jueves, 31 de agosto de 2017

Salmente tenemos un hoy, no lo despreciemos

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor".
Podemos caer en el error de pensar que el Señor se refiere únicamente al día en que nos llame a comparecer ante el Padre antes de decididir si vamos al Cielo o no. Una idea que nos da es esa, pues no sabemos cuándo nos llamara el Señor a participar de su reino celestial.
Pero también es por que todos los días el Señor viene a buscarnos para ser sus instrumentos en este mundo, todos los días el Señor viene a nuestro lado para ver si queremos ser Fieles o no, si queremos hacer su Voluntad o la nuestra, si queremos construir o destruir, si queremos amar o no.
E incluso hay otra realidad que también hemos de pensar: ¿qué pasaría si teniendo que haber dado un abrazo o pedido perdón no lo hice en el momento oportuno y ya hoy no lo puedo hacer? Si estaba muy ocupado en mis asuntos, o muy cegado por mi orgullo o vanidad, o mirando para otro lado y se me pasó una oportunidad de decir, de dar o de hacer algo que siempre quise y ya no lo podré hacer porque la persona que lo necesitaba de mí ya no está más...
"Cada día tiene su propio afán" nos dice Jesús, y si es hoy cuando veo que tengo que hacer algo, decir algo sólo es hoy, no es ni ayer que no existe, ni mañana que aún no llegó.
"No dejeis para mañana lo que podéis hacer hoy".
Así en el salmo hay unas hemosas peticiones para hoy y todos los días:
"Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos".
Que adquiramos un corazón sensato para saber que el tiempo y la vida no son nuestros, son un Don que se nos ha regalado y lo tenemos que usar de la mejor manera: con alegría y júbilo, para que todo lo que el Señor nos pide que hagamos de frutos y frutos abudantes pues están regados con Su Gracia y no con nuestra vanidad.
Porque si cada día somos Fieles al Señor, no hará falta que nos preparemos para el último día, sino que todos los días serán el primer día y el último de mi vida, pues mi vida es del Señor y en cada atardecer daré Gracias por haber podido ser un instrumento fiel en Sus Manos.
Y "en cuanto a vosotros Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Señor, santos e irreprensibles en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos".

miércoles, 30 de agosto de 2017

Como un padre a sus hijos...

"...lo mismo que un padre con sus hijos, nosotros os exhortábamos a cada uno de vosotros, os animábamos y os urgíamos a llevar una vida digna de Dios, que os ha llamado a su reino y a su gloria.
Por tanto, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque, al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes".
Anoche alguien me preguntaba por qué la gente a los sacerdotes nos llamaba "padre", y se nota que me quedó esa pregunta rondando en la cabeza, y es san Pablo quien lo explica bien a los Tesalonicenses: "lo mismo que un padre con sus hijos...". Es la actitud de aquél que ha sido puesto a cargo de una familia: la familia de los hijos de Dios, que sin querer ocupar el lugar del Padre, somos sus instrumentos para acompañar a sus hijos por el Camino que Él mismo nos ha mostrado que tenemos que recorrer.
Aunque no es nuestro querer "usurpar" el nombre de Padre, por aquello que dice el Señor: "a nadie llaméis Padre porque sólo tenéis uno el Padre del Cielo", pero por el amor que nos tienen los que a nosotros el Padre nos encomienda nos otorgan, inmerecidamente su nombre.
Y así es la tarea, no sólo de los sacerdotes, sino también de todos los padres de familia: animar a sus hijos a llevar una vida digna de Dios, mostrando el Camino no desde una mera palabra humana, no desde el gusto humano de los padres terrenales, sino desde la Palabra que el Padre nos ha dirigido desde sus Profetas hasta su Propio Hijo. Animar a tiempo y destiempo, como dice san Pablo, intentando ser Fieles, siempre, a la Palabra de Dios porque es la única que nos muestra el Verdadero Camino de la Vida, y es la única que "permanece operante" en los que creen en Ella.
Si dejamos que la Palabra opere realmente en nuestro corazones, será Ella quien ilumine las oscuridades de nuestro corazón, quien nos ayude a discernir lo que es bueno y lo que malo en el camino de la santidad, será Ella quien nos ayude a encontrar el camino de la conversión y quitar de nosotros todo aquello que es un estorbo para nuestra santidad, así no seremos receptores de los "Ayes" de Jesús:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad".
Sólo cuando la Palabra ocupa nuestro corazón y modela nuestra conducta y nuestro ser nos volvemos verdaderamente hijos de Dios, con el corazón y el alma llenos de Dios, para que nuestra vida sea, como dice Jesús, luz para iluminar las tinieblas del error del mundo.

martes, 29 de agosto de 2017

El martirio diario

Siempre vemos el martirio como la entrega total de la vida en nombre de Cristo, pero en una muerte cruenta generada por los enemigos de la fe. Y esa es una de las razones o uno de los martirios que más tenemos en cuenta, como el que celebramos hoy: el martirio de San Juan Bautista. Pero eso es el de mayor Gracia o el de mayor testimonio, pero hay otro martirio que es el que nos prepara para el día en que Dios, si es su Voluntad, nos pidiese dar testimonio de nuestra fe ante los enemigos de la Fe: el martirio de la muerte diaria al YO.
Sí, la famosa frase de Jesús: quien quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo. Ahí, para mi, comenzamos a vivir el martirio de la vida diaria, pues la muerte al YO está unida al testimonio que damos antes un deseo que va contra la Voluntad de Dios. La muerte diaria a uno mismo: a mis gustos, a los deseos mundanos, a lo que los demás opinen de mí, a lo que demás quieran que haga que está fuera de la Voluntad de Dios, a mis comodidades, a mi pereza, a mi vanidad, a mi egoísmo, a mi falta de comprensión, a mis rencores, a mis deseos de venganza, y ¡cuánto más puedo decir!?
Esa muerte diaria es un martirio constante porque he de mirar y analizar cada pensamiento, cada acto que voy haciendo o cada palabra que quiero decir, porque, cada día, tengo que asemejarme más a Cristo Jesús. Y, como dice San Pablo: "hay una lucha constante entre mi espíritu y mi carne, entre mi carne y mi espíritu", es el combate entre el YO y la Voluntad de Dios que genera todo un dolor constante.
Pero ese dolor constante de la lucha diaria por alcanzar la santidad, no va fortaleciendo y nos permite gozar de la más hermosa paz que el alma del hombre desea: la paz de estar en armonía con nuestro Padre Celestial, la paz de saber que vamos por el Camino que nos lleva a la Vida, y que, cada día, nos da más Vida, pues "ya no soy yo quien vive en mí, sino que es Cristo quien vive en mí", dice San Pablo.
Esa seguridad que nos da la confianza en su Amor y su Providencia es la que nos fortalece para la lucha diaria, la que nos fortalece y da esperanza de que a pesar de nosotros mismos es Él quien nos ayuda a superar la lucha y a no perder el Don de la FE.
Porque los grandes santos y los mártires pudieron ser Fieles a la Vida hasta la muerte porque cada día se fueron probando en el martirio diario, cada día fueron renunciando a su propio YO y aceptando la Voluntad de Dios que le otorgaba Gracia sobre Gracia para que el día de la prueba no sean perdedores sino ganadores de la Vida, pues no dudaron en perder la vida diaria sino que prefirieron ganar la Vida de Dios.

lunes, 28 de agosto de 2017

¡Necios y ciegos!

