martes, 28 de febrero de 2017

Sobornar a Dios?

Dice el Eclesiástico:
"No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará; no te apoyes en sacrificio injustos.
Porque el Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas."
Y en el Evangelio leemos:
"En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Seguramente que Pedro no quiso sobornar a Jesús, sino que ante todo lo que había dejado atrás por seguirlo, le interesaba saber qué era lo que iba a obtener de "ganancia". No había en ellos aún una conciencia de "Reino de los Cielos" y de "Mesías Salvador" como lo tuvieron después de Pentecostés, sino que en ese momento tenían la concepción de que Jesús iba a ser un Rey como los de este mundo. Por eso mismo la madre de los Zebedeos le pide a Jesús que uno de sus hijos se siente a la derecha y el otro a la izquierda de su trono, pensando en la misma situación de poder terrenal.
Sin embargo Jesús le responde a Pedro.
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros»
Y ¿cuál es esa recompensa en tantos hermanos y hermanas, madres...? Es la Comunidad que forma la Iglesia, una comunidad en la cual todos somos familia o, mejor dicho, todos deberíamos ser una Familia unidad en el Amor de Dios por cada uno de nosotros, y en el Amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones.
Porque si realmente dejásemos lugar a su Amor seríamos una Gran Familia, en donde el Amor cubriría todas las necesidades de todos, como en las primeras comunidades de las cuales los paganos decían: "¡miren como se aman!".
Pero además hay algo que se nos olvida que Jesús añade a esta recompensa: "con persecuciones". Sí, esa es una parte que la dejamos de lado pues no gusta a ninguno, ni siquiera a Dios. Pero es una realidad que Jesús no quiso dejar de hacerlo notar, pues si a Él lo persiguieron ¿qué no harán con sus seguidores si viven como Él? No es que sea una realidad que obligue a los que no comparten la fe con nosotros que nos tengan que perseguir y matar, no es un mandamiento divino; pero sí es una consecuencia que en un mundo gobernado por el "Príncipe de este mundo", se dará cuando los cristianos realmente comiencen a vivir el Reino de los Cielos aquí en la Tierra.
Y, por supuesto, estar unidos a Jesús y vivir como Jesús, nos otorga un Camino seguro a la eternidad, pues los que con Él viven en la tierra, seguirán viviendo con Él en la eternidad, pues nuestra vida está en Dios si con Dios vivimos. Así nuestra entrega en Fidelidad aquí en la tierra no sólo construye, día a día, el Reino de los Cielos, sino que nos ayuda a llegar al Cielo esperado.

lunes, 27 de febrero de 2017

Renuncio por Dios o por mí?

"Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde juventud».
Jesús se le quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico".
No es fácil desprendernos de los que tenemos, no sólo de los bienes materiales, sino, sobre todo de los que creemos bienes espirituales: nuestros proyectos, nuestros gustos, nuestras opiniones, nuestras ideas... Cuando Jesús nos llama es porque conoce nuestra vida y sobre todo porque sabe de su Gracia, y necesita de mí no porque yo sea lo mejor que ha encontrado, sino que Él está llamando a todos, pero son pocos los elegidos.
Pero no pensemos que sólo nos llama para la vida consagrada o sacerdotal, sino que nos llama para una vida santa y es ahí cuando le debemos responder si estamos dispuestos a "vender todos nuestros bienes", dejar nuestro corazón totalmente libre para hacer su Voluntad, la Voluntad del Padre.
Pasa que como confiamos en que Él es misericordioso siempre va a perdonar mis infidelidades, mis desplantes. Y seguro que lo hará, pero eso no redundará en pérdidas para mí? Porque cuando Él me está llamando y me está invitando es porque quiere sentarme a Su Mesa, concederme Su Gracia para una misión que me enriquecerá mi vida, que me dará aquello que en el fondo de mi corazón anhelo. Jesús no perderá nada, será yo quien no reciba lo que Él quería darme, concederme.
Por eso no hablamos que no habrá salvación para que quien no quiera renunciar a sus bienes para seguir a Jesús, sino que hablamos de no recibir lo que Jesús tiene para darme si lo sigo como Él quiere. Pero, cuando no logro desprenderme de mis miedos, de mis seguridades, de mis proyectos, entonces podré seguir libremente mi camino, pero... ¿qué será lo que me he perdido de recibir de parte de Dios y Señor?
"A los que se arrepienten Dios les permite volver y consuela a los que han perdido la esperanza., y los hace partícipes de la suerte de los justos". Y siempre hay tiempo para arrepentirnos y volver al Señor, dejar a sus pies todo lo que me pedía renunciar y comenzar a seguirlo como Él me estaba pidiendo.

