domingo, 10 de septiembre de 2017

Nuestra misión como profetas

"Esto dice el Señor:
«A ti, hijo de hombre, te he puesto de centinela en la casa de Israel; cuando escuches una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte".
Esta la misión del profeta que el Señor Dios le comunica a Jeremías: escuchar y anunciar, pero no escuchar lo que quiero y anunciar lo que me de la gana, sino escuchar la Voz de Dios y anunciar lo que Él me pide para la Salvación de los hombres. San Pablo va a decir: "¡Ay de mí si no predicara!", no porque él fuera el mejor de los hombres sino porque para esa misión lo había llamado el Señor y le había concedido su Espíritu, para anunciar el Camino de la Salvación.
Y esa es también la misión de todos los que hemos recibido el agua del Baustismo y el Óleo de Consagración, pues en ese momento fuimos ungidos como: sacerdotes, profetas y reyes. A partir de ese momento tendríamos que haber aprendido a escuchar la Voz del Señor para ir configurando nuestro corazón a Su Palabra y así poder vivir y anunciar.
Junto a la definición de la misión del Profeta, el Señor le advierte:
"Si yo digo al malvado: “¡Malvado, eres reo de muerte!”, pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida».
Está en juego nuestra relación con Dios, nuestra vida está unida a nuestra fidelidad a la misión que se nos ha encomendado.
Claro que es más fácil salir a la calle y, como en los programas amarillos o rosa de la TV, ir sacando los "trapitos sucios" de mis vecinos a la calle, ir señalando con el dedo los pecados de todos los que se me crucen por el camino. Pero no es ese el método que nos pide el Señor, sino este otro:
«Si tu hermano peca, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano".
El método de la corrección fraterna, algo muy en desuso en nuestras vidas, como el hecho de escuchar la Voz del Señor. Nos gusta más dar a conocer el pecado de mi hermano a los demás que ayudarlo a encontrar el camino de la conversión. Incluso no muchas veces lo ayudamos con nuestra oración para que cambie de vida,
Por eso mismo San Pablo nos dice:
"A nadie le debáis nada, más que amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley".
No dejemos que la imprudencia, el chusmerío o el cotilleo diario, nos impidan poner en práctica la misión que el Señor nos ha encomendado, sino que pidiendo la fortaleza y los Dones del Espíritu ser fieles a lo que el Señor nos pide día a día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.