"En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos!
Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
... ¡Necios y ciegos!"
Para comenzar la semana el Evangelio de hoy nos llega a lo profundo para hacer un buen exámen de nuestras actitudes, de nuestras forma de actuar, de nuestra forma de vivir y de vivir con los demás.
Las lamentaciones de Jesús sobre por los escribas y los fariseos son muy duras, pues les dice realmente o les muestras sin suavizar nada los errores que cometen, o mejor dicho, la ceguera de ellos al vivir de acuerdo a un orden que ellos mismos han establecidos y que se han separado así del Camino de la Ley de Dios.
Cuando nos vamos alejando de Dios vamos creando nuestra propia versión de la Voluntad de Dios, y según nuestra versión nos exigimos y exigimos a los demás. Como somos nosotros mismos los legisladores de la nueva Ley de Dios, entonces nos convertimos en Jueces de los demás, y sale nuestro dedo acusar a buscar delitos en la vida de los demás.
Pero también intentamos, siempre con buenas intenciones (decimos), querer transformar la vida de los demás, pero según nuestros propios criterios. Por eso le dice Jesús que salen a buscar prosélitos pero los vuelven peores que ellos, porque no les enseñan a vivir según la Ley de Dios, sino según sus propias prescripciones.
Es claro que a todos nos gustaría que Dios hiciera nuestra voluntad, que Dios no nos exigiera tanto como nos exige en el Evangelio, pero ya está escrito y es un acto de Fe creer que es Palabra de Dios. Y si queremos vivir otra cosa diferente ¡pues bien! deja la Iglesia y vete a vivir lo que quieras, pero si quieres alcanzar la Vida Eterna que te ha prometido Jesús, el único Camino es su Evangelio.
Pues como le dice San Pablo a los Tesalonicenses:
"...sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido, pues cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción."
Es un Camino que nos fue anunciado por el Espiritu y el que elegimos con libertad recorrer, no lo transformemos a nuestro gusto y placer, sino que seamos Fieles a lo que el Señor ha dejado para nuestra salvación. No seamos tan ciegos y duros de entender que sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

domingo, 27 de agosto de 2017

Don y tarea

"Jesús le respondió:
«¡ Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará".
Frente a este pequeño diálogo de Jesús con Pedro se podría hablar sobre el Pontificado, sobre el Papado, pero a mi me da por pensar en otra cosa: Jesús no da puntada sin hilo.
¿Qué quiero decir? Jesús hace una alabanza a Pedro, reconoce en Pedro el Don de Dios de haber podido, por la Gracia de la Fe, reconocerlo como :
"Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y es cierto ha tenido la Gracia, Pedro, de poder reconocer lo que otros no pudieron ver o discernir, pero no fue algo que le haya venido de "la carne o la sangre", del pensamiento o de una elaboración lógica e intelectual, sino por el Don de la Fe.
Y, ahí está lo que me lleva a pensar: todo Don implica una tarea. Jesús lo alaba por el Don recibido y enseguida le muestra cuál va a ser la tarea de acuerdo a lo que ha recibido:
"ahora Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia".
A todos Dios nos ha regalado cosas, nos ha dado talentos, nos ha dado Dones, y no sólo el Don de la Fe, sinno muchas más cosas, pero nada de lo que nos ha dado es para nosotros solos, para nosotros mismos, sino que cada Don que nos ha regalado lleva implícita una tarea, una tarea que hemos de vivir en Fidelidad a lo recibido.
Y si pensamos un poco más en la vida de San Pedro, vamos a ver que el Don y la Tarea recibida no es porque él vaya a ser el mejor, sino que va a tener la capacidad de arrepentirse, de crecer en el Don recibido, de hacer frente a la indignidad del pecado y reconocer que la tarea recibida no depende sólo de él sino de su relación con Jesús, con el Padre.
San Pedro nos ayuda a descubrir que en nuestra vida también tenemos y vamos a seguir teniendo hasta el encuentro final con el Padre Eterno, imperfecciones y pecado, pero ¿cómo nos enfrentamos con ellos para seguir siendo Fieles a la tarea recibida?
Por eso Jesús en la Última Cena le dijo a Pedro: "y tú cuando vuelvas confirma a tus hermanos", cuando vuelvas de tu pecado, de tu infidelidad, cuando conozcas el dolor agrio del pecado y te des cuenta que necesitas de mi Gracia para seguir siendo Fiel, entonces vas a poder confirmar a tus hermanos, porque ellos han vivido lo mismo que tú, pero necesitan que les indiques el Camino a seguir.
Nosotros, pecadores como San Pedro y como todos los humanos, tenemos un Don y una Tarea, descubrámoslo y seamos Fieles a la Vida que el Señor nos ha regalado y nos pide vivir.

sábado, 26 de agosto de 2017

Contemplad al Señor y quedaréis radiantes

Comentario de San Gregorio de Agrigento

Dulce es la luz, como dice el Eclesiastés, y es cosa muy buena contemplar con nuestros ojos este sol visible. Sin la luz, en efecto, el mundo se vería privado de su belleza, la vida dejaría de ser tal. Por esto Moisés, el vidente de Dios, había dicho ya antes: Y vio Dios que la luz era buena. Pero nosotros debemos pensar en aquella magna, verdadera y eterna luz que viniendo a este. mundo ilumina a todo hombre, esto es, Cristo, salvador y redentor del mundo, el cual, hecho hombre, compartió hasta lo último la condición humana; acerca del cual dice el salmista: Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia.
    Aplica a la luz el apelativo de dulce, y afirma ser cosa buena el contemplar con los propios ojos el sol de la gloria, es decir, a aquel que en el tiempo de su vida mortal dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Y también: La causa de la condenación es ésta: Que la luz ha venido al mundo. Así, pues, al hablar de esta luz solar que vemos con nuestros ojos corporales, anunciaba de antemano al Sol de justicia, el cual fue en verdad sobremanera dulce para aquellos que tuvieron la dicha de ser instruidos por él y de contemplarlo con sus propios ojos mientras convivía con los hombres, como otro hombre cualquiera, aunque en realidad no era un hombre como los demás. En efecto, era también Dios verdadero, y por esto hizo que los ciegos vieran, que los cojos caminaran, que los sordos oyeran, limpió a los leprosos, resucitó a los muertos con el solo imperio de su voz.
    Pero también ahora es cosa dulcísima fijar en él los ojos del espíritu, y contemplar y meditar interiormente su pura y divina hermosura y así, mediante esta comunión y este consorcio, ser iluminados y embellecidos, ser colmados de dulzura espiritual, ser revestidos de santidad, adquirir la sabiduría y rebosar, finalmente, de una alegría divina que se extiende a todos los días de nuestra vida presente. Esto es lo que insinuaba el sabio Eclesiastés cuando decía Si uno vive muchos años, que goce de todos ellos. Porque realmente aquel Sol de justicia es fuente de toda alegría para los que lo miran; refiriéndose a él dice el salmista: Gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría; y también: Alegraos, justos, en el Señor, que merece la alabanza de los buenos.