domingo, 26 de febrero de 2017

Un corazón dividido

"¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso".
No es que Jesús no quiera que nos ocupemos de tener previsión de futuro, que tengamos en cuenta lo que debemos conseguir para el sostenimiento familiar y tener un buen pasar; sino que entendamos que no podemos llegar a prever todo lo que nos puede llegar a pasar en mucho tiempo. Porque hay quienes no sólo buscar tener reservas para una mañana, sino que las quieren para un siglo; quieren planificar tanto la vida que se olvidan de vivirla, y cuando no se vive la vida en paz, en calma, los agobios vienen al alma muy rápidamente, y así se van perdiendo muchas cosas que no preveíamos que se iban a perder: el amor en la pareja, el ver crecer a los niños, el estar en familia, en estar con amigos, y los años cada vez pasan más rápidos y nos vamos olvidando de vivir.
Por eso, cuando realmente ponemos nuestra confianza en el Señor sabremos que "cada día tiene su propio afán", que sí es cierto que tengo responsabilidades y que debo ocuparme de mis cosas, pero también debo buscar la Voluntad de Dios para que Él pueda respaldar todo aquello que Él me pide vivir. La búsqueda y la fidelidad a la Voluntad de Dios es lo que me brinda la paz del alma para poder ver con más tranquilidad la vida, para poder tener la fortaleza necesaria en momentos de crisis, para poder tener la sabiduría necesaria para acompañar a quién lo necesite en los momentos difíciles.
"Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero", nos dice Jesús, porque es cierto, no podemos tener el corazón dividido entre dos realidades tan diferentes como el dinero y el amor, como el tener y el ser. O busco una cosa o la otra, por eso es bueno saber cuál es mi misión en el mundo, a qué o a quién le debo fidelidad, y cuáles son así las prioridades de mi vida, pues "donde esté tu tesoro allí estará tu corazón".

sábado, 25 de febrero de 2017

La grandeza de la pequeñez

Si leemos el texto del Eclesiástico de hoy vemos todo lo que Dios le dio al hombre para que fuese (se podría decir) "lo más grande de la creación": le dio poder sobre todas las criaturas y el mandato de gobernar sobre ellas, le dio discernimiento e inteligencia, ciencia y voluntad; además lo hizo a su imagen y semejanza, o sea, lo hizo un pequeño dios en la tierra para que la convirtiese en la mejor de las obras realizadas por Dios y por el hombre.
Y leemos y escuchamos a Jesús que nos dice:
«Dejad que los niños se acerquen a mi: no se lo impidáis; pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él»
Y estamos todos los días entre esas dos realidades ser adultos y fuertes y ser niños y dóciles. Algo que es muy complicado para el hombre que tiene una tendencia, desde el pecado original, a querer ser sólo Dios. ¿Cómo poder ser fiel a las dos realidades? ¿Cómo poder vivir la grandeza y la pequeñez?
Claro que no es fácil para el hombre vivir con esta contradicción en su interior, siendo que siempre ha buscado lo más grande, lo mejor y donde pueda demostrar toda su fuerza. Y eso lo vemos desde que tomamos conciencia de nosotros mismos, desde nuestra pubertad vamos queriendo "apoderarnos" de nuestro mundo y ser libres para hacer y deshacer a nuestro antojo. Y, sin embargo, ante toda esa fuerza de la naturaleza que el mismo Dios puso en nuestras vidas, tenemos que mirar hacia lo alto y buscar el camino de la Infancia Espiritual.
Y sí, no es tan fácil la aceptación de ese Camino que nos marca Jesús, por eso, muchas veces tomamos la decisión de no recorrerlo o, simplemente, no lo tomamos como algo que podemos llegar a vivir. Sin embargo el Camino de la Infancia Espiritual que Jesús nos presenta es el Camino que nos ayuda a ser, cada día, más grande ante el Señor y a poder realizar aquello que Él mismo sembró en nuestro corazón y que nosotros anhelamos conseguir.
La Infancia Espiritual no significa renunciar a nuestra inteligencia, ciencia, capacidades y libertad, sino que todo eso lo perfecciono cuando me reconozco pequeño ante la grandeza de Dios, cuando reconozco que sólo no puedo llegar a lo que realmente deseo, y, extendiendo las manos hacia el Padre me dejo conducir y guiar para poder realizar el hermoso proyecto que hay dentro de mí.
Abrir los ojos a mi pequeñez me ayuda a descubrir cuánto ha puesto el Padre en mí, cuantas cosas hay dentro de mí que aún no se han manifestado porque sólo he buscado lo que tenía más a mano y no lo que estaba oculto a mis ojos. Porque el Padre no pretende someterme sino acompañarme para que lleve a plenitud la obra que Él comenzó en mí y conmigo.
Así nuestra grandeza se va demostrando en las pequeñas cosas que voy haciendo todos días, porque la grandeza está en el amor que ponga en cada detalle y en cada relación, pues lo que más se va a valorar es el amor que entregue en cada momento, las veces que haya podido renunciar a lo urgente para hacer lo necesario, las veces que haya sembrado alegría en el corazón humano.
Quizás encontremos muchos que puedan hacer grandes proyectos y fabulosas construcciones, pero seguro que son pocos los que siembran pequeñas semillas de alegría, de paz, de amor, de esperanza y de luz en las vidas de los que están tan cerca que, a veces, pasan desapercibidos de nuestras vidas, simplemente porque creemos que sólo tenemos que hacer grandes cosas.
Por eso Jesús sólo puso en manos de los Niños la construcción del Reino de los Cielos, pues ellos son capaces de maravillarse de las pequeñas cosas y de regalar todo su amor y alegría ante los pequeños gestos de sus padres.

