“Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos
acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e
irreprochables y considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra
salvación.
Así, pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en
guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga
vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
Un gran consejo de parte de San Pedro que, no sólo fue para
aquél tiempo, sino que para los tiempos que vivimos nos viene “como anillo al
dedo”. Hoy hay muchas teorías, muchas ideas, muchos idealismo, muchas
religiones y muchas formas de vivir las religiones y ¿cómo vivimos la nuestra?
Sin querer (o queriendo) muchas veces aceptamos errores (que lo son para
nosotros por lo que nos ha enseñado Jesús y nos lo dice la Palabra de Dios)
como verdaderos aciertos de la vida, porque pensamos (como lo hace el mundo)
que la Palabra de Dios ya es vieja y no sirve para estos tiempos. Y por eso
vamos “aggiornando” a nuestro modo la forma de ser Fieles a la Voluntad de
Dios.
¿Cómo sabemos que no estamos viviendo bien? Porque en nuestro
corazón y en nuestra alma no hay verdadera paz, no estamos con la calma cierta
y necesaria en el hacer diario. El corazón del hombre, nuestro corazón está
inquieto y sigue buscando y probando nuevas cosas y no encuentra la que le
llena y plenifica. “Mi corazón está inquieto y no descansará hasta que descanse
en ti”, decía San Agustín. Y si miramos a nuestro alrededor vamos a encontrar
muchos corazones inquietos que siguen buscando y siguen probando, y, muchas
veces, somos nosotros mismos los que aún no estamos seguros de lo que estamos
viviendo, pero aún así nos dejamos llevar por teorías extrañas sin dejarle todo
nuestro corazón a quien decimos que es Nuestro Padre y Señor.
Por eso mismo San Pedro termina diciéndonos: “creced en la
gracia y en el conocimientos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, porque
aún nos falta mucho para conocer y aceptar de parte del Señor, pues no siempre
estamos con el corazón disponible para decirle como María: “Aquí estoy Señor
para hacer tu Voluntad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.