemos dejado entrar la Luz del Espíritu que nos ha guiado hacia la Verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.