sábado, 30 de septiembre de 2017

La oscuridad de la Cruz

"En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: al Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido".
Hubo otros momentos en que aunque no comprendían las parábolas, los discípulos, se animaban a preguntarle a Jesús qué es lo que quería decir con esas palabras, pero en este caso no se animan a preguntar. ¿Por qué no se animan a preguntar? Porque tienen miedo de la respuesta que Jesús les puede dar, tienen miendo de poder entender el misterio de la Cruz de Jesús, miedo de comprender y tener que aceptar cuál es el Camino que el Padre le está mostrando al Hijo.
Se podría decir que aquí "quieren ser sordos para no tener que oír", pues las palabras que salen de la boca de Jesús no hablan de las maravillas del Reino, no hablan de las bondades del amor, ni de la misericordia providente del Padre, sino que hablan de la entrega hasta la muerte de Jesús.
Siempre que se nos presenta ante nuestros ojos una situación de dolor, de cruz, de muerte todo se oscure ante nuestra mirada, todo se nubla en nuestra mente y nos quedamos como parados frente a esa realidad que, aún ni con la fe, podemos llegar a comprender. Y por eso siempre surgen las mismas preguntas que hacen doler más el corazón. ¿por qué a mí Señor? ¿por qué tener que vivir esta situación? O, quizás, como diría San Pedro: ¿si lo hemos dejado todo por tí, por qué esto?
Y ahí nos tenemos que asociar al Jesús del Huerto de los Olivos, que aún con miedo y dolor clamó al Padre: "Padre, si es posible aparta de mí este Caliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la Tuya". Y era tan grande el dolor y la oscuridad del final del camino que tres veces clamó al Padre. Y el Hijo aceptó la Voluntad del Padre.
No siempre comprenderemos el por qué de la Voluntad de Dios. No siempre entenderemos el sentido del por qué Dios permite que suceda tal o cual cosa. Pero siempre tendremos la fortaleza de su Espíritu y de su Amor para recorrer el Camino de la oscuridad de la fe, guiados por Su Mano, sostenidos por su cayado de Buen Pastor que nos guía por oscuras quebradas y valles tenebrosos, hasta llevarnos a los pastos más frescos y dulces donde recobrar nuestras fuerzas.
Jesús nos enseña en el Huerto de los Olivos que a pesar de la oscuridad que provoca el dolor de la Cruz, siempre la confianza en la Providencia del Padre nos dará la fortaleza necesaria para llegar hasta el final del Camno y recuperar la vida que parecía perdida.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Junto a los Arcángeles viviendo el Cielo en la Tierra

"Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Cuando hay un corazón dispuesto a creer no hacen falta muchas palabras, ni tampoco muchos milagros o grandes apariciones, pues los corazones no necesitan razones sino sólo el amor que viene en las palabras, y el sólo el amor puede traer la verdad. Por eso las Palabras de Jesús que son Palabras de Amor, sólo nos traen la Verdad a nuestras vidas, una Verdad que nos da Vida, para que alcancemos la fortaleza necesaria para poder aceptar, confiar y entregarnos al Padre, para que Él nos lleve por el Camino que soñó desde toda la eternidad para nosotros.
Y en este Camino no nos abandona, no nos deja solos, pero para vivenciarlo tenemos que creerlo, y para creerlo necesitamos que creamos en las Palabras de Jesús. Y en esas palabras Él nos habla de los ángeles, esos seres que El Señor creó no para que le rindiera homenaje sino para que estén siempre atentos a lo que Él desea que nosotros sepamos, por eso son los Mensajeros de Dios que nos anuncian sus mensajes, que nos traen su Medicina de Salvación, y que nos protegen del Malvado.
Los arcángeles tienen, cada uno, una misión particular para que, dentro de la Historia de la Salvación, vayan dando a los hombres aquello que Dios Padre quiere enviarles, para que los llamados y elegidos puedan llevar a cabo lo que el Padre les encomienda.
Es cierto que, como Natanael, tenemos que estar dispuestos a creer para poder aceptar estas verdades, pues, para muchos, son cosas de niños porque los adultos no creemos en los ángeles, no necesitamos de nadie que nos vaya diciendo lo que tenemos que hacer, que nos ayude en la vida, ni siquiera que nos defienda de lo que no vemos. Porque aquello que nos enseñaron de pequeños son cosas sólo para esa edad, y el cuento de los ángeles ya no nos sirve en nuestra adultez.
Por eso mismo el Señor nos decía: "si no os hacéis como niños...", y no porque no tengamos la capacidad para entender, sino porque cuando hay una realidad que supera lo natural, porque es sobrenatural, no podemos llegar a entenderla con nuestro parámetros humanos, y es ahí cuando tenemos que dar un salto muy grande: el salto de la fe, para poder aceptar y al aceptar recibir la Gracia Necesaria y Suficiente para comprender y vivir lo que el Señor nos anuncia.
Nuestros Arcángeles están siempre junto al Señor y junto a nosotros, y sobre todo, cuando estamos junto al Altar de la Eucaristía, ellos también adoran con nosotros al Rey del Cielo, pues gozan en Su Presencia así como nosotros gozamos con Su Alimento. Es así que cada vez que celebramos al Eucaristía, no sólo estamos en presencia del Señor, sino que participamos del Banquete Celestial junto a toda la milicia celestial, por eso es, para los que creemos, un lugar especial no sólo de encuentro con el Señor, sino de vivir el Cielo en la Tierra.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Reconstuir al Hombre

