domingo, 30 de abril de 2017

Lo reconocemos a nuestro lado?

¿Cuántas veces el Señor camina a nuestro lado y no lo vemos por ir "muy ocupados" en otras cosas? ¿Cuántas veces queremos encontrarnos con el Señor, que nos muestre algo o esperamos algo de Él pero no lo vemos porque nunca se muestra como nosotros queremos?
"Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?»
Hoy queremos hacer una religión, un Dios a nuestra medida, según nuestras comodidades y proyectos, como le pasaba a los discípulos de Emaús:
"Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió".
Nosotros esperábamos que hiciera lo que nosotros esperábamos, pero nosotros no esperábamos que Él hiciera lo que El Padre quería: "pues no he venido a hacer mi Voluntad sino la del que me envió".
Yo espero que Dios haga tal cosa, pero no me pregunto qué es lo que Él quiere que yo haga. Aunque, como los mismos discípulos que escucharon un par de veces cómo iba a ser su Pasión, Muerte y Resurrección, pero como vengo sólo pensando lo que yo espero nunca me pongo a pensar qué es lo que Él me dijo.
"Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron»
Y, aunque muchos me digan lo que yo ya sabía no abro mi corazón y mi cabeza a entender qué es lo que Dios me está mostrando, qué es lo que Dios ya me había dicho y comunicado, pero que, en el fondo, no le quise hacer caso porque venía muy ocupado en mis propios proyectos, sin acordarme que cuando decidí seguirlo Él me dijo: "niégate a tí mismo y sígueme".
Por eso necesito dejar de lado mi YO y sentarme a la Mesa del Banquete para escucharlo, para descubrir que muchas veces Él me ha hablado y aunque me daba cuenta que su Camino era mi Camino, YO decidí seguir mi camino.
"Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
¡Cuántas veces ardió nuestro corazón estando con Él! ¡Cuántas veces al saber qué es lo que quiere de mí encontré la Paz? Pero por no querer renunciar a mis proyectos renuncié a la Paz. No permitamos que Él se vaya de nuestro lado, dejemos que Su Voluntad se haga en mí, para que siempre encuentre la Paz y el Gozo que da saber que Él es quien guía mi caminar.

sábado, 29 de abril de 2017

Los pequeños de Jesús

"En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien".
¿Por qué Jesús hace esta diferencia entre los sabios y entendidos y los pequeños? ¿No es posible que los sabios y entendidos entiendan la Palabra de Dios? ¿No es también para ellos el Reino de los Cielos?
Si miramos el tiempo de Jesús y lo que le tocó vivir entre la gente de su pueblo, vamos a descubrir que los "sabios y entendidos" que eran: los ancianos, los doctores de la ley y los fariseos y los sumos sacerdotes no comprendieron ni quisieron entender ni aceptar las palabras de Jesús, y sus Palabras eran las Palabras del Padre. Ellos, los sabios y entendidos, cerraron su corazón a las Palabras de Jesús pues ya habían hecho su pre-juicio sobre él y no lo querían como el Salvador, ni como el Mesías anunciado y esperado. Ellos, los sabios y entendidos, creyeron que sabían quién era porque conocían a su familia, pero en realidad su sabiduría e inteligencia estaba cegada por su envidia, egoísmo y apetito de poder.
En cambio los pequeños (que llama Jesús) fueron todos aquellos que eran despreciados por los sabios y entendidos: los publicanos, los pecadores, en fin, los que habían quedado fuera de sus círculos intelectuales. Ellos, los pequeños de Jesús, fueron los que quizás no comprendían muchos sus Palabras, pero aceptaron en el corazón todo lo que les decía pues tenían necesidad de encontrarse con el Señor, con el Amor de Dios.
Los sabios y entendidos siempre están conformes consigo mismos, no necesitan de nadie más que ellos, pues a los sumo necesitan sólo un espejo para admirarse de lo grande e inteligentes que son. La soberbia y la vanidad nos hace creer tan lejos de los demás que no somos capaces de ver lo pobre que somos y lo sólo, sin Dios, que nos vamos quedando.
La soberbia intelectual nos hace creer que somos mejores y que, incluso, no necesitamos de Dios ni tan siquiera necesitamos reconocer nuestros errores, porque creemos que no los tenemos. Por eso San Juan nos ayuda y nos dice:
"Queridos hermanos:
Este es el mensaje que hemos oído a Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado".

