Dice el Eclesiástico:
"No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará; no te apoyes en sacrificio injustos.
Porque el Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas."
Y en el Evangelio leemos:
"En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Seguramente que Pedro no quiso sobornar a Jesús, sino que ante todo lo que había dejado atrás por seguirlo, le interesaba saber qué era lo que iba a obtener de "ganancia". No había en ellos aún una conciencia de "Reino de los Cielos" y de "Mesías Salvador" como lo tuvieron después de Pentecostés, sino que en ese momento tenían la concepción de que Jesús iba a ser un Rey como los de este mundo. Por eso mismo la madre de los Zebedeos le pide a Jesús que uno de sus hijos se siente a la derecha y el otro a la izquierda de su trono, pensando en la misma situación de poder terrenal.
Sin embargo Jesús le responde a Pedro.
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros»
Y ¿cuál es esa recompensa en tantos hermanos y hermanas, madres...? Es la Comunidad que forma la Iglesia, una comunidad en la cual todos somos familia o, mejor dicho, todos deberíamos ser una Familia unidad en el Amor de Dios por cada uno de nosotros, y en el Amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones.
Porque si realmente dejásemos lugar a su Amor seríamos una Gran Familia, en donde el Amor cubriría todas las necesidades de todos, como en las primeras comunidades de las cuales los paganos decían: "¡miren como se aman!".
Pero además hay algo que se nos olvida que Jesús añade a esta recompensa: "con persecuciones". Sí, esa es una parte que la dejamos de lado pues no gusta a ninguno, ni siquiera a Dios. Pero es una realidad que Jesús no quiso dejar de hacerlo notar, pues si a Él lo persiguieron ¿qué no harán con sus seguidores si viven como Él? No es que sea una realidad que obligue a los que no comparten la fe con nosotros que nos tengan que perseguir y matar, no es un mandamiento divino; pero sí es una consecuencia que en un mundo gobernado por el "Príncipe de este mundo", se dará cuando los cristianos realmente comiencen a vivir el Reino de los Cielos aquí en la Tierra.
Y, por supuesto, estar unidos a Jesús y vivir como Jesús, nos otorga un Camino seguro a la eternidad, pues los que con Él viven en la tierra, seguirán viviendo con Él en la eternidad, pues nuestra vida está en Dios si con Dios vivimos. Así nuestra entrega en Fidelidad aquí en la tierra no sólo construye, día a día, el Reino de los Cielos, sino que nos ayuda a llegar al Cielo esperado.