jueves, 22 de enero de 2015

Creadores de milagros

En más de un relato evangélico leemos algo parecido que dice Jesús:
"Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando:
_ «Tú eres el Hijo de Dios.»
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer".
Seguramente hay explicaciones exegéticas mucho más reveladoras que las mías (dado que no soy un exégeta, que son los estudiosos de la Biblia) Pero lo que me sugiere es que esas curaciones y esas expulsiones de demonios lo que hacían era hacer crecer la fama de los milagros de Jesús, de su poder de hacer curaciones, sanaciones; su poder de expulsar demonios, pero si la gente se quedaba sólo en eso no podría llegar a comprender cuál era su misión como Hijo de Dios.
Y, un poco es lo que pasa en estos tiempos. Hay una gran cantidad de cristianos que sólo se acercan a Dios cuando lo necesitan para algún milagro y, muchas veces, se van desilusionados porque no hizo el milagro esperado. Otros sólo se acercan a las imágenes de los santos y de María para seguir pidiendo milagros. Algunos más van a las "misas de sanación" sólo para pedir milagros.
Y no siempre lo que pedimos se cumple. Y no siempre lo que buscamos lo encontramos. Y no siempre que decimos quiero me dan.
Entonces ¿para qué vino Jesús si no va a hacer todos los milagros?
Vino para hacer que nosotros seamos el gran milagro de la Vida Nueva, porque ahora, luego de su resurrección y ascensión al Cielo nos dejó Su Espíritu para que nosotros (teniendo en cuenta nuestra imperfección) ocupemos el lugar que  nos corresponde como hijos de Dios, que nosotros  seamos los hombres del milagro cotidiano: sanando las heridas del odio y de la envidia, curando los corazones destrozados por el egoísmo y la vanidad, dando la medicina eterna de la alegría y el gozo de sabernos elegidos para vivir una Vida Nueva en el Amor y la Esperanza que nos da la Fe de saber hijos de Dios. Somos portadores del Espíritu que se derramó en nuestros corazones para que nosotros lo derramáramos en los corazones de aquellos que sufren, que están tristes, que no tienen esperanza.
Pero todos esos dones los podremos dar en la medida en que los recibamos de nuestro Dios, porque Su Hijo nos dejó la prenda de Salvación en la Eucaristía, en Su Palabra, en los Sacramentos para que cada día alimentándonos de Su Gracia, podamos continuar siendo testigos del Amor de Dios, del Dios de la Vida, del Dios del Amor, del Dios de la Alegría. Porque sabemos que nuestra vida terrenal es pasajera, pero que ya está en nosotros la Vida que esperamos porque somos parte del Cuerpo de Su Hijo que ha sido glorificado y nos ha dado parte en Su Vida. Por eso no nos desanimamos porque tenemos Su Vida en nuestra vida, y aunque nuestra morada terrenal se vaya destruyendo conocemos que tenemos una morada en la Casa del Padre.
Jesús no quería que lo conociéramos por el Señor de los Milagros, sino que lo buscáramos porque sólo Él puede darnos la Vida verdadera, puede darnos el verdadero sentido de la Vida, y mostrarnos el Camino que nos lleva a la Vida.

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