viernes, 28 de abril de 2017

No luches contra Dios

Cuando el Sanedrín juzgaba a los apóstoles por hablar de Jesús, un fariseo Gamaliel decía:
"En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios».
Nos cuesta diferenciar cuándo algo es de Dios y cuándo no, porque no siempre pensamos las cosas desde Dios y no nos fiamos de lo que otros hacen, por eso, en el caso de los apóstoles el Sanedrín que ya había hecho "desaparecer" a Jesús pretendía que estos personajes también podrían desaparecer de la misma manera.
En nuestra vida sucede lo mismo, muchas veces luchamos contra la Voluntad de Dios y se nos van gastando las fuerzas, porque cuando Dios quiere lograr algo en nuestras vidas, no siempre se deja vencer, sino que va dejando un constante deseo de realización personal, pero como yo tengo otros planes en mi vida, no me dejo convencer por lo que Él quiere, y así lucho y lucho todos los días sin encontrar paz y sin encontrar algo que realmente me haga sentir bien.
La Paz del alma y del corazón llegan cuando, realmente, me doy cuenta que debo dejar de luchar contra Dios y sus obras y, con su Gracia, comienzo a vivir Su Voluntad. Y lo mismo sucede en el mundo: cuando el hombre por su egoísmo y apetito de poder va en contra de la vida, en contra de la justicia, en contra de las obras de Dios, el mundo no encuentra Paz, sino sólo guerra, muerte y destrucción.
Pero cuando renunciamos a nosotros mismos y descubrimos que lo mejor que nos puede pasar es ser obedientes y fieles al pedido de Dios, se produce el Gran Milagro de una Vida Nueva. Así tenemos el ejemplo del Evangelio de la multiplicación de los panes: los apóstoles veían que tenían que hacer algo pero no sabían como, creían que con lo poco que tenían no podrían hacer nada, pero ese poco lo pusieron en manos de Jesús y Él hizo el milagro.
Cuando le entregamos al Señor lo poco de nuestra vida (que para nosotros es mucho) Él hace el milagro de crear algo mucho más grande y precioso, pues es Él quien tiene el poder y la Gracia para llevar a cabo lo que ha pensado para mí.
Dejemos de luchar contra la Voluntad de Dios, más cuando hemos visto claro que el Camino que tengo que seguir no es el que estoy recorriendo, pues no termino de encontrar la paz que sueño y necesito. Déjate conducir de la Mano del Señor, no te va a quitar tu libertad, no te va a engañar, sólo te va a llevar al lugar y a la Vida que tu corazón anhela, allí descubrirás el hermoso Don de la Paz y la Vida. Pon en sus manos tus dos panes y cinco pescados y Él los multiplicará de un modo que ni te imaginas.

jueves, 27 de abril de 2017

La rica herencia que nos dejó Jesús

De San Gaudencio de Brescia.
El sacrificio celeste instituido por Cristo constituye efectivamente la rica herencia del Nuevo Testamento que el Señor nos dejó, como prenda de su presencia, la noche en que iba a ser entregado para morir en la cruz.
Este es el viático de nuestro viaje, con el que nos alimentamos y nutrimos durante el camino de esta vida, hasta que saliendo de este mundo lleguemos a él; por eso decía el mismo Señor: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros
Quiso, en efecto, que sus beneficios quedaran entre nosotros, quiso que las almas, redimidas por su preciosa sangre, fueran santificadas por este sacramento, imagen de su pasión; y encomendó por ello a sus fieles discípulos, a los que constituyó primeros sacerdotes de su Iglesia, que siguieran celebrando ininterrumpidamente estos misterios de vida eterna; misterios que han de celebrar todos los sacerdotes en cada una de las iglesias de todo el orbe, hasta el glorioso retorno de Cristo. De este modo los sacerdotes, junto con toda la comunidad de creyentes, contemplando todos los días el sacramento de la pasión de Cristo, llevándolo en sus manos, tomándolo en la boca, recibiéndolo en el pecho, mantendrán imborrable el recuerdo de la redención.
El pan, formado de muchos granos de trigo convertidos en flor de harina, se hace con agua y llega a su entero ser por medio del fuego; por ello resulta fácil ver en él una imagen del cuerpo de Cristo, el cual, como sabemos, es un solo cuerpo formado por una multitud de hombres de toda raza, y llega a su total perfección por el fuego del Espíritu Santo.
Cristo, en efecto, nació del Espíritu Santo y, como convenía que cumpliera todo lo que Dios quiere, entró en el Jordán para consagrar las aguas del bautismo, y después salió del agua, lleno del Espíritu Santo, que había descendido sobre él en forma de paloma, como lo atestigua el evangelista: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán.
De modo semejante, el vino de su sangre, cosechado de los múltiples racimos de la viña por él plantada, se exprimió en el lagar de la cruz y bulle con toda su fuerza en los vasos generosos de quienes lo beben con fe.
Los que acabáis de libraros del poder de Egipto y del Faraón, que es el diablo, compartid en nuestra compañía, con toda la avidez de vuestro corazón creyente, este sacrificio de la Pascua salvadora; para que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, al que reconocemos presente en sus sacramentos, nos santifique en lo más íntimo de nuestro ser: cuyo poder inestimable permanece por los siglos

