"Y el Señor dijo:
«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
Esta frase que recoge el Génesis sobre lo que fue la historia de Babel, suena como contraria a lo que Jesús nos dice en su predicación:
"Sean uno para que el mundo crea".
Y, realmente, suena contraria porque son dos polos opuestos las intenciones: en la historia de Babel los hombres se habían unido para alcanzar un nombre, un lugar, hacerse conocidos y buscar su propia fama, su vanidad. En cambio en la la exigencia que nos pone Jesús es para que podamos mostrar a Dios, buscar un mismo lenguaje: el del amor; una Ley: la del Amor; un misma actitud: la de hijos como el Hijo; una nueva civilización: la del Amor.
Por eso, para comenzar a construir esta civilización del Amor, para poder vivir unidos en un mismo idioma y mostrar al mundo el verdadero rostro del Padre, el Señor nos presenta cuál es el Camino:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y peder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles».
¿Hay otro camino? Quizás pueda haber muchos, pero para los que nos llamamos cristianos este es el Único Camino, el único idioma y la única manera de vivir para poder construir la Civilización del Amor: desterrando todo aquello que nos impide no sólo mirarnos como hermanos sino convivir como verdaderos hermanos, amarnos como verdaderos hermanos. Pues la espina del pecado hace crecer, cada día, los defectos de la carne y los deseos del pecado: la vanidad, el egoísmo, las divisiones, las discordias, las peleas, las enemistades...
Alguien una vez nos contaba que al comenzar el día se decidía a dejar su yo tirado en medio de la calle para que todo el mundo pudiera pisarlo y pasarlo por arriba, para que en ese día pudiera morir a todo aquello que lo alejaba de la Voluntad de Dios. Es una hermosa metáfora que no sabemos cómo hacer muchas veces ¿cómo desterramos nuestro yo de nuestra vida? Primero tomando la decisión de saber que nuestra vida, como cristianos, tiene que ser un deseo constante de vivir en la Voluntad de Dios, por eso al comenzar el día tengo que tomar consciencia de cómo voy a comenzarlo, de qué voy a hacer o, mejor dicho, de cómo quiere el Padre que viva ese día. Y por eso la oración de la mañana es el principal desayuno para la vida del cristiano.
¿Has desayunado con Dios hoy?
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