Dice San Pablo:
"Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, de forma que ese día os sorprenda como un ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.
Así, pues, no nos entreguemos al sueño como los demás, sino estemos en vela y vivamos sobriamente".
¿Cuándo vivimos en las tinieblas? Cuando nos metemos tanto dentro del mundo que comenzamos a vivir las cosas del mundo, cuando no sabemos distinguir entre lo que está bien y lo que es Voluntad de Dios, pues el mundo nos hace pensar que ciertas cosas están bien porque todos los hacen y aceptan, pero si lo vemos desde Dios vamos a descubrir que ciertas cosas no son de Dios, que no están dentro de Su Voluntad. Por eso, cuando nosotros que somos los hijos de la Luz, que debemos iluminar las tinieblas del mundo, que debemos mostrar un estilo de vida diferente porque es la vida de Cristo, y nos dejamos convencer por los "nuevos modelos" que nos ofrece el mundo, entonces somos tiniebla y no luz.
Y así, nuestra vida que también tendría que estar iluminada por la Luz de la Palabra de Cristo no lo está, y cuando llegan los momentos de exigencias por parte de Dios, cuando nos llega la prueba o la Cruz, los primeros que renegamos de Dios somos los que creemos en Dios. Por ese tenemos miedo a la Cruz, a la muerte, al dolor, cuando sabemos que todo ese ha sido vivido por el mismo Jesús y es Su Vida la que le da sentido a todo lo que el Padre nos pida vivir por la salvación del hombre.
"No nos entreguemos al sueño como los demás", había alguien que decía que la religión era el opio del pueblo, en el sentido de que la religión "adormecía" la conciencia del hombre para que no tomara parte en las situaciones sociales y quedara como un "ente sin vida" en medio de la sociedad. Sin embargo, Dios nos pide que seamos protagonistas del cambio social, que con nuestras vidas llevemos Luz a las tinieblas del error. Y así es hoy el mundo quien trata de adormecer la conciencia con tanto ruido, con tanto vicio, con tanta tontería que anda suelta y que pretende que dejemos de vivir lo que creemos.
Nuesta vida como la de Cristo tiene que tener la Fuerza de Dios, nuestra palabra y nuestras obras tienen que ser capaces de expulsar los demonios del pecado, de la injusticia, de la soberbia, del egoísmo de nosotros mismos y así, poco a poco, de la sociedad, pues nosotros somos parte de esta sociedad que se está adormeciendo en las tinieblas del "todo vale".
"Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él.
Por eso, animaos mutuamente y edificaos unos a otros, como ya lo hacéis".
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