Recién al rezar, en el momento de llegar a la oración de los fieles (las preces) comencé a recordar a los que día a día piden que recemos por ellos, algo que me parece muy lindo porque confían en la fuerza de la oración. Pero, en ese momento también me acordaba de alguien que (en una parroquia por la que he pasado) siempre me pedía que rezara por que estaba enferma. Un día, a esta señora, le pregunté si había ido al médico y qué le había dicho, a lo que me contestó: "no, al médico no voy, confío en que Dios me sanará por eso le pido que rece por mí".
Me sorprendió mucho esta respuesta, pero igual le respondí: "no voy a rezar más por tí hasta que vayas al médico. Si Dios le ha dado a los médicos el don de sanar, tú tiene que ir a ellos para que te digan qué tienes y te ayuden a curarte. Así que hasta que no vayas al médico no rezaré más por tí".
Y, por fortuna, esta señora tomó en serio mi palabra y fue al médico y comencé a rezar, nuevamente, por ella. El resultado es que se sanó más rápido y me dio las gracias, por haberla amonestado de esa manera.
Por que claro, muchas veces es fácil pedirle a otros que recen por mí, pero yo no muevo un dedo para ver si la situación puede cambiar. Porque más de una vez me han dicho tal o cual cosa, me han dado consejos, me han hablado por izquierda y derecha, pero ¡no! me he parado en mis treces y no he hecho caso a lo que Dios me manda decir por un lado y por el otro. Pero sigo pidiendo que recen por mí.
Y pensando en esto, San Basilio Magno, en la liturgia de hoy nos dice:
"Digamos, en primer lugar, que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado. Si usamos recta y adecuadamente de estas energías que se nos han otorgado, entonces llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad".
Es cierto que muchas veces necesitamos de la oración de nuestros hermanos para darnos fortaleza en la vida, pero también es cierto que yo debo escuchar a Dios que me habla por medio de mis hermanos y saber que Él me da la Gracia para que yo haga lo que debo hacer, y no sólo quedarme a esperar el milagro sentado en el sofá de mi casa, o haciendo lo que me da la gana.
Si no escuchamos lo que Dios nos dice y hacemos el esfuerzo de ser obedientes, por más que los ángeles recen por mí nunca llegaré a alcanzar la meta; sólo si comienzo a caminar la fuerza de la oración de mis hermanos me acompañarán para llegar a la meta.
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