"Ahora pues, esto dice el Señor del universo:
Pensad bien en vuestra situación. Sembrasteis mucho, y recogisteis poco, coméis y no os llenáis; bebéis y seguís con sed; os vestís y no entráis en calor; el trabajador guarda su salario en saco roto.
Esto dice el Señor del universo: Pensad bien en vuestra situación. Subid al monte, traed madera, construid el templo. Me complaceré en él y seré glorificado, dice el Señor».
Cada día vemos cómo surgen complicaciones en el mundo, cómo los países entran en conflicto internamente y con otros países, pero también vemos cómo dentro de nuestras mismas comunidades el agobio por el tener, el trabajo, los vicios de la droga, del alcohol, y de tantas otras "pestes" van dañando lo mejor que tenemos: nuestras vidas. No hay, como muchos dicen: futuro para nuestros jóvenes. Algunas familias o nuevas parejas no piensan en tener hijos porque la sociedad está muy mala y porque es muy complicado mantenerlos...
"Pensad bien en vuestra situación", eso nos dice el Señor. ¿Por qué "pensad bien"? Por que no estamos pensando en lo que estamos haciendo, sino que nos dejamos conducir por el "ruido" del mundo y no ponemos los límites necesarios para poder vivir de acuerdo a lo que creemos y a lo que somos: hijos de Dios.
¿Por qué la situación de los países, del mundo, de nuestros pueblos sigue siendo mala? ¿Porque Dios no quiere la salvación del hombre? ¿Porque Dios tiene la culpa de lo que nos está pasando?
Es fácil tirar la culpa hacia arriba y no hacernos cargo de lo que hemos construido, porque, en definitiva, quien tiene la libertad para hacer y deshacer somos nosotros, cada uno de nosotros, ha tenido y tiene la libertad de hacer con su vida lo que quiere. Y, por eso mismo: "pensad bien en vuestra situación".
No es culpable ni el que está a tu lado ni el que está por encima de tí, sino sólo tú y nadie más que tú quien tiene las riendas de tu vida. Has querido tomar tus propias decisiones sin pensar en lo que Dios quería, pues bien, a este punto has llegado.
Ahora "Pensad bien en vuestra situación. Subid al monte, traed madera, construid el templo. Me complaceré en él y seré glorificado, dice el Señor».
Ahora subamos al Monte del Señor a buscar buena madera para reconstruir el templo del Señor, que somos nosotros mismos, que es el mismo hombre quien tiene que volver a construirse, volver a consolidar los cimientos de su persona, a descubrir que lo que está viviendo no es lo que le da plenitud a su ser, a su vida, sino que los momentos de placer son sólo eso: momentos, y así no llega a encontrar la Bienaventuranza anhelada.
Reconstruir al Hombre es nuestra tarea como hijos de Dios que creen, que esperan, que confían en que cuando nos ponemos en sus Manos, cuando nos hacemos esclavos de Su Voluntad, alcanzamos la plenitud de nuestra vida, y, aunque nos cueste ser Fieles a la Vida, con su Gracia, lograremos lo soñado por el Padre y que está inserto en nuestro corazón.
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