En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos".
Hay mucha dureza en las palabras de Jesús, no porque Él quiera se duro con nosotros sino porque nos ha presentado (y después nos ha regalado) una Vida Nueva para vivir, y no sólo unos conceptos para predicar. Sabemos que siempre ha sido fácil decir cosas, hablar, predicar, incluso hasta para maldecir y aborrecer a los enemigos, hemos tenido la palabra fácil, siempre lista en nuestros labios para decir lo que pensamos.
En este caso el Señor nos pide, y tomando la palabra que nos dirigió al enseñarnos el Padre nuestro, que no hablamos demasiado pero sí que digamos lo que es correcto y, sobre todo, lo que realmente vivimos o queremos vivir.
¿Por qué la gente se asombraba de sus palabras y confiaba en sus palabras más que en la de los escribas y fariseos? Porque la autoridad de sus Palabras era su propia vida y no sólo porque estaba convencido de lo que decía (que es importante) sino porque era lo que vivía y había vivido junto al Padre: "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre".
Por eso nos pone seguidamente el ejemplo del que edificó su casa sobre roca, porque muchas veces nuestra fe no está edificada sobre la firmeza de la Palabra o de la relación personal con nuestro Dios y Señor, sino sobre sentimientos humanos de sólo querer sentirnos bien, y "cumpliendo" lo que tenemos ganas, pero no hemos cimentado nuestra fe en una verdadera relación con Dios sabiendo y aceptando que Él es el Señor de nuestras vidas, sino que, para muchos, Dios es quien me escucha cuando necesito algo.
En algunos casos nuestra está sólo cimentada en la enseñanza de un catecismo de primera comunión, pero después no fui profundizando en las enseñanzas de la iglesia a medida que fui creciendo, y entonces llegaron los momentos de decisiones, o de aceptación de algo que no era lo que yo quería y ahí se derrumbó mi fe.
En cambio si crecí en una relación madura con el Señor, en la cual comprendí y acepté a Dios como el Señor de mi vida, sabiendo que a pesar de que, muchas veces, Él me pida asumir y vivir situaciones que no son de mi agrado, se muy bien que Él siempre está a mi lado, por eso mi fe se fortalece en la tempestad y en esos momentos es cuando "doblego" mi oración y relación con el Señor, pues es cuando más necesito estar cerca de Él.
Si sólo buscamos un consuelo sentimental en la relación con Dios, estamos perdidos, pues no sólo es un amor sensible el que nos une a Él sino que es un Amor Efectivo que nos hace entregarnos de todo corazón y con toda nuestra vida a vivir en Fidelidad a la Palabra de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.