"Ahora pues, esto dice el Señor del universo:
Pensad bien en vuestra situación. Sembrasteis mucho, y recogisteis poco, coméis y no os llenáis; bebéis y seguís con sed; os vestís y no entráis en calor; el trabajador guarda su salario en saco roto.
Esto dice el Señor del universo: Pensad bien en vuestra situación. Subid al monte, traed madera, construid el templo. Me complaceré en él y seré glorificado, dice el Señor».
Cada día vemos cómo surgen complicaciones en el mundo, cómo los países entran en conflicto internamente y con otros países, pero también vemos cómo dentro de nuestras mismas comunidades el agobio por el tener, el trabajo, los vicios de la droga, del alcohol, y de tantas otras "pestes" van dañando lo mejor que tenemos: nuestras vidas. No hay, como muchos dicen: futuro para nuestros jóvenes. Algunas familias o nuevas parejas no piensan en tener hijos porque la sociedad está muy mala y porque es muy complicado mantenerlos...
"Pensad bien en vuestra situación", eso nos dice el Señor. ¿Por qué "pensad bien"? Por que no estamos pensando en lo que estamos haciendo, sino que nos dejamos conducir por el "ruido" del mundo y no ponemos los límites necesarios para poder vivir de acuerdo a lo que creemos y a lo que somos: hijos de Dios.
¿Por qué la situación de los países, del mundo, de nuestros pueblos sigue siendo mala? ¿Porque Dios no quiere la salvación del hombre? ¿Porque Dios tiene la culpa de lo que nos está pasando?
Es fácil tirar la culpa hacia arriba y no hacernos cargo de lo que hemos construido, porque, en definitiva, quien tiene la libertad para hacer y deshacer somos nosotros, cada uno de nosotros, ha tenido y tiene la libertad de hacer con su vida lo que quiere. Y, por eso mismo: "pensad bien en vuestra situación".
No es culpable ni el que está a tu lado ni el que está por encima de tí, sino sólo tú y nadie más que tú quien tiene las riendas de tu vida. Has querido tomar tus propias decisiones sin pensar en lo que Dios quería, pues bien, a este punto has llegado.
Ahora "Pensad bien en vuestra situación. Subid al monte, traed madera, construid el templo. Me complaceré en él y seré glorificado, dice el Señor».
Ahora subamos al Monte del Señor a buscar buena madera para reconstruir el templo del Señor, que somos nosotros mismos, que es el mismo hombre quien tiene que volver a construirse, volver a consolidar los cimientos de su persona, a descubrir que lo que está viviendo no es lo que le da plenitud a su ser, a su vida, sino que los momentos de placer son sólo eso: momentos, y así no llega a encontrar la Bienaventuranza anhelada.
Reconstruir al Hombre es nuestra tarea como hijos de Dios que creen, que esperan, que confían en que cuando nos ponemos en sus Manos, cuando nos hacemos esclavos de Su Voluntad, alcanzamos la plenitud de nuestra vida, y, aunque nos cueste ser Fieles a la Vida, con su Gracia, lograremos lo soñado por el Padre y que está inserto en nuestro corazón.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Nuestra misión: liberar al hombre

En esta primera misión Jesús envía a los apóstoles en un espíritu de total pobreza, poniendo su confianza no en sus cosas, sino en la Palabra de Jesús, pues es Él quien los envía y les da su Poder para llevar la Buena Noticia a los demás. Una Bueno Noticia que sólo llega al corazón que quiere recibirla, igual que la Paz que los apóstoles llevan. Si el corazón del hombre está cerrado a recibirla todo vuelve al apóstol para que siga entregándolo a otros que la necesiten o la quieran.
La confianza que Jesús le pide a los apóstoles es la que les da fortaleza en los caminos y la que los sostiene en los momentos de dificultades, porque siempre, en todos los caminos se van a encontrar con corazones cerrados y con puertas que no se abren a su paso. Son esas situaciones las que pueden llegar a debilitar el espíritu del apóstol, del misionero. Por eso mismo, en esos momentos es cuando el Señor nos dice que todo vuelve a nosotros para que la Gracia que Él tenía destinada a esa casa vuelva al corazón misionero y pueda seguir con la misma fuerza del Espíritu, sabiendo que no es al misionero a quien no reciben, sino que es a Jesús a quien le cierran la puerta y el corazón.
El hombre de estos tiempos tiene el corazón muy abierto al mundo y por eso se está insensibilizando frente a las cosas de Dios, se está haciendo esclavo de lo que ve, de lo que puede comprar sin darse cuenta que esa esclavitud lo va denigrando, le va quitando dignidad y felicidad, pues va desgantando su vida en un correr detrás de la novedad del día, sin pensar que la novedad está en la vida misma que el Señor nos ha regalado.
Hoy por querer negar a Dios se han inventado otros dioses que no dan vida, sino que esclavizan quitando luz a la vida, quitando plenitud al ser y volviendo, como decía algún filósofo, al hombre lobo del hombre, pues hay una lucha constante para ganar puestos, ganarle al otro que está a mi lado sin pensar en que en esa carrera quien la gana es quien más ha perdido.
Las palabras de Esdras nos pueden ayudar a encontrar un camino para descubrir hacia dónde vamos y cómo poder volver a ser lo que en un principio el Señor soñó para sus hijos:
"Dios mío, estoy avergonzado y confundido; no me atrevo a levantar mi rostro hacia ti, porque nos hemos hecho culpables de numerosas faltas y nuestros delitos llegan hasta el cielo.
Desde la época de nuestros padres hasta hoy hemos pecado gravemente. Por causa de nuestros delitos, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados a los reyes extranjeros, a la espada, a la esclavitud, al saqueo y a la vergüenza, como sucede todavía hoy".

martes, 26 de septiembre de 2017

Piedras vivas del Verdadero Templo de Dios

El libro de Esdras nos va ayudando a descubrir cómo el pueblo de Israel comenzó a reconstruirse a partir de la reconstrucción del Templo, pues era el Templo y, sobre todo, la presencia de Dios en el Templo lo que generaba la unificación del Pueblo de Dios. Dios era el centro de sus vidas y de su país, de su cultura y de su libertad. Aunque supieran que el Señor estaba siempre al lado de su Pueblo, pero necesitaban un lugar específico, un lugar material para poder ofrecer al Señor sus sacrificios de alabanza y de reconciliación.
Jesús utiliza también la imagen del Templo para referirse a su propio cuerpo, cuando habla de que "destruyan este templo y en tres días lo edificaré", haciendo mención a su muerte y resurrección. Y ese mismo Templo pasamos a ser, después de nuestro bautismo, cada uno de nosotros: las piedras vivas del Templo Santo de Dios. Piedras Vivas que son amalgamadas, unidas, por el vínculo del Amor y el único deseo de Fidelidad a la Voluntad de Dios.
Pero a la vez, cada uno de nosotros, tiene el valor de ser el Templo Vivo del Espíritu Santo, pues desde el día mismo de nuestro bautismo es Él quien comenzó a hospedarse en nuestro cuerpo y dando vida a nuestra alma nos trasnformó en hijos de Dios gracias al Unigénito de Dios, Jesucristo Nuestro Señor.
Por eso, cuando a Jesús le dicen: "tu madre y tus hermanos te andan buscando", Él no ve otra respuesta más lógica que hacer referencia a quiénes somos parte de su Vida:
"Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen".
No basta tener el tíutlo de madre o hermano, sino lo que sirve a la vida es la Vida misma de la Fidelidad a la Palabra de Dios, pues es la Voluntad de Dios la que fue el alimento constante de Jesús. Su Fidelidad hasta la muerte y muerte en Cruz nos abrió las Puertas del Reino de los Cielos y nos devolvió la filiación divina, para que ya no seamos más pertenencia nuestra sino hijos de Dios, para que ya no seamos más sólo hombres, sino hijos de Dios.
Así, día a día, con las piedras preciosas del camino y con la entrega generosa de nuestras vidas a la Voluntad de Dios vamos dándole hermosura al Templo Vivo del Espíritu Santo, y así, al mismo tiempo, vamos dándole vida al Verdadero Templo de Dios que es el Cuerpo Místico de Cristo, pues Su Palabra vive en nosotros, nos da vida y nos alienta para llevar Luz a las tinieblas y mostrar el Verdadero Camino para la liberación del mundo y construir, día a día, el Reino de Dios en la Tierra.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Iluminar el mundo con la Verdad de Dios

