viernes, 1 de junio de 2018

Los tiempos de Dios

¡Cuantas cosas hay para meditar en la Palabra de hoy! Pero sería imposible ponerlas todas por escrito en poco tiempo, así que me voy a quedar con el Evangeliio, y solo algo, y el resto os lo dejo a vosotros y al Espíritu que habita en nosotros para que Él pueda ayudarnos a escuchar en la Palabra todo lo que ella quiera decirnos.
Primero me gustaría mirar bien el ejemplo de la higuera: Jesús con hambre va a la higuera, y como no tiene higos (porque no es el tiempo de higos) la maldice y se seca. Es claro que la intención de Jesús no es romper los ritmos de la naturaleza, sino que quiere que miremos más allá de la higuera y de la maldición.
Y me parece que es sencillamente el hecho de que los tiempos de Dios no son nuestros tiempos, y, muchas veces, no nos damos cuenta de eso, y queremos que nuestros tiempos sean los tiempos de Dios, o que nuestros deseos sean los deseos de Dios. Y es al revés: Dios es el Señor del Tiempo y la Historia, así como es el Señor de nuestra Vida.
¿Qué quiero decir con esto? O mejor ¿qué quiere decirnos Dios con esto? Que es Él quien lleva las riendas del tiempo y de la historia, y que cuando Él ve que yo puedo hacer algo o vivir algo, lo podré hacer, con Su Gracia, y por eso me invita a confiar más en su Providencia que en mi fortaleza.
Pero, claro, como cuando Dios me pide o permite vivir algo yo sólo miro en lo que yo tenía planeado, o en lo que yo quería, o en lo que yo puedo, entonces siempre doy largas a responderle a Dios o a vivir lo que Él quiere o permite. Entonces al darle largas a la Voluntad de Dios, es como que Dios dice: ¡ya! el tiempo se ha pasado, ¡quédate con tus propias cosas y sigo de largo. Y me deja sin la Gracia para vivir y entonces es ahí cuando se pierde mi fe, mi esperanza y mi amor, porque me quedo sólo con mis fuerzas y todo muere, simplemente porque confié más en mis criterios que en los de Dios.
Por eso a esto le podemos sumar la Confianza en la Oración que le dice Jesús a Pedro:
"Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido, y lo obtendréis.
Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas".
Que lo tenemos que unir a otras aclaraciones que nos hace Jesús, en otros pasajes, y nos ayuda a ver que la mejor oración es la que le dejamos hacer al Espíritu Santo que habita en nosotros, porque sólo Él sabe qué es lo que yo necesito para vivir la Voluntad de Dios. Y cuando lo dejamos orar a Él por nosotros es la mejor oración, y ahí poner toda la confianza en que lo que Él pide por nosotros, eso se cumple. Y no sólo me dará su Gracia sino que me dará la Paz necesaria para crecer en la confianza en la Divina Providencia. Pero, con una cláusula: "perdonad lo que tengáis contra otros"...

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