¡Feliz Pascua de Resurrección!
Es nuestro deseo de hoy y de cada día, que cada día podamos nacer y resucitar con Cristo, con el Cristo Vivo y Verdadero que cada día se nos ofrece en el Pan de la Vida, en la Palabra de Vida, en la Vida del hermano, en la Vida de la oración, en la Vida cotidiana.
Resucitar con Cristo no es sólo un día al año, sino que son cada uno de los días del año, pues cada día se nos va "metiendo" entre las palabras, los actos, nuestra manera de ser, el pecado que nos va dejando restos de muerte: muerte en la alegría, muerte en la esperanza, muerte en la confianza, muerte en el amor, y de a poco se va muriendo el gozo Pascual y el gozo de creer en Jesucristo Vivo y Verdadero, en Jesucristo Resucitado.
Por eso San Pablo le dice a los Colosenses:
"Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él".
Y ¿cuáles son los bienes de allá arriba? La Fe, la Esperanza, el Amor, la fidelidad, la alegría, la magnanimidad, la humildad, la fortaleza, la capacidad de perdonar y ser perdonado, y tantos otros que nos da el Espíritu Santo si lo sabemos pedir.
Porque cuando con Cristo ascendemos al Cielo por medio de la oración, de la comunión, del amor fraterno compartimos los bienes del Cielo y eso se nota en la vida diaria, pues nuestra vida llevará el reflejo y la luz de aquél que ha estado con el Señor en la cima del monte, pues Él mismo se nos descubre al corazón y nos quita el temor y nos da la alegría de poder gozar de su Amor.
Por eso, muchos nos dirán, como dice la Secuencia Pascual:
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
Y podremos responder con total seguridad, como María:
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
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