viernes, 24 de febrero de 2017

En el espejo de la amistad


Es hermoso el texto del Eclesiástico que nos habla de la amistad, de cómo ser un amigo fiel y de cómo encontrarlo; de cómo cuidarnos y conservarlo. Claro que lo primero que se nos ocurre pensar es en nuestros amigos, en los que están a nuestro lado: cómo son, cómo se han portado, cómo los hemos conocido, cuánto hemos compartido y, claro, lo primero es ir "categorizando" las amistades que tenemos, viendo si todos han sido fieles o no, cómo se han comportado en las buenas y en las malas.
Pero (siempre hay peros en la vida) también nos toca revisar nuestro comportamiento como amigo de mis amigos; porque también la Palabra de Dios es un espejo en que debo mirarme y no una lupa para examinar a los demás. Y por eso es necesario el último renglón de esta lectura:
"El que teme al Señor afianza su amistad, porque, según sea él, así será su amigo".
"Según sea él, así será su amigo", ellos serán también un espejo de nosotros, por eso siempre es bueno poder mirar nuestra vida confrontándola con el mejor espejo que tenemos el Tú Divino, que nos lleve a revisar y descubrir aquellos pequeños detalles que siempre se nos pasan de largo, y que, muchas veces, hacen que no nos portemos como debemos con nuestros amigos.
Porque caemos, generalmente, en la extraña situación de reclamar siempre lo que no hacemos: que no me llamaste, que no viniste, que no me escuchaste, que no me escribiste... todas cosas que, si realmente quiero a mi amigo, lo haré yo. Porque en el amor no existen las matemáticas, decía alguien; es decir cuando me pongo a contabilizar las cosas que yo hice por alguien a quien quiero, ya no es tan puro mi amor por esa persona, porque estoy "pasándole factura" por todo lo que hice por amor (que es el fundamento de la amistad) Entonces ahí es cuando tengo que darme cuenta que no es que realmente me esté entregando en una relación (ya sea de amistad, de pareja, de familia) sino que estoy haciendo algo para luego creer que tengo derecho para reclamar por lo que hice.
Cuando realmente hay amor no existen los reclamos de cuánto hice o de cuanto no hice, sino que lo que hice lo hice para hacer sentir bien y mejor a quien quiero, porque dándome al otro soy yo quién más recibe.
No dejemos que la mentalidad comercial del mundo en que vivimos se entrometa en las relaciones de amistad, de pareja, de familia; sino que aprendamos a amar sin medida y a darnos sin esperar nada a cambio, pues es "amando como se es amado". Y hoy, la Palabra de Dios, nos ha hablado muy claramente de cómo encontrar un amigo, pero sobre todo de cómo tengo que ser yo con mis amigos.

jueves, 23 de febrero de 2017

Soy responsable de mis actos

Tanto en el libro del Eclesiástico como en el Evangelio de hoy el Señor nos invita a pensar y meditar sobre nuestros actos y nuestra manera de ver lo que hacemos, porque muchas veces actuamos sin tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos, o actuamos justificándonos en la misericordia de los hombres o de Dios. Claro que todas las justificaciones que hacemos es para que no se castiguen nuestros malos actos o malas acciones, sino para que, a pesar de lo que hacemos salgamos siempre bien parados y sin castigo alguno. Quizás en estos tiempos que vivimos veamos que la justicia humana no es tan eficiente como nos gustaría, y que más de una y dos veces actúa injustamente, pues su vara de medir no es igual en todos los casos. Pero no es así la justicia divina.
Pero no nuestra manera de actuar no tiene que ser teniendo en cuenta si nos van a castigar más o menos, sino en que nuestro modo de actuar tiene que ser en función de quién quiero ser yo. Tampoco mi actuar tiene que estar motivado por el accionar de los demás, pues tampoco sirve el "ojo por ojo y diente por diente", o si tú lo haces yo también. Porque nos quejamos, muchas veces, de que la Ley de Dios coarta mi libertad, pero en definitiva quien me hace menos libre de actuar soy yo mismo, o, mejor dicho, simplemente actúo como me dicen otros pues me fijo más en lo que los otros hacen y dicen que en lo que yo siento que debo hacer.
Si bien es cierto que la Ley ha de ser justa para todos y que es ella misma quien pone límites al actuar del hombre, es la formación de mi conciencia quien motiva y pone en funcionamiento mi accionar diario.
Por eso, cuando nos hemos decidido a ser Fieles a un estilo de vida particular, soy yo mismo quien va decidiendo si soy coherente o no con mi forma de vivir, pues mis actos y mis palabras hablan de lo que pienso y siento; pues aunque diga mucho eso no va a condicionar lo que los demás vean y crean, sino lo que vean que hago. Claro está que lo que digan los demás no condicionará o no tendría que condicionar mi estilo de vida, pero sí me dan una pauta de cómo estoy viviendo y he de tener en cuenta la opinión de los que más cerca están de mí y conocen mi vida; pues hay otros que por una causa o por otra siempre hablarán de lo que quieran y no tendrán en cuenta si me hacen el bien o el mal, pues lo que buscarán algunos serán sólo mis errores y no mis aciertos.
Pero, en definitiva, tengo que ser yo mismo consciente de mis actos y saber que todo, desde el momento que abro mis ojos a la luz del día, repercute en la sociedad, en la vida de los demás, y de todo lo que yo hago el único responsable soy yo mismo.