miércoles, 26 de abril de 2017

Brillen vuestras buenas obras

Le dice San Pablo a los corintios:
"Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado".
No es novedad y no lo era en la época de San Pablo que el hombre necesitaba siempre creer en algo o en alguien, y buscaba desde siempre el sentido de la vida ya sea desde lo creado o desde la filosofía u otras realidades. Ya desde antiguo el hombre se había creado dioses en los que creer, y dioses a los que pedir y suplicar. Pero también las ideas habían sido parte de esos dioses que gobernaban y gobiernan el mundo.
San Pablo también era de esos intelectuales que estudiaban las sagradas escrituras y creían en lo que les habían transmitido desde siempre en su familia judía. Por eso su primera reacción ante los cristianos fue perseguirlos y querer quitarlos del mundo. Pero cuando se encontró con Jesús su vida cambió y su predicación cambió. Ya no fue sólo un intelectual de la Palabra sino que buscó en Jesús, la Palabra hecha carne, la Vida para anunciar.
Por eso invitaba a la comunidad de corinto, y nos invita a nosotros, a no dejarnos llevar por otra sabiduría que no sea la de Dios, por no dejarnos convencer por otro anuncio que no se el de "Jesucristo, y este crucificado" "escándalo para judíos y locura para griegos y paganos". Pero un Jesucristo que no se quedó en la Cruz, porque "si Jesús no hubiera resucitado vana sería nuestra fe", sino que creemos en un Jesús Resucitado, fuente y vida, sabiduría y fortaleza para nosotros.
Desde la Cruz y la Resurrección se desprende para nosotros la verdadera Sabiduría que enciende nuestra vida y da respuesta a lo que Dios constantemente nos pide y permite vivir:
"Sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria".
Contemplar el misterio con el corazón contrito y humillado, con el corazón abierto y disponible, nos concede la gracia de la sabiduría que viene del Espíritu, pues Él con sus Dones nos auxilia en todo momento y nos conduce por el Camino de la Voluntad de Dios para que seamos Fieles a la Vida que hemos recibido. Para que, como dice el Señor en el Evangelio:
"Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos".
Y así podemos preguntarnos ¿cuál es nuestro brillo? ¿Nuestro brillo es la luz que viene del Señor? ¿Son nuestras obras y nuestras acciones testimonio de vida cristiana?

