El Genésis nos presenta la historia de José, y, junto a él, cómo la envidia transforma el corazón de sus hermanos hasta llegar a querer matarlo. Una realidad que, lamentablemente, se sucede muy a menudo en una sociedad materialista y que sólo vive para buscar el tener y el aparentar ser más que los demás.
Por otro lado, Jesús nos presenta una parábola que va por caminos similares: los labradores que viciados por el dinero y el poder no quieren cumplir con lo pactado con el dueño de la tierra y, por eso, matan a todos los que vienen a cobrar el alquiler.
La historia de José nos hablará de que él no ha muerto sino que encontró el favor en Egipto y gracias a eso pudo liberar a su pueblo del hambre que sufría, y, pudo, por la bondad de su corazón perdonar a sus hermanos el día que se encontró con ellos.
Y Jesús, como sabemos, nos enseña que, a pesar de todo lo que le hicieron hasta darle muerte de Cruz, en el último aliento dice: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.
Cuando el corazón del hombre está centrado en Dios, cuando busca no el consuelo y el pacer de los hombres, sino la Vida en Dios, siempre encuentra caminos de reconciliación, de perdón. Pero cuando nos dejamos llevar por los apetitos humanos y sus vicios: egoísmo, envidia, apetito de poder, venganza, rencor, odio... nuestra vida se vuelve muerte, porque lo único que buscamos es la oscuridad de la muerte. Quizás no la muerte física de la otra persona, pero sí, muchas veces, queremos destruir su fama, hablamos mal de ella, le negamos el saludo, y hasta llegamos a decir: para mí a muerto.
En este tiempo de cuaresma el Señor nos invita a renovar nuestro corazón a la Luz de su Amor, de su entrega en la Cruz por nosotros. Por que, como dice el Apóstol, "cuando todavía éramos pecadores, él murió por nuestros pecados". Y así, cuando seguimos el camino de Jesús, podemos entregar nuestra vida por la salvación de los demás, sacar de la maldad de los demás el bien para muchos, incluso para uno mismo.
Por que dejar que lo que los demás intenten hacer con uno nos destruya o nos haga daño, no tiene sentido, sino que debemos utilizar esos "dardos envenenados", para pedir la Gracia de la Fortaleza para que nuestro corazón siga creciendo en amor, pues nos dice el Señor: "si amáis a quienes os aman ¿qué mérito tenéis? eso también lo hacen los paganos... pues yo os digo: amad a vuestros enemigos, rezar por vuestros perseguidores..."
Por que así actúo el Señor, y aquellos que creyeron que le quitaban la vida, no pudieron conseguir sus deseos, pues Él volvió de la muerte y nos dio Vida Nueva a todos los que creemos y vivimos con Él, por Él y en Él.
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