miércoles, 22 de febrero de 2017

La Fe de Pedro

"Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Jesús Dios vivo» le respondió:
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo".
Aquí vemos cómo Jesús nos hace ver que la Fe es un Don del Cielo, un regalo del Padre que nos ayuda a descubrir aquello que no vemos y a tener certeza de lo que esperamos. Es un Don que nos regala, también, la bienaventuranza de poder caminar en la oscuridad pues aún no vemos con claridad, pero confiamos en Quién nos guía hacia la plenitud de la Luz, de la Verdad, del Amor.
San Pedro recibió ese Don y lo pudo expresar con fuerza, por eso recibió la gran responsabilidad de llevar adelante y con todas las consecuencias ese Gran Tesoro en una pequeña vasija de barro. Pero él, como hombre, no tuvo miedo de ser portador de tan Gran Tesoro, sino que recibió Gracia sobre Gracia para poder llegar hasta el final y conservar lo que había recibido aun al precio de su vida.
Sobre esa Piedra viva estamos erigidos, sobre la fe de un hombre como nosotros que pudo ser capaz de creer a pesar de su debilidad, que supo ser fuerte aún siendo débil, que supo dar testimonio de la Verdad a pesar de su pecado. Porque el Señor no tiene en cuenta quiénes somos o lo pequeño que somos, sino que tiene en cuenta su Gracia y la disposición de nuestro corazón a creer y a ser fieles.
Ese gran lugar de Pedro en la Primera Comunidad Cristiana, y ese Primado entre los Apóstoles, es el que nosotros, hoy, por el Don de la Fe, creemos que nos sigue guiando, que nos sigue acompañando a pesar de su debilidad humana y de su pobreza, pero que no confiamos en la humanidad del sucesor sino en el Espíritu de Quien lo eligió. No confiamos en que el sucesor de Pedro sea quien tenga el poder, sino que es sólo quien ha sido elegido para guiarnos por el mismo Camino que Pedro supo transitar, que no fue otro que el Camino que Jesús recorrió primero, y que nosotros, desde nuestra pequeñez y debilidad, también recorremos con Él.
Por eso, no sólo Pedro y sus sucesores tienen el Don de la FE y la responsabilidad de ser pastores de sus hermanos, sino todos los que hemos hecho una Profesión de Fe en nuestro Dios Padre y su Hijo Jesucristo como Mesías y Señor, llevamos un tesoro en vasijas de barro, y tenemos la misión de iluminar con nuestras vidas un Camino nuevo de Vida, de dejar un huella clara para que otros puedan encontrarse con el Señor, y descubrir la Vida Nueva que Él nos trajo con su vida y su palabra.

martes, 21 de febrero de 2017

Niños fieles y confiados

En el libro del Eclesiástico encontramos una serie de pautas para nuestra vida espiritual:
"Hijo, si te acerques a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor y prepárate para la prueba.
Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad.
Pégate a él y no te separes para que al final seas enaltecido.
Todo lo que te sobrevenga, acéptalo y sé paciente en la adversidad y en la humillación.
Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación.
Confía en Dios y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él".
Fijaos que comienza con una hermosa palabra: Hijo; me sorprendió porque Jesús también nos enseña y nos recuerda esa misma realidad: somos hijos, niños pequeños que han de seguir confiando en su Padre, que han de seguir mirando hacia Él que es Quien nos guiará de la mejor manera en el Camino de la Vida. Ni el Eclesiástico ni Jesús nos ocultan que en ese caminar habrá momentos de dolor, de humillación, de cansancios, pero que al final prevalecerá el Amor del Padre y alcanzaremos los Dones prometidos.
Ya el Eclesiástico nos advierte y nos enseña que seremos probados, pero no como quien quiere hacerte caer, sino para que tu belleza sea más profunda, para que tu espíritu sea más fuerte, para que tu fe esté más enraizada en lo alto y tu esperanza siempre esté puesta en el Amor del Padre. Que seguramente tus caminos se torcerán y hasta podrás caerte de las Manos del Padre, pero si confías en Él podrás enderezar el Camino, podrás volver a dejarte llevar en Sus Manos y volver a ser el Niño que sólo sabe que al fuerza está en el Amor del Padre, que la sabiduría viene de su Espíritu y sin Él el Camino es más oscuro y difícil para recorrerlo.
Por eso al caminar con Jesús Él nos va mostrando lo hermoso que es sabernos Niños, y lo difícil que será si no aprendemos a escuchar su Palabra, pues Él nos irá diciendo cómo caminar y qué obstáculos se nos presentarán; pero que, si nos distraemos, como los apóstoles, en las cosas del mundo perderemos de vista lo importante de Su Palabra y no sabremos cómo seguir o qué nos espera en el próximo paso que demos.
Pero si nos hacemos como niños y aprendemos a caminar tomados de Su Mano y a dejarnos iluminar por Su Palabra, siempre sabremos cómo seguir adelante aunque lo que esté más cerca nuestra sea la Cruz del Calvario, pero sabré que no he de temer pues Él también pasó por el mismo lugar y pudo alcanzar la Vida.

