Le dice San Pablo a los Corintios:
"Hermanos:
El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará.
Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama “al que da con alegría”.
Cada paso que damos en cada día es un paso de siembra, pues no podemos no sembrar, no podemos no dar; somos seres sociales que viven en sociedad y por eso cada acto nuestro es una acto de siembra, y cada uno siembra lo que lleva en su corazón, lo que lleva en sus manos, pero también siembra de acuerdo a su corazón, a lo que dicta su corazón y su razón.
Cuando nuestro corazón está lleno de egoísmo y vanidad, mi siembra será de manera tacaña, pues todo lo quiero reservar para mí y por eso la cosecha no será abundante, si es que hay cosecha; porque al final lo que todos queremos es que en la amistad podamos compartir nuestras vidas, pero si la otra parte no comparte llega un momento en que uno se retira y el egoísta queda consigo mismo.
Pero si el corazón está lleno del amor de Dios, si el corazón se ha vaciado de sí mismo y busca vivir en la Verdad, siempre su siembra será no sólo abundante sino que será fructífiera, su semilla solamente no brotará en los corazones cerrados a la verdad, al amor, a la esperanza.
Y en la medida en que se siembra generosamente y con alegría, en una medida rebosada recibirá del Señor toda su Gracia, por eso no sólo no se quedará sin nada sino que tendrá en abundancia para seguir dando y sembrando.
"Dios ama al que da con alegría", una hermosa frase que tiene que llenar nuestra vida y nuestros días, pues como decía la Madre Teresa de Calcuta: un cristiano siempre tiene que estar sonriente. La sonrisa, la alegría en nuestros ojos y en nuestro rostro es el signo más perfecto de una vida vivida en la confianza en la providencia, una Providencia que siempre llena el corazón del hombre de su Gracia para que sea fuerte en las caídas, para que sea fuerte en el dolor, para que sea sabio en las decisiones, para que sea sabio en la hora de aconsejar, para que sepa amar sobre todas las cosas y entregar el perdón a quien lo desee.
La alegría no es la expresión de una vida sin cruces ni dolores, sino que es la expresión de la confianza de aquél que sabe dejarse caer en las Manos Amorosas del Padre, que se siente protegido y sostenido por la Madre y confianzdo en que Jesús, su Hermano siempre lo alimentariá para permanecer de pie en todo momento, ya sea en la Cruz como en el gozo. La alegría es la expresión del haber sido Fiel al abandono de sí mismo que el Señor nos pidió para poder seguirlo, y libre de uno mismo va en busca del Amor de los Amores, y de su Mano vivir en el deseo constante de hacer, cada día, Su Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo.
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