viernes, 11 de agosto de 2017

Seguir a Cristo

Creo que no se puede pensar a Santa Clara de Asís sin asociarla a San Francisco de Asís, pues los dos marcaron la historia de la Iglesia con una huella muy particular. Los dos, de diferente maneras, se hicieron eco de las palabras de Jesús que nos recuerda el Evangelio de hoy:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.
¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?"
Francisco primero fue quien aceptó este llamado y dejando todo y renunciando a sí mismo se lanzó detrás del Señor a vivir la pobreza más radical. Una vida que fue conquistando, poco a poco, otros discípulos que, por su ejemplo, se encontraron con la alegría de vivir despojados de todo para estar sólo en Diios. Así fue cómo la Vida de Cristo llegó al corazón de Clara quien aceptó seguir las Huellas de Jesús por el camino que iba marcando Francisco de Así.
Sus vidas, como la de todos los santos, son para nosotros un aliciente y una esperanza porque en ellos descubrimos que es posible una vida de total entrega en el seguimiento de Cristo.
De más está decir que para cada uno de nosotros hay un estilo de vida diferente, pero todos unidos en un solo Camino: Jesús, viviendo una sola Vida: Jesús, y aceptando una sola Verdad: Jesús; pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso, antes de que nos decidamos a decirle que Sí para seguirlo nos dejó bien claro cuales eran las condiciones para ir detrás de Él. No nos engañó y nos dijo que todo iba a ser fácil, sino que desde el principio de su llamado nos advirtió que no sería fácil, pero también nos dijo que "nada podríamos hacer sin Él", pues para Dios nada es imposible.
Nuestra vida cristiana comienza, como la de todos los santos, con una actitud de confianza en la Providencia, pues sin ella nada podríamos hacer. Pero también con una total conciencia de que la Providencia solo actúa si nos vaciamos de nosotros mismos y somos total pertenencia al Señor, para vivir intensa y radicalmente su Voluntad.
¿Por qué tanta exigencia? Porque lo que se nos brinda y se nos regala es mucho más de lo que podemos esperar. Y, como dice San Pablo, el precio que se pagó por lo que se nos brinda ha sido precio de sangre. Si lo miramos con esos mismos ojos veremos que es muy poco lo que nosotros le entregamos al Señor, para que Él nos colme con sus bendicones y nos sostenga con su Amor. Es muy poco a lo que tenemos que renunciar para llegar a ser su hijos y alcanzar la Vida.
"Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre».

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