martes, 25 de abril de 2017

Revestíos de humildad

"Queridos hermanos:
Revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes. Así pues, sed humildes bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce en su momento".
Hay expresiones de Jesús o del Evangelio, en este caso de la carta de San Pedro que, muchas veces, no utilizamos para nosotros mismos sino que las utilizamos para hacerles ver a los demás lo que no son. Sin embargo, cuando leemos la Palabra o escuchamos la Palabra en la Misa o en una Celebración, es Dios quien quiere hablarme a mí y no que yo esté pensando en a quién le hace falta esta Palabra. Porque, claro que es lindo sólo escuchar cosas lindas de Dios (o de los demás) para mí; pero también es bueno saber escuchar lo que nos hace crecer.
Y fijaos que San Pedro nos pide revestirnos de humildad para la convivencia, para el trato mutuo. Claro está que a la humildad que San Pedro se refiere no es la de andar siempre con la cabeza doblada aceptando todo lo que los demás tengan contra mí, y no poder decir en ningún nada de nada. Sino que se refiere a la humildad del saber escuchar, de saber estar frente al otro, de respetar al otro como otro igual que yo, y, sabiendo, sobre todo, que el otro puede tener algo que decirme de parte de Dios.
La humildad es saber respetar para ser respetado, saber escuchar para ser escuchado, saber que no soy indispensable para nadie, ni tan siquiera para Dios; y por sobre todas las cosas saber que no soy Dios, y que por eso no tengo todas las respuestas y que, por eso mismo necesito de mis hermanos, pues el Señor nos pidió vivir en comunidad para que sean mis hermanos los espejos que ayuden a ver mi vida.
Y mirad lo que sigue diciendo San Pedro: "porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes". Cuando nuestro corazón se endurece con la soberbia de creer que no necesito de nadie, y que nadie puede aconsejarme pues yo se todo lo que tengo hacer, pues entonces no necesito ni siquiera de la gracia de Dios, pues la Gracia también me llega por medio de mis hermanos a quien Dios manda para que me orienten, me guíen, me acompañen en el caminar de la vida.


Cuando siento que no tengo la fuerza, que he perdido la alegría, la capacidad de amar y perdonar, es porque ya no hay Gracias en mí, pues me he quedado solo y la soberbia se apoderó de mi corazón. Y así también la Paz que el Señor me había concedido ha dejado mi corazón.

lunes, 24 de abril de 2017

Nacer de nuevo cada día

"Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nacer de nuevo. No es un sólo día en nuestras vidas, sino que cada día de nuestras vidas hemos de nacer de nuevo, no porque el Espíritu Santo no sea tan poderoso como para darnos una Vida Nueva, pues es Él quien nos la da en el Bautismo, pero somos nosotros quienes, cada día, volvemos a revivir nuestro hombre viejo: el hombre terreno y no el sobrenatural.
Todos los días se nos van "pegando" a nuestro espíritu la forma de ser del mundo, el modo de pensar del mundo, que, junto con nuestra tendencia natural al pecado, a la concuspicencia, y todos los demás, nos van quitando Vida. Así al finalizar la noche nuestro examen de conciencia nos ayuda a valorar lo que no hemos hecho, lo que hemos hecho mal y lo que se nos ha "pegado" del mundo. Pues el sincero arrepentimiento y el pedido de perdón, van renovando nuestra vida.
Nacer de nuevo cada día es un gesto importante de necesidad de conversión, de necesidad de sabernos débiles y con errores, y así poder conseguir, día a día, la Gracia del Señor que nos renueva, que nos trae de lo Alto aquello que necesitamos para ser Fieles a la Vida que el Señor nos dio con su resurrección, con su Espíritu.
"Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios".
Es la oración simple y sincera, la que nace del corazón arrepentido y necesitado, la que nos trae la Fuerza de lo alto para continuar el Camino que hemos emprendido de Su Mano, para continuar con fuerza el Camino que nos lleva a la Salvación, pues es el Camino que nos hace testigos veraces y fieles de la Vida de Cristo.

