domingo, 25 de enero de 2015

Somos pescadores de hombres

Creo que todos tenemos la experiencia que cuando nos repiten la misma sugerencia muchas veces llegamos a agobiarnos un poco. Es decir, aquella experiencia de que nuestros padres (o madres) nos repetían al salir de casa las mismas cosas: portate bien, llevas esto o lo otro, ten cuidado, y tantas otras advertencias más. Que, a nosotros, nos cansaban y nos parecían absurdas pues sabíamos lo que hacíamos, pero para ellos, los padres, nunca estaba de más decirlo, pues era el modo de demostrar su preocupación por nuestra vida.
Así le pasa a nuestro Padre Dios, y claro, a Su Hijo Jesucristo, que es nuestro hermano mayor, no se van a cansar de repetirnos: convertíos por que está cerca el Reino de Dios.
Ante esta advertencia nos parece que siempre ve el lado malo de cada uno de nosotros, que nunca va a ver lo que hemos logrado (con Su ayuda, claro): que hemos crecido, que rezamos más, que nos portamos mejor, y, sobre todo, que ya somos adultos y sabemos lo que hacemos: no robamos, no matamos, nos portamos bien.
Pero, nuestro Padre siempre ve nuestra vida en conjunto, no se le pasa ni una pizca de lo que hemos crecido, pero también sabe, como nos lo dijo Jesús que "estamos en el mundo pero no somos del mundo", y que el mundo está está regido por el Príncipe del mundo que no es precisamente Jesucristo. Y el Príncipe lo que busca es que no vivamos en plenitud nuestra santidad, que nos dejemos llevar con engaños y sutiles mentiras de la manera de pensar del mundo que, como nada es malo lo podemos hacer todo.
Y, por eso, Dios nos invita constantemente a la conversión, pera que nos demos cuenta que frente a la Buena Noticia de la Vida Nueva en Cristo el mundo nos mantiene contaminados. Y no es que nos haya vuelto grandes pecadores, sino que nos ha vuelto cristianos mediocres que han perdido el sabor, la luz, la fuerza. Sí, nos portamos bien, pero no vamos dejando una huella en la historia, no vamos damos testimonio del gozo de vivir en Dios, no vamos contagiando con la Luz del Evangelio, ni con el Gozo de la Fe, ni con la Alegría del Amor, porque simplemente nos conformamos con "cumplir" ciertas formalidades que nos dejan bien en conciencia, pero tibios en vivencia.
Y Dios nos ha llamado para anunciar una Vida Nueva que lleve a los hombres a la Salvación, nos ha llamado para ser pecadores de hombres.

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