miércoles, 13 de septiembre de 2017

Una Vida Nueva en Cristo

"Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él".
Si no aprendemos a morir a nuestro hombre humano y mundano, nunca podremos llegar a entender las Bienaventuranzas de Jesús, pues nuestra humanidad nos tiene atado a la mundanidad, a lo material, a lo que nos impide elevar nuestro espíritu a bienes más altos que los del mundo.
Claro que es un trabajo de todos los días ponernos en la presencia del Señor, elevar nuestro espíritu en la oración, pero no es sólo estar un momento en oración y después salir sin más ni más a la calle. No. Aquello que he visto y oído en la oración de la mañana es lo que me hace salira la calle con un deseo de no dejarme conquistar ni por mi instinto, ni por mis sentimientos, ni por mis gustos, sino por lo que Dios me está pidiendo que diga o haga, que acepte o renuncie.
Cuando acepto este camino de santidad que Jesús me está ofreciendo es cuando comprendo que ya mi vida no será la misma, sino que a partir de ese momento comenzará a cambiar, pues he encontrado un tesoro que supera todo lo que podía imaginar: la Vida en Cristo, la Vida por Cristo, la Vida para Cristo.
A partir de ese momento puedo comenzar a comprender el sentido de la pobreza espiritual, el sentido de comenzar a llorar por lo que aún me falta entregar y me falta renunciar, el sentido de tener un deseo constante de alimentarme del Señor porque Él es el Pan que me da Vida. Pues en Él encontraré las respuestas a todas mis preguntas, la Verdad para todos los Caminos, la Vida para todos mis deseos.
Pues cuando me creo rico en espíritu y no deseo nada de nadie, nada me consuela en mi dolor, nada me fortalece en mi debilidad, nada me sacia cuando el deseo se transforma en vanidad, en orgullo y soberbia, pues ya he dejado de ser una criatura, un hijo, para convertirme en un falso dios que cree que todo lo puede, y sin embargo, todo desparecerá en su vida en un segundo.
"¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador..."
A veces nos mentimos a nosotros mismos para no ceder ante lo que el Señor nos pide, nos mentimos diciéndonos que todo está bien, que el Señor no pide más, que no necesito nada más del Señor; hasta llegar al punto de decir que Dios no existe para no tener que poner mi vida en sus manos, ni tener que renunciar a lo que no quiere entregar. Pero sigo sin paz, sin bienestar, sin poder alcanzar lo que tanto he buscado y sólo en Dios lo he encontrado...

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