domingo, 23 de abril de 2017

Paz a vosotros

"Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
El miedo no los dispersó, sino al contrario los unió más, los unió en aquél lugar donde habían estado antes con el Señor, pues aunque el miedo los paralizara aún tenían esperanzas por eso necesitaban recordar, encontrarse, estar juntos para buscar, seguramente, alguna solución a lo que estaban viviendo; pero, fundamentalmente encontrar paz para poder ver con más claridad, para poder discernir, para poder seguir adelante como le había enseñado Jesús.
Por eso, lo primero que les dice Jesús al encontrarse con ellos es: Paz a vosotros. Pues eso es lo que más necesitaban para ver con claridad: paz en el corazón, paz en el alma, paz para poder ver al Señor.
Quizás habían actuado como estaba escrito: "se dispersarán las ovejas al herir al pastor", y ellos se marcharon, salvo Juan, cuando apresaron a Jesús y tampoco estuvieron en el momento de la Cruz y la Muerte: tenían miedo. Y seguramente esa actitud los estaba, también, torturando por dentro pues cuando Él más los necesitaba ellos no estuvieron a su lado. Pero Él no se los tuvo en cuenta, por eso quería calmar sus corazones, sus almas; por eso: Paz a vosotros.
Y la Paz sólo viene de Dios, de esa hermosa relación del encuentro personal, de ese encuentro que confirma nuestra fe, nuestra esperanza y que hace renacer el Amor más puro, más simple y más entregado.
Cuando encontramos Paz por la relación personal con Dios y con los hermanos, podemos ver con más claridad, podemos descubrir, incluso, aquello que no habíamos visto antes o que no queríamos ver. Podremos con la Paz del alma encontrar las respuestas a todas aquellas preguntas que habían quedado sin contestar y que nos llevaron a la oscuridad y a la soledad. Pero necesitamos Paz.
Cuando nos lanzamos solos a hacer nuestros propios planes, muchas veces, nos quedamos solos, sin fuerzas, sin ganas, y perdemos, poco a poco, la paz, la seguridad que teníamos de saber que eso era lo que queríamos. Nuestras inseguridades nos abrazan y nos llevan al miedo de no estar seguros de lo que hemos hecho, y, quizás, algunas veces, al abandonar aquello que creíamos que había sido bueno.
Cuando nos separamos de Dios por nuestro propios gustos y proyectos, cuando por errores y pecados humanos nos alejamos del centro de nuestra vida, volvemos a la oscuridad del alma, y cada día nos encerramos más en nuestros propios pensamientos.
Es ahí cuando tenemos que dejar entrar al Señor para que la Luz de Espíritu nos vuelva a mostrar el Camino hacia la Verdad, el Camino hacia la Vida, el Camino que nos devuelva a Paz para ser Fieles, para seguir construyendo el proyecto de Dios en nuestras vidas.
Cuando llega esa Paz, llega la alegría y así podemos volver a caminar, a vivir la misión que Él mismo nos ha encomendado dejando de lado nuestros propios proyectos encaminarnos de la Mano del Señor hacia la plenitud de la Vida.
"Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

sábado, 22 de abril de 2017

¿A quién obedezco para ser cristiano?

"Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
Muchas veces la vida, la sociedad, el mundo nos hace hablar o hacer algo que está en contra de lo que creemos o de lo que queremos vivir. Pero ¿en realidad los demás me obligan a hacerlo o soy yo mismo quien me dejo guiar a hacer lo que no debo? Por eso debemos ponernos a pensar qué es lo que hago y por qué lo hago: ¿a quién obedezco a mí, a los demás o a Dios?
Cuando no nos hemos formado o madurado en la fe como Dios nos pide, entonces es claro que no podamos tener una referencia clara de lo que Dios nos pide hacer o quiere que hagamos, y por eso obedezco a la mejor voz que yo quiera: la mía o la del mundo, pues siempre (y más en este siglo que vivimos) tengo que hacer lo que tengo ganas.
En cristiano esa no sería la manera correcta de actuar, sino que en cristiano lo que tenemos que pensar es ¿qué es lo que Dios quiere que haga? Por que "no he venido a hacer mi voluntad sino la del que me envió", "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre" o "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre".
Sí, son todas frases de Jesús, de Cristo, y por eso tengo que incorporarlas a mi forma y manera de pensar y vivir, porque ser cristiano es vivir como Cristo. Ser cristiano no es tener a Cristo para que haga mi voluntad, sino que su Vida me cautivó y por eso lo sigo, para vivir con Él, para Él y por Él; por eso su vida es para mí un ejemplo a seguir y a imitar, aunque me cueste y me duela, pero se que ese es mi Camino, pues Él mismo me lo dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida".
Y también, antes de seguirlo tengo que pensar si quiero aceptar su desafío: "quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, que cargue su Cruz de cada día y me siga" ¿estoy dispuesto a renunciar a mí mismo? ¿estoy dispuesto a cargar la Cruz de cada día?
Pues bien ¿a quién hago caso todos los días: a Dios, a los hombres o a mis gustos y deseos?

