"Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación".
Creo que hoy, Jesús, podría decir lo mismo. En realidad, la Palabra de Dios nos vuelve a decir lo mismo, porque la Palabra es viva y eficaz, entonces, es su Voz la que escuchamos cuando escuchamos la Palabra. Y, así, es Jesús quien nos está diciendo "esta generación es una generación perversa".
¿Por qué Jesús le hablaba así a la gene de su tiempo? Por que, a pesar de todos los milagros que veían que hacía no querían creer, no querían abrir sus ojos a creer en Jesús, a creer que Él era el que Dios había prometido.
Y ¿por qué la gente de ese tiempo no quería creer en Jesús? Por que si creían que Jesús era el Mesías prometido; si creían que Jesús era el Hijo de Dios y Dios mismo, entonces tenían que abrir sus oídos y sus corazones a sus palabras y convertirse de sus malas acciones. Y, en realidad, no estaban dispuestos a dejar de lado sus tradiciones y sus malas conductas. No estaban dispuestos a reconocer sus errores y pecados.
Por eso Jesús les dice más adelante:
"Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".
Los ninivitas escucharon a Jonás que, se podría decir, no era ningún profeta conocido ni famoso, ni hizo ningún milagro, pero al escuchar su predicación acerca de la conversión, decidieron, desde el rey para abajo, dejar de lado sus pecados y convertirse de sus malas acciones. Y así Dios los perdonó.
En cambio, la generación de Jesús a pesar de lo que estaban viendo que Él hacía, y de las palabras que les dirigía, no quisieron convertirse, no quisieron reconocer a Dios en Jesús.
Y, a nuestra generación, nos pasa lo mismo: no queremos reconocer a Dios en Su Palabra, no queremos aceptar que la Palabra de Dios sigue siendo eficaz y viva en estos tiempos, y por eso no aceptamos el camino de la conversión. Por que aceptar que la Palabra de Dios es vigente, nos llevaría a tener que cambiar nuestro modo de vivir, nos exhortaría a hacer un cambio en nuestras vidas que, hoy por hoy, no estamos dispuestos, pues lo que el mundo nos ofrece nos apetece más que lo que Dios nos da.
Aunque, también es cierto, tenemos un pie en la iglesia y otro en el mundo, vivimos con un doble discurso que, tampoco, es válido a la vista del Señor, porque es Él mismo quien nos dice: "no se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero", "que tu sí sea sí y que tu no sea no". Si somos cristianos vivamos como cristianos.
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