martes, 31 de marzo de 2020

Con quién nos enfadaremos?

"Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Los judíos le seguían preguntando a Jesús quién era, pero no creían en Él como el Hijo de Dios, como el que había de venir, y, por eso seguían buscando signos y señales para creer, cosa que sí hicieron los pobres y humildes de corazón, y que creyeron en él.
Pero esta frase me hizo recordar otras cosas que muchas veces nos pasan: sólo nos damos cuenta de lo que tenemos cuando lo perdemos. 
Cuando lo ven morir en el Cruz y de qué forma, recién ahí muchos creyeron en Jesús. Aunque, igualmente, otros siguieron sin creer: los que no quisieron creer.
Este tiempo que Dios está permitiendo que vivamos, de confinamiento en nuestras casa y ciudades, es un tiempo donde, para muchos, hemos aprendido a disfrutar del tiempo en familia, con nuestros hijos, donde también se ha aprendido a valorar el tiempo, a saber que hay cosas que podemos hacer y que no es "perder el tiempo" sino aprovecharlo en cosas mejores, que nos dan más vida que otras que creíamos esenciales en nuestras vidas, y por las cuales "no podíamos perder el tiempo" para hacer otras que no nos parecían tan importantes.
¡Es que somos tan raros los humanos! Gastamos nuestro tiempo queriendo tener muchas cosas, y no nos damos cuenta que lo que perdemos son los mejores momentos de estar con los que más queremos. Y, cuando nos damos cuenta de eso, es cuando ya no podemos estar con ellos.
Una de las frases que más se ha escuchado estos días en las charlas entre amigos o conocidos: ojalá aprendamos de esta situación. Ojalá que así sea, pero cuando volvamos a la rutina de andar corriendo de un lado para otro, de generar un montón de actividades para estar bien, cuando volvamos a la rutina de todos los días anteriores... ¿volveremos a valorar el tiempo para estar juntos?
Por que, seguramente, nos va a pasar lo mismo que al pueblo de Israel, cuando Dios lo liberó de Egipto:
"El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».





Llega un momento que nos volveremos a cansar de lo que hacemos, porque ya no nos da la vida para hacer más cosas, y ¿con quién nos enfadaremos?

lunes, 30 de marzo de 2020

SI ALGUNO PECA, ABOGADO TENEMOS ANTE EL PADRE

Del Comentario de san Juan Fisher, obispo y mártir, sobre los salmos

Nuestro sumo sacerdote es Cristo Jesús y nuestro sacrificio es su cuerpo precioso, que él inmoló en el ara de la cruz por la salvación de todos los hombres.
La sangre derramada por nuestra redención no era de terneros o de machos cabríos (como en la ley antigua), sino la del Cordero inmaculado, Cristo Jesús, nuestro salvador. El templo en que ofició nuestro sumo sacerdote no era hecho por mano de hombre, sino edificado únicamente por el poder de Dios. Y así, él derramó su sangre a la vista de todo el mundo; y el mundo es el templo construido por la sola mano de Dios.
Este templo tiene dos partes: una es esta tierra que nosotros habitamos al presente, la otra nos es aún desconocida a nosotros, mortales.
Primero, cuando sufrió la muerte dolorosísima, ofreció el sacrificio aquí en la tierra. Después, cuando revestido de la nueva inmortalidad penetró por su propia sangre en el santuario, esto es, en el cielo, presentó ante el trono del Padre aquella sangre de un valor inmenso, que había derramado abundantemente por todos los hombres, sujetos al pecado.
Este sacrificio es tan acepto y agradable a Dios que, en el mismo instante en que lo mira, compadecido de nosotros, se ve forzado a otorgar su clemencia a todos los que se arrepienten de verdad.
Es, además, un sacrificio eterno, ya que se ofrece no sólo cada año (como sucedía entre los judíos), sino cada día, más aún, cada hora y a cada momento, para que en él hallemos consuelo y alivio.
Respecto de él, dice el Apóstol: Obteniendo una redención eterna, pues de este sagrado y eterno sacrificio se benefician todos aquellos que están verdaderamente contritos y arrepentidos de los pecados cometidos, los que tienen un decidido propósito de no reincidir en sus malas costumbres y perseverar con constancia en el camino de las virtudes que han emprendido.
Lo cual expresa san Juan con estas palabras: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.

domingo, 29 de marzo de 2020

Ser o no ser cristiano

"Hermanos:
Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros, en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo".
Es cierto que en el Bautismo hemos resucitado con Cristo a la Vida Nueva de la Gracia, pero es una vida nueva que, diariamente, la vamos "estropeando" con nuestro pecado personal, y, hasta, muchas veces, la dejamos morir por nuestra desidia de seguir, voluntariamente, el espíritu del mundo. Por eso, las palabras de Pablo a los Romanos, nos llegan muy bien en este tiempo antes de la Semana Santa, para volver a preguntarnos ¿nuestro espíritu es el Espíritu de Cristo?
Y ¿cómo saber si vivimos el Espíritu de Cristo? Es muy fácil porque nos tendríamos que preguntar si la manera o la forma en que estamos viviendo, no sólo esta cuarentena, sino en mi día normal, es como viviría Cristo en nuestro lugar: si mis palabras, si mis acciones, si mi forma de relacionarme con los demás, si mi oración, si mi.... si yo en mi totalidad soy un reflejo de la vida de Jesús.
El espejo del Evangelio es quien me brinda, constantemente, la imagen de si estoy viviendo como Cristo o si estoy viviendo de acuerdo al mundo.
También es cierto que siempre tendremos la posibilidad de resucitar, aunque llevemos varios días muertos, como Lázaro, pero será Jesús quien me ayude a resucitar. Pero, claro, Jesús lo hizo sin que Lázaro se lo pidiera, pero en nuestro caso seremos nosotros quienes tendremos que ir, con un corazón arrepentido a pedírselo a Jesús, y Él nos dará su Espíritu para resucitar todo aquello que se haya muerto en nuestro corazón.
Le dice san Pablo a los Gálatas:
"Ahora bien, las obras de a carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí, contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias".
Así san Pablo nos da una referencia en dónde tener que buscar para saber si somos o no somos de Cristo, si somos o no cristianos que han resucitado con Jesús y viven una vida plena en el Espíritu.

sábado, 28 de marzo de 2020

Condenado

"Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».
Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron;
«¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos».
Las lecturas ya nos van ayudando a pensar en la Semana Santa, cómo se fue preparando el ambiente y el corazón de aquellos que estaban en contra de Jesús. El corazón ya se había cerrado a querer escuchar la Palabra del Señor, no podían entender y no querían comprender que Jesús era el Mesías. Toda la sabiduría que decían tener acerca de las Escrituras no les ayudaba porque sus corazones estaban cerrados por su arrogancia y celos frente a Aquél que llegaba al corazón de los más pobres y necesitados, y que los enfrentaba con la Verdad de la Ley y los Profetas.
Y mirad en el evangelio y descubrid cómo cuando el corazón se pone tan duro y busca siempre un argumento para condenar a alguien, también rechaza la opinión de aquellos que están a favor de Jesús. Llega hasta tal punto el rencor y el odio que llaman malditos a todos aquellos que creen en Jesús. La arrogancia y la soberbia les a transformado tanto la mente y el corazón que creen que sólo ellos tienen la verdad sobre lo que escuchan o lo que quieren escuchar.
"Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».
Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».
Nicodemo, otro del Sanedrín, era quien iba a escondidas a hablar con Jesús, porque él sí había podido abrir su corazón a su Voz, aunque no podía, todavía, decir que era el Mesías, pero sí buscaba la Verdad. Por eso quería que le dieran la posibilidad de tener un juicio justo. Pero no, para los demás esa no era posibilidad pues ya lo habían condenado sin darle la oportunidad de escuchar sus argumentos. Por eso mismo, lo tildan a Nicodemo de Galileo, como diciendo que él también había sido conquistado por Jesús, y se había dejado influenciar por su prédica.
Y así nos sigue sucediendo cuando nos fanatizamos por algo o por alguien: no sólo que no buscamos el camino de la Verdad, sino que culpamos o condenamos a todos aquellos que nos quieran mostrar el camino o que estén a favor de lo que nosotros estamos en contra. Cerramos nuestro corazón no sólo a la Verdad, sino que damos vuelta nuestra cara a aquellos que buscan la Verdad.