En nuestras vidas ha sido derramada la Luz del Espíritu para que, por medio de nosotros, ilumine las tinieblas del mundo, por eso Jesús nos invita a reconocer que no podemos estara ocultos, que no debemos cubrir su Luz en nosotros, sino que debemos hacer que esa Luz que Él nos ha concedido salga e ilumine.
Está claro que no todos somos iguales, cada uno es diferente a los demás y por eso en el evangelio del domingo nos invitó a no mirar a los demás para compararnos con ellos, sino que debemos reconocer en nosotros mismos la Luz que Él nos ha dado y que debe brillar de acuerdo a la Voluntad del Padre. Pues no somos nosotros quienes lo elegimos a Él sino que ha sido Él quien nos ha llamado a nosotros y nos ha otorgado sus dones.
Vivimos en un mundo que cada día quiere que estemos más ocultos, que la Voz de Dios no siga resonando en las calles ni en la oscuridad, sino que tapemos nuestros labios y no digamos lo que hemos aprendido del Señor, pero, como Jesús dijo en aquél tiempo: "haced callar a éstos y las piedras gritarán".
Tenemos una misión: iluminar las tinieblas para que la Luz del Espíritu haga brillar la Verdad, no nuestra verdad sino la Verdad de Dios, la Verdad que Él ha dejado en nuestros corazones para que salga a la luz el error del pecado, el error del hombre: "Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público".
"Mirad, pues, cómo oís. pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener".
¿Qué es lo que se nos dará y qué es lo que se nos quitará? Si estamos dispuestos a creer y a ser Fieles a la misión que se nos ha confiado, se nos dará la Gracia necesaria para poder llevarla a cabo. Pero si no estamos dispuestos a ir en contra del pensar del mundo, si no estamos dispuestos a ser Fieles a la misión que se nos ha dado, a la vocación que hemos recibido, pues entonces se nos quitará la Gracia pues no somos capaces de usarla como es debido, no estamos dispuestos a dar testimonio de vida, testimonio de la Verdad, testimonio de la Luz.
Sí, es una Gracia haber sido llamados por el Señor para ser sus testigos en el mundo, pero también es una responsabilidad que tenemos de llevar con nuestras vidas Su Luz al mundo, y no dejar que el mundo cubra su Luz en nosotros con sus propias mentiras.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Recibiremos más de lo que hemos trabajado

Dice el Profeta Isaías:
"Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos – oráculo del Señor -".
Y lo vemos a diario en nuestra vida, cuando intentamos entender o querer comprender a Dios, o cuando intentamos que Dios haga lo que yo quiero, nunca podemos llegar a comprender el por qué de tal o cual situación, de tal o cual cruz, de esto o de aquello. Y no es que Dios no nos quiera explicar las cosas, sino que sus planes y nuestros planes están muy distantes, su forma de darnos a entender las cosas es muy diferente a cómo nosotros queremos entenderlas. Pero cuando hay disposición de corazón siempre llegaremos a comprender su Palabra, por eso, cuando Jesús finalizaba las predicaciones decía: "quien quiera oír que oiga" o "quien quiera entender que entienda", porque, como decimos en el refrán popular: no hay peor sordo que el que no quiere oír.
Nos puede pasar así como el jornalero del evangelio, aquél que llegó primero al trabajo al cobrar lo mismo que el último, enfadado fue contra su señor porque creía que era una injusticia lo que estaba viendo. Si lo vemos desde nuestro lado sí es una injusticia, pero era justo lo que el empleador había acordado con ellos, y desde su punto de vista era justo pues era lo acordado.
Y miremos ahora la parábola desde el punto de vista de Jesús: ¿cuál es la paga que Él nos ha prometido cuando finalice nuestro día de trabajo aquí en la tierra? La Vida Eterna: reciberéis el 100 x 1 aquí y la vida eterna. Y ¿cómo consiguió Él la filiación divina y, por eso, la vida eterna para nosotros? Cuando Él vino a trabajar a esta Viña durante 33 años trabajó incansablemente, y al final de su vida nos entregó hasta la úlitma gota de su sangre para que nosotros pudiéramos alcanzar la eternidad.
Nosotros ¿trabajaremos más que Jesús durante nuestra vida? Y sin embargo vamos a recibir la misma paga que Él: somos hijos de Dios graciasa a el Hijo, y resucitaremos a la eternidad gracias a el Hijo. ¿Es injusto también recibir lo mismo que Él aunque hemos hecho mucho menos?
Por eso no es bueno comparar los trabajos y las actividades que hacemos unos y otros, porque siempre miraremos con diferentes ojos y con distintas medidas. Dios sabe lo que le pide a cada uno y por qué se lo pide, no pretendamos comprenderlo sino pidamos la Gracia para aceptarlo y para ser, cada uno de nosotros, Fieles a la Vida que se nos ha concedido vivir; ser Fieles al trabajo que el Señor nos ha pedido realizar porque la paga que recibiremos al acabar el día será mucho mayor de lo que nosotros hemos trabajado y entregado.