lunes, 20 de febrero de 2017

Ayúdame a encontrar la sabiduría de la fe

Dice el libro del Eclesiástico:
"El Señor mismo creó la sabiduría, la vio, la midió y la derramó sobre todas sus obras.
Se la concedió a todos los vivientes y se la regaló a quienes lo aman".
La sabiduría que es diferente a la capacidad intelectual (que igualmente todos tenemos) es un don que ha sido dado a quienes lo aman, dice la Palabra. Y ¿por qué a quienes lo aman? Porque hay sabiduría humana que se va madurando con los años, a medida que uno va aceptando lo que vive y sigue su camino como uno más de tantos. Pero hay otra sabiduría, la sobrenatural, que nos ayuda a aceptar y madurar los tiempos de Dios en nuestras vidas, a aceptar y madurar la Voluntad de Dios en nuestro día a día, a aceptar y conservar en el silencio del corazón lo que Dios nos permite vivir día a día, y eso sólo se puede vivir desde el Amor a Dios. Sólo cuando el corazón del hombre se abre al Amor de Dios y deja penetrar en él su Espíritu es cuando recibe los dones necesarios para que su sabiduría sea sobrenatural, pues busca los bienes del Cielo en las cosas de la tierra.
Será su Sabiduría la que nos ayude día a aceptar y comprender, a asumir y vivir lo que, quizás, no entendamos, pero que creemos que viene de Dios aunque mucho de lo que nos pida vivir o nos permita vivir no sea de nuestro agrado, pero sabemos y aceptamos que el Padre nunca nos va a exigir más de lo que podamos llevar sobre nuestros hombros, aunque en algunos momentos, como a Jesús, el peso de la Cruz nos derribe, pero su Gracia y su Amor nos levantará y nos llevará hasta el final del camino.
"Jesús replicó:
«¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».
Entonces el padre del muchacho gritó:
«Creo, pero ayuda a mi falta de fe».
Y ahí está la hermosa frase que tenemos que tener en nuestros labios en muchos momentos: ayuda a mi falta de fe. Ayúdame a madurar en la fe. Ayúdame a dejarme envolver por tu Amor y por tu Espíritu para que pueda en la oración de cada día presentarme ante Tí con toda mi vida, para que mi vida pueda quedar totalmente en Tus manos y así la conduzcas por los senderos que el Padre quiere llevarla para alcanzar la Bienaventuranza prometida.

domingo, 19 de febrero de 2017

La perfección en el amor

"El Señor habló a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo".
Y Jesús al finalizar la exhortación de hoy del Evangelio, nos dice:
"Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
En el refranero popular decimos que "de tal palo tal astilla" y nosotros somos una astilla de Dios, por eso la exigencia en nuestra vida es mucho más grande de lo que, a veces, vivimos o creemos.
Claro está que la perfección de la que nos habla Jesús no es la perfección del mundo, sino la perfección del Padre que es la santidad. Por eso la santidad y la perfección están fundadas en el Amor, pues no hay Ley más importante y difícil en nuestra vida que la Ley del Amor: "amaos unos a otros como Yo os he amado" y por eso, a lo largo de su predicación Jesús fue centrando o explicando los mandamientos de Dios desde la Ley del amor y no desde la pura letra de la ley.
Es claro que nunca alcanzaremos la perfección de un Dios que es Amor Infinito, pero sí lo podemos intentar pues el Camino que nos ha marcado por su Hijo es el Camino del Amor, de un Amor que se fue entregando a cada paso y que, llegado el último momento, no dudó en hacerse más claro y evidente: estando ya clavado en la Cruz suplicó "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Y nosotros podríamos decir: sí que sabían lo que hacían, y lo hacían con conciencia y con maldad. Pero Su Amor fue mucho más grande que nuestra pobre razón.
Así su entrega en el Amor fue total: entregó su vida por amor a nosotros y al Padre, para darnos así un ejemplo claro de hasta qué punta tenemos que vivir el amor: entregarnos de lleno y por completo al Amor de Dios, y por Dios a los hermanos.
Difícil camino, pero no imposible, por eso necesitamos al Señor constantemente en nuestras vidas para poder amar y perdonar, servir y pedir perdón, pero también para dar alegría, esperanza, luz, consuelo, y todo aquello que el Señor nos lo da a nosotros, y así como "hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos y pecadores", nosotros también dispensar todos nuestros dones a todos aquellos que el Señor pone a nuestro lado buscando siempre ser instrumentos de paz en el lugar que nos toque vivir.