viernes, 25 de agosto de 2017

La plenitud de la Vida

"Él le dijo:
«”Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».
Muchas veces pienso que el Señor se repite demasiado con sus Palabras, dos por tres en la liturgia nos volvemos a encontrar con los mismos párrafos evangélicos y nos parece que otra vez tenemos que ponernos a pensar lo mismo. Y en ese momento me acuerdo de las recomendaciones que hacen los padres a los hijos (y no solamente la hacen cuando son pequeños) y siempre los pades, preocupados por la vida de los hijos, les recuerdan las mismas cosas: tened cuidado, si hace frío lleva abrigo, y ¡tantas otras cosas más! Es que el amor siempre está presente en la relación de familia, sobre todo.
Y la humanidad es una gran familia y como en toda familia siempre hay quienes ejercen de padres y quienes son hijos. Para los que hemos recibido el Don de la FE y nos hemos apuntado en las filas del cristianismo, tenemos un Dios que es Padre, un Dios que es Hijo y un Dios que es Espíritu Santo, y junto a Ellos el Hijo nos dio una Madre, haciendo de todos una Gran Familia: la de los hijos de Dios.
Y aunque el Padre habló por mucho tiempo por medio de los profetas, "llegada la plenitud de los tiempos nos habló por medio de su Unigénito", Jesús. Y el Hermano Mayor (aunque a veces no nos guste) nos transmite las Palabras del Padre y nos recuerda siempre lo que sólo Él ha oído de labios de Su Padre y nuestro Padre.
Y en esta Familia lo único importante y esencial es la vida en el Amor, pues hemos sido creados y nos ha dado la Vida un Dios que es Amor, y llevamos en nuestros genes el Amor de Dios que se nos ha dado por medio del Espíritu Santo. Por eso el Hijo nos dijo un día: "en estos los hombres conocerán que son hijos de Dios: en la forma en que se amen entre ustedes".
Y por más que le demos vuelta a las Sagradas Escrituras y las querramos explicar de una y otra vez, sólo queda una frase que sintetiza todo y que Jesús lo dejó grabado en una sola frase: "Un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como yo os he amado", pero no pensemos que esto nos libera de los 10 mandamientos, para nada, les da plenitud, por que Él mismo dijo: "no he venido a abolir la Ley y los Profetas sino a darle plenitud", y es el Amor quien plenifica toda la Ley y los Profetas.

jueves, 24 de agosto de 2017

Ser apóstol...

"Natanael respondió:
-«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
« ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
La fe de los apóstoles, es sobre la que está basada nuestra propia vida de fe y es, además, un modelo para nosotros, para poder creer y para poder madurar nuestra fe. Fue muy poco lo que Jesús le dijo a Natanael para que él pudiera creer en Jesús como el Hijo de Dios, como el Mesías esperado y eso le sirvió para que Jesús lo llamara a ser su apóstol, aquél que tenía no sólo que seguirlo sino que continuar la obra que Él había comenzado, no sólo en la tierra sino en su mismo corazón.
Continuar la obra de Jesús en lo exterior y en lo interior que es la parte más importante y la más difícil, muchas veces. Anunciar y predicar suele ser la parte más fácil en nuestra vida, pues si estudiamos mucho y aprendemos muchas cosas podemos tener un discurso muy persuasivo y excelente, y, además, con muchas exigencias.
Pero ese hermoso discurso, en algunos casos, se queda sin frutos porque no está acompañado de una Palabra vivida, sino sólo de una Palabra aprendida. Como Jesús, los apóstoles "hablaban como quien tiene autoridad", así decía la gente de Jesús, porque la autoridad no viene de si hablo fuerte, si grito o si digo muchas palabras unidas; la autoridad viene de la palabra vivida.
Esa fuerza viene de un mensaje que no transmite vanidad ni se transmite a sí mismo, sino que es un Mensaje que ha sido dado, que ha sido comunicado, porque transmiten el Mensaje de la Cruz, el Mensaje de la Vida. Escribía así San Juan Crisóstomo:
"El mensaje de la cruz, anunciado por unos hombres sin cultura, tuvo una virtud persuasiva que alcanzó a todo el orbe de la tierra; y se trataba de un mensaje que no se refería a cosas sin importancia, sino a Dios y a la verdadera religión, a una vida conforme al Evangelio y al futuro juicio, un mensaje que convirtió en sabios a unos hombres rudos e ignorantes. Ello nos demuestra que lo necio de Dios es mas sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres".
Y así, nosotros, todos como los apóstoles transmitimos con nuestras vidas el Mensaje de Jesús, damos a conocer al mundo, con nuestras vidas, la Vida que Jesús nos dio, la Vida que Él nos entregó y que alimenta cada día en el Banquete Celestial. Por eso no nos importa si somos más sabios o menos sabios, si somos más intelectuales o no, si hemos estudiado mucho o poco, lo que importa es si creemos o no creemos, si le dijimos que ¡Sí! al Señor para seguirlo o nos hemos quedado sentados esperando que otros hagan el trabajo por nosotros.

miércoles, 23 de agosto de 2017

El llamado a trabajar en la Viña del Señor

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña".
Hoy más que nunca me ha sonado mucho este pasaje en el corazón. ¿Por qué? Porque hoy hace 25 años que fui ordenado Diácono, un paso importante en la vida sacerdotal, pues ya comienzas a ver reflejado aquél llamado que el Señor había hecho hace unos años para comenzar a trabajar en su Viña. Un llamado del que Él se encargó de que diera, para mi vida, muchos frutos, aunque aún queda mucho por andar y por crecer.
Cuando el Señor viene y te llama no dudes en darle un ¡SÍ! pronto y seguro, pues Él nunca te traicionará, nunca te dejará tirado sin darte lo que necesitas, aunque, muchas veces, pareciera que no está a tu lado, pero siempre está cuando te dejas encontrar por Él.
El llamado del Señor a trabajar en su Viña para muchos es un trabajo que da miedo, que no es posible, que pareciera que uno no es digno de llevarlo a cabo, que te priva de muchas cosas, que no te da plenitud y ¡tantas otras excusas que se ponen para no ir a trabajar a la Viña! Y no es así. Como todo llamado del Señor ya desde el principio implica no un renuncia sino una aceptación a seguirlo, pues la renuncia con su Gracia es aceptación de un estilo de Vida para el que Él te da todo lo necesario para poder llevarlo a cabo. Cuando Él te contrata para el trabajo en su Viña te da todas las herramientas para hacerlo, sólo basta que tú dispongas el corazón para llevarlo a cabo con las herramientas que Él te da.
Cuando queremos hacer el trabajo con nuestras propias herramientas o con nuestros propios proyectos sin tener en cuenta lo que el Dueño de la Viña desea, entonces es cuando todo sale mal o no tan bien cómo pretendía el Dueño de la Viña. Además uno siempre termina más cansado de lo normal pues cuando nos lanzamos a hacer nuestros propios planes, o a proyectar nuestro egoismo en el trabajo en la Viña del Señor, terminamos la faena agotados y sin buenos resultados, o resultados que se esfuman como flor de un día.
Por eso, cuando el Señor llama a tu corazón y te pide ir a trabajar a su Viña no tengas en cuenta lo que eres o lo que tienes, o lo que buscas o deseas, sino ten en cuenta cuál es el deseo del Dueño de la Viña, porque su deseo superará todas tus expectativas, todos tus sueños y, sobre todo, te dará en abundancia más de lo que anhelas.

martes, 22 de agosto de 2017

Como María...

Hay pasajes evangélicos que uno no se cansa de escuchar y leer, y, para mí, uno de esos es el de la anunciación. Es que intento imaginar el día, el lugar y el diálogo entre María y el Ángel y tiene que haber sido un momento lleno de... todo, porque no se puede poner en palabras lo que María tiene que haber sentido en ese momento.
Si bien el relato dice que María se sobresaltó, pero claro, no era común que una niña o adolescente recibiera tan inesperada visita, y menos aún tan inesperado saludo:
"¡Alégrate llena de Gracia, el Señor está contigo!".
Aunque, seguramente, Ella siempre sentiría al Señor consigo pues su vida era una vida de entrega cotidiana, de relación permanente con el Señor, pues había sido bendecida desde el seno materno. Pero que venga un Ángel del Cielo y te lo diga es muy fuerte de escuchar y sobre pasa lo que uno puede esperar.
Sin embargo, ese saludo también puede ser para nosotros, porque Ella nos dio al Autor de la Gracia, Nuestro Señor Jesucristo, y cuando estamos en Gracia y lo recibimos en nuestro corazón y alma, también estamos llenos de Gracia, como lo estuvo María. Por eso también nuestra vida tiene que mostrar la alegría de estar en Cristo, pues Cristo está en mí, su Amor está en mi corazón y su Espíritu es quien anima mi vida.
Es seguro que como María, muchas veces, nos preguntemos: "¿Pero cómo puede ser esto?", porque cuando escuchamos la misión que tenemos que realizar, cuando somos conscientes de lo que significa ser cristianos, ser Fieles a la Vida que el Señor nos dió, cuando tenemos que renunciar a nuestro Yo y seguir a Cristo... ¿cómo puedo hacer eso? ¿no soy digno de hacerlo! ¡No tengo fuerzas para hacerlo! ¡No sé cómo hacerlo! Es que tú no tienes que hacerlo, tú te tienes que disponer para dejar que Dios obre en tí, por eso, el Ángel le respondió a María: "El Espíritu Santo descenderá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con tu sombra."
Es el mismo Espíritu Santo que recibimos el día de nuestro bautismo, el mismo que nos dio sus Dones el día de nuestra Confirmación, y es el mismo que "desde dentro nuestro clama a Dios llamándolo ¡Abba! ¡Padre!". Pero nada hará en nosotros si no se lo permitimos, nada podrá hacer si no lo dejamos hacer, si le ponemos barreras a su Poder Él nada hará con nosotros y así nos perderemos la oportunidad de alcanzar la plenitud que Él mismo quería para nosotros. Por eso, como María, dándonos cuenta de que sólo tenemos que disponernos a la acción del Espíritu, decimos:
"Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho", y el Espíritu Santo nos fortalecerá, nos instruirá, nos colmorá de sus Dones para ser Fieles a la Voluntad de Dios.

lunes, 21 de agosto de 2017

vosotros sois la sal

    De San Juan Crisostomo

Vosotros sois la sal de la tierra. Es como si les dijera: «El mensaje que se os comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a todo el mundo. Porque no os envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni tan siquiera os envío a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas, sino a la tierra, al mar y a todo el mundo, y a un mundo por cierto muy mal dispuesto.» Porque al decir: Vosotros sois la sal de la tierra, enseña que todos los hombres han perdido su sabor y están corrompidos por el pecado. Por ello exige sobre todo de sus discípulos aquellas virtudes que son más necesarias y útiles para el cuidado de los demás. En efecto, la mansedumbre, la moderación, la misericordia, la justicia son unas virtudes que no quedan limitadas al provecho propio del que las posee, sino que son como unas fuentes insignes que manan también en provecho de los demás. Lo mismo podernos afirmar de la pureza de corazón, del amor a la paz y a la verdad, ya que el que posee estas cualidades las hace redundar en utilidad de todos.
    «No penséis -viene a decir- que el combate al que se os llama es de poca importancia y que la causa que se os encomienda es exigua: Vosotros sois la sal de la tierra.» ¿Significa esto que ellos restablecieron lo que estaba podrido? En modo alguno. De nada sirve echar sal a lo que ya está podrido. Su labor no fue ésta; lo que ellos hicieron fue echar sal y conservar, así, lo que el Señor había antes renovado y liberado de la fetidez, encomendándoselo después a ellos. Porque liberar de la fetidez del pecado fue obra del poder de Cristo; pero el no recaer en aquella fetidez era obra de la diligencia y esfuerzo de sus discípulos. ¿Te das cuenta de cómo va enseñando gradualmente que éstos son superiores a los profetas? No dice, en efecto, que hayan de ser maestros de Palestina, sino de todo el orbe.

domingo, 20 de agosto de 2017

Dar celos de nuestra fe

Realmente me ha encantado este comienzo de la carta de San Pablo a los Romanos:
"Hermanos:
A vosotros, gentiles os digo: siendo como soy apóstol de los gentiles haré honor a mi ministerio, por ver si doy celos a los de mi raza y salvo a alguno de ellos".
¿Por qué? Porque él mismo dice que quiere dar celos a los de su raza para salvar a algunos. Muchas veces nosotros queremos que nuestras Iglesias tengan más gente, que haya más gente en las misas, en las procesiones, en catequesis, en los grupos, etc. pero ¿por qué queremos que haya más gente en la Iglesia? ¿Por una simple cuestión de números? ¿Para ver quién lleva más gente? ¿Para ver quién es más famoso? El fin es para que los hombres puedan salvarse.
En los Hechos de los apóstoles dice que "el Señor enviaba a esas comunidades a los que debían salvarse".
Ese es nuestro fin: contagiar, dar celos de lo que vivimos para que otros encuentren el camino de la salvación, que es, supuestamente, lo que nosotros buscamos cuando decidimos seguir a Jesús: nuestra salvación y la salvación del mundo entero.
Por eso mismo dice san Pablo "haré honor a mi ministerio", pues como ministro del Señor hemos de transmitir el celo "por la casa de mi Padre", el celo por vivir en Dios para que los demás puedan encontrarse con Dios, para que "los hombres viendo vuestras buenas glorifiquen al Padre Celestial".
Ese es el Ideal que tenemos que alcanzar, es el ideal que queremos realizar, pero partimos de nuestra pobreza y también tenemos que convertirla en riqueza, pues nuestra pobreza, muchas veces, nos mancha de egoísmo, de prejuicios, de rivalidades, de relaciones de envidias y celos que hacen de nuestras comunidades no un reino de personas que se aman, sino todo lo contrario, porque cada uno buscamos no la Voluntad de Dios para la Comunidad sino que prevalezcan nuestros propios criterios, nuestros propios gustos, buscamos apoderarnos de las cosas de Dios y no dejamos paso al soplo del Espíritu que quiere renovar, que quiere convertir, que quiere darnos su Gracia para que los hombres puedan decir "¡mirad cómo se aman!" Y el Señor pueda enviar a nuestras comunidades a aquellos que necesitan salvarse.