sábado, 23 de septiembre de 2017

La Palabra de Dios es eterna

Les dice Jesús a los apóstoles:
«A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas,” para que viendo no vean y oyendo no entiendan”.
Y San Pablo le dice a Timoteo:
"...te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo".
Dos exhortaciones sumamente importanes en nuestras vidas y en estos tiempos. Por un lado la parábola del sembrador, que tantas veces hemos escuchado y que parece que la sabemos de memoria, nos da a conocer una situación: Jesús no es que no quiere que comprendamos, sino que viviendo podamos dar razones de lo que creemos, para que seamos nosotros, quienes hemos recibido su Espíritu quienes continuemos la transmisión del "misterio de la fe", de los "misterios del reino de Dios". Y por lo tanto no se nos revelará más que lo que necesitamos para seguir siendo Fieles.
Y al escribir esto pienso en esos padres que a los niños de 3 o 6 años les dan largas charlas para hacerles entender cosas que no pueden llegar a comprender. No porque no quieran entenderlas, sino porque no tienen la capacidad racional para asimilar conceptos que son de personas adultas. Y a nosotros nos sucede lo mismo con los "misterios del reino de Dios", porque no tenemos la capacidad de comprender tanto misterio, ahora no. Por eso dice san Pablo que llegará el momento en que viéndolo cara a cara comprendamos, pero mientras tanto vemos como en un espejo (los de aquella época que eran poco claros, como si estuvieran empañados)
Por eso es necesaria la recomendación de Pablo a Timoteo: "gaurdar el mandamiento sin mancha ni reproche". Hoy, en estos tiempos que vivimos, no son pocos los que quieren modificar las leyes de Dios, los que quieren cambiar el Evangelio o porque no quieren vivirlo, o porque sus exigencias o por que se las dan de entendidos y no es que no sean inteligentes, sino que la Palabra de Dios es eterna, no es modificables.
Ayer le decía Pablo a Timoteo:
"Si alguien enseña otra cosa y no se atiene a los preceptos saludables de nuestro Señor Jesucristo, ni a la doctrina que es conforme a la piedad, es un ignorante y un orgulloso, ávido de discusiones y de vanas polémicas. De allí nacen la envidia, la discordia, los insultos, las sospechas malignas y los conflictos interminables, propios de hombres mentalmente corrompidos y apartados de la verdad, que pretenden hacer de la piedad una fuente de ganancias".
Quienes decimos que creemos hemos de creer que es Palabra de Dios, sino no podríamos entender el hecho de aceptar algo que hoy es sí y mañana no, o que pueda ser modificado según el estado de ánimo de cualquiera. La Iglesia eligió el camino de conservarla y guardarla porque, para el creyente, es Palabra de Vida y por eso mismo la hemos de buscar, leer, escuchar, relfexionar, y proclamar sin querer modificarla según los tiempos que corren.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Cristianos y pastores

De los sermones de san Agustin

No acabáis de aprender ahora precisamente que toda nuestra esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y saludable gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a Israel. Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con temor. 
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles».Acabamos de escuchar esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo. 
Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente. 
Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio

jueves, 21 de septiembre de 2017

Jesus lo vio y lo eligio

    De los sermones de San Beda el Venerable

Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. «Sígueme», que quiere decir: imítame.» Le dijo: «Sígueme», más Que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que está siempre en Cristo debe andar de continuo como él anduvo.
    Él -continúa el texto sagrado- se levantó y lo siguió.No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.
    Y sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron a colocarse junto a él y a sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de. su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor un banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo.
    
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestra asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para cenar con nosotros y nosotros con él. porque por el don de su amor habita en el corazón de los elegidos para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísirno.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Las baratijas del mundo o el tesoro de la FE?

Le dice Pablo a Timoteo:
"En verdad es grande el misterio de la piedad, el cual fue manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, mostrado a los ángeles, proclamado en las naciones, creído en el mundo, recibido en la gloria".
Un profesor mío una vez nos decía (y creo que esto ya lo he dicho otras veces, pero sirve igual):
"si creyéramos todo lo que decimos creer no tendríamos necesidad de creer en otras cosas".
¿A qué viene esto? A que si cada día recordamos y analizamos lo que decimos en el Credo y lo que leemos en la Palabra, no tendríamos necesidad de andar por otros dioses y por otros lados buscando consuelo y milagros, nos bastaría con creer y vivir lo que creemos pues "en verdad es grande el misterior de la piedad..."
Dios (es lo que creemos) nos ha revelado tantos misterios y nos ha regalado tanta vida que no nos alcanza la vida misma para poder disfrutar de todo lo recibido. Pero, como le decía Jesús a su generación: somos una generación de insatisfechos, no nos basta o no nos alcana lo que tenemos nunca pues si tenemos esto queremos aquello, y si tenemos aquello queremos esto.
Lo tenemos a Dios de quien decimos que es el Padre todopoderoso creador de Cielos y Tierra y nos buscamos pequeños dioses de arcilla, madera o de carne y hueso que nos dan una felicidad aparente y luego se desintegran y nos vamos tras ellos.
Decimos creer en Jesucristo, Señor de Cielos y Tierra, quien murió por nuestros pecados y nos dio la Vida Divina, nos alimenta con su Palabra y con su Pan de Vida, y vamos detrás de otras palabras "más buenas y sentimentales" que nos hablan de seguir engordando nuestro Yo, y nos alimentamos de la vida del mundo que no nos da nada, y dejamos Su Palabra y Su Vida de lado sobre el altar, porque no tenemos tiempo para perder con esas cosas.
Creemos en el Espiritu Santo pero nos dejamos guiar por los ideales del mundo que hoy dicen blanco y mañana negro, y vamos cambiando de color y de fe como de ropa en el verano y el invierno.
Pues sí, no hemos tomado conciencia de lo grande que es el mistrio de nuestra fe, de lo grande que es el Tesoro que se nos ha regalado, por eso vamos detrás de baratijas que brillan un día y se rompen al otro.

martes, 19 de septiembre de 2017

El ejemplo de san Pablo

De los sermones de San Agustín.