viernes, 21 de abril de 2017

Bautizados en el Espíritu

De las catequesis de San Cirilo de Jerusalén

Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo, habéis sido hechos semejantes al Hijo de Dios. Porque Dios nos predestinó para la adopción nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Hechos, por tanto, partícipes de Cristo (que significa Ungido), con toda razón os llamáis ungidos; y Dios mismo dijo de vosotros: No toquéis a mis ungidos
Fuisteis convertidos en Cristo al recibir el anticipo del Espíritu Santo: pues con relación a vosotros todo se realizó en símbolo e imagen; en definitiva, sois imágenes de Cristo. 
Por cierto que él, cuando fue bautizado en el río Jordán, comunicó a las aguas el fragante perfume de su divinidad y, al salir de ellas, el Espíritu Santo descendió substancialmente sobre el como un igual sobre su igual. 
Igualmente vosotros, después que subisteis de la piscina, recibisteis el crisma, signo de aquel mismo Espíritu Santo con el que Cristo fue ungido. De este Espíritu dice el profeta Isaías en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor: el Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren
Cristo, en efecto, no fue ungido por los hombres ni su unción se hizo con óleo o ungüento material, sino que fue el Padre quien lo ungió al constituirlo Salvador del mundo, y su unción fue el Espíritu Santo tal como dice San Pedro: Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, y anuncia también el profeta David: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real. Has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros
Cristo fue ungido con el óleo espiritual de la alegría, es decir, con el Espíritu Santo, que se llama aceite de júbilo, porque es el autor y la fuente de toda alegría espiritual, pero vosotros, al ser ungidos con ungüento material, habéis sido hechos partícipes y consortes del mismo Cristo. 
Por lo demás no se te ocurra pensar que se trata de un simple y común ungüento. Pues, de la misma manera que, después de la invocación del Espíritu Santo, el pan de la Eucaristía no es ya un simple pan, sino el cuerpo de Cristo, así aquel sagrado aceite, después de que ha sido invocado el Espíritu en la oración consecratoria, no es ya un simple aceite ni un ungüento común, sino el don de Cristo y fuerza del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que significa. Por eso, este ungüento se derrama simbólicamente sobre la frente y los demás sentidos, para que mientras se unge el cuerpo con un aceite visible, el alma quede santificada por el Santo y vivificante Espíritu

jueves, 20 de abril de 2017

por el Bautismo, configurados con Cristo

De San Cirilo de Jerusalén 

Fuisteis conducidos a la santa piscina del divino bautismo, como Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro. 
Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os sumergió por tres veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma: con ello significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de Cristo. 
Pues así como nuestro Salvador pasó en el seno de la tierra tres días y tres noches, de la misma manera vosotros habéis imitado con vuestra primera emersión el primer día que Cristo estuvo en la tierra, y, con vuestra inmersión, la primera noche. Porque como el que anda durante el día lo percibe todo, del mismo modo en vuestra inmersión, como si fuera de noche, no pudisteis ver nada; en cambio al emerger os pareció encontraros en pleno día; y en un mismo momento os encontrasteis muertos y nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió a la vez de sepulcro y de madre. 
Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo Salomón, a propósito de otras cosas: Tiempo de nacer, tiempo de morir; pero a vosotros os pasó esto en orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir y un tiempo de nacer, aunque en realidad un mismo instante os dio ambas cosas, y vuestro nacimiento se realizó junto con vuestra muerte. 
¡Oh maravilla nueva e inaudita! No hemos muerto ni hemos sido sepultados, ni hemos resucitado después de crucificados, en el sentido material de estas expresiones, pero, al imitar estas realidades en imagen hemos obtenido así la salvación verdadera. 
Cristo sí que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido dado, por gracia, que, imitando lo que él padeció con la realidad de estas acciones, alcancemos de verdad la salvación. 
¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión de sus dolores. 
No piense nadie, pues, que el Bautismo fue dado solamente por el perdón de los pecados y para alcanzar la gracia de la adopción, como en el caso del bautismo de Juan, que confería sólo el perdón de los pecados; nuestro bautismo, como bien sabemos, además de limpiarnos del pecado y darnos el don del Espíritu es también tipo y expresión de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo decía: ¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte

miércoles, 19 de abril de 2017

Cristo autor de la resurrección

De un autor antiguo (de la Liturgia de las horas)

