Hoy me quedo con la lectura breve del Oficio, que dice así, tomada del Libro de la Sabiduría:
Sb 7,13-14
"Aprendