martes, 4 de abril de 2017

Te necesitamos Señor

"Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
En esta parte me suena aquello de Jesús que lo tomaba del Antiguo Testamento, y se lo decía a los fariseos y doctores de la Ley:
"la piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular".
En los días normales, en los que no hay ningún problema nos animamos a alejarnos de Dios, a blasfemar, a hablar en contra de sus servidores, decimos no creer o no tener fe; pero cuando llegan los días en que el agua nos llega al cuello y parece que nos hundimos siempre decimos (los que nos llamamos cristianos): "por favor, tú que estás cerca de Dios, reza por mí".
Siempre (y quizás aquí lo hice ya) cuento una anécdota de una amiga que tenía dos hijas y que en su juventud decidieron declararse ateas, dejar de creer en Dios y por lo tanto en la Iglesia. Pero llegado el tiempo de los exámenes, ya sea en el secundario o en la Universidad, siempre le decían a la madre: "mamá enciende una vela a la Virgen y reza para que me vaya bien en los exámenes".
En la historia del Pueblo de Israel pasó lo mismo: se pusieron a hablar en contra de Moisés y de Dios, pero en el momento de mayor dificultad tuvieron que reconocer su error y pedir la salvación de la oración.
Cuando hemos crecido con una historia de fe y religiosidad siempre queda una semilla que nos hace recordar lo necesario que es para nuestra vida. No siempre sucede pero en los momentos más difíciles es cuando nos abrimos al poder de la Gracia, porque no sabemos qué es lo que tenemos hasta que lo perdemos; o no sabemos qué es lo que teníamos hasta que no lo encontramos.
Y así sucede con nuestra fe: la vamos dejando guardada en el cajón de las cosas inútiles, pero cuando la necesitamos no sabemos dónde ha quedado y tenemos que recurrir a otros para que nos ayuden a recobrarla. Es así como tenemos que seguir insistiendo, aunque nos resulte aburrido, en la oración, en la reflexión de la Palabra y en el Encuentro con Jesús en la Eucaristía, porque sólo usando los Dones de la Gracia es como podemos preservarlos y no sólo nos ayudan a nosotros, sino que, seguramente, ayudarán a otros que pueden necesitar de nuestra oración.

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