El apóstol Pablo, recordando la dicha de la salvación restaurada, exclama: Del mismo modo que por Adán la muerte entró en el mundo, así también por Cristo ha sido restablecida la salvación en el mundo; y también: El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo.
    Y aun añade: Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, esto es, del hombre viejo, pecador, seremos también imagen del hombre celestial, esto es, del reconocido por Dios, del redimido, del restaurado. Esforcémonos, por tanto, en conservar la salvación que nos viene de Cristo, ya que el mismo Apóstol dice: Primero, Cristo, esto es, el autor de la resurrección y la vida; después, los de Cristo, esto es, los que, imitando el ejemplo de su vida íntegra, tendrán una esperanza cierta, basada en la resurrección del Señor, de la futura posesión de la misma gloria celestial que él posee, como dice el mismo Señor en el Evangelio: El que me sigue no perecerá, sino que pasará de la muerte a la vida.
    Así, pues, la pasión del Salvador es la salvación de la vida humana. Para esto quiso morir por nosotros, para que nosotros, creyendo en él, viviéramos para siempre. Quiso hacerse como nosotros en el tiempo, para que nosotros, alcanzando la eternidad que él nos promete, viviéramos con él para siempre.
    Éste, digo, es aquel don gratuito de los misterios celestiales, esto es lo que nos da la Pascua, esto significa la ansiada solemnidad anual, éste es el principio de la nueva creación.
    Por esto los neófitos que la santa Iglesia ha dado a luz mediante el baño de vida hacen resonar los balidos de una conciencia inocente con sencillez de recién nacidos. Por esto unos castos padres y unas madres honestas alcanzan por la fe una nueva e innumerable progenie.
    Por esto, bajo el árbol de la fe, brilla el resplandor tilo los cirios en la fuente bautismal inmaculada. Por esto los que han nacido a esta nueva vida son santificados con el don celestial y alimentados con el solemne misterio del sacramento espiritual.
    Por esto la comunidad de los fieles, alimentada en el regazo maternal de la Iglesia, formando un solo pueblo, adora al Dios único en tres personas, cantando el salmo de la festividad por excelencia: Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
    ¿De qué día se trata? De aquel que nos da el principio de vida, que es el origen y el autor de la luz, esto es, el mismo Señor Jesucristo, quien afirma de sí mismo: Yo soy el día; quien camina de día no tropieza, esto es, quien sigue a Cristo en todo llegará, siguiendo sus huellas, hasta el trono de la luz eterna; según aquello que él mismo pidió al Padre por nosotros, cuando vivía aún en su cuerpo mortal: Padre, quiero que todos los que han creído en mí estén conmigo allí donde yo esté; para que, así como tú estás en mí y yo en ti, estén ellos en nosotros.

martes, 18 de abril de 2017

El Mesías tenía que padecer para entrar en su Gloria

De las disertaciones de San Anastasio de Antioquía, obispo

Después que Cristo se había mostrado, a través de sus palabras y sus obras, como Dios verdadero y Señor del universo, decía a sus discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten, hagan burla de él y lo crucifiquen. Esto que decía estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían anunciado de antemano la muerte que había de padecer en Jerusalén. Las sagradas Escrituras habían profetizado desde el principio la muerte de Cristo y lodo lo que sufriría antes de su muerte; como también lo que había de suceder con su cuerpo, después de muerto; con ello predecían que este Dios, al que tales cosas acontecieron, era impasible e inmortal; y no podríamos tenerlo por Dios, si, al contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el motivo justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos, a saber, en su pasión y en su impasibilidad; tomó también el motivo por el cual el Verbo de Dios, por lo demás impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo como podía ser salvado el hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las conoce él y aquellos a quienes él se las revela; él, en efecto, conoce todo lo que atañe al Padre, de la misma manera que el Espíritu penetra la profundidadde los misterios divinos.
    El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres sin inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Porque él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida al que nos guiaba a la salvación, como nos enseña la carta a los Hebreos, cuando dice que él es el que nos guía a la salvación, perfeccionado por medio del sufrimiento.
    Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en efecto, san Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua que dijo el Salvador que brotaría como un torrente del seno del que crea en él: Esto lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado; aquí el evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz. Por esto el Señor, en la oración que dirige al Padre antes de su pasión, le pide que lo glorifique con aquella gloria que tenía junto a él, antes que el mundo existiese.