sábado, 19 de agosto de 2017

Es nuestra decisión seguirle

"Josué insistió:
«Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirle» Respondieron:
«¡Testigos somos!».
Josué contestó:
« Entonces, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, e inclinad vuestro corazón hacia el Señor, Dios de Israel».
El pueblo respondió:
«¡Al Señor, nuestro Dios serviremos y obedeceremos su voz».
Es nuestra elección personal seguir al Señor o a otros dioses. Es una elección libre y voluntaria que hacemos, aunque hayamos recibido el don del Espíritu sin haberlo pedido, porque cuando comenzamos a tener uso de razón comenzamos a optar por cómo queremos vivir. Ahí comienza a nacer nuestra opción por la Fidelidad a la Vida recibida en el bautismo o nuestro rechazo a esa vida de fe.
Josué luego de hacerles recordar todo lo que Dios fue haciendo con el Pueblo a lo largo de los años, y no sólo los buenos momentos sino los malos en los que Dios los soltó de Su Mano, les hizo la pregunta final acerca de a quién querían seguir.
Cuando Jesús nos invita a seguirlo también nos muestra las exigencia de su Camino y lo que implica el intentar seguirlo:
"quien quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame". Esa fue su primera "alerta" para los que quisieran seguir sus pasos, para quienes quisieran ser sus discípulos. Y a medida que pasaba el tiempo fue dando otras "pistas" de cómo vivir ese nuevo Camino, esa nueva Vida que Él comenzaba a vivir.
En el evangelio de hoy nos da otra pista de cómo vivir:
"Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos".
El espíritu de niños o la infancia espiritual que no es lo mismo que el infantilismo en la forma de vivir, o en otras palabras: el hacerse el tonto. No. Mons. Castagna nos decía una vez: "hay que ser muy fuertes para ser como niños", porque para ser como niños lo primero que tenemos que conquistar es la fortaleza para la negación de nosotros mismos, pues cuando nos hacemos adultos es muy difícil renunciar a nuestros criterios para poder optar y dejar que Otro me diga lo que tengo que hacer o cómo tengo que hacerlo.
Los Consejos Evangélicos y los Mandamientos son para nosotros, adultos, muchas veces, una opresión a nuestra libertad; los vemos como que no nos dejan ser realmente lo que queremos ser, y así nos ponemos a discutir constantemente con nuestro Padre Dios porque nos coharta la liberad de ser.
Y es ahí, en ese momento donde tengo que recordar cuál es la opción que hice, como la del Pueblo de Israel de que Él y sólo Él sea el Señor de mi vida, reconocer el Señorío del Señor en mi vida significa que sólo Él conoce mejor cómo yo puedo caminar y qué camino recorrer. Por eso, cuando lo conocí y conocí cuál era el Camino que Él me presentaba para mi vida dije ¡Sí! quiero seguirte y Tú serás el Señor de mi vida.
Y así, día tras día, tendré que ir renovando mi decisión de Fidelidad. Día tras día tendré que ir reconociendo y recordando a qué Dios consagré mi vida, y quién comenzó un día a ser, por mi libre decisión, el Señor de mi vida. Ese día volveré a sentirme niño en sus Manos porque sólo Él me conoce desde las entrañas maternas, y sólo Él sabe cuál es el mejor camino que yo puedo recorrer, y si, con la fuerza del Espiritu, logro crecer como Niño nunca me soltará de Sus Manos y me llevará hasta el final del Camino.

viernes, 18 de agosto de 2017

Sobre el bautismo

De los sermones de San Panciano.

El pecado de Adán había pasado a todo el género humano, ya que, como dice el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres. Por consiguiente, es necesario que la justicia de Cristo pase también a todo el género humano; y así como Adán, por su pecado, fue causa de perdición para toda su estirpe, así Cristo, por su justicia, es causa de vida para su linaje. El Apóstol insiste en ello diciendo: Como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos quedarán constituidos justos; para que así como reinó el pecado produciendo la muerte así también reine la gracia por la justificación, dándonos vida eterna.
    Alguien podrá objetarme: «Pero el pecado de Adán con razón pasó a sus descendientes, ya que procedían de él; pero, ¿es que hemos sido engendrados por Cristo, para que podamos salvarnos por causa de él?» No penséis de modo carnal: ya veréis de qué manera hemos sido engendrados por Cristo. En la plenitud de los tiempos, Cristo tomó de María un alma y un cuerpo, porque había venido a salvar al hombre, porque no quería dejarlo bajo el poder de la muerte; por esto se unió a él y se hizo una cosa con él. Éstas son las bodas del Señor con las que se une a nuestra carne, así se realiza aquel gran misterio por el que Cristo y la Iglesia se unen en una sola persona.
    De estas bodas nace el pueblo cristiano, con la fuerza del Espíritu del Señor, que le viene de lo alto; y con la semilla celestial, que se vierte sobre nuestras almas y se introduce en ellas, nos vamos formando en el seno maternal de la Iglesia, la cual nos da a luz para la nueva vida en Cristo. De ahí que dice el Apóstol: El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último Adán, en espíritu que da vida. De este modo nos engendra Cristo en la Iglesia por obra de sus sacerdotes, como dice el mismo Apóstol: Yo os engendré para Cristo. Y así, la semilla de Cristo, esto es, el Espíritu de Dios, da salida al hombre nuevo, gestado en el seno de la madre Iglesia y dado a luz en la fuente bautismal, por mano del sacerdote, actuando la fe como madrina de bodas.
    Pero hay que recibir a Cristo para que nos engendre, tal como dice el apóstol Juan: A cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Todo esto no puede realizarse sino mediante el signo del baño, del crisma y del obispo. Por el baño bautismal, en efecto, somos purificados de nuestros pecados; por el crisma se derrama sobre nosotros él Espíritu Santo; y ambas cosas las impetramos por la mano y la boca del obispo; y así todo el hombre renace y es renovado en Cristo, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también nosotros vivamos una vida nueva, esto es, despojándonos de los errores de nuestra vida anterior, permanezcamos en Cristo por nuestra conducta renovada por obra del Espíritu.