    Hallándose Pablo en cierta ocasión en suma indigencia, encarcelado a causa de la predicación de la verdad, recibió, de parte de los hermanos, bienes con qué subvenir a su pobreza y a sus propias necesidades. Y contestó a los que así lo habían ayudado y les dio las gracias, diciendo: Al socorrer mis necesidades, habéis obrado bien. En cuanto a mí he aprendido va a tener hartura y a pasar hambre, a abundar y a tener escasez. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, muchas gracias por haberme socorrido con vuestros bienes en mi apurada situación.
    Pero para mostrar qué era lo que él buscaba en el bien que habían realizado y con el fin de evitar que se introdujeran entre ellos algunos que se apacentaran a sí mismos; no a las ovejas, les da a entender que no se alegra tanto de la ayuda que ha recibido cuanto se felicita por el bien que ellos han realizado. ¿Qué es, pues, lo que él buscaba en la acción de ellos? «No busco regalos -dice-, sino rentas que se vayan multiplicando a cuenta vuestra. No persigo saciarme yo, sino que deseo que vosotros no quedéis sin dar fruto.»
    Aquellos, pues, que no llegan a realizar lo que hizo Pablo, trabajando con sus manos para procurar su propio alimento, reciban la leche de sus ovejas y sustenten con ella sus necesidades, pero no olviden tampoco las necesidades de sus rebaños. Que al anunciar el Evangelio no busquen en ello su propio interés, como si trabajaran movidos por el deseo de remediar sus propias necesidades, antes procuren hacerlo pensando en que deben iluminar a los hombres con la luz de la verdad, tal como está escrito: Estén ceñidos vuestros lomos, y encendidas vuestras lámparas; y también aquello otro: No se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín, sino para ponerla sobre el candelero, así alumbra a todos los que están en la casa. Alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial.
    Si, pues, enciendes una lámpara en tu casa, ¿no irás añadiendo aceite para que no se apague? Y si la lámpara en la que has vertido ya aceite no ilumina, ¿acaso no la tendrás como indigna de estar colocada sobre el candelero y no la romperás inmediatamente? Por tanto, en aquello mismo de donde sacamos nuestro alimento para vivir nosotros, en aquello mismo debemos encontrar el amor con que saciar a los demás. No como si el Evangelio fuera un bien rentable con cuyo precio se pagara el alimento de los que lo anuncian. Si el Evangelio se vendiera por este precio, se vendería, sin duda, una cosa de gran valor por un precio vil y exiguo. El sustento para la propia vida se recibe del pueblo, el don del Evangelio lo da el Señor. El pueblo no es, por tanto, capaz de pagar debidamente a quienes, por amor, anuncian el Evangelio; y los predicadores no deben esperar, como paga, otra cosa sino la salvación de quienes los escuchan.
    ¿Por qué, pues, son increpados los pastores y de qué se les reprende? Sin duda de haber ido tras la leche de las ovejas y de haberse cubierto con su lana, olvidando el bien de las ovejas. Buscaban, por tanto, sus intereses personales, no los de Cristo Jesús

lunes, 18 de septiembre de 2017

Una Palabra tuya bastará para sanarme

«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
En este simple párrafo podemos ver dos grandes virtudes en el centurión romano. Jesús alaba una de ellas, pero la otra también es importante, porque va unida a la primera: actitud de fe y la obediencia. Jesús alaba la fe del centurión porque como romano no cría en el Dios de los judíos, pero sí creía en el poder de Jesús, y al pedirle que ni siquiera llegara a su casa mostraba su respeto y admiración por él. Pero también el párrafo destaca el poder de la obediencia que no sólo se da en los actos de servicio, sino que el centurión la aplica a la fe.
Y es así como también debemos verla nosotros: fe y obediencia totalmente unidas, porque creer a Dios sin obedecerle no es creer en Él, sino que es usar de Él para lo que lo necesito. Es como decirle a nuestros padres: "los quiero mucho hasta el infinito", pero nunca hacerles caso o birndarles nuestra ayuda o apoyo cuando lo necesiten.
"La fe sin obras es muertas", y si no hay en nuestra vida una actitud de obediencia a la Voluntad de Dios ¿para que decir que creemos en Él si no nos importa lo que Él nos dice, nos pide o nos permite vivir?
Claro que para poder obedecer antes tengo que saber escuchar, y esa sí que me parece que es una virtud en la que no tenemos mucha práctica, porque no siempre sabemos hacer el silencio que merecen nuestros diálogos con Dios, porque en nuestros momentos de oración no dialogamos, sino que mologamos, es decir, hablamos solamente nosotros y no le damos tiempo al Señor para que hable, y Él sólo habla en el silencio.
La fe y la obediencia necesitan del diálogo en silencio con el Señor. Sí necesitamos rezar el Rosario y las oraciones que sabemos y que nos han enseñado, pero también necesitamos hacer silencio para que Su Palabra penetre no sólo en nuestra cabeza, sino que baje hasta nuestro corazón, para que no sólo la entendamos o no, sino para que también amemos Su Palabra y no sólo su poder de hacer milagros. Por que en Su Palabra el Señor nos muestra Su Voluntad, su forma de actuar, su manera de sugerirnos qué hacer, cómo hacerlo, cómo vivir.
¿Quién de nosotros cuando va a ver a un gran amigo o a su pareja habla todo el rato y cuando termina de hablar se levanta y se va dejando al otro con la palabra en los labios sin haber podido decir nada?
Así actuamos muchas veces con Dios, le largamos todo nuestro rollo y no le damos tiempo a decirnos nada, pues no hemos hecho nada de silencio, sólo le dimos la lista de la compra y ¡que se arregle! o mejor dicho ¡qué arregle nuestra vida!
"Una Palabra tuya bastará para sanarme", pero hay que escuchar y obedecer a esa Palabra.