lunes, 17 de abril de 2017

Llevar la noticia a mis hermanos

"En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él".
El primer saludo de Jesús a las mujeres que fueron al sepulcro, es, también, el primer saludo que nos hace a nosotros: ¡Alegraos!, pues el acontecimiento requiere de nuestra alegría, o, mejor dicho, su resurrección nos devuelve la alegría a nuestra vida. Una alegría que no nace de dentro mío sino que es Él quien nos la otorga, pues es Él quien ha cumplido las Promesas del Padre.
Las mujeres llegaron al sepulcro con toda la carga del dolor de verlo morir en una Cruz, con el dolor de la Soledad de varios días, con el dolor de la noche oscura de la fe pues habían creído en Él y esperaban algo más pero no fue así, con el dolor de que no soportaban el miedo a ser perseguidas, con el dolor de un amor que se había perdido.
Y de pronto todo dejó de ser dolor para pasar a ser el Gozo de la Resurrección, por eso ante tanto gozo que inundaba su corazón lo único que se les ocurrió fue "abrazarle los píes y postrarse ante Él", ya no era más Jesús, el hijo de María y José, el Rabbí del pueblo, sino que ya era Jesús, nuestro Dios y Señor, ¡Resucitado!
Cuando realmente nos postramos ante el Señorío del Señor todo vuelve a tener la Luz de la Fe, vuelve a brillar la Esperanza de la Pascua en nuestras vidas y la alegría que brota de la confianza en Sus Promesas se hace presente en nuestro corazón. No es la alegría de salir cantando o a las grandes risas, es la alegría que da la segura esperanza de que todo está en Sus Manos, porque todo es Obra de Él, por Él y para Él, pues si lo dejamos permanecer, verdaderamente, en nuestras vidas Él nos ayuda a poder salir de todas las oscuridad, de todos los valles áridos, nos ayuda a cargar nuestras cruces y, sobre todo, nos da la fortaleza necesaria para ser fieles en la misión que nos encomienda.
Pues al postrarnos ante Él y agradecerles por la Nueva Vida, Él mismo nos da una misión:
"Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Pues ocupándome de los demás, de llevarles a ellos la esperanza que ha nacido en mí, de compartir con ellos la alegría de la fe, de vivir con mis hermanos el amor que Él tiene por mí, me libera de mí mismo y me hace libre para vivir para Él, me hace libre de mis preocupaciones y me puedo ocupar en la Fidelidad a la Vida que ha nacido en mí, me puedo ocupar de buscar el Reino de Dios y su justicia, pues se que todo lo demás vendrá por añadidura.
Sí, la alegría Pascual lleva consigo una misión: olvidarme de mí y llevar la noticia a mis hermanos.

domingo, 16 de abril de 2017

Qué has visto en la mañana?

¡Feliz Pascua de Resurrección!
Es nuestro deseo de hoy y de cada día, que cada día podamos nacer y resucitar con Cristo, con el Cristo Vivo y Verdadero que cada día se nos ofrece en el Pan de la Vida, en la Palabra de Vida, en la Vida del hermano, en la Vida de la oración, en la Vida cotidiana.
Resucitar con Cristo no es sólo un día al año, sino que son cada uno de los días del año, pues cada día se nos va "metiendo" entre las palabras, los actos, nuestra manera de ser, el pecado que nos va dejando restos de muerte: muerte en la alegría, muerte en la esperanza, muerte en la confianza, muerte en el amor, y de a poco se va muriendo el gozo Pascual y el gozo de creer en Jesucristo Vivo y Verdadero, en Jesucristo Resucitado.
Por eso San Pablo le dice a los Colosenses:
"Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él".
Y ¿cuáles son los bienes de allá arriba? La Fe, la Esperanza, el Amor, la fidelidad, la alegría, la magnanimidad, la humildad, la fortaleza, la capacidad de perdonar y ser perdonado, y tantos otros que nos da el Espíritu Santo si lo sabemos pedir.
Porque cuando con Cristo ascendemos al Cielo por medio de la oración, de la comunión, del amor fraterno compartimos los bienes del Cielo y eso se nota en la vida diaria, pues nuestra vida llevará el reflejo y la luz de aquél que ha estado con el Señor en la cima del monte, pues Él mismo se nos descubre al corazón y nos quita el temor y nos da la alegría de poder gozar de su Amor.
Por eso, muchos nos dirán, como dice la Secuencia Pascual:
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
Y podremos responder con total seguridad, como María:
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»