jueves, 17 de agosto de 2017

70 veces 7

¿Se puede perdonar 70 veces 7? No siempre tenemos las ¿ganas? de perdonar tanto. No siempre tenemos las ¿fuerzas? para perdonar tantas veces. Pero así y todo el Señor nos lo exige, porque Él nos perdona esa cantidad y aún más veces, porque su Amor por nosotros es inmenso, es infinito y ha sido capaz de dar su sangre para que nosotros recibamos el perdón.
Pero nunca se puede recibir el perdón si no hay reconocimiento de culpa, si no hay intento de conversión, si no hay pedido de perdón. ¿Cómo puedo perdonar a quien no reconoce la culpa? ¿Cómo puedo perdonar si no pides perdón?
Muchas veces, sobre todo los católicos, decimos que no nos confesamos porque el sacerdote no tiene que perdonarnos a nosotros porque el único que perdona es Dios. Y es cierto: el único que perdona es el Señor, pero es el Señor quien le dió a los Apóstoles el poder de "atar y desatar", el poder de perdonar los pecados en su nombre, por eso perdonamos en nombre del Señor.
Y, por otro lado, ¿cómo podemos saber que alguien nos perdona si no escuchamos de su boca "yo te perdono"? Y eso es una Gracia muy grande para el corazón que está dolorido por su pecado, por su error. Cuando realmente hay dolor de culpa es cuanto más necesito escuchar "yo te perdono", y nuestro corazón vuelve a encontrar la paz y la calma.
La Gracia del perdón no sólo se recibe cuando escucho las palabras "yo te perdono", sino que actúa en mí cuando realmente hay un sincero deseo de conversión, de una búsqueda real de cambiar el pecado por la vida de la Gracia. Cuando simplemente "pido perdón" por obligación esa Gracia no actúa, porque no está el corazón dispuesto a la conversión, porque no hay una disposición a cambiar el estado de vida que llevo.
En el caso del sacramento de la reconciliación Dios ve y conoce la disposición de nuestro corazón, por eso aunque el sacerdote diga las palabras de Perdón, esa Gracia puede no trasnformarme porque no hay disposición y no estaré perdonado porque en el momento de pedir perdón ya estoy pensando que seguiré haciendo lo mismo.
Cuando entre hermanos nos pedimos perdón somos perdonados porque no podemos discernir los pensamientos del otro, y por amor a Dios que están en el corazón de mi hermano, le concedo mi perdón para poder construir una relación de amor, una relación fraterna. Y ahí es cuando necesitamos más fortaleza y más Gracia, porque no es fácil para los hombres perdonar 70 veces 7 pero sí lo es para el Señor que me concede su Amor para hacerlo y me fortalece con su Gracia para otorgar a mis hermanos el perdón que me piden.
Así cuanto más unidos estamos al Señor en su Espíritu más Gracias recibimos de Él para poder perdonar porque su Gracia es el Amor que se derrama en nuestros corazones para poder entregarlo en cada gesto de nuestra vida.
Tomando palabras de Jesús: "Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa selo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros", y lo mismo sucederá con el perdón.

miércoles, 16 de agosto de 2017

La repercusión de nuestras acciones

El Evangelio de hoy nos habla de tres cosas que son frutos de nuestras propias acciones o son acciones que tenemos que tomar o hemos tomado:
1. corrección fraterna: si estamos en el mal camino necesitamos de hermanos que nos ayuden a encontrar en buen camino, que nos ayuden a convertir nuestros errores y pecados. Los verdaderos hermanos son los que siguen el camino de la corrección fraterna en el buen sentido y no en el sentido contrario. Porque la corrección fraterna comienza por el diálogo personal entre dos personas que quieren ayudarse, en cambio muchas veces comenzamos comentando a todo el pueblo los pecados de alguien sin antes haber hablado con esa persona.
2. las repercusiones de nuestros actos: todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo. No sólo se refiere al poder de perdonar los pecados que Jesús nos ha otorgado a los sacerdotes, sino que nuestros propios actos son escuchados en el cielo: nada queda oculto sin que el Padre lo sepa. Al ser seres sociales y comunitarios y además unidos por el Espíritu Santo que nos fue dado, todo repercute no sólo en la tierra (comunión de los santos) sino también en el Cielo, por la misma comunión. Se podría decir que el "famoso efecto mariposa" también se da con nuestros pecados y, por supuesto, con nuestras buenas acciones.
3. el poder de la oración comunitaria: cuando nos unimos para rezar nuestra oración tiene más fuerza porque es una oración fraterna, en el amor de hermanos por alguna causa justa y buena. Y así como nuestros actos repercuten en el Cielo, también la oración comunitaria será más escuchad en el Cielo.
Todo lo que hacemos tiene repercusiones que nosotros no podemos ver, ni siquiera podemos comprobar, pero que tenemos que intentar de realizar. Todo tiene su respuesta y todo es escuchado, por eso necesitamos que los que decimos ser buenos y conocer el Camino del Señor, nos pongamos a trabajar por el Bien Común de todos los hombres. Porque el mayor pecado de estos tiempos es que los que se dicen ser buenas personas no se comprometen en el Plan de Dios, no se comprometen con la sociedad, con la comunidad, sino que se quedan viendo cómo los demás hacen.
Y ahí surge un pecado que no siempre confesamos: el pacado de omisión: sabiendo qué es lo que tengo que hacer no lo hago; sabiendo que Dios me está pidiendo comprometerme con la sociedad, con la comunidad, con la familia me quedo de brazos cruzados para que otro hago eso por mí. Y así por el pecado de omisión de los buenos son los malos los que van ganando terreno en todas las áreas. Y lo peor es que después nos quejamos de que estamos mal, de que las cosas no salen bien. ¡Chito!
Si no te has comprometido con lo que Dios te ha pedido ahora no puedes quejarte, en todo caso: arrepiéntete y conviértete.

martes, 15 de agosto de 2017

Vivir junto a María y con María

"Aconteció que. en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
¿Has pensado que cuando dices el Ave María es porque el saludo de María llegó a tus oídos como el día que se encontraron María e Isabel? ¿Has pensado que ese saludo lo puedes decir porque el Espíritu Santo ha soplado en tí y te ha dado el impulso para llamar a María ¡Mamá!? y ¿has pensado: quién soy yo para que la madre de mi señor me visite?
María nos visita porque visita a su hijo, porque desde el día de nuestro bautismo, desde el momento en que el Espíritu Santo descendió sobre nosotros y nos transformó en hijos de Dios a imagen de Jesús, desde ese día Ella puso su mirada en nosotros porque ve a Su Hijo cuando nos mira. Pero también ve a niños pequeños que comienzan a vivir un sueño: el Sueño de Dios, ese sueño que el Padre ha puesto en nuestro corazón y nos hace gustar cada día que abirmos nuestros ojos a la vida para poder alcanzar la Vida.
Un Sueño que en María se hizo realidad, no sólo porque concibió en su seno al Hijo de Dios, sino porque supo "esuchar la Palabra de Dios y vivirla", por eso la "llamamos bienaventuradas todas las generaciones" porque Ella dejó que el Todopoderoso hiciera grandes cosas con Ella.
La docidad de María a la Obra del Espíritu Santo la llevó a alcanzar la Bienaventuranza eterna, esa Bienaventuranza que Ella, como Madre, quiere que nosotros alcancemos, no sólo en el Cielo, sino aquí en la tierra, pues esa Bienaventuranza es vivir como Ella vivió: siendo un cáliz abierto al infinito para ser colmado por la Voluntad de Dios.
Por todo esto María nos visita todos los días, y nos quiere llevar de su mano para alcanzar esa Bienaventuranza, porque Ella sabe que a pesar de lo que Dios nos permita vivir o quiera que vivamos siempre va a estar a nuestro lado, sosteníendonos con su Gracia y su Espíritu nos ayudará a aceptar y comprender todo aquello que las palabras no lograr explicar.
Al celebrar hoy el día de su Asunción al Cielo recordemos que junto a Ella estamos todos los hijos que, como Ella, queremos e intentamos vivir Fieles a la Vida que el Padre nos regaló y que su Hijo nos consiguió a precio de su sangre.