viernes, 27 de marzo de 2020

Los ciega su maldad

"Se decían los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios... 
Así discurren, pero se equivocan, los ciega su maldad..."
Cuando el ciego no quiere ver, y cuando el sordo no quiere escuchar, comienza un proceso de ceguera interior en el cual se van acumulando rencores sobre aquellos o aquel que intenta guiarlos a la verdad, a la vida. Cuando no nos gusta lo que nos dicen o cómo la forma de vivir de los demás nos cuestiona la vida, entonces, comenzamos el proceso de atacar lo justo, la verdad, la vida. No importa el cómo sino lo que importa es que podamos desautorizar a quien, aparentemente, nos quiere "destruir" o no nos deja seguir el camino que hemos comenzado a recorrer, aunque sepamos que lo que nos está diciendo es para nuestro bien.
Así le pasaba a los profetas, así le pasó a Jesús. Cuando no estamos abiertos a la verdad, la verdad nos hace doler y nos puede provocar una reacción en contra de lo que muchas veces hemos proclamado predicado: el rencor, el odio hacia los demás, o mejor dicho, hacia aquél que me está mostrando el Camino de la Verdad.
Cuando no hemos crecido en la humildad de saber que no siempre tenemos la verdad, de saber que no somos lo perfecto que nos creemos, de saber que siempre podemos corregir nuestra vida, entonces, crece en nosotros la arrogancia de creernos los mejores y los que no tienen nada que cambiar en sus vidas. Y a esa arrogancia se le suma la falsa autosuficiencia de que soy el único que puede hacer lo que hago y que nadie más puede hacerlo por mí. Hasta que llega alguien que no le teme a la arrogancia y me dice lo que no quiero oír. Y ahí se desata aquél mal deseo de mi corazón y comienzo a decir aquello que no me gustaría que lo digan de mí.
Sí, la arrogancia perjudica nuestro buen actuar porque nos hace creer que estamos siempre un poco más arriba de los demás, y, nos hace creer que podemos juzgar sin ser juzgados porque somos los únicos dueños de la verdad. ¡Qué ilusos!
El arrogante que sólo cree en su propia sabiduría, cree conocerlo todo y por eso cree que puede dar cátedra sobre lo que sólo él cree conocer. Y cuando la verdad se le presenta ante los ojos no puede reconocerla. Así le pasó a los fariseos y sumos sacerdotes en la época de Jesús, creyeron tanto en lo que ellos sabían que no supieron reconocer a Quien tenían delante de sus ojos, sobre todo, porque les decía la Verdad que no querían escuchar:
«A mí me conocéis, y conocéis de donde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado».

jueves, 26 de marzo de 2020

Las obras dan testimonio

"Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta?".
Dios quería destruir al Pueblo de Israel porque se habían hecho un becerro de oro, estaba indignado porque no habían sabido esperar a Moisés. Y Moisés, en lugar de aceptar lo que Dios había decidido, decide "apagar el fuego de la ira de Dios", con otros argumentos.
No siempre es fácil "apagar la ira" de nuestros hermanos, es mucho más fácil ayudar a seguir encendiendo la ira de los demás, porque no siempre vemos lo mejor en los otros, sino que apoyamos lo que los demás piensan o dicen, sin ser capaces de dar una opinión en contra o, en el mejor de los casos, hacer silencio sin echar más leña al fuego.
Moisés pudo apagar el fuego de la ira y volver a darle una oportunidad al Pueblo de Dios para que sea fiel, no sin antes darle un buen escarmiento y que vuelva a reconciliarse con su Dios.
"Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado".
Es el testimonio que damos lo que habla de nosotros, así nos lo muestra Jesús, no lo que decimos sobre nosotros mismos, sino lo que hacemos, lo que decimos sobre los demás, como nos comportamos con los demás, es lo que dirá más de nosotros.
Así Moisés ha demostrado un gran temple y un gran corazón sobre el Pueblo de Dios, aunque, no sin hacerle ver su error, pero sin que la ira nuble su entendimiento y su relación con los demás.
Jesús, nos muestra, también, con su vida que, en muchos casos, ha tenido que ser fuerte y contundente con sus palabras para condenar el pecado, pero, también, nos ha demostrado su misericordia con el pecador arrepentido, y su bondad con los que buscaban salvarse.
"Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros".
No es demostrando nuestra capacidad intelectual y desarrollo lógico de nuestras palabras lo que va a hablar de nosotros, pues así eran los fariseos, sino que serán nuestras palabras y acciones quienes dirán lo que verdaderamente hay en nuestro corazón, pues "de la abundancia del corazón hablan los labios". Podemos llegar a conocer y aprender las Escrituras de memoria, y recitar todos sus versículos, pero si no hemos dejado que el Amor y la Misericordia del Padre penetren en nuestros corazones, será en vano todo lo que hemos aprendido y estudiado.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Esclava del Señor

"Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice:
«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo - pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí - para hacer, ¡ oh Dios!, tu voluntad».
¿Cuando entró Cristo en el mundo? El día de la concepción de María, cuando el Ángel le anuncia a María y el Espíritu Santo la cubre con su sombra, ahí comienza la Vida, ahí comienza a entrar Cristo en el mundo, porque comienza a formarse en el vientre de su Madre.
La disponibilidad de María para hacer la Voluntad del Señor, es la misma disponibilidad que Jesús asume en su vida como camino de obediencia al Padre: "no he venido a hacer mi voluntad sino la del que me envió", "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre". Y, por eso mismo, nos enseñó a rezar: "hágase Tu Voluntad aquí en la tierra como en el Cielo".
Desde el primer momento del anuncio del Ángel a María comenzamos a entender o, mejor dicho, se nos quiere hacer comprender que el Camino de la Vida es la disponibilidad total del hombre a la voluntad de Dios.
Por eso, aunque en estos tiempos que vivimos nos resulte muy fuerte o fuera de lugar, María nos enseña el camino y Ella lo asume en su vida:
"María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra»
No es la voluntad de un hombre, sino la Voluntad de Dios, pues la palabra que le transmite el Ángel es la Palabra de Dios, es lo que Dios le pide si quiere hacer, pues el Padre no exige, no nos quita la libertad que nos dio, sino que nos muestra un camino o nos ofrece un Camino de Vida, somos nosotros, como María, quienes aceptamos ese Camino.
Pero María no sólo quiso aceptar ese camino, sino que le entregó al Señor toda su vida y toda su libertad, se hizo esclava para ser libre. Y esa esclavitud es la que la hizo Bienaventurada por todas las generaciones.
Y, digo que hoy esa esclavitud nos puede sonar ridícula o fuera de lugar, porque el mundo nos plantea una libertad excesiva que llega hasta ser libertinaje, pues lo que vemos muchas veces, ya no es libertad de expresión sino un libertinaje convertido en excusa para no dejar libre a muchos que piensan diferente.
En cambio, María, no dudó un instante en hacerse esclava de la Voluntad de Dios, para hacer que la vida del mundo cambie en ese instante, permitiendo que el Hijo Unigénito de Dios se hiciese hombre en su seno, transformando la historia de la humanidad en historia de salvación.

martes, 24 de marzo de 2020

Un río de gracia

"Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
La visión de Ezequiel la podemos identificar con el Río de Gracias que brotó del costado abierto de Jesús en la Cruz, una Fuente de Agua Viva que brota hasta la eternidad. Un río de Gracias que hemos recibido, también, el día de nuestro bautismo, cuando esa misma agua fue derramada sobre nuestras cabezas y el Espíritu Santo santificó nuestras vidas, y fuimos transformados no sólo en hijos de Dios a imagen de Jesús, sino en Templo vivos del Espíritu Santo.
Ahora, nosotros que llevamos en nuestra alma el Espíritu somos como esa agua que va brotando del templo y a su paso va sanando todo lo que toca, va dando vida nueva al mundo.
Y esto es necesario que lo creamos, porque, como ayer decía el Señor: "voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva", pero no lo quiere hacer solo, sino que nos ha elegido a nosotros y nos ha enviado a transformar el mundo, a llevar al mundo una Vida Nueva, que no brota de nuestra humanidad sino que comenzó a derramarse sobre el mundo desde el costado abierto de Jesús, y ahora somos nosotros quienes llevamos esa Vida Nueva a todos lados.
¿Por qué es necesario que lo creamos? Porque no siempre nos creemos "dignos" de ser instrumentos en las Manos del Señor, no siempre nos creemos que tenemos la misión de hacer Nuevas todas las cosas, sino que nos subimos al tren de la vida, y vamos marchando como paquetes que sólo tienen que ser entregados en un lugar determinado. No, somos hijos de Dios, templos vivos del Espíritu Santo, y estamos llamados a transformar el mundo en el que vivimos.
¿Cómo lo hacemos? Cada uno de nosotros tiene una vocación particular, una misión determinada, un sueño de Dios que se hace realidad cuando nos ponemos en relación con Él y es Él quien va dirigiendo nuestras vidas, por el mejor Camino. Sólo basta que lo creamos y que nos dispongamos de corazón para ser Fieles y dóciles a los impulsos del Espíritu Santo.

lunes, 23 de marzo de 2020

Crear una nueva tierra

"Esto dice el Señor:
«Mirad: mirad voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento".
Al leer esto pensaba en estos momentos que estamos viviendo, tantos días de encierro, de cambios en nuestras vidas, de tener nada de tiempo para nosotros, a tener todo el tiempo del mundo para pensar, reflexionar, dialogar, .... Si sabemos aprovechar el tiempo, podremos sacar mucho fruto, pero si no lo aprovechamos, y nos dejamos llevar por el desencanto, la desesperanza, nada... todo será negro.
"Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su pueblo, “júbilo”.
Dice un refrán: no hay mal que por bien no venga. Por eso, de todo esto que estamos viviendo tenemos que sacar lo mejor de cada uno, lo mejor de la situación. Aunque, seguramente, en muchos hogares haya habido mucho dolor y angustia, pero, seguramente, hemos tenido contención, reacción de mucha gente que se ha puesto a nuestro lado, a escucharnos, a acompañarnos de la distancia.
Y, es cierto, cuando somos privados de lo que más queremos nos damos cuenta de cuánto tiempo no hemos aprovechado para disfrutar de lo que teníamos. Por es eso necesario que sepamos valorar lo que se nos ha presentado y sacar lo mejor de nosotros mismos, para hacer de un momento de agobio un día de alegría y gozo.
El evangelio nos presenta una situación difícil de la que Jesús no responde rápidamente, sino que, hasta pareciera, que se enfada por que le piden un milagro apenas llegar a la ciudad:
"Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veáis signos y prodigios, no creéis»
Y me parece que es porque, muchas veces, no buscamos las soluciones por nosotros mismos, sino que llevamos nuestros problemas a otros, sabiendo que somos nosotros quienes tenemos que buscar una solución. Siempre, o casi siempre, vamos tirando los problemas para afuera esperando que sea otro quien me solucione la vida. Y no. Soy yo quien tiene que buscar en la fuente de Vida, la verdadera solución, porque a mí se me han dado los talentos necesarios para encontrar esa solución.
Quizás el Señor nos haga "sufrir" un poco, como diciendo, no lo voy a hacer, para ver qué es lo que yo hago. Seguramente insistiré, pero el Señor me dirá: vuelve a tu lugar, y verás cómo todo se ha solucionado. No nos quedamos parados esperando que la solución venga de fuera: busquemos nosotros mismos, con la ayuda del Señor, la solución a nuestras vidas y vamos a descubrir cómo podemos hacer de un día gris, un día soleado, porque hemos dejado entrar la Luz del Espíritu que nos ha guiado hacia la Verdad.

domingo, 22 de marzo de 2020

No hay peor ciego que el que no quiere ver

«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron".
¿Quién es más ciego? ¿El que no ve o el que no quiere ver?
Los fariseos que interrogan al ciego de nacimiento, no lo hacen para poder ver sino para seguir con su ceguera, porque lo que les interesa es encontrar argumentos para acusar a Jesús.
Y, cuando queremos encontrar argumentos para hacer lo que queremos siempre los encontramos, aunque sea inventándolos o destruyendo los que nos dan.
"¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?"
No, un pecador no puede hacer milagros, pero alguien que tiene a Dios en su corazón sí puede hacerlos. Por eso, reconocer que había ocurrido un milagro quería decir que quien lo había hecho tenía a Dios, y no era un pecador. Pero no quieren ver.
"Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?"
Si ya sabías que había nacido en pecado ¿para que le preguntas? Querían hacerlo sentir mal al pobre hombre, o sólo no querían escuchar lo que él les decía.
Si no quieres escuchar las respuestas no preguntes. Ahora si necesitas escuchar una respuesta sí pregunta, pero si te suena mal la verdad destruyas a quien te la ha dicho sino, acepta que no quieres escuchar la Verdad.
Y así nos pasa. No hay pero sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver.
Pero no analicemos esta frase pensando a quién le viene bien, sino cuántas veces nos hemos hecho los sordos ante las cosas de Dios. ¿Cuántas veces no hemos querido aceptar algo que nos decían porque iba en contra de lo que queríamos hacer?. ¿Cuántas veces hemos hablado mal de alguien para que lo que me habían dicho o había dicho no fuera tenido en cuenta?. Desprestigiamos la fama de alguien para no tener que aceptar las verdades que nos dicen.
No son los otros quienes son fariseos sino que soy quien actúo como fariseo, pero le echo la culpa a los demás que actúan así.
Porque, como le decía el Señor a Samuel:
«No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
No miramos más allá de lo que queremos, y por eso necesitamos que el Señor nos limpie la mirada y nos ayude a ver como Él mira, y nos ayude a aceptar la Verdad para que nuestro Caminar sea en la Luz y no en las tinieblas del error.
"Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas".

sábado, 21 de marzo de 2020

Como nube mañanera

«¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá?
Vuestro amor es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca. Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos».
Hermosa frase del profeta Oseas, mejor dicho, hermosa porque nos llama la atención sobre nuestro amor a Dios: es como una nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Es decir, por si no lo habían entendido (creo que sí), que nuestras promesas de amor duran muy poco, en seguida se disuelven con el sol de la mañana, con los apuros del primer día.
Es lo que nos pasa, generalmente, en la vida diaria: cuando recibimos una gran advertencia o cuando nos damos un golpe fuerte en la vida, enseguida recapitulamos y hacemos grandes promesas de cambio, pero cuando ha pasado un tiempo y ya estamos bien, nos olvidamos de las promesas que habíamos hecho.
En la relación con Dios nos sucede lo mismo: en este tiempo de crisis, de angustia, de encierro, nos acordamos mucho y elevamos oraciones y sacrificios para que pase la peste. Pero, cuando esta peste pase ¿habremos aprendido algo? ¿Seguiremos la misma relación con el Señor como hasta ahora? Ahora sabemos que siempre podemos parar y que si nosotros no estamos donde siempre estamos, la vida sigue igual: no somos imprescindibles en ningún lugar.
Pero, cuando pase todo esto, seguramente, volveremos a la carrera contra el tiempo y nunca encontraremos tiempo para lo esencial en nuestra vida: quiero misericordia y no sacrificio conocimiento de Dios, más que holocaustos.
Por eso, así como muchos ha hecho carteles para darnos ánimo, tendríamos que hacer un cartel para colgar en nuestras casas y ayudarnos a recordar las promesas que vamos haciendo, cómo es que la vida sigue sin que nosotros estemos en todos lados, y haciendo todas las cosas que siempre hacíamos porque otros necesitaban de mi ayuda.
Con esta crisis podemos llegar a descubrir que no somos imprescindibles. Es cierto que nunca lo decimos, pero sí lo hacemos, o, mejor dicho, hacemos que los demás lo sientan así y estén necesitando de mí constantemente, para esto, para aquello, para lo de más allá. Y ahora vemos como muchos pueden manejar su vida sin tener mi ayuda.
No es que no quiera que ayudemos a los demás, pero, muchas veces, nos hacemos cargo de la vida de los demás, y no dejamos que los demás se hagan cargo de sus propias vidas. Y yo buscar el tiempo para saber qué es lo que Dios quiere que haga con mi vida.
Que todo lo que vivimos en este tiempo nos ayude a volver a colocar las cosas en su lugar, descubrir cuáles cosas y valores son esenciales y cuales sólo importantes, y cuáles no son necesarios ni importantes.

viernes, 20 de marzo de 2020

Cuaresma ¿para qué?

"Esto dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta, acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión:
Asiria no nos salvará, no volveremos a montar a caballo, y no llamaremos ya “nuestro Dios” a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión".
Hace muchos siglos eso le decía el Señor a su Pueblo, y hoy nos lo dice a nosotros. Y no sólo nos lo dice porque hoy, que estamos encerrados por la pandemia, sino que nos lo dice porque es un tiempo de penitencia y oración, es la Cuaresma, que nos invita a mirarnos cara a cara con el Señor y a descubrir en nuestras vidas qué promesas hicimos y cuáles no hemos cumplido, dónde hemos puesto nuestra confianza y en qué dios creemos.
Por que el tiempo de silencio y oración y penitencia que el Señor nos pide en estos días, es para mirar hacia adentro, mirarnos a nosotros mismos, para que, por medio del reconocimiento de nuestras faltas y tropiezos podamos enderezar nuestro caminar y vivir de acuerdo a Su Voluntad.
"Tomad vuestras promesas y volved al Señor".
"Asiria no nos salvará... y no llamaremos ya `nuestro dios´ a la obra de nuestras manos".
Porque hemos prometido y asegurado que:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos»
Pero eso son sólo palabras que, en muchos casos, se las lleva el viento, por eso Jesús le responde al fariseo:
"no estás lejos del reino de Dios", y, como he dicho otras veces, no estar lejos no significa que estamos cerca, sino que aún nos queda mucho por recorrer, nos queda mucho por seguir caminando. Y es ahí donde tenemos que tener puesta nuestra mirada: en cómo caminamos, qué caminos tomamos para alcanzar el Reino de Dios, a qué dios seguimos y en quién ponemos nuestra confianza para que nos guíe en ese caminar.
Sí, la cuaresma es para ayudarnos a mirarnos a nosotros mismos, a analizar nuestras pequeñas opciones de cada día y descubrir si todas nuestras opciones particulares están enfocada y dirigidas por una opción fundamental y, ¿cuál es esa opción fundamental en nuestra vida?
Por que sólo haciendo una opción clara y fundamental podemos darle sentido a todo lo que vivimos, sino vamos como los animales comiendo de aquí y de allá, pero sin ningún rumbo fijo, sino que nos alimentamos de lo que vamos encontrando en el camino.
Dios nos ha llamado para algo concreto, y ese algo, esa misión, nuestra vocación, es la que le da sentido a nuestra vida. Y según esa vocación será el camino a recorrer y el alimento a consumir.

jueves, 19 de marzo de 2020

Fiel cuidador y guardián

De los Sermones de san Bernardino de Siena, presbítero

Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión.
Ello se realizó de un modo eminente en la persona de san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor Jesucristo y que fue verdadero esposo de la Reina del mundo y Señora de los ángeles, que fue elegido por el Padre eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él cumplió con absoluta fidelidad. Por esto el Señor le dice: Bien, siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.
Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es éste el hombre especialmente elegido, por el cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a san José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.
Él, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido. Además, él es el único que poseyó corporalmente lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y a los profetas.
Hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el cielo; al contrario, la ha colmado y consumado.
Por esto, no sin razón añade el Señor: Pasa al banquete de tu Señor. Pues, aunque el gozo festivo de la felicidad eterna entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decide: Pasa al banquete, para insinuar de un modo misterioso que este gozo festivo no sólo se halla dentro de él, sino que lo rodea y absorbe por todas partes, y que está sumergido en él como en un abismo infinito.
Acuérdate, pues, de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tus oraciones ante tu Hijo; haz también que sea propicia a nosotros la santísima Virgen, tu esposa, que es madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siglos infinitos. Amén.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Elegidos ¿para qué?

"Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán:
“Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”...
Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y nietos».
Se podría decir que así fue la Alianza que hizo el Señor Dios con su Pueblo Israel: cuando los eligió para ser "el pueblo de su heredad" les entregó los mandamientos y el pueblo prometió vivirlo y transmitirlos, para seguir siendo una gran nación y, sobre todo, el Pueblo Elegido por Dios.
Pero ¿elegido para qué? Elegido no sólo para gozar de la protección del Señor, sino para mostrar a otros pueblos el camino que los lleva a la vida verdadera, a la vida que no se acaba, a la eternidad. Porque el poder habitar la tierra prometida, no es sólo la tierra de este mundo, sino alcanzar la tierra que se había perdido al comienzo de los tiempos: la eternidad, la filiación divina, el paraíso que habíamos perdido.
Por esa misma razón, cuando los fariseos y somos sacerdotes, criticaban a Jesús porque decían que quería cambiar la Ley de Moisés, Jesús contestó:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
Porque Él no vino a cambiar nada, sino a darle plenitud a lo que había perdido sentido en la vida del Pueblo. Pero no lo entendieron, por eso fundó otro Nuevo Pueblo: la Iglesia, para que viviendo en Fidelidad a la Palabra de Dios, sea para el mundo luz, sal y fermento; para que, viviendo como Jesús, pueda ser como Él camino, verdad y vida. Y ahí está el tema: cuando no vivimos en fidelidad a la Palabra de Dios, cuando queremos modificar el contenido de la Palabra de Dios, cuando decimos que los mandamientos ya no sirven, y, por eso, ya no somos imagen de Cristo en la tierra, entonces, no somos ni luz, ni sal, ni fermento y, menos aún, camino, verdad y vida.
Y ahí es cuando nos damos cuenta que, por no seguir siendo Fieles a la Vida que el Señor quiere que vivamos, vamos perdiendo vida, y somos tinieblas y error para los demás. Pero, gracias a Dios, Él, sabiendo y conociéndonos, nos dejó el sacramento de la Reconciliación, para que, por su Gracia, podamos volver a renacer como lo que verdaderamente somos: hijos de Dios a imagen de Jesús, y así volver a iluminar con nuestras vidas el camino que se nos había perdido.

martes, 17 de marzo de 2020

Seréis medidos

El profeta Daniel nos hace ver una realidad que, por un lado, le ha pasado siempre al Pueblo de Israel cuando se apartaba de Su Señor, y, que, siempre nos ha pasado a nosotros cuando, también, nos apartamos del Señor: nos quedamos hundidos en la espesura de la noche del pecado, en la soledad de un corazón y de una vida agobiada por el dolor. ¿Por qué nos apartamos del Señor? Porque, muchas veces, los otros "dioses" que conocemos son mejores que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, que es nuestro Padre Celestial, a quien siempre le decimos Padre nuestro...
Por eso, el pueblo, cuando llegó a "tocar fondo" en su dolor y soledad, clamó diciendo:
"En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados".
Hubo un tiempo donde eran valiosas las ofrendas de carneros y toros cebados, pero eso no hacía que el corazón del hombre volviera a Dios. Y ahora nos damos cuenta que lo que tenemos que cambiar y ofrecer a Dios es un corazón contrito y humillado, pues es ahí donde se nota la diferencia de nuestro sacrificio y nuestro deseo de conversión.
De qué valen o sirven tantos sacrificios externos si el interior del corazón sigue atiborrado de pecado, rencores, odios, desavenencias, malos pensamientos... y tantas cosas que se nos van pegando del Príncipe de este mundo. Sí, necesitamos una conversión del corazón, necesitamos reconocer nuestro alejarnos del Señor, para poder volver por el Camino que Él nos propone, necesitamos, como el hijo pródigo volver a pedir perdón.
Por eso, el Señor nos ilumina con la parábola de este evangelio, en donde finaliza diciendo:
"¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Porque cuando nuestro corazón es misericordioso, el Padre usa de misericordia, pero cuando nuestro corazón sólo es justiciero y vengativo, el Padre usa de justicia, porque, Jesús lo dijo: "con la vara con midas seréis medidos".

lunes, 16 de marzo de 2020

El que se gloría, que se gloríe en el Señor

De las Homilías de san Basilio Magno, obispo


No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza.
Entonces, ¿en qué puede gloriarse con verdad el hombre? ¿Dónde halla su grandeza? Quien quiera gloriarse -continúa el texto sagrado-, que se gloríe de esto: de conocerme y comprender que soy el Señor.
En esto consiste la sublimidad del hombre, su gloria y su dignidad, en conocer dónde se halla la verdadera grandeza y adherirse a ella, en buscar la gloria que procede del Señor de la gloria. Dice, en efecto, el Apóstol: El que se gloria, que se gloríe en el Señor, afirmación que se halla en aquel fragmento: Cristo ha sido hecho por Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención; y así -como dice la Escritura- «el que se gloría, que se gloríe en el Señor».
Por tanto, lo que hemos de hacer para gloriamos de un modo perfecto e irreprochable en el Señor es no enorgullecemos de nuestra propia justicia, sino reconocer que en verdad carecemos de ella y que lo único que nos justifica es la fe en Cristo.
En esto precisamente se gloría Pablo, en despreciar su propia justicia y en buscar la que se obtiene por la fe y que procede de Dios, para así tener íntima experiencia de Cristo, del poder de su resurrección y de la comunión en sus padecimientos, reproduciendo en sí su muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos.
Así caen por tierra toda altivez y orgullo. El único motivo que te queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en Cristo; de esta vida poseemos ya las primicias, es algo ya incoado en nosotros, puesto que vivimos en la gracia y en el don de Dios.
Y es el mismo Dios el que obra en nosotros haciendo que queramos y obremos movidos por lo que a él le agrada. Y es Dios también el que, por su Espíritu, nos revela su sabiduría, la que de antemano destinó para nuestra gloria. Dios nos da fuerzas y resistencia en nuestros trabajos. He trabajado con más afán que todos -dice Pablo-, aunque no yo, sino la gracia de Dios conmigo.
Dios saca del peligro más allá de toda esperanza humana. En nuestro interior -dice también el Apóstol- pensábamos que no nos quedaba otra cosa sino la muerte. Así lo permitió Dios para que no pusiésemos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos. Él nos libró entonces de tan inminente peligro de muerte y nos librará también ahora. Si, en él tenemos puesta la esperanza de que nos seguirá librando.

domingo, 15 de marzo de 2020

Rebelión o diálogo?

"Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masá y Meríbá, a causa de la querella de los hijos Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
«¿Está el Señor entre nosotros o no?»
Hay momento en que nos parece que el Señor no está entre nosotros, que se ha ido, que no nos escucha, o, como dicen algunos a veces: nos ha enviado una desgracia. Es lo que pensaba el Pueblo de Israel en el desierto, y, por eso, se rebeló contra Moisés y contra Dios.
Pero Dios no respondió de acuerdo a la rebelión del pueblo, sino que respondió de acuerdo a su misericordia.
Cuando llegan momentos de oscuridad, cruz o crisis en nuestras vidas, lo primero que nos surge es la rebelión contra Dios, como si Él fuera el culpable de lo que me sucede y yo nada tuviera que ver.
Es cierto que, en los casos de enfermedades o pandemias, como las que estamos viviendo, no tenemos culpa sobre lo que nos sucede, sino que recibimos algo que nunca hemos esperado, porque nuestra condición humana es así: se deteriora con el tiempo, y, los humanos deterioramos nuestro mundo con el tiempo, sin tener en cuenta las consecuencias de lo que hacemos.
Pero Dios, siempre sale al encuentro de aquellos que quieren intentar volver a vivir junto a Él. Hay una verdadera razón para rebelarnos en estos momentos, porque vemos el sufrimiento que padecen otros y que podemos llegar a padecer nosotros, pero rebelarnos no es la solución, porque nos trae mayor dolor al corazón, porque nos lleva a la soledad, a la mayor oscuridad.
Por eso Moisés habló serenamente con el Señor, le contó lo que estaba sucediendo, y el Señor respondió, a su manera y en el momento oportuno.
Por eso, en el evangelio vemos un diálogo hermoso, entre la samaritana y el Señor Jesús. Un diálogo en el que finalmente el Señor se revela tal cual a alguien que no cree en el mismo Dios, pero que está su corazón sediento de fe. Un diálogo en el que la verdad que Jesús le dice a la mujer, no la rebela sino que le enciende, más aún, el deseo de creer. Y, por eso, con el corazón encendido va a anunciar a los demás lo que ha encontrado.
En este, y en todos los tiempos, tenemos que tener "tiempo" para sentarnos junto a Jesús, junto a nuestro Dios, para que en el diálogo sincero Él nos vaya mostrando el Camino a recorrer. Claro está que, muchas veces, me mostrará detalles de mi vida que no me gustaría ver, pero que, con su amor y misericordia, Él modificará y me ayudará a la conversión y a la renovación de mi vida de fe.
No dejemos pasar los hermosos momentos que nos regala el Señor. Es cierto que no hemos buscado vivir estos momentos, pero ahí están y tenemos que aprovecharlos de la mejor manera. Y estar sentados junto a Jesús en una sincera charla, es lo mejor que podemos hacer para que nos quede guardado el calor del diálogo, el fuego de la oración.

sábado, 14 de marzo de 2020

Prescindible e imprescindible

No se si hablaré del evangelio de hoy, porque, recién, al leer un hilo de un tuit quedé perplejo y no es porque se dijeran tonterías o malas cosas, sino por la discusión que se había generado, sobre todo en los comentarios de un sacerdote a otro sacerdote. El tema surgió porque uno puso que en estos días de emergencia las procesiones de semana santa pueden ser prescindibles, porque lo importante son los oficios religiosos: encontrarnos con Jesús en la Eucaristía, en Su Palabra. Y ¡pobre hombre! comenzaron a surgir los defensores de las procesiones, como si las hubiera despreciado, y no lo había hecho.
Y es cierto ¿qué es lo esencial en la Semana Santa? ¿Qué es lo que piensas tu? Porque lo que yo veo es que los que van, muchas veces, y es mucha gente, a las procesiones son muy pocos los que después se quedan o antes van a la Misa a encontrarse con Jesús Vivo y Verdadero. Para ellos si es prescindible la Eucaristía ¿o estoy muy equivocado?
El hecho es que lo que veo es que nadie puede opinar nada diferente a la opinión de los demás, porque la opinión que vale es la que está en contra de mi opinión. Y, fijaos, que este sacerdote no dijo que no valían las procesiones sino que en un momento determinado podían no hacerse, como sucede en caso de lluvia. Porque si fueran imprescindibles las procesiones tendrían que salir aunque cayeran litros de agua de lluvia, pero no salen por cuidar las imágenes...
A veces, no entiendo a los católicos. O, mejor, a veces no entiendo nuestros conceptos de prescindibles e imprescindibles, e, incluso no entiendo el concepto de libertad de expresión ¿por qué algunos pueden tenerla y otros no?
Ahí es cuando nos vamos damos cuenta de por dónde estamos caminando, cuál es el camino que hemos elegido, y vamos a descubrir que aún nos queda mucho trecho por recorrer para alcanzar aquello que vino a traer Jesús: un Reino Nuevo, un Reino de personas que se aman fundado en la Verdad, en el Amor.
¿Quién es el centro de nuestras vidas? ¿No será que hemos cambiado el centro de nuestra vida y el Señor ya no es el Señor de nuestra vida? ¿Es Su Palabra la única que ilumina mii vida? ¿Es Su Voluntad lo que busco cada día para recorrer el Camino que me da Vida?
Es cierto que todo en la vida es prescindible, porque lo único imprescindible es la vida misma, y aquello que alimenta mi vivir. Pero, cuando hago una elección de vida, como es ser cristiano, hay cosas que son más importantes que otras, y tengo que elegir, todos los días, para saber o recorrer el Camino a la Vida. Y, si en algo me equivoqué, como el Hijo Pródigo, siempre tengo la oportunidad de volver a la Casa del Padre.
Y, como vemos, en esta situación de emergencia, también puede ser prescindible ir a Misa, porque lo importante es lo que yo haga o viva con lo que el Señor me ha dado y con lo que me expresa en Su Voluntad, en Su Palabra.

viernes, 13 de marzo de 2020

No dejarnos atrapar por la envidia o el rencor

El Genésis nos presenta la historia de José, y, junto a él, cómo la envidia transforma el corazón de sus hermanos hasta llegar a querer matarlo. Una realidad que, lamentablemente, se sucede muy a menudo en una sociedad materialista y que sólo vive para buscar el tener y el aparentar ser más que los demás.
Por otro lado, Jesús nos presenta una parábola que va por caminos similares: los labradores que viciados por el dinero y el poder no quieren cumplir con lo pactado con el dueño de la tierra y, por eso, matan a todos los que vienen a cobrar el alquiler.
La historia de José nos hablará de que él no ha muerto sino que encontró el favor en Egipto y gracias a eso pudo liberar a su pueblo del hambre que sufría, y, pudo, por la bondad de su corazón perdonar a sus hermanos el día que se encontró con ellos.
Y Jesús, como sabemos, nos enseña que, a pesar de todo lo que le hicieron hasta darle muerte de Cruz, en el último aliento dice: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.
Cuando el corazón del hombre está centrado en Dios, cuando busca no el consuelo y el pacer de los hombres, sino la Vida en Dios, siempre encuentra caminos de reconciliación, de perdón. Pero cuando nos dejamos llevar por los apetitos humanos y sus vicios: egoísmo, envidia, apetito de poder, venganza, rencor, odio... nuestra vida se vuelve muerte, porque lo único que buscamos es la oscuridad de la muerte. Quizás no la muerte física de la otra persona, pero sí, muchas veces, queremos destruir su fama, hablamos mal de ella, le negamos el saludo, y hasta llegamos a decir: para mí a muerto.
En este tiempo de cuaresma el Señor nos invita a renovar nuestro corazón a la Luz de su Amor, de su entrega en la Cruz por nosotros. Por que, como dice el Apóstol, "cuando todavía éramos pecadores, él murió por nuestros pecados". Y así, cuando seguimos el camino de Jesús, podemos entregar nuestra vida por la salvación de los demás, sacar de la maldad de los demás el bien para muchos, incluso para uno mismo. 
Por que dejar que lo que los demás intenten hacer con uno nos destruya o nos haga daño, no tiene sentido, sino que debemos utilizar esos "dardos envenenados", para pedir la Gracia de la Fortaleza para que nuestro corazón siga creciendo en amor, pues nos dice el Señor: "si amáis a quienes os aman ¿qué mérito tenéis? eso también lo hacen los paganos... pues yo os digo: amad a vuestros enemigos, rezar por vuestros perseguidores..."
Por que así actúo el Señor, y aquellos que creyeron que le quitaban la vida, no pudieron conseguir sus deseos, pues Él volvió de la muerte y nos dio Vida Nueva a todos los que creemos y vivimos con Él, por Él y en Él.

jueves, 12 de marzo de 2020

Maldito quien confía en el hombre

"Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto".
No es fácil mantener nuestra mirada puesta en Dios cuando vivimos en un mundo que nos lleva de narices. No es fácil cuando vemos que todo sigue avanzando y que nuestra vida parece como detenida. No es fácil cuando queremos ver los frutos abundantes y aún no hemos sembrado como nos lo dice el Señor.
Y así nos sucede en todas las cosas, cuando no vemos los frutos que queremos ponemos nuestra confianza en los hombres, en las cosas humanas, y no en Dios. Si miramos bien, esto lo vemos, incluso, dentro de la iglesia misma porque vamos poniendo, cada día, más confianza en nuestras propias prescripciones, ya sean litúrgicas, de vestimenta, etc., y no en lo que Dios nos pide a cada uno para vivir de acuerdo a su Voluntad.
Hacemos, muchas veces, de la Iglesia una empresa que tiene que dar buenos rendimientos, y tener, cada día, más gente dentro de sus muros. Y ¿es esa la iglesia que el Señor quiere? En estos días de la paranoia coronavirus vemos cómo se van dando reglas y seguros, y otros condenan lo que tiene que ser tan normal. Para algunos la comunión en la mano es un rito satánico y profanador de lo sagrado, mientras que para otros es lo más normal que pueda ser así. ¿Por qué atamos cargas pesadas sobre los hombros de los demás?
Y ni qué hablar de tantas y tantas normas litúrgicas que creemos que nos llevan a ser más santos. Si solamente tenemos la mirada puesta en la Ley ¿cuándo amamos de verdad? Por tener los ojos puestos en las leyes humanas ¿somos más fraternos? Nos vamos, muchas veces, criticando unos a otros por lo que hacen, por cómo visten, por como hablan... y por poner la mirada en la ley humana, hemos perdido tiempo para amarnos, para perdonarnos, para llegar a ser lo que Jesús quiere que seamos: "sean Uno para que el mundo crea", "en esto verán que sois mis discípulos: en la medida en que se amen unos a otros".

miércoles, 11 de marzo de 2020

Se paga el bien con mal?

"Ellos dijeron:
«Venga, tramemos un plan contra Jeremías, porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso,Señor, escucha lo que dicen mis oponentes.
¿Se paga el bien con mal?, ¡pues me han cavado una fosa!".
Muchas veces, cuando uno escucha por la tele o en la calle, vemos cómo nos gusta ir "cavando fosas" para la gente. ¿Qué quiero decir? Me voy a referir (como ejemplo) a la clase política que vemos en la televisión: siempre hay una palabra, un gesto, o algo que unos le critican a los otros para hacerlos quedar mal, porque haciéndolos quedar mal parece que el que tira la primera piedra queda mejor y gana puntos. Y aunque en algún momento las cosas eran las mejores, en otro momento parecen ser las peores.
O lo que nos pasa a cualquiera de nosotros: siempre le hacemos grandes elogios a quien hace bien las cosas, pero no vaya a ser que se equivoque o que no diga o haga lo que pienso que ya lo enviamos a lo más hondo del pozo. Así como creamos una buena fama de alguien así también lo intentamos derribar con las piedras que le vamos tirando.
Es que somos muy previsibles los humanos: si alguien nos cayó bien lo alabamos, y si al momento no me hizo caso, lo denigramos. ¿Cuál es la verdad?
La verdad es que no soportamos que alguien no piense como yo o no haga lo que yo quiero. Y, así, pareciera que el único medio de medir la verdad es mi verdad, o la verdad de mi círculo más cercano. Porque, también es cierto, que, muchas veces, vemos como cierta gente sigue lo que dice alguien que tiene más fuerza (o aparenta tenerla) y los demás lo siguen como buenos corderos, sin chistar.
¿Se paga e bien con mal? Sí, muchas veces somos así: pagamos el bien con el mal, y no porque hagamos daño, sino porque nuestros comentarios, nuestros actos, nuestros silencios hacen daño cuando no defendemos la Verdad, y no nuestra verdad.
Y es ahí donde nos tendríamos que preguntar: ¿qué es la Verdad para mí? ¿Jesús es la Verdad? ?¿A quién sigo? ¿Soy fiel a Dios o a los hombres?
Como dice el profeta Jeremías:
"Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! 
El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. 
¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! 
El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. 
Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo? Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones".

martes, 10 de marzo de 2020

No seais como ellos

"¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?"
Muchas veces sabemos muchas cosas del evangelio, sabemos mucho de religión, sabemos mucho... pero no siempre actuamos como todo lo que sabemos, sino que nos dejamos llevar por lo que nos interesa, lo que nos gusta, lo que nos dicen, o lo que se hace en el mundo, sin ponernos a pensar qué es lo que quiere Dios que hagamos. Cuando nos dejamos llevar por "otras sabidurías" y no por la Palabra de Dios, es lo que Dios llama: "detestas mi enseñanza... te echas a la espalda mis mandatos".
Sí, quizás lo hagamos por ignorancia, pero tenemos que convertir esas situaciones, porque, aunque no detestemos la Palabra de Dios, con nuestras acciones pareciera que es así, pues no le damos el lugar que tiene que tener en nuestras vidas.
Por eso, Jesús le decía a la gente:
"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar".
Generalmente, en el día de hoy, creemos que esto vale sólo para los obispos y los curas, que somos quienes decimos y hablamos de la Palabra de Dios, desde nuestro lugar en las iglesias. Y eso es cierto, no siempre vivimos lo que decimos, y eso, también, confunde a la gente, porque no somos testigos veraces de la Palabra de Dios. Pero, también, lo dice por cada uno de los que hemos sido ungidos profetas en el bautismo, pues todos estamos llamados a anunciar la Buena Noticia con nuestras vidas.
Lo que nos pasa, muchas veces, es que se nos suben los aires de "maestros" a la cabeza y nos creemos los mejores predicadores del evangelio. Nos aprendemos de memoria algunos versículos de la Palabra de Dios, y ya nos damos el título de maestros o doctores de la Ley, pero, lo que, en realidad vale, no es el título de papel que me han dado en una universidad, sino el papel que juega en mi vida la Palabra de Dios.
"Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.

lunes, 9 de marzo de 2020

De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo

Los judíos vieron maravillas; también tú las verás, y más grandes y sorprendentes que cuando los judíos salieron de Egipto. Tú no viste sumergirse al Faraón con su ejército, pero has visto al diablo con todo su poder cubierto por las olas. Los judíos atravesaron el mar Rojo; tú has atravesado ,el dominio de la muerte. Ellos fueron liberados de Egipto; tú has sido liberado de los demonios. Los judíos escaparon de la esclavitud en país extranjero; tú has escapado de la esclavitud, mucho más triste, del pecado.
¿Quieres aún más pruebas de que has sido honrado con dones mayores? Los judíos, entonces, no pudieron contemplar el rostro glorificado de Moisés, a pesar de que era consiervo y congénere suyo; tú, en cambio, has contemplado la gloria del rostro de Cristo. Y el apóstol Pablo afirma: Todos nosotros reflejamos como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor.
Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; pero, de un modo mucho más real, nos sigue ahora a nosotros. Pues entonces el Señor los acompañaba en atención a Moisés, pero ahora os acompaña no sólo en atención a Moisés, sino por vuestra obediencia. Ellos, al salir de Egipto, encontraron el desierto; tú, al salir de este mundo, encontrarás el cielo. Ellos tuvieron como guía e ilustre caudillo a Moisés; pero nosotros tenemos como guía y caudillo al otro Moisés, que es Dios mismo.
¿Cuál fue la nota distintiva del primer Moisés? Moisés -dice la Escritura- era el hombre más humilde del mundo. Esta característica se la podemos atribuir, sin temor a equivocarnos, a nuestro Moisés, ya que en él moraba íntima y consubstancial mente el Espíritu suavísimo. Entonces, Moisés, alzando las manos al cielo, hacía caer el maná, pan de ángeles; nuestro Moisés alza las manos al cielo y nos proporciona el alimento eterno. Aquél golpeó la roca e hizo salir torrentes de agua; éste toca la mesa, golpea la mesa espiritual y hace manar las fuentes del Espíritu. Por esto la mesa está situada en medio, cual una fuente, para que los rebaños acudan a la fuente desde todo lugar y beban de sus aguas salvadoras.
Disponiendo, pues, de una fuente tal, de una mesa abastecida con tal abundancia de alimentos de toda clase, de tanta abundancia de bienes espirituales, acerquémonos con un corazón sincero y una conciencia pura, para que alcancemos gracia y misericordia en el tiempo oportuno: la gracia y la misericordia del Hijo único, nuestro Señor y salvador Jesucristo, por el cual y con el cual sea la gloria, el honor y el poder al Padre y al Espíritu dador de vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

domingo, 8 de marzo de 2020

Salir para dar

"En aquellos días, el Señor dijo a Abran:
«Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y serás una bendición".
El Señor lo llama a Abran para una misión particular: hacer de él un gran pueblo, una nación nueva. Y así como lo llama a él nos llama a nosotros: el día de nuestro bautismo no sólo nos llamó, sino que nos consagró para ser parte de una Nuevo Pueblo, la Iglesia, esa es nuestra misión. Cada uno de nosotros, como Abran, tiene la misión de ser parte de un Nuevo Pueblo, por el cual ser bendecirán todas las naciones de la tierra, pues, el llamado no es una Gracia para nosotros mismos, sino que es una Gracia para los demás, porque, con nuestras vidas, llevamos un mensaje a todos los que nos miran: el mensaje de la Salvación.
Sigue diciéndonos san Pablo:
"Querido hermano:
Toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestros obras, sino según su designio y según la gracia que no dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos, la cual se ha manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio".
Al reconocer nuestro llamado, nuestra misión, comenzamos a tomar parte en los padecimientos por el Evangelio. Sí, tomamos parte en los padecimientos, porque como dice el Señor: "el reino de los cielos sufre violencia y sólo los violentos lo arrebatan". O lo que nos ejemplifica san Pablo: "hay dentro de mí un guerra constante, entre mi carne y mi espíritu, entre mi espíritu y mi carne", porque no siempre hacemos lo que debemos sino que, muchas veces, hacemos lo que queremos.
Es esa lucha la que nos provoca sufrimientos para poder llevar "nuestra carne a la esclavitud del Espíritu", sin embargo no desfallecemos, porque sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza:
"Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti".
El Señor es nuestra fuerza y nuestro escudo, y por eso confiamos en su misericordia, y para esta lucha interna y con el mundo, necesitamos que, continuamente, nos lleve a lo alto del monte y nos vuelva a mostrar su divinidad. O, mejor dicho, necesitamos volver a subir al Monte de Transfiguración para volver a tener la fuerza para seguir "el buen combate de la fe". Porque, nos tenemos que acordar que "sin mí no podéis hacer nada", pero nada en lo relativo a la misión y vocación que Él nos ha dado y a la cual hemos respondido, como María, con generosidad de corazón para hacer Su Voluntad y no la nuestra. Y así, el Padre, nos volverá a decir en el Monte de la Oración: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo», y bajaremos a la vida cotidiana con el corazón lleno de Su Gracia para poder contagiar a todos con el gozo de nuestro encuentro con el Señor, con la Vida.

sábado, 7 de marzo de 2020

No solo buenos deseos....

"Hoy has elegido al Señor parque el que él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos".
Ha sido una elección personal el seguir a Cristo, el ser cristiano, porque, a pesar de haber recibido el bautismo sin conciencia, al hacernos mayores hemos elegido seguir ese mismo camino. Por lo tanto, aunque hemos recibido el Espíritu Santo sin haber pedido, hemos ratificado esa elección con nuestra vida cotidiana. Pero ¿seguimos el Camino de Cristo? Como dice el Señor en el Deuteronomio ¿vamos por sus caminos, observamos sus mandatos, preceptos y decretos, escuchamos su voz?
Y, aún más ¿buscamos la perfección en el amor que es la que nos dice Jesús? "Sed perfectos, porque vuestro Padre Celestial es perfecto".
Son pequeñas, pero fuertes, preguntas que nos tenemos que hacer en este tiempo de Cuaresma, para que, al llegar a la Pascua, podamos resucitar o el Señor pueda hacer resucitar todos esos buenos deseos y darnos la fuerza para que se conviertan en realidades. Sí, porque buenos deseos tenemos todos, pero después llega el momento y... el buen deseo queda en buen deseo, sin cumplirse. Y, para estos buenos deseos no necesitamos un hada madrina que nos haga hacer mejores, sino que necesitamos la disposición del corazón y la fortaleza del espíritu para llegar a hacer bien las cosas.
Y ¿de dónde sacamos la fortaleza del espíritu? Por eso en este tiempo de cuaresma se nos pide: oración, limosna y sacrificio. Tres aspectos de nuestra vida que nos llevan a fortalecer el espíritu: una oración que sea verdadero diálogo entre el Padre y yo, no esa oración que sea un monólogo que no le dejo lugar al Padre para que me hable. Y esa oración me pide un sacrificio: sacrificio de dejar de lado algunas cosas que quiero hacer, para tener más tiempo para Dios.
Pero ese no es el único sacrificio: sino la renuncia a algunos gustos personales, el hacer algunas de esas cosas que tengo pendientes como ir a visitar algún enfermo, pedir perdón a alguien, perdonar a otros, dejar de criticar... Porque son esos actos los que me llevan al esfuerzo de la renuncia y la renuncia para vivir el amor, y hacer el bien, son las que van fortaleciendo el espíritu y nos traen las Gracias del Señor.
Y la limosna no es sólo esa de dar 10 céntimos en la colecta de la misa, o al que está pidiendo en la calle, sino dar algo de lo mío para que otros puedan tener algo más. Como diría Madre Teresa de Calcuta: amar hasta que duela, o dar hasta que duela. Dar de lo que me sobra no es dar, es tirar lo que no necesito.
"Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".

viernes, 6 de marzo de 2020

"Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá".
La conversión vista desde dos manera diferentes: la conversión del inocente hacia el mal, y la conversión del malvado hacia el bien. ¿Por qué el Señor habla de la muerte del que obra mal? Porque ya antes había hablado de que siempre tenemos ante nosotros los dos caminos para elegir: "elige el camino del bien y vivirás, elige el camino del mal y morirás". Son elecciones que vamos haciendo cada día. Elecciones de las cuales nadie tiene la culpa, pues nadie me puede obligar a elegir, sino que soy yo quien elige cómo vivir.
Por eso, el Señor nos da los elementos necesarios para poder alcanzar la Vida, hasta incluso es capaz de perdonarnos por los pecados cometidos si, de corazón, nos arrepentimos y perdonamos a nuestros hermanos de corazón. Por que, claro, para recibir el perdón del Señor tenemos que haber ofrecido el perdón a nuestros hermanos, pues, al finalizar la enseñanza del Padre Nuestro, el Señor, nos dice: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas" (y lo vuelvo a repetir para que se nos quede grabado) pues hoy nos vuelve a decir el Señor:
"Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda".
Es decir, recibimos, lo que elegimos y lo que damos. Elegimos el camino a seguir y damos lo que hay en nuestro corazón. Por eso es tan necesario buscar siempre al Señor y que sea Él quien nos vaya purificando y sanando el corazón, para que seamos capaces de saber elegir el camino correcto y de brindar amor como el Señor nos amó.

jueves, 5 de marzo de 2020

Qué pedimos, a dónde llamamos, qué buscamos?

"Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre".
"Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas".
Dos frases de un mismo discurso de Jesús, pero no dos frases que tenemos en nuestra mente. ¿Cuál es la que más recordamos? La primera, claro está. "Pedid y se os dará", es lo que más tenemos en nuestra cabeza, porque es lo que siempre usamos en nuestra vida: pedir. Porque eso se nos ha dicho que pidamos y vamos a recibir. Pero ¿qué es lo que tenemos que pedir? ¿Podemos pedir todo lo que queramos? Y ¿por qué o para qué tenemos que llamar? ¿Qué puerta necesitamos que nos abran? ¿Qué buscamos y no encontramos?
Pero hoy me parece más importante la segunda frase del discurso de Jesús, porque es casi la condición que surge de la primera. No es un complemento de la primera, sino una condición para que se pueda cumplir la primera. Así como cuando Jesús nos enseña el Padrenuestro y después nos dice: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas". Pero tampoco nos acordamos mucho de esta condición.
Es por eso que lo que tenemos que pedir es el Espíritu Santo para poder no sólo escuchar lo que queremos, sino aprender a escuchar lo que debemos hacer, el cómo vivir, y, sobre todo, poder llevar a la vida TODA la palabra de Dios, y no sólo una parte.
Cuando sólo nos quedamos con una parte del mensaje de Jesús, nos pasa como a los niños pequeños, enseguida nos ponemos tristes porque no se nos da lo que hemos pedido, no se nos ha abierto la puerta que queríamos, y no hemos encontrado lo que buscábamos. Pero ¿pediste lo que necesitabas para hacer la Voluntad de Dios? ¿Llamaste a la puerta del Espíritu para poder entrar a buscar la Sabiduría que viene de la Cruz? ¿Buscaste el Camino de la Voluntad de Dios?
No, muchas veces, nos limitamos a pedir lo que el mundo nos dice que pidamos, o lo que nuestros instintos nos incitan a pedir; queremos que Dios nos abra todas las puertas de la vida para que no tengamos ningún padecimiento, ni tengamos que sufrir, y, sobre todo, las puertas de la abundancia para que todo nos vaya bien; y siempre estamos buscando el conseguir todo sin tener que hacer mucho esfuerzo, y buscamos los éxitos del mundo, y no la santidad que Dios espera de nosotros.
Pero, sobre todo, no llevamos a la vida la exigencia del amor de Cristo: "todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos", y, eso es lo que primero tenemos que pedir, buscar y clamar al Señor para que nos ayude a ser Fieles a ese Amor.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Hay alguien más que Jonás

"Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación".
Creo que hoy, Jesús, podría decir lo mismo. En realidad, la Palabra de Dios nos vuelve a decir lo mismo, porque la Palabra es viva y eficaz, entonces, es su Voz la que escuchamos cuando escuchamos la Palabra. Y, así, es Jesús quien nos está diciendo "esta generación es una generación perversa".
¿Por qué Jesús le hablaba así a la gene de su tiempo? Por que, a pesar de todos los milagros que veían que hacía no querían creer, no querían abrir sus ojos a creer en Jesús, a creer que Él era el que Dios había prometido.
Y ¿por qué la gente de ese tiempo no quería creer en Jesús? Por que si creían que Jesús era el Mesías prometido; si creían que Jesús era el Hijo de Dios y Dios mismo, entonces tenían que abrir sus oídos y sus corazones a sus palabras y convertirse de sus malas acciones. Y, en realidad, no estaban dispuestos a dejar de lado sus tradiciones y sus malas conductas. No estaban dispuestos a reconocer sus errores y pecados.
Por eso Jesús les dice más adelante:
"Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".
Los ninivitas escucharon a Jonás que, se podría decir, no era ningún profeta conocido ni famoso, ni hizo ningún milagro, pero al escuchar su predicación acerca de la conversión, decidieron, desde el rey para abajo, dejar de lado sus pecados y convertirse de sus malas acciones. Y así Dios los perdonó.
En cambio, la generación de Jesús a pesar de lo que estaban viendo que Él hacía, y de las palabras que les dirigía, no quisieron convertirse, no quisieron reconocer a Dios en Jesús.
Y, a nuestra generación, nos pasa lo mismo: no queremos reconocer a Dios en Su Palabra, no queremos aceptar que la Palabra de Dios sigue siendo eficaz y viva en estos tiempos, y por eso no aceptamos el camino de la conversión. Por que aceptar que la Palabra de Dios es vigente, nos llevaría a tener que cambiar nuestro modo de vivir, nos exhortaría a hacer un cambio en nuestras vidas que, hoy por hoy, no estamos dispuestos, pues lo que el mundo nos ofrece nos apetece más que lo que Dios nos da.
Aunque, también es cierto, tenemos un pie en la iglesia y otro en el mundo, vivimos con un doble discurso que, tampoco, es válido a la vista del Señor, porque es Él mismo quien nos dice: "no se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero", "que tu sí sea sí y que tu no sea no". Si somos cristianos vivamos como cristianos.

martes, 3 de marzo de 2020

Cuando recéis...

