Hoy la liturgia nos vuelve a presentar el relato de la creación, un momento hermosamente relatado por el escritor que nos muestra no sólo el poder de Dios sino lo bueno de la creación, pues en ella puso Dios todo su amor por compartir, así, cada día que creó fue bueno, pues el Amor lo hizo todo bueno. Cuando las cosas las hacemos simplemente por amor no puede haber maldad en ello, y, aunque no resulte como uno quiere, se puede ver el brillo de lo bello en lo que se hace. Por eso, el escritor decía al final de cada día que "vio Dios que todo era bueno".
Claro que no me voy a meter en las teoría de la evolución, ni en las etapas de la creación, ni en los géneros literarios; sino que me gustaría que comencemos a ver en la creación la mano de un Dios que ama y que crea por amor, así como Él hace todo, también nos crea a nosotros y nos da lo mejor de sí: infunde en nuestro corazones el Espíritu del Amor, para que, como Él, continuemos creando con Amor y por Amor, para que todo lo que hagamos y digamos sea fruto del Amor, y, por eso, sea bueno.
Por que así, también, lo definió su Hijo cuando re-creó al Hombre que había caído en el pecado. Sí, la muerte y resurrección de Cristo, la podemos entender como una re-creación del Hombre, pues en Él se dio muerte al Hombre pecador, para nacer, por su resurrección, el Hombre Nuevo nacido del Espíritu Santo. Y eso lo hizo gracias a su Amor, pues su entrega en la Cruz, por nosotros, ha sido un acto de Amor Infinito por nosotros.
Así, al nacer nosotros del costado abierto de Jesús, somos una nueva creación, somos el Hombre Nuevo revestido de la dignidad de hijos de Dios que, con su Gracia y su Amor, hacemos un Mundo Nuevo en la Justicia y el Amor, en la Verdad y la Paz, en la Esperanza y la Alegría; pues ya no vivimos esclavos de la ley del pecado sino que somos hombres libres que vivimos la nueva Ley del Amor.
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