lunes, 14 de agosto de 2017

De las cartas de San Maximiliano María Kolbe

Me llena de gozo, querido hermano, el celo que te anima en la propagación de la gloria de Dios. En la actualidad se da una gravísima epidemia de indiferencia, que afecta, aunque de modo diverso, no sólo a los laicos, sino también a los religiosos. Con todo, Dios es digno de una gloria infinita. Siendo nosotros pobres criaturas limitadas y, por tanto, incapaces de rendirle la gloria que él merece, esforcémonos, al menos, por contribuir, en cuanto podamos, a rendirle la mayor gloria posible.
    La gloria de Dios consiste en la salvación de las almas, que Cristo ha redimido con el alto precio de su muerte en la cruz. La salvación y la santificación más perfecta del mayor número de almas debe ser el ideal más sublime de nuestra vida apostólica. Cuál sea el mejor camino para rendir a Dios la mayor gloria posible y llevar a la santidad más perfecta el mayor número de almas, Dios mismo lo conoce mejor que nosotros, porque él es omnisciente e infinitamente sabio. Él, y sólo él, Dios omnisciente, sabe lo que debemos hacer en cada momento para rendirle la mayor gloria posible. ¿Y cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra. La obediencia, y sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los superiores pueden equivocarse, pero nosotros obedeciendo no nos equivocamos nunca. Se da una excepción: cuando el superior manda algo que con toda claridad y sin ninguna duda es pecado, aunque este sea insignificante; porque en este caso el superior no sería el representante de Dios.
    Dios, y solamente Dios infinito, infalible, santísimo y clemente es nuestro Señor, nuestro creador y Padre, principio y fin, sabiduría, poder y amor: todo. Todo lo que no sea él vale en tanto en cuanto se refiere a él, creador de todo, redentor de todos los hombres y fin último de toda la creación. Es él quien, por medio de sus representantes aquí en la tierra, nos revela su admirable voluntad nos atrae hacia sí, y quiere por medio nuestro atraer el mayor número posible de almas y unirlas a sí del modo más íntimo y personal.
    Querido hermano, piensa qué grande es la dignidad de nuestra condición por la misericordia de Dios. Por medio de la obediencia nosotros nos alzamos por encima de nuestra pequeñez y podemos obrar conforme a la voluntad de Dios. Más aún: adhiriéndonos así a la divina voluntad, a la que no puede resistir ninguna criatura, nos hacemos más fuertes que todas ellas. Ésta es nuestra grandeza; y no es todo: por medio de la obediencia nos convertimos en infinitamente poderosos.
    Éste y sólo éste es el camino de la sabiduría y de la prudencia, y el modo de rendir a Dios la mayor gloria posible. Si existiese un camino distinto y mejor: Jesús nos lo hubiera indicado con sus palabras y su ejemplo. Los treinta años de su vida escondida son descritos así por la sagrada Escritura: Y les estaba sujeto. Igualmente, por lo que se refiere al resto de la vida toda de Jesús, leemos con frecuencia en la misma sagrada Escritura que él había venido a la tierra para cumplir la voluntad del Padre.
    Amemos sin límites a nuestro buen Padre: amor que se demuestra a través de la obediencia y se ejercita sobre todo cuando nos pide el sacrificio de la propia voluntad. El libro más bello y auténtico donde se puede aprender y profundizar este amor es el Crucifijo. Y esto lo obtendremos mucho más fácilmente de Dios por medio de la Inmaculada, porque a ella ha confiado Dios toda la economía de la misericordia.
    La voluntad de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios. Nosotros, por tanto, consagrándonos a ella, somos también como ella, en las manos de Dios, instrumentos de su divina misericordia. Dejémonos guiar por María; dejémonos llevar por ella, y estemos bajo su dirección tranquilos y seguros: ella se ocupará de todo y proveerá a todas nuestras necesidades, tanto del alma como del cuerpo; ella misma removerá las dificultades y angustias nuestras

domingo, 13 de agosto de 2017

No reconocieron el Don de Dios

"Hermanos:
Digo la verdad en Cristo, no miento – mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo – : siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón; pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne..."
San Pablo está sufriendo por que el Pueblo Elegido no ha reconocido en Jesús al Mesías Esperado, Prometido. Sufre porque los de su sangre no pueden abrir el corazón como Él lo abrió a la Gracia del Señor. Sufre porque quisiera que los suyos también compartieran con Él el gozo de haber encontrado al Mesías, al Salvador. Un sentimiento muy profundo y lleno de dolor por no poder acercar a los que uno quiere a este gozo de saberse salvado, de saberse querido por el Mesías Salvador. Es uno de los sentimientos más puros del corazón del hombre el sufrir por no poder compartir con quien se quiere el gran tesoro que uno ha encontrado, o más aún que los que uno quiere le den vuelta la cara por no haber comprendido el Camino de la Salvación.
Nos paramos, muchas veces, sobre nuestras cerrazones de corazón y entendederas y no somos capaces de ver lo que es evidente a nuestros ojos. El mal orgullo nos impide descubrir el Camino Verdadero o la Verdad del Camino y nos enceguece de tal manera que hasta rompemos las relaciones más profundas, tanto con la familia como con los mejores amigos. Y no estoy hablando solamente del camino de la FE, sino que también vemos a nuestro alrededor familias o amistades rotas desde hace muchos años por la cerrazón del corazón.
San Pablo al hablar del dolor que siente por su pueblo hace referencia a todo lo que el Pueblo había recibido de parte de Dios, pero aún así no comprenden y desprecian los mensajes que el Señor les había dado a lo largo del tiempo. Y así también nos sucede con nuestras cerrazones, no valoramos lo vivido, no valoramos que hemos luchado y cuánto nos hemos querido, sino que por esta situación o por aquella cosa hemos dejado de mirarnos como hermanos y hemos roto lazos preciosos y valiosos para nuestras vidas.
Por eso cuando Cristo nos pide que para seguirlo hemos de renunciar a nosotros mismos nos quiere ayudar a convertir aquellas cosas que hay en nuestro corazón que nos impidan reconocer y conocer a Aquél que es nuestra Salvación, a Aquél que viene a liberarnos de las ataduras del pecado y quiere hacernos vivir en la libertad de la Gracia, una Gracia que Él mismo nos trae con su Vida y Su Palabra. Si tuviéramos el corazón libre de nosotros mismos podríamos aceptar los errores, los pecados, y descubrir que el mejor camino es el arrepentimiento y el pedido de perdón para sanar aquello que se ha roto o muerto por causa de la cerrazón de corazón.

