La Fiesta del Corpus Christi, la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo: una gran fiesta, que, en algunos lugares, pasa desapercibida a la vista de todos, salvo en la ciudades que tengan el título "de interesés turístico..." se pone toda la ciudadanía y los turistas en función de un ¿espectáculo? o de una celebración litúrgica. Pero Dios puede valerse de todo para, como dice San Pablo, "conseguir a algunos".
Hoy leemos el evangelio de la Última Cena porque volvemos a recordar aquél acontecimiento, hermoso acontecimiento, en el que Jesús sabiendo que volvía al Padre quiso quedarse para alimentar nuestros deseos de continuar el Camino que Él comenzó, para que pudiésemos, cada día, tener la fortaleza necesaria para recorrer el Camino de nuestra propia santidad y de la Salvación del Hombre.
Recordamos la Última Cena porque en cada Misa volvemos a revivir aquél momento, no sólo como un recuerdo, sino que Jesús mismos vuelve a darse a nosotros como lo hizo aquél Santo Día junto a los apóstoles. Y eso es algo que, creo, todavía no hemos profundizado suficientemente los católicos: el valor de la Misa, el valor de la Eucaristía, el valor de que sea Jesús mismo quien celebra para nosotros y quien transforma el Pan y el Vino en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad y se nos da íntegramente en la Eucaristía.
Cuando uno está en las Iglesias católicas, generalmente, ve a la gente que va a ver a las imágenes, se sienta ante ellas y reza, pasa a llevarles flores a su Virgen o a sus santos, pero son muy pocos, casi contados, los que se sientan frente al Sagrario para hablar con Jesús.
Y, como decía anoche en la misa, sin querer dañar a nadie, son muchísimos los que están en Cofradías y con gran entusiasmo y esfuerzo llevan todos los años las grandes y pesadas imágenes de los santos y del Señor en Semana Santa, pero luego no se acercan a adorar al Dios Único y Verdadero en la Comunión, no lo llevan o no acompañan en la Procesión del Corpus Christi.
Y eso es un problema de nuestra pastoral, porque hemos puesto el acento en las mediaciones y no en el Señor. La Virgen María y los Santos, sus imágenes y sus fiestas, son importantes para nuestra Fe, para nuestro entender y comprender que la santidad es posible en cada uno de nosotros. Pero es necesario comprender que los santos alcanzaron ese grado de vida porque se alimentaron con el Pan de la Vida, que puedieron sobreponerse a muchas situaciones de dolor y oscuridad porque Jesús vivía en ellos. Los mártires pudieron llegar gozosos al martirio porque estaban alimentados con el Pan de la Vida, con la Eucaristía. Ellos pudieron comprender aquella frase de Jesús "sin Mí no podéis hacer nada".
¿Cómo vivir un camino de santidad sin alimentarme de Jesús Eucaristía? ¿Cómo dejar de recibir a Jesús en la Eucaristía simplemente por un deseo humano de plenitud y no encontar la plenitud de la Bienaventuranza en Jesús mismo que se hizo Pan para nosotros?
Sí, hoy es un día muy especial en donde tenemos que renovar nuestra Fe en la Eucaristía, porque si no nos alimentamos con el Verdadero Pan que nos da la Vida, no podremos renovar nuestra vida y la vida del mundo. Por eso Jesús quiso quedarse en la Eucaristía.
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