domingo, 17 de septiembre de 2017

El duro trabajo de perdonar y pedir perdón

"Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor".
A partir del momento de nuestro bautismos fuimos consagrados al Dios. A partir de ese día y de ese momento comenzamos a vivir para el Señor y nuestra vida y nuestra muerte comenzaron a estar unidas a Él. Quizás con el tiempo, cuando comenzamos a tener conciencia de nosotros mismos hemos rechazado esa idea o con el tiempo hemos comenzado a madurar esa realidad.
Cuando descubrimos que hemos sido consagrados a Dios en el Bautismo nuestra vida comienza a cambiar, porque descubrimos y tomamos conciencia del llamado de Jesús:
"si alguno quiere venir en pos de mí niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame".
Negarnos a nosotros mismos porque tenemos que comenzar a cambiar nuestra manera de pensar, nuestra manera de vivir: no somos del mundo aunque estemos en el mundo, somos de Dios, y nuestra vida está en Dios. Hemos tomado la decisión de seguir a Cristo y nuestra vida tiene que ir configurándose con la de Jesús, y para poder aceptar lo que Él nos pide vivir tenemos que quitar de nuestra cabeza y de nuestro corazón todo aquello que no es propio del evangelio y comenzar a forjar un nuevo modo de ser: el de Cristo, cristiano.
Si no comenzamos a deshechar la forma de pensar del mundo no entenderemos el mandamiento del Amor, no podremos aceptar que no sólo tengo que perdonar hasta siete veces, sino 70 veces 7, que es mucho más que 490 veces, es perdonar como Dios nos perdona y ¿puedes calcular cuántas veces te ha perdonado Dios?
La ley del Amor que nos dejó Jesús en la Última Cena ya no es la misma que antes en el Antiguo Testamento, aunque no la abolió, sino que la llevó a la plenitud: "amaos unos a otros como Yo os he amado", dando la vida en la Cruz y perdonándonos desde la Cruz: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".
Sí, hay que ser muy fuerte para pedir perdón, pues reconocer nuestros errores y nuestros pecados no nos es fácil, por eso hay que trabajar mucho nuestro espíritu para tener la capacidad de pedir perdón, no sólo a Dios con la confesión, sino a los hermanos a quienes he dañado con mis palabras, obras y omisiones.
Pero también hay que ser fuerte y llenarnos del Amor de Dios para perdonar, porque muchas veces el rencor y la venganza, se cuelan en nuestro corazón y nos endurecen el alma para no dar nuestro perdón. Sólo mirando a la Cruz del Señor podemos elevar nuestro espíritu hasta ese nivel de Perdón y aprender a perdonar como Él nos perdonó.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Albañiles del Arquitecto

Según dicen los que saben para poder construir una casa primero hay que reconocer el terreno, saber si el lugar en dónde se va a construir es viable o no, si es de piedra o de arena, si se puede levantar ahí la casa o no. Y en esto se basan las dos lecturas de hoy.
"Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús toda mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna".
San Pablo tiene un serio conocimiento de sí mismo, de su vida anterior y de su vida presente, sabe bien quién fue y quién es, pero, sobre todo, sabe Quién ha comenzado a actaur en él y por qué y para qué. Reconocer nuestra realidad de pecadores no es indigno, sino que es el comienzo para recibir la Gracia del Señor, pues del reconocimiento de nuestra pobreza surge nuestro arrepentimiento.
Es así como comenzamos a reconocer y el terreno y limpiarlo de malezas para empezar a construir sobre el, aunque sabemos que tampoco somos los constructores del edificio que el Arquitecto quiere construir, sino que somos simples albañiles que estamos a las órdenes del que realmente sabe cómo construir y qué construir.
Y, así lo primero que hará será comenzar por los cimientos. Cimientos fuertes y bien consolidados sobre la Roca Firme de nuestra Fe, sobre Cristo Jesús, que es la Roca sobre la cuál se asentará todo el edificio que comenzaremos a construir: una Nueva Vida en, por y para Cristo.
Tendremos que ser conscientes que esos cimientos llevarán tiempo, habrá que cavar profundo y comenar a llenarlos con buen material para que todo lo demás tenga dónde asentarse. El material que usaremos no será sólo un material aprendido de memoria y frases "compradas" por monedas, sino que tendremos que reflexionar la Palabra y dejar que Ella se vaya "adentrando" no sólo en nuestra memoria, sino en nuestro corazón e ilumine y modifique nuestra vida para poder así vivir lo creemos, para luego poder predicarlo.
No seamos de aquellos que se aprenden algunas frases y luego salen a predicarlas y señalar con el dedo acusador a los que no las conocen o no saben dónde están escritas, pues ese dedo acusador se usará también para señalar al mismo predicador cuando no sea capaz de vivir lo que predica.
Por eso, el Arquitecto de nuestra vida usará todos los materiales y los elementos necesarios para que el edificio de nuestra Vida sea sólido, requerirá de nuestra disposición y aceptación de todo lo que Él mande para que, en Fidelidad a su Proyecto, podamos alcanzar el Buen Fin y llegar así a ser lo que Él quiere de nosotros: Luz, Sal y Fermento en el mundo.

viernes, 15 de septiembre de 2017

María de pie junto a la Cruz

De los Sermones de San Bernardo, abad

El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste -dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús- está predestinado por Dios para ser signo de contradicción; tu misma alma -añade, dirigiéndose a María- quedará atravesada por una espada.
    En verdad, Madre santa, atravesó tu alma una espada. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús -que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo- hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar: Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.
    ¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?
    No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.
    Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Éste murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superioral que pueda sentir cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Exaltación de la Santa Cruz

¿Por qué exaltar la Cruz? ¿Por qué una Fiesta para la Cruz? Porque Dios en la Cruz se manifestó el infinito Amor del Padre por los hijos, por nosotros, por mí y por tí. Pero no exaltamos la Cruz como fin de nuestro camino, sino como un medio para alcanzar la Salvación. Es cierto que no es lo que esperamos que el Padre quiera para nosotros, como, seguramente, no es lo que quería el Padre para su Unigénito, pero sí es lo que Él vio como único Camino para redimirnos del Pecado Original y devolvernos la filiación divina que habíamos perdido.
Por eso la litrugia, en el Pregón Pascual canta:
"Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!"
Pero en esa Cruz también nos subimos cada uno de nosotros para ofrecernos como ofrendas vivas para continuar lo que Cristo comenzó, tomando las palabras de San Pablo que esperamos vivir junto con él:
"Ahora me alegro de mi sufrimiento por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia..."
No, no es lo que esperamos de un Dios Padre misericordioso, pero es lo que Él ha permitido y querido para que obtengamos la Salvación, y así el Hijo nos lo ha dicho el día que nos invitó a seguirlo:
"quien quiera venir detrás de mí niégueses a sí mismo, cargue su cruz de cada día, y sígame".
No lo cargaremos con gozo al principio pero sí la cargaremos con la ayuda de la Gracia del Señor, pues Él sabe que ese peso no es posible llevarlo solos, por eso nos dejó los sacramentos por los cuales nos llega la Gracia para fortalecer nuestro espíritu y no rechazar sino aceptar la Cruz de cada día, dando así un sentido redentor a todo lo que nos toca vivir.
Unimos nuestras vidas a la Vida de Cristo y unimos nuestras cruces a la Cruz de Cristo, para que nuestra vida cristiana sea plena y tenga sentido, porque no sólo buscamos al Jesús de los milagros y la gloria, sino que nos unimos al Jesús del Huerto y el del Gólgota, para seguir siendo verdaderos insturmentos en Manos del Padre y llevar con nuestra vidas Nueva Luz y Nueva Vida al mundo en el que vivimos.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Una Vida Nueva en Cristo

"Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él".
Si no aprendemos a morir a nuestro hombre humano y mundano, nunca podremos llegar a entender las Bienaventuranzas de Jesús, pues nuestra humanidad nos tiene atado a la mundanidad, a lo material, a lo que nos impide elevar nuestro espíritu a bienes más altos que los del mundo.
Claro que es un trabajo de todos los días ponernos en la presencia del Señor, elevar nuestro espíritu en la oración, pero no es sólo estar un momento en oración y después salir sin más ni más a la calle. No. Aquello que he visto y oído en la oración de la mañana es lo que me hace salira la calle con un deseo de no dejarme conquistar ni por mi instinto, ni por mis sentimientos, ni por mis gustos, sino por lo que Dios me está pidiendo que diga o haga, que acepte o renuncie.
Cuando acepto este camino de santidad que Jesús me está ofreciendo es cuando comprendo que ya mi vida no será la misma, sino que a partir de ese momento comenzará a cambiar, pues he encontrado un tesoro que supera todo lo que podía imaginar: la Vida en Cristo, la Vida por Cristo, la Vida para Cristo.
A partir de ese momento puedo comenzar a comprender el sentido de la pobreza espiritual, el sentido de comenzar a llorar por lo que aún me falta entregar y me falta renunciar, el sentido de tener un deseo constante de alimentarme del Señor porque Él es el Pan que me da Vida. Pues en Él encontraré las respuestas a todas mis preguntas, la Verdad para todos los Caminos, la Vida para todos mis deseos.
Pues cuando me creo rico en espíritu y no deseo nada de nadie, nada me consuela en mi dolor, nada me fortalece en mi debilidad, nada me sacia cuando el deseo se transforma en vanidad, en orgullo y soberbia, pues ya he dejado de ser una criatura, un hijo, para convertirme en un falso dios que cree que todo lo puede, y sin embargo, todo desparecerá en su vida en un segundo.
"¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador..."
A veces nos mentimos a nosotros mismos para no ceder ante lo que el Señor nos pide, nos mentimos diciéndonos que todo está bien, que el Señor no pide más, que no necesito nada más del Señor; hasta llegar al punto de decir que Dios no existe para no tener que poner mi vida en sus manos, ni tener que renunciar a lo que no quiere entregar. Pero sigo sin paz, sin bienestar, sin poder alcanzar lo que tanto he buscado y sólo en Dios lo he encontrado...

martes, 12 de septiembre de 2017

Escuchare lo que me dice

De San Bernardo, abad

Leemos en el Evangelio que en cierta ocasión, al predicar el Salvador y al exhortar a sus discípulos a participar de su pasión comiendo sacramentalmente su carne, hubo quienes dijeron: Este modo de hablar es duro. Y dejaron ya de ir con él. Preguntados los demás discípulos si también ellos querían marcharse, respondieron: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. 
Lo mismo os digo yo, queridos hermanos. Hasta ahora para algunos es evidente que las palabras que dice Cristo son espíritu y son vida, y por eso lo siguen. A otros, en cambio, les parecen inaceptables y tratan de buscar al margen de él un mezquino consuelo. Está llamando la sabiduría por las plazas, en el espacioso camino que lleva a la perdición, para apartar de él a los que por él caminan. 
Finalmente, dice: Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado». Y en otro salmo se lee: Dios ha hablado una vez. Es cierto: una sola vez. Porque siempre está hablando, ya que su palabra es una sola, sin interrupción, constante, eterna. 
Esta voz hace reflexionar a los pecadores. Acusa los desvíos del corazón: y en él vive, y dentro de él habla. Está realizando, efectivamente, lo que manifestó por el profeta, cuando decía: Hablad al corazón de Jerusalén. 
Ved, queridos hermanos, qué provechosamente nos advierte el salmista que, si escuchamos hoy su voz, no endurezcamos nuestros corazones. Casi idénticas palabras encontramos en el Evangelio y en el salmista. El Señor nos dice en el Evangelio: Mis ovejas escuchan mi voz. Y el santo David dice en el salmo: Su pueblo (evidentemente el del Señor), el rebaño que él guía, ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón». 
Escucha, finalmente, las palabras del profeta Habacuc. No usa de eufemismos, sino de expresiones claras, pero que expresan solicitud, para dirigirse a su pueblo: Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas. También nosotros, queridos hermanos, pongámonos de centinela, porque es tiempo de lucha. 
Adentrémonos en lo íntimo del corazón, donde vive Cristo. Permanezcamos en la sensatez, en la prudencia, sin poner la confianza en nosotros, fiándonos de nuestra débil guardia

lunes, 11 de septiembre de 2017

La lucha constante para ser Fieles

"Quiero que sepáis el duro combate que sostengo por vosotros y por los de Laodicea, y por todos los que no me conocen personalmente; para que se llenen de ánimo sus corazones y, estrechamente unidos en el amor mutuo, alcancen en toda su riqueza la plena inteligencia y el perfecto conocimiento del misterio de Dios, que es Cristo".
El domingo, por medio del Profeta Ezequiel, el Señor nos hacía pensar en la misión del profeta, de la misión que cada uno tiene, desde el bautismo, de anunciar y acompañar a sus hermanos en el Camino hacia la Salvación. Hoy, San Pablo, le escribe a los colosenses y hace una hermosa referencia a su propia misión como apóstol de Cristo, una misión que no es sencilla, sino que le implica un gran sufrimiento que, sin mérito alguno, lo une a la Cruz de Cristo para la salvación de todos.
En estos tiempos que vivimos no son pocos los que sufren lo mismo para mantenerse firmes en el seguir a Cristo, pero más aún, para predicar a Cristo. El duro combate contra el mundo que vivimos exige mucha fortalece para el apóstol, para quien quiere ser cristiano con todas las letras. Por que, por supuesto, que ser apóstol es para todos los que pertenecemos a nuestra Iglesia, pues no sólo es apostólica por estar cimentada sobre los Apóstoles, sino porque su misión es una misión apostólica y todos los que pertenecemos a ella hemos sido llamados por Jesús para anunciar Su Palabra, Su Buena Noticia.
Por eso, en este breve párrafo que he copiado de San Pablo, él nos cuenta lo que está viviendo: "el duro combate que sostengo por vosotros", pues a él mismo le cuesta la lucha entre el Espíritu y la carne, para mantenerse fiel a Cristo, a Su Palabra; le cuesta el ser modelo de vida pero acepta gustoso el sufrimiento por Cristo y su Iglesia.
Y ¿para qué acepta el sufriiento? ¿Por qué quiere ser modelo de vida si basta con la predicación? Para "que alcancen en toda su riqueza la plena inteligencia y el perfecto conocimiento del misterio de Dios, que es Cristo". A Él tenemos que alcanzar, alcanzar a conocerlo plenamente en todo su misterio y por eso, necesitamos vivir esa lucha constante entre el espíritu y la carne, entre Dios y el mundo, para poder gozar de su Luz, de su Verdad, de su Vida. Si dejamos que gane la batalla la oscuridad y las tinieblas del mundo, nada de lo que decimos o predicamos tendrá sentido para los demás, porque nuestra vida como profetas, como apóstoles, como cristianos tiene sentido si vivimos en Cristo, por Cristo y para Cristo. Y ahí está el duro combate de nuestra vida, reconocer que aún no hemos alcanzado el deseo pleno de ser total pertenencia del Señor, y por eso nuestra lucha contra el mundo no es tal.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Nuestra misión como profetas

"Esto dice el Señor:
«A ti, hijo de hombre, te he puesto de centinela en la casa de Israel; cuando escuches una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte".
Esta la misión del profeta que el Señor Dios le comunica a Jeremías: escuchar y anunciar, pero no escuchar lo que quiero y anunciar lo que me de la gana, sino escuchar la Voz de Dios y anunciar lo que Él me pide para la Salvación de los hombres. San Pablo va a decir: "¡Ay de mí si no predicara!", no porque él fuera el mejor de los hombres sino porque para esa misión lo había llamado el Señor y le había concedido su Espíritu, para anunciar el Camino de la Salvación.
Y esa es también la misión de todos los que hemos recibido el agua del Baustismo y el Óleo de Consagración, pues en ese momento fuimos ungidos como: sacerdotes, profetas y reyes. A partir de ese momento tendríamos que haber aprendido a escuchar la Voz del Señor para ir configurando nuestro corazón a Su Palabra y así poder vivir y anunciar.
Junto a la definición de la misión del Profeta, el Señor le advierte:
"Si yo digo al malvado: “¡Malvado, eres reo de muerte!”, pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida».
Está en juego nuestra relación con Dios, nuestra vida está unida a nuestra fidelidad a la misión que se nos ha encomendado.
Claro que es más fácil salir a la calle y, como en los programas amarillos o rosa de la TV, ir sacando los "trapitos sucios" de mis vecinos a la calle, ir señalando con el dedo los pecados de todos los que se me crucen por el camino. Pero no es ese el método que nos pide el Señor, sino este otro:
«Si tu hermano peca, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano".
El método de la corrección fraterna, algo muy en desuso en nuestras vidas, como el hecho de escuchar la Voz del Señor. Nos gusta más dar a conocer el pecado de mi hermano a los demás que ayudarlo a encontrar el camino de la conversión. Incluso no muchas veces lo ayudamos con nuestra oración para que cambie de vida,
Por eso mismo San Pablo nos dice:
"A nadie le debáis nada, más que amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley".
No dejemos que la imprudencia, el chusmerío o el cotilleo diario, nos impidan poner en práctica la misión que el Señor nos ha encomendado, sino que pidiendo la fortaleza y los Dones del Espíritu ser fieles a lo que el Señor nos pide día a día.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Sobre las bienaventuranzas

San León Magno, papa

Después de haber encomiado el Señor la bienaventuranza de la pobreza, prosiguió diciendo: Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. El llanto al que aquí se promete el consuelo eterno nada tiene que ver con la tristeza de este mundo, ni hay que creer que las lágrimas que derraman los hijos de los hombres, cuando en su tristeza lloran, a nadie hagan feliz. Es muy distinta la razón de las lágrimas de las que aquí se habla, muy otra la causa de este llanto de los santos. La tristeza religiosa es la que llora los pecados propios o bien las faltas ajenas; esta tristeza no es ni tan sólo la que se lamenta ante el castigo con que Dios nos amenaza, sino que se duele simplemente ante la iniquidad que los hombres cometen, pues sabe que es mucho más digno de compasión el que hace el mal que quien lo sufre, porque el inicuo, con su pecado, se hace reo de castigo, en cambio, el justo, con su paciencia, merece la gloria.
    A continuación el Señor añadió: Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Aquí se promete la posesión de la tierra a los sufridos y mansos, a los humildes y modestos, y a los que están dispuestos a soportar toda clase de injurias. No se debe estimar pequeña o de baja calidad esta herencia, como si fuera algo diverso del reino de los cielos, pues, en realidad, aquí se trata de aquellos que van a entrar en el reino de Dios. En efecto, la tierra prometida a los sufridos, y cuya posesión se dará a los mansos, no es otra sino los propios cuerpos de los santos, los cuales, como premio de su humildad, serán transformados en la resurrección feliz y se verán revestidos de una gloriosa inmortalidad. Esta carne, revestida así de inmortalidad, en nada contrariará ya al espíritu, antes bien, vivirá siempre en unidad perfecta y en consentimiento pleno con el querer del alma. Entonces realmente el hombre exterior será la posesión pacífica e inmutable del hombre interior.
    Esta tierra, pues, la poseerán los sufridos con una paz perfecta y sin que nada disminuya nunca el gozo de esta posesión, pues, entonces, esto corruptible se vestirá de incorrupción, y esto mortal se vestirá de inmortalidad; de este modo el castigo se habrá convertido en premio y lo que era carga se habrá tornado honor.