sábado, 12 de agosto de 2017

Cultivar nuestra fe

«Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».
¿Por qué nuestra fe parece poca? La Fe es un don que hay que cultivar toda la vida y no porque el Señor no quiera dárnosla en abundancia, pues Él nos la da en gran medida siempre, pero no siempre la utilizamos como corresponde y no simepre la cultivamos como debemos.
El Don de la Fe el Señor nos lo da a todos, pero no todos la aceptan, y a aquél que la acepta debe saber hacerla madurar y dar fruto.
¿Cómo la cultivamos? Se podría decir o hacer una analogía con nuestra educación: los primeros pasos han sido aprender las letras y aprender a escribir, a partir de ahí comenzamos a leer y a estudiar un montón de asignatura que, a veces, algunas nos parecían interesantes y otras que no servían para nada.
La fe la comenzamos a cultivar en familia, es el primer paso. Aunque, a veces, en familia no se viva la fe y surja el Don en algún momento diferente. Pero una vez que he recibido el Don y comienzo una vida de fe, tengo que comenzar a descubrir el misterio de Dios. La catequesis ya sea de niños o de adultos es un primer paso para ir descubriendo no sólo quién es el Dios en el que comienzo a creer sino cómo se ha manifestado nuestro Dios a lo largo de la historia.
Conocer a las personas Divinas me permite comenzar a quererlas y amarlas, para poder así empezar un diálogo con ellas, un diálogo que se llama oración. Porque rezar no sólo es repetir oración ya hechas, sino entablar un diálogo "cara a cara" con el Señor. Así la oración sincera y constante será el mejor paso para ir madurando mi relación con Él y Él me dará las Gracias para madurar mi fe.
La reflexión constante de la Palabra de Dios me ayudará a entender su forma de actuar, de comunicarse, de relacionarse con el hombre, conmigo. Además la lectura de la Palabra es, también, un diálogo con el Señor pues Su Palabra es lo que Él me ha transmitido a lo largo de la historia y de sus instrumentos más preciados. Así podré ver cómo sus discípulos: profetas, apóstoles y Su mismo Hijo han sabido escuchar y obedecer. Pues el Don de la Fe me llevará a escuchar su Voz y a tener la fuerza para ser obediente a Su Voluntad.
Por los sacramentos el Señor me concederá las Gracias necesarias y suficientes para poder seguir creciendo y madurando. La Eucaristía es el principal alimento que el Señor quiso dejarnos para alimentar nuestra vida de Gracia, porque su Vida es nuestro alimento para poder vivir en Él. La Reconciliación es el sacramento para sanar lo que el pecado va debilitando en mi vida espiritual y fortalecerme después de los tropiezos y caídas, para poder continuar en el Camino de la santidad.
Pero todo este crecimiento tiene un sólo fin, que es el que Jesús más de una vez nos dijo: "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre", "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre". Por que seguir a Cristo, ser cristiano es comenzar a recorrer el Camino de la Santidad no haciendo lo que el mundo me dice sino obedeciendo la Voluntad de Nuestro Padre Celestial, por eso mismo el Hijo nos dijo: "El que quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará".

viernes, 11 de agosto de 2017

Seguir a Cristo

Creo que no se puede pensar a Santa Clara de Asís sin asociarla a San Francisco de Asís, pues los dos marcaron la historia de la Iglesia con una huella muy particular. Los dos, de diferente maneras, se hicieron eco de las palabras de Jesús que nos recuerda el Evangelio de hoy:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.
¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?"
Francisco primero fue quien aceptó este llamado y dejando todo y renunciando a sí mismo se lanzó detrás del Señor a vivir la pobreza más radical. Una vida que fue conquistando, poco a poco, otros discípulos que, por su ejemplo, se encontraron con la alegría de vivir despojados de todo para estar sólo en Diios. Así fue cómo la Vida de Cristo llegó al corazón de Clara quien aceptó seguir las Huellas de Jesús por el camino que iba marcando Francisco de Así.
Sus vidas, como la de todos los santos, son para nosotros un aliciente y una esperanza porque en ellos descubrimos que es posible una vida de total entrega en el seguimiento de Cristo.
De más está decir que para cada uno de nosotros hay un estilo de vida diferente, pero todos unidos en un solo Camino: Jesús, viviendo una sola Vida: Jesús, y aceptando una sola Verdad: Jesús; pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso, antes de que nos decidamos a decirle que Sí para seguirlo nos dejó bien claro cuales eran las condiciones para ir detrás de Él. No nos engañó y nos dijo que todo iba a ser fácil, sino que desde el principio de su llamado nos advirtió que no sería fácil, pero también nos dijo que "nada podríamos hacer sin Él", pues para Dios nada es imposible.
Nuestra vida cristiana comienza, como la de todos los santos, con una actitud de confianza en la Providencia, pues sin ella nada podríamos hacer. Pero también con una total conciencia de que la Providencia solo actúa si nos vaciamos de nosotros mismos y somos total pertenencia al Señor, para vivir intensa y radicalmente su Voluntad.
¿Por qué tanta exigencia? Porque lo que se nos brinda y se nos regala es mucho más de lo que podemos esperar. Y, como dice San Pablo, el precio que se pagó por lo que se nos brinda ha sido precio de sangre. Si lo miramos con esos mismos ojos veremos que es muy poco lo que nosotros le entregamos al Señor, para que Él nos colme con sus bendicones y nos sostenga con su Amor. Es muy poco a lo que tenemos que renunciar para llegar a ser su hijos y alcanzar la Vida.
"Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre».

jueves, 10 de agosto de 2017

Dar con alegría

Le dice San Pablo a los Corintios:
"Hermanos:
El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará.
Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama “al que da con alegría”.
Cada paso que damos en cada día es un paso de siembra, pues no podemos no sembrar, no podemos no dar; somos seres sociales que viven en sociedad y por eso cada acto nuestro es una acto de siembra, y cada uno siembra lo que lleva en su corazón, lo que lleva en sus manos, pero también siembra de acuerdo a su corazón, a lo que dicta su corazón y su razón.
Cuando nuestro corazón está lleno de egoísmo y vanidad, mi siembra será de manera tacaña, pues todo lo quiero reservar para mí y por eso la cosecha no será abundante, si es que hay cosecha; porque al final lo que todos queremos es que en la amistad podamos compartir nuestras vidas, pero si la otra parte no comparte llega un momento en que uno se retira y el egoísta queda consigo mismo.
Pero si el corazón está lleno del amor de Dios, si el corazón se ha vaciado de sí mismo y busca vivir en la Verdad, siempre su siembra será no sólo abundante sino que será fructífiera, su semilla solamente no brotará en los corazones cerrados a la verdad, al amor, a la esperanza.
Y en la medida en que se siembra generosamente y con alegría, en una medida rebosada recibirá del Señor toda su Gracia, por eso no sólo no se quedará sin nada sino que tendrá en abundancia para seguir dando y sembrando.
"Dios ama al que da con alegría", una hermosa frase que tiene que llenar nuestra vida y nuestros días, pues como decía la Madre Teresa de Calcuta: un cristiano siempre tiene que estar sonriente. La sonrisa, la alegría en nuestros ojos y en nuestro rostro es el signo más perfecto de una vida vivida en la confianza en la providencia, una Providencia que siempre llena el corazón del hombre de su Gracia para que sea fuerte en las caídas, para que sea fuerte en el dolor, para que sea sabio en las decisiones, para que sea sabio en la hora de aconsejar, para que sepa amar sobre todas las cosas y entregar el perdón a quien lo desee.
La alegría no es la expresión de una vida sin cruces ni dolores, sino que es la expresión de la confianza de aquél que sabe dejarse caer en las Manos Amorosas del Padre, que se siente protegido y sostenido por la Madre y confianzdo en que Jesús, su Hermano siempre lo alimentariá para permanecer de pie en todo momento, ya sea en la Cruz como en el gozo. La alegría es la expresión del haber sido Fiel al abandono de sí mismo que el Señor nos pidió para poder seguirlo, y libre de uno mismo va en busca del Amor de los Amores, y de su Mano vivir en el deseo constante de hacer, cada día, Su Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo.