«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.
¿Por qué Jesús
hace esta comparación? ¿Por qué nos dice que nuestra justicia tiene que ser
mayora que la de los escribas y fariseos? ¿Hay una medida para la justicia? Nos
lo aclara con los ejemplo que nos pone a continuación: la justicia no está en
hacer caso sólo a la letra de la ley sino comprender y aceptar el espíritu de
la ley. Y en este caso nos habla de la Ley de Dios, que no está sólo en cumplir
con la letra sino en vivir el Espíritu que dictó la Ley, porque, como decimos
habitualmente: “hecha la ley, hecha la trampa”. Siempre encontramos una
argumento o una excusa para que la ley no sea tan dura con nosotros pero sí con
los otros.
Así es que Jesús
para que no sólo nos dediquemos a cumplir a cumplir, sino a vivir en el
espíritu de la ley, la llevó a su plenitud con el mandamiento del Amor: “un
mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como yo os he amado”, es ahí, en
la “exageración” del amor en dónde se da plenitud a la Ley de Dios. A lo que San
Agustín podrá decir luego: “ama y haz lo que quieras, pero primero ama”, pues
en el Amor está el centro y la vida de la ley.
Hoy son muchos
los que saben de memoria los mandamientos o partes de la Palabra de Dios, pero
lo saben para poder reprocharnos a otros lo que Dios ha dicho, pero como Jesús
les dijo también a los escribas: “atáis pesadas cargas a los hombros de los
demás, que vosotros no sois capaces de moverlas ni siquiera con un dedo”. La
ley de Dios no es para acusar a los demás, ni tan siquiera para acusarnos a
nosotros mismos, sino para ayudarnos a vivir en libertad y encontrar el Camino
que nos lleve a la Vida Verdadera. Por eso la Vida no la encontramos porque
simplemente hemos “cumplido” con la Ley, sino porque hemos entendido lo que
Dios ha querido de nosotros cuando nos ha pedido vivir en este Camino.
Podemos, si
queremos, encontrar muchos versículos en los que Jesús les reprocha a los
doctores de la ley o a los escribas y fariseos el reprocharle, al mismo Jesús,
acerca de la “letra de la ley”, pero Jesús mismo sabía defenderse de todas esas
falsas acusaciones, y no sólo que daba respuesta de lo que le pedían, sino que
siempre elevaba un poco más la exigencia del evangelio.
Y de eso nos
tenemos que acordar, nunca será poca la exigencia que Dios nos pida en el vivir
el Camino de Santidad, sino que siempre nos dará su Espíritu para que podamos
alcanzar los más altos ideales en nuestra vida de santidad.
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