jueves, 23 de febrero de 2017

Soy responsable de mis actos

Tanto en el libro del Eclesiástico como en el Evangelio de hoy el Señor nos invita a pensar y meditar sobre nuestros actos y nuestra manera de ver lo que hacemos, porque muchas veces actuamos sin tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos, o actuamos justificándonos en la misericordia de los hombres o de Dios. Claro que todas las justificaciones que hacemos es para que no se castiguen nuestros malos actos o malas acciones, sino para que, a pesar de lo que hacemos salgamos siempre bien parados y sin castigo alguno. Quizás en estos tiempos que vivimos veamos que la justicia humana no es tan eficiente como nos gustaría, y que más de una y dos veces actúa injustamente, pues su vara de medir no es igual en todos los casos. Pero no es así la justicia divina.
Pero no nuestra manera de actuar no tiene que ser teniendo en cuenta si nos van a castigar más o menos, sino en que nuestro modo de actuar tiene que ser en función de quién quiero ser yo. Tampoco mi actuar tiene que estar motivado por el accionar de los demás, pues tampoco sirve el "ojo por ojo y diente por diente", o si tú lo haces yo también. Porque nos quejamos, muchas veces, de que la Ley de Dios coarta mi libertad, pero en definitiva quien me hace menos libre de actuar soy yo mismo, o, mejor dicho, simplemente actúo como me dicen otros pues me fijo más en lo que los otros hacen y dicen que en lo que yo siento que debo hacer.
Si bien es cierto que la Ley ha de ser justa para todos y que es ella misma quien pone límites al actuar del hombre, es la formación de mi conciencia quien motiva y pone en funcionamiento mi accionar diario.
Por eso, cuando nos hemos decidido a ser Fieles a un estilo de vida particular, soy yo mismo quien va decidiendo si soy coherente o no con mi forma de vivir, pues mis actos y mis palabras hablan de lo que pienso y siento; pues aunque diga mucho eso no va a condicionar lo que los demás vean y crean, sino lo que vean que hago. Claro está que lo que digan los demás no condicionará o no tendría que condicionar mi estilo de vida, pero sí me dan una pauta de cómo estoy viviendo y he de tener en cuenta la opinión de los que más cerca están de mí y conocen mi vida; pues hay otros que por una causa o por otra siempre hablarán de lo que quieran y no tendrán en cuenta si me hacen el bien o el mal, pues lo que buscarán algunos serán sólo mis errores y no mis aciertos.
Pero, en definitiva, tengo que ser yo mismo consciente de mis actos y saber que todo, desde el momento que abro mis ojos a la luz del día, repercute en la sociedad, en la vida de los demás, y de todo lo que yo hago el único responsable soy yo mismo.

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