"La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo:
«Deja que coman primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella replicó:
«Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».
Él le contestó:
«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Aunque las respuestas de Dios, algunas veces, son tan duras como en este caso, no es porque quiera insultarnos o hacernos sentir mal, sino porque busca una respuesta mucho mejor de nuestra parte, quiere que, realmente, hagamos un profesión de fe, que lo que le pedimos o buscamos sea realmente un acto de fe. La mujer fenicia no se quedó sin respuestas ante las palabras de Jesús, sino que al contrario su respuesta fue muy bien aceptada por Jesús, y por eso obtuvo el milagro esperado, pero fue por su actitud y su fe.
Creemos que no podemos "contestarle" a Dios, es decir que no podemos enfadarnos con Él, decirle lo que pensamos. Sí que podemos, es más Dios quiere que lo hagamos, por eso nos "chicanea" con algunas cosas o en algunos momentos porque quiere que maduremos en nuestra vida de fe, que demos pasos de crecimiento. Él no pretende (como algunos dicen) que seamos simples ovejas que no piensan, sino que en la docilidad de la aceptación de su Voluntad, podamos dialogar con Él, plantearle nuestras dudas y problemas, decirle cuando no entendemos para que su Espíritu nos ayude a entender, a madurar.
Ya el Concilio Vaticano II nos exigía que maduremos en la fe para tener siempre razones para creer, para poder dar respuestas de lo que creemos, que no seamos simples ovejas que caminan detrás del pastor sin saber a dónde van. No, somos personas que tienen que aprender a razonar, a dialogar para poder crecer en la fe, para poder crecer en el espíritu que el Señor nos quiere otorgar.
Seguramente, como nos enseña María, habrá momentos en que tengamos que hacer silencio y dejar madurar las cosas en nuestro corazón, pero nunca el Señor nos dejará sin respuestas ante lo que nos pida vivir, ante lo que Él nos muestre como su Voluntad. Porque no siempre las respuestas que nos dan son las que esperamos, pero siempre serán las que necesitamos si queremos crecer en Su Espíritu, por eso el evangelista dice de María: "conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón".
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