«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis".
¿Cómo nos preparamos para ir a la oración? ¿Cuando vamos a rezar en qué pensamos? ¿Hay que aprender a rezar? ¿Se nos escucha cuando rezamos?
Nos surgen muchas preguntas a la hora de ponernos a rezar, o, a veces, no nos surge nada cuando tenemos que ir a rezar. Pero, en realidad ¿sabemos rezar?
Muchos hacen una diferencia entre orar y rezar, pero, en realidad, no hay ninguna diferencia (para mí). O, quizás sí, puede haber una diferencia entre hacer un monólogo con Dios y una diálogo con el Padre Celestial.
Monólogo es cuando una persona habla para los demás y los demás sólo están para escuchar lo que se dice y nada más.
Diálogo es cuando dos personas entablan una conversación, y, por lo general, se escuchan entre los dos, pues lo que el otro me está contando me importa.
Pero, también, se dan monólogos dialogados: estos son los chismes, cuando dos o más personas se encuentran para hablar de otros, entonces, puede ser que todas hablen a la vez y cada quien escucha lo que le interesa.
Así la oración podamos definirla como un diálogo con el Padre Celestial. Por eso, cuando Jesús nos enseña a orar, nos enseña el Padre Nuestro, haciéndonos ver que será un diálogo con una persona, y, esa persona, es Su Padre y Nuestro Padre. Y que, además, nos sugiere qué cosas poder pedirle al Padre, o, mejor dicho, de qué cosas poder hablar con el Padre de los Cielos. Así el Padre Nuestro es como el primer escalón básico y esencial para comenzar a aprender a rezar.
Sí, las oraciones "fabricadas": Padre Nuestro, Ave María, Gloria, y tantas otras, nos sirven para hacer un tiempo de oración, y nos recuerdan muchas cosas de la vida del Señor y de María. Pero, nuestra alma necesita un contacto más personal con el Padre Celestial, con las Personas Divinas.
¿Por qué a veces sentimos que nuestra oración no es escuchada? ¿Por qué, a veces, sentimos que nuestra oración es vacía? Porque no limitamos a "cumplir" con las oraciones básicas. Es como sólo decir "buenos días" y "buenas noches", en una relación de pareja, de familia, de amistad. Eso no llena ni fomenta una relación de amor, sino que sólo nos limitamos a ser corteses y amables, pero no compartimos nuestra vida, nuestros valores, nuestros dolores, alegría y tristezas. Sólo nos limitamos a lo formal y nada más.
Cuando Jesús nos dice: 
"vosotros rezad así: Padre Nuestro...", nos quiere decir, hablad con vuestro Padre, pues Él, aunque sepa de antemano lo que os pasa y lo que necesitas, quiere escucharte, quiere que hables, pues hablando salen muchas cosas de tu corazón, y puedes recibir, de Él muchas Gracias. No quieres solamente cumplir con una formalidad. Es nuestro Padre y quiere que hablemos franca y llanamente con Él.

lunes, 2 de marzo de 2020

Imitemos la benignidad de Dios

De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo

Reconoce de dónde te viene la existencia, el aliento, la inteligencia y el saber, y, lo que es más aún, el conocimiento de Dios, la esperanza del reino de los cielos, la contemplación de la gloria (ahora, es verdad, como en un espejo y confusamente, pero después de un modo pleno y perfecto), el ser hijo de Dios, el ser coheredero de Cristo y, para decirlo con toda audacia, el haber sido incluso hecho dios. ¿De dónde y de quién te viene todo esto?
Y, para enumerar también estas cosas menos importantes y que están a la vista, ¿por gracia de quién contemplas la hermosura del cielo, el recorrido del sol, la órbita de la luna, la multitud de las estrellas y el orden y concierto que en todo esto brilla, como en las cuerdas de una lira? ¿Quién te ha dado la lluvia, el cultivo de los campos, la comida, las diversas artes, el lugar para habitar, las leyes, la vida social, una vida llevadera y civilizada, la amistad y la familiaridad con los que están unidos a ti por vínculos de parentesco?
¿De dónde te viene que, entre los animales, unos te sean mansos y dóciles, y otros estén destinados a servirte de alimento?
¿Quién te ha constituido amo y rey de todo lo que hay sobre la tierra?
¿Quién, para no recordar una por una todas las cosas, te ha dado todo aquello que te hace superior a los demás seres animados?
¿No es verdad que todo esto procede de Dios, el cual te pide ahora, en justa retribución, tu benignidad, por encima de todo y en favor de todo? ¿Es que no nos avergonzaremos, después que de él hemos recibido y esperamos recibir tanto, de negarle incluso esto: la benignidad? Él, aun siendo Dios y Señor, no se avergüenza de llamarse Padre nuestro, y nosotros ¿nos cerraremos a los que son de nuestra misma condición?
No, hermanos y amigos míos, no seamos malos administradores de los bienes que Dios nos ha regalado, no nos hagamos acreedores a la reprensión de Pedro: Avergonzaos, los que retenéis lo ajeno, esforzaos en imitar la equidad de Dios, y así nadie será pobre.
No pongamos nuestro afán en reunir y conservar riquezas, mientras otros padecen necesidad, no sea que nos alcancen las duras y amenazadoras palabras del profeta Amós, cuando dice: Escuchad, los que decís: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»
Imitemos aquella suprema y primera ley de Dios, según la cual hace llover sobre justos y pecadores, y hace salir el sol igualmente para todos; que pone la tierra, las fuentes, los ríos y los bosques a plena disposición de los animales terrestres, el aire a disposición de las aves, el agua a disposición de los animales acuáticos; y que ha dado a todos con abundancia lo que necesitan para subsistir, sin estar en esto sujetos al dominio de nadie, sin ninguna ley que ponga limitaciones, sin límites ni fronteras; sino que lo ha puesto todo en común, con amplitud y abundancia, sin que por ello falte nunca de nada. Y esto lo hizo para hacer resaltar, con la igualdad del don, la igual dignidad de toda la naturaleza y para manifestar las riquezas de su benignidad.

domingo, 1 de marzo de 2020

Nuevas tentaciones de muerte

Como nos lo relata el Génesis, desde siempre, y desde el comienzo de la creación, Satanás ha querido destruir la Obra de Dios, haciendo que el hombre se encuentre con la muerte. El diálogo que comienza con Adán y Eva, y el diálogo con Jesús, nos muestra cómo desde partes de verdad intenta convencer al hombre de que Dios nos ha mentido y, así, hacerlo caer en la desobediencia y la muerte.
«¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer contestó a la serpiente:
«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La serpiente replicó a la mujer:
«No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Y así, el hombre, cayó en las garras de satanás creyéndose un gran dios, creyéndose el dueño de la vida y la muerte, sembrando de ese modo, gracias a su sabiduría humana, un reino de muerte y no de vida, destruyendo la dignidad del hombre y convirtiéndolo en una "cosa" que susceptible de ser tirada cuando se quiera.
¿Convertir al hombre en una cosa? Sí, al hacer las leyes del aborto y de la eutanasia, se ha transformado al ser humano en una cosa, y, como tal, si tal cosa no me sirve la tiro a la basura. Si los ancianos, los que tienen una enfermedad terminal, una muerte cerebral, o los que recién han sido concebidos en el seno de su madre son un estorbo para alguien... entonces, tienen el derecho de librarse de ellos, porque molestan, porque ya no son útiles y, sobre todo, porque generan un gasto inútil a la persona, a la familia y a la sociedad.
Una ideología de muerte que se nos va integrando en nuestra sociedad sin que nos demos cuenta, y, sobre todo, que los que nos decimos cristianos vamos apoyando estas ideología como algo normal y común que se tiene que dar en estos tiempos "tan modernos".
Tiempos tan modernos que se nos va perdiendo el horizonte y el fin para el que fuimos llamados, por Cristo, a la Vida Nueva. Hemos sido llamados para ser Luz en las tinieblas y, por esa misma razón, no podemos dejar que estas ideologías que van contra la Voluntad de Dios, invadan nuestras vidas. Somos hijos del Dios de la Vida que nos ha llamado a llevar un mensaje de Salvación, por eso no podemos caer en las garras del Príncipe de este mundo que nos quiere transformar en servidores de las tinieblas y de la muerte.
"De nuevo el diablo lo llevó a una monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces le dijo Jesús:
«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Siempre tendremos nuevas tentaciones, pero el Señor, nos enseñó, con su vida a resistir, pues nuestro Camino no es dejarnos llevar por la oscuridad y la muerte, sino por la Luz y la Vida.