sábado, 18 de febrero de 2017

Subir al Monte de la oración

"En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo".
El camino de crecimiento en la oración se parece mucho a la subida con Jesús al Monte de la Transfiguración, pues en un primer momento es Él mismo quien nos conduce hasta la cima para experimentar, como Pedro, el gozo de estar junto a Él, de poder contemplar la Luz que nos da su cercanía, escuchar su Palabra. Aunque suele ocurrir que nos sucede como dice el evangelista de Pedro: "sintió temor".
¿Por qué sentir temor en la oración? Es un temor particular de aquello que nunca se había experimentado y que, de pronto, sin poner uno de nuestra parte se llega a un momento de mucha cercanía con el Señor, donde se produce un dulce y fuerte encuentro con su Palabra y con Persona. Pero, a la vez, es un deseo muy grande de permanecer en ese lugar, con su cercanía, escuchando su Voz en el interior del corazón, recibiendo una a una las Gracias que el tiene para brindar al corazón que está dispuesto a vivir y seguir Su Voluntad.
Luego de este gran encuentro es Él mismo quien nos conduce a la vida cotidiana, nos baja del Monte y nos presenta la vida tal cual es para que, a partir de ese momento, nos quedemos con el deseo de volver a subir. Así nuestra vida cotidiana se verá siempre con el deseo de volver a lo sobrenatural, de llevar todo lo vivido hacia Dios y volver de Dios para darle a lo natural, a lo diario, ese color infinito de Su Amor.
Será la fortaleza, la esperanza, y todo lo que necesito diariamente para vivir en santidad lo que encuentre en ese maravilloso momento en la cima del Monte, pues ahí Él nos brinda todo lo que necesitamos para iluminar nuestro caminar diario, para que, llegado el momento, como María, podamos decir ¡Sí! a su Voluntad y que no nos asuste nada de lo que el Padre nos permita o nos pida vivir, pues hemos conocido su cercanía y su Amor que siempre estará en nosotros, y que se renovará cada vez que subamos al Monte de la Oración.

viernes, 17 de febrero de 2017

Desayunas con Dios todos los días?

"Y el Señor dijo:
«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
Esta frase que recoge el Génesis sobre lo que fue la historia de Babel, suena como contraria a lo que Jesús nos dice en su predicación:
"Sean uno para que el mundo crea".
Y, realmente, suena contraria porque son dos polos opuestos las intenciones: en la historia de Babel los hombres se habían unido para alcanzar un nombre, un lugar, hacerse conocidos y buscar su propia fama, su vanidad. En cambio en la la exigencia que nos pone Jesús es para que podamos mostrar a Dios, buscar un mismo lenguaje: el del amor; una Ley: la del Amor; un misma actitud: la de hijos como el Hijo; una nueva civilización: la del Amor.
Por eso, para comenzar a construir esta civilización del Amor, para poder vivir unidos en un mismo idioma y mostrar al mundo el verdadero rostro del Padre, el Señor nos presenta cuál es el Camino:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y peder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles».
¿Hay otro camino? Quizás pueda haber muchos, pero para los que nos llamamos cristianos este es el Único Camino, el único idioma y la única manera de vivir para poder construir la Civilización del Amor: desterrando todo aquello que nos impide no sólo mirarnos como hermanos sino convivir como verdaderos hermanos, amarnos como verdaderos hermanos. Pues la espina del pecado hace crecer, cada día, los defectos de la carne y los deseos del pecado: la vanidad, el egoísmo, las divisiones, las discordias, las peleas, las enemistades...
Alguien una vez nos contaba que al comenzar el día se decidía a dejar su yo tirado en medio de la calle para que todo el mundo pudiera pisarlo y pasarlo por arriba, para que en ese día pudiera morir a todo aquello que lo alejaba de la Voluntad de Dios. Es una hermosa metáfora que no sabemos cómo hacer muchas veces ¿cómo desterramos nuestro yo de nuestra vida? Primero tomando la decisión de saber que nuestra vida, como cristianos, tiene que ser un deseo constante de vivir en la Voluntad de Dios, por eso al comenzar el día tengo que tomar consciencia de cómo voy a comenzarlo, de qué voy a hacer o, mejor dicho, de cómo quiere el Padre que viva ese día. Y por eso la oración de la mañana es el principal desayuno para la vida del cristiano.
¿Has desayunado con Dios hoy?

jueves, 16 de febrero de 2017

Que nuestro pensar sea de Dios

«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Ellas; y otros, uno de los profetas».
Depende el momento que estemos viviendo podemos dar una respuesta diferente a esta pregunta de Jesús, porque depende del momento sabremos quién es para nosotros o quién no es para nosotros. Somos seres tan sensibles que nuestro estado de ánimo ayuda o modifica nuestras respuestas o nuestras manera de responder ante una pregunta o una situación. Además cuando nuestro conocimiento del otro no es muy profundo, sino más bien superficial, tampoco sabemos cómo contestar o qué contestar, pues no lo hemos conocido al otro tan a fondo, ni hemos ahondado en su persona, por eso, muchas veces, nos dejamos llevar por lo que dicen, por lo que he escuchado, pero no por lo que se, pues no lo conozco.
Cuando nuestra relación con el Señor ha sido una relación superficial porque esto ha estado siempre bien en mi vida, quizás lo reconozca como mi Dios y Señor. Pero esta relación, generalmente, se corta cuando llegan momentos de oscuridad o de Cruz, pues Aquél que para mí era la razón de mi vida de repente se vuelve el que no hizo nada para cuidarme, pues me ha permitido vivir una situación de dolor; y, como resultado, digo que ya no creo más en Él.
Cuando nuestra relación la hemos tejido con el tiempo y con el diálogo sincero con Su Palabra, hemos crecido en una verdadera relación de Amor, pues aunque confiamos en el Señor y Dios que todo lo puede, sabemos, como le decía a los apóstoles, que también en nuestra vida habrá oscuridades y Cruces. Que a pesar del Amor que Él me tenga no faltarán en mi vida muchos días para ofrecer y entregar mi dolor y mi Cruz.
Cuando el Amor ha crecido en la relación siempre es posible salir airoso de una temporal, de una tormenta sin perder la fe, sin perder la relación; sino todo lo contrario nos afianzamos más en la relación pues sentimos su presencia, su cercanía, sabemos que, a pesar del "Padre ¿por qué me has abandonado?", podemos confiar en Él pues también existió el "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Por eso, en el diálogo silencioso y amoroso con Jesús podemos encontrar la instrucción y la palabra que nos sostenga en todo momento, podemos llegar al verdadero conocimiento y crecimiento del Amor, para que nuestras respuestas a la Voluntad del Padre, en todo momento, no sea una respuesta humana y superficial, sino que sea una respuesta propia del Espíritu que nos dio el Señor.
"Y (Jesús) empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
-« Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».

miércoles, 15 de febrero de 2017

Ves algo?

"Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«¿Ves algo?».
Levantando lo ojos dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».
En el encuentro con Jesús en la oración o en la reflexión de la Palabra siempre intentamos discernir lo que hemos de hacer, buscar Su Voluntad; pero un momento de oración o de reflexión, para algunos casos, no es mucho porque podemos comenzar a ver algo pero no ver con claridad lo que hemos de hacer. Nos pasa como al ciego del milagro, un primer "toque" de la mano de Jesús no le permitió ver con claridad: "veo hombre, me parecen árboles, pero andan". Y Jesús tuvo que volver a tocarlo con sus manos.
Hoy en día, cuando el mundo va a tanta velocidad, creemos que con unos minutos de oración o con alguna misa podemos llegar a tener muy claro que lo que hemos de hacer o cómo actuar, sin embargo no siempre vamos a tener la total claridad de cuál es la Voluntad de Dios.
Es cierto que si miramos los mandamientos y los consejos evangélicos vamos a saber por dónde ir. Pero cuando buscamos más allá de ellos y necesitamos respuestas más concretas sobre situaciones vitales que hacen a un proyecto de vida, entonces vamos a tener que estar más tiempo con Jesús, encontrar el modo de que el diálogo con Él sea más intenso y constante. Y no es porque Jesús no tenga el poder de darme la Luz necesaria en ese momento, de abrir mis ojos cuando se lo pida, sino que no quiere acostumbrarme a vivir de "milagros urgentes" para definir mi vida, sino que lleva Su Palabra a la Vida para poder ver qué es lo que quiere el Padre de mí.
Por eso mi vida espiritual debe ser algo continuo y constante, no siempre será con la misma intensidad, y no siempre veré con claridad, sino que cada momento de la vida tendrá sus respuestas y si permanezco en esa relación siempre podré contar con su Luz. La ansiedad en querer tener una respuesta ya es lo que, muchas veces, nos lleva a la desesperación de no poder escucharlo, de no poder entenderlo, de llegar a pensar que estoy solo y que no me escucha; pero, en realidad, quien no escucha soy yo porque no le dejo tiempo a Dios para que me lleve, como al ciego del evangelio, a un lugar apartado en el cual pueda darme la Luz necesaria para ver con claridad.

