"En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: al Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido".
Hubo otros momentos en que aunque no comprendían las parábolas, los discípulos, se animaban a preguntarle a Jesús qué es lo que quería decir con esas palabras, pero en este caso no se animan a preguntar. ¿Por qué no se animan a preguntar? Porque tienen miedo de la respuesta que Jesús les puede dar, tienen miendo de poder entender el misterio de la Cruz de Jesús, miedo de comprender y tener que aceptar cuál es el Camino que el Padre le está mostrando al Hijo.
Se podría decir que aquí "quieren ser sordos para no tener que oír", pues las palabras que salen de la boca de Jesús no hablan de las maravillas del Reino, no hablan de las bondades del amor, ni de la misericordia providente del Padre, sino que hablan de la entrega hasta la muerte de Jesús.
Siempre que se nos presenta ante nuestros ojos una situación de dolor, de cruz, de muerte todo se oscure ante nuestra mirada, todo se nubla en nuestra mente y nos quedamos como parados frente a esa realidad que, aún ni con la fe, podemos llegar a comprender. Y por eso siempre surgen las mismas preguntas que hacen doler más el corazón. ¿por qué a mí Señor? ¿por qué tener que vivir esta situación? O, quizás, como diría San Pedro: ¿si lo hemos dejado todo por tí, por qué esto?
Y ahí nos tenemos que asociar al Jesús del Huerto de los Olivos, que aún con miedo y dolor clamó al Padre: "Padre, si es posible aparta de mí este Caliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la Tuya". Y era tan grande el dolor y la oscuridad del final del camino que tres veces clamó al Padre. Y el Hijo aceptó la Voluntad del Padre.
No siempre comprenderemos el por qué de la Voluntad de Dios. No siempre entenderemos el sentido del por qué Dios permite que suceda tal o cual cosa. Pero siempre tendremos la fortaleza de su Espíritu y de su Amor para recorrer el Camino de la oscuridad de la fe, guiados por Su Mano, sostenidos por su cayado de Buen Pastor que nos guía por oscuras quebradas y valles tenebrosos, hasta llevarnos a los pastos más frescos y dulces donde recobrar nuestras fuerzas.
Jesús nos enseña en el Huerto de los Olivos que a pesar de la oscuridad que provoca el dolor de la Cruz, siempre la confianza en la Providencia del Padre nos dará la fortaleza necesaria para llegar hasta el final del Camno y recuperar la vida que parecía perdida.