Según dicen los que saben para poder construir una casa primero hay que reconocer el terreno, saber si el lugar en dónde se va a construir es viable o no, si es de piedra o de arena, si se puede levantar ahí la casa o no. Y en esto se basan las dos lecturas de hoy.
"Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús toda mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna".
San Pablo tiene un serio conocimiento de sí mismo, de su vida anterior y de su vida presente, sabe bien quién fue y quién es, pero, sobre todo, sabe Quién ha comenzado a actaur en él y por qué y para qué. Reconocer nuestra realidad de pecadores no es indigno, sino que es el comienzo para recibir la Gracia del Señor, pues del reconocimiento de nuestra pobreza surge nuestro arrepentimiento.
Es así como comenzamos a reconocer y el terreno y limpiarlo de malezas para empezar a construir sobre el, aunque sabemos que tampoco somos los constructores del edificio que el Arquitecto quiere construir, sino que somos simples albañiles que estamos a las órdenes del que realmente sabe cómo construir y qué construir.
Y, así lo primero que hará será comenzar por los cimientos. Cimientos fuertes y bien consolidados sobre la Roca Firme de nuestra Fe, sobre Cristo Jesús, que es la Roca sobre la cuál se asentará todo el edificio que comenzaremos a construir: una Nueva Vida en, por y para Cristo.
Tendremos que ser conscientes que esos cimientos llevarán tiempo, habrá que cavar profundo y comenar a llenarlos con buen material para que todo lo demás tenga dónde asentarse. El material que usaremos no será sólo un material aprendido de memoria y frases "compradas" por monedas, sino que tendremos que reflexionar la Palabra y dejar que Ella se vaya "adentrando" no sólo en nuestra memoria, sino en nuestro corazón e ilumine y modifique nuestra vida para poder así vivir lo creemos, para luego poder predicarlo.
No seamos de aquellos que se aprenden algunas frases y luego salen a predicarlas y señalar con el dedo acusador a los que no las conocen o no saben dónde están escritas, pues ese dedo acusador se usará también para señalar al mismo predicador cuando no sea capaz de vivir lo que predica.
Por eso, el Arquitecto de nuestra vida usará todos los materiales y los elementos necesarios para que el edificio de nuestra Vida sea sólido, requerirá de nuestra disposición y aceptación de todo lo que Él mande para que, en Fidelidad a su Proyecto, podamos alcanzar el Buen Fin y llegar así a ser lo que Él quiere de nosotros: Luz, Sal y Fermento en el mundo.
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