viernes, 14 de abril de 2017

Celebramos su muerte para morir con Él

Viernes Santo - Celebración de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, siempre parece algo incoherente el título de este día: celebrar la muerte. La muerte no se celebra, pensamos siempre, y es lo primero que nos viene a la cabeza. La muerte es para la tristeza, para el dolor, para no tener que tenerla en el recuerdo. Pero el Señor ha querido que la celebremos, que la recordemos, que la vivamos pues su Muerte ha sido nuestra muerte al pecado, nuestra muerte a una vida antigua marcada por la desobediencia del hombre a Dios, la muerte a una vida de egoísmo, de vanidad, de soberbia; la muerte a una vida de querer ser yo el único dios de mi vida y de la vida de los demás.
Él nos amó primero, y nos amó hasta el extremo y su muerte en Cruz es el testimonio más claro y evidente de que se puede "morir de amor", se puede morir por amor a los demás: morir a tantos deseos desordenados, a tantos caprichos cargados de maldad, a tantos momentos que ya no desearía que hubieran sucedido pero que fueron posible por el propio pecado. Es el amor quien nos hace morir a nuestro propio yo, para renacer a la obediencia a la Voluntad de Dios.
"Siendo Hijo aprendió por el sufrimiento a obedecer" dice el autor de Hebreos. Pero siendo Hijo nos vino a mostrar a los hijos como vivir, como aceptar el Camino hacia el Padre, un Camino de muerte constante, pero también de vida constante; pero para poder renacer a la vida nueva, primero hay que saber morir a la vida vieja, pues dos vidas tan distintas y tan distantes no puede haber en un mismo corazón, pues "no se puede amar a dos señores".
Por eso hoy es un momento de profundo silencio, de honesta entrega de nuestra vida al Señor; un dejarnos iluminar profundamente el corazón para poder reconocer cuánto no hemos muerto en sus manos, cuánto aún nos queda por aceptar nuestro pecado y descubrir que no hemos dejado de ser hombres viejos. Dejar que la luz de la muerte de Jesús nos ayude a arrepentirnos sinceramente de todo lo mal que hemos actuado, de todas las veces que hemos omitido actuar bien, de todas las veces que le hemos dicho que no a Dios y de todas las veces que no hemos aceptado su Voluntad y de tantas otras cosas más que nunca aceptamos que hemos hecho mal.
El Silencio de la muerte nos lleva al profundo diálogo con Aquél que gracias a su muerte nos dio la Vida, para que nosotros muertos al pecado alcancemos la Vida Nueva de la Gracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.