martes, 14 de febrero de 2017

Temo al Dios que pasa y no vuelve

"En aquellos días, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra”».
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron".
No siempre aceptamos lo que nos vienes a decir. No siempre aceptamos lo que Dios nos pide o lo que nos permite vivir. No siempre apreciamos la Palabra de Dios como lo que es: Palabra de Dios. No siempre le damos valor a los dones que Dios nos brinda en sus sacramentos. No siempre sabemos valorar a los hermanos y pastores que Dios pone en nuestro camino para anunciarnos su Voluntad.
¿Por qué? Porque cuando algo no es como uno quiere que sea lo dejo pasar de largo, no lo acepto para mi vida. Claro que eso lo podemos hacer cuando vamos de tiendas que miramos un montón de cosas y las que no nos gustan no las compramos. O cuando nos llaman por el teléfono para ofrecernos tantas cosas para comprar y decimos que no. Eso es bueno pues tenemos la capacidad de poder volver a comprar algo que no pude en algún momento.
Pero cuando hablamos de la Voluntad de Dios es diferente, porque Dios sólo habla una vez y si no lo escuchas va a buscar a otro que sí lo necesite. Por eso San Pablo le habla así a los judíos: teníamos que anunciaron primero a vosotros la palabra de Dios; ".pero como la rechazáis.. nos dedicaremos a los gentiles". Creo que era San Agustín quien decía: "temo al Dios que pasa y no vuelve" porque si bien en Dios hay eternidad, pero en la tierra tenemos el tiempo limitado y cuando Dios nos está mostrando su Voluntad para hoy es para hoy que necesita una respuesta, y si yo no se la doy la irá a buscar en otro.
Por eso mismo decía Jesús: "el reino de los Cielos sufre violencia, y sólo los violentos lo arrebatan", claro que no es la violencia contra el hermano, sino la violencia contra nuestro propio yo, para poder dejar de lado nuestra comodidad y salir al encuentro del Señor que es Quien viene a buscarme para ser su instrumento, para ser constructor del Reino de los Cielos en la Tierra. Pues para ese momento en el que Él me está llamando tiene la Gracia necesaria para que yo pueda responder, pero si no responde en ese momento ya no tendré la Gracia necesaria para después, pues Él se le concederá a otro corazón disponible y pronto para hacer Su Voluntad.
Y aquí sí que viene muy bien aquél refrán: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy; y es más si no lo haces hoy mañana no tendrá el mismo resultado, pues, quizás, sólo lo hagas con tus débiles fuerzas humanas y no tenga los mismos frutos, o, quizás, ya mañana no sirva lo que tenías que hacer hoy. Y así vamos dejando huecos vacíos en la historia, pues donde teníamos que haber puesto o dejado nuestra vida en el servicio de la Palabra no lo hemos hecho.

lunes, 13 de febrero de 2017

Trabajemos para encontrar sabiduría

De los sermones de San Bernardo, abad

Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo -nos dice aquel que es la Verdad-; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.
    Si queréis preguntar -dice la Escritura-, preguntad; convertíos, retornad. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la sabiduría -dices-, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante, bien apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
    ¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en tu boca y en tu corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.
    Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña -según dice el Sabio- a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.
    Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es constante en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.
    En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, creemos con el corazón para obtener la justificación y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para alcanzar la salud. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.

domingo, 12 de febrero de 2017

Tú eliges...

Y en el Antiguo Testamento Dios le decía a su Pueblo, por medio del Eclesiástico:
"Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad.
Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras.
Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera".
Dios no nos obliga a hacer esto o aquello, sino que nos da opciones; somos nosotros quienes elegimos un camino u otro, y, sobre todo, nos dice hacia dónde conducen esos caminos como para que no podamos decirle después "¡ah! yo no sabía lo que me iba a pasar!" No, querido mío, yo te fui avisando por medio de los Profetas y luego por mi Hijo cuáles eran los Caminos y hacia dónde conducían, tú tenías el derecho de elegir y elegiste el que mejor te parecía.
Y ahora viene la segunda parte: cuando elegimos el Camino de Cristo, es decir nos llamamos cristianos ahí ya no tenemos (o no deberíamos tener) la oportunidad de elegir cómo lo queremos vivir, sino que hemos de vivirlo tal cual nos lo ha enseñado el mismo Jesucristo. Y hoy vemos en el evangelio que nos exige vivir no sólo la letra de la Ley de Moises, es decir los 10 mandamientos, sino que Él ha "venido a darle plenitud a la Ley y los Profetas".
¿Cómo a darle plenitud? Sí, muchas veces nos quedamos con aquella versión de "yo no mato ni robo" y por eso me considero un gran cumplidor. Y, lamentablemente, es sólo eso: cumplir una letra de la ley, pero no lo esencial o el fundamento de esa Ley de Dios, que Jesús le dio plenitud con su propia vida y nos lo explica muy bien en este evangelio.
Jesús dio plenitud a la Ley y los Profetas con la Nueva Ley del Amor, que Él vivió primero que nosotros, para que descubramos cuál es el modo de vivirla. Por eso el cristianismo no son sólo un montón de leyes y normas a vivir, sino que es una Vida a vivir: la vida de Jesús.
Que sí, que es imposible para el hombre vivir de tal modo, quizás. Pero no lo es para Dios, por eso Él mismo nos lo dijo: "sin Mí no podéis hacer nada" y se refería a eso. ¿Cómo vivir una vida cristiana sin Cristo? ¿Cómo ser cristiano si no sabemos perdonar, si no podemos amar como Él nos amó? ¿Cómo poder tener la fuerza y la Gracia necesaria para defendernos ante las tentaciones si no nos alimentamos de Su Palabra y su Cuerpo? ¿Cómo poder saber a qué decir que sí y a qué no si no escuchamos su Voz en la oración, en su Palabra?
En estos tiempos de tanta liviandad de espíritu no sólo Dios nos exige, sino que el mundo espera ver verdaderos cristianos que sean Luz, Sal y Fermento. Y por eso Dios nos vuelve a decir ¿qué es lo eliges vivir?