"Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
El miedo no los dispersó, sino al contrario los unió más, los unió en aquél lugar donde habían estado antes con el Señor, pues aunque el miedo los paralizara aún tenían esperanzas por eso necesitaban recordar, encontrarse, estar juntos para buscar, seguramente, alguna solución a lo que estaban viviendo; pero, fundamentalmente encontrar paz para poder ver con más claridad, para poder discernir, para poder seguir adelante como le había enseñado Jesús.
Por eso, lo primero que les dice Jesús al encontrarse con ellos es: Paz a vosotros. Pues eso es lo que más necesitaban para ver con claridad: paz en el corazón, paz en el alma, paz para poder ver al Señor.
Quizás habían actuado como estaba escrito: "se dispersarán las ovejas al herir al pastor", y ellos se marcharon, salvo Juan, cuando apresaron a Jesús y tampoco estuvieron en el momento de la Cruz y la Muerte: tenían miedo. Y seguramente esa actitud los estaba, también, torturando por dentro pues cuando Él más los necesitaba ellos no estuvieron a su lado. Pero Él no se los tuvo en cuenta, por eso quería calmar sus corazones, sus almas; por eso: Paz a vosotros.
Y la Paz sólo viene de Dios, de esa hermosa relación del encuentro personal, de ese encuentro que confirma nuestra fe, nuestra esperanza y que hace renacer el Amor más puro, más simple y más entregado.
Cuando encontramos Paz por la relación personal con Dios y con los hermanos, podemos ver con más claridad, podemos descubrir, incluso, aquello que no habíamos visto antes o que no queríamos ver. Podremos con la Paz del alma encontrar las respuestas a todas aquellas preguntas que habían quedado sin contestar y que nos llevaron a la oscuridad y a la soledad. Pero necesitamos Paz.
Cuando nos lanzamos solos a hacer nuestros propios planes, muchas veces, nos quedamos solos, sin fuerzas, sin ganas, y perdemos, poco a poco, la paz, la seguridad que teníamos de saber que eso era lo que queríamos. Nuestras inseguridades nos abrazan y nos llevan al miedo de no estar seguros de lo que hemos hecho, y, quizás, algunas veces, al abandonar aquello que creíamos que había sido bueno.
Cuando nos separamos de Dios por nuestro propios gustos y proyectos, cuando por errores y pecados humanos nos alejamos del centro de nuestra vida, volvemos a la oscuridad del alma, y cada día nos encerramos más en nuestros propios pensamientos.
Es ahí cuando tenemos que dejar entrar al Señor para que la Luz de Espíritu nos vuelva a mostrar el Camino hacia la Verdad, el Camino hacia la Vida, el Camino que nos devuelva a Paz para ser Fieles, para seguir construyendo el proyecto de Dios en nuestras vidas.
Cuando llega esa Paz, llega la alegría y así podemos volver a caminar, a vivir la misión que Él mismo nos ha encomendado dejando de lado nuestros propios proyectos encaminarnos de la Mano del Señor hacia la plenitud de la Vida.
"Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
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