“Esto es lo que has de recordar, advirtiéndoles seriamente
delante de Dios que no discutan sobre palabras; no sirve para nada y es funesto
para los oyentes.
Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno
de aprobación, como un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que imparte con
rectitud la palabra de la verdad”.
Los consejos de San Pablo a Timoteo son dignos de tenerlos
escritos en un lugar bien visible en nuestras casas, para poder recordarlos
siempre, pues son el estímulo y las líneas que tendríamos que seguir cada día.
Por eso le dice: “esto es lo que has de recordar”, y no sólo es un recuerdo
para tenerlo en la cabeza para algunos momento, sino que son recuerdos que nos
hacen vivir cada momento, pues nuestra vida está llena de esos momentos y son
esos momentos los que definen nuestra vida.
Sino pensad en este: “no discutan sobre palabras; no sirve
para nada y es funesto para los oyentes”. ¿Cuántas veces nos ponemos a discutir
por cosas que no sirven para nada, salvo para distanciarnos unos con otros? No
siempre tenemos razón y no siempre nos dan la razón. Por eso cuando veamos que
alguien no nos va a escuchar o que no quiere comprender o entender, deja la
conversación, no es necesario llegar a un punto en donde ya no hay retorno,
simplemente por decir “¡jah! viste que tenía razón”. Lo importante es conservar
la paz y la fraternidad. Con el tiempo, cada uno, irá comprendiendo cuál es la
Verdad, pues, a veces, todo tenemos una parte de la verdad y sin darnos cuenta
queremos sólo tener verdad.
Tampoco debemos
dejarnos llevar por las palabras, porque muchas veces las palabras intentan
hacernos daño, pero sabemos que las palabras no dañan cuando sabemos que sólo
buscan hacer mal y no buscan la Verdad. Pues sólo la Verdad nos hace libres y
nos da la paz necesaria para ayudar a otros a encontrar el Camino. Pero también
debemos recordar que las palabras nunca pueden ser echadas al viento sin
ponernos a pensar qué es lo que queremos o sin ponernos a medir las
consecuencias que pueden llegar a traer. No podemos excusarnos en decir “ohh no
me di cuenta…” o “lo dije sin pensar”. No, cada uno es responsable de lo que
dice y hace y por eso tenemos que saber qué decimos y qué hacemos.
Muchas veces hemos leído y dicho que a las palabras se las
lleva el viento, pero también que cuando una palabra sale de la boca nunca
podemos volver a recogerla y que no haga daño. Y si lo hemos hecho , al daño,
tener la capacidad y la fortaleza para saber pedir disculpas o perdón por lo
que hemos dicho o hecho.
Por eso San Pablo finaliza diciendo: procura con toda
diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación, como un obrero que
no tiene de qué avergonzarse, que imparte con rectitud la palabra de la
verdad”, sólo si aprendemos a pensar y reflexionar antes de decir o actuar
alcanzaremos al Gracia de no tener que avergonzarnos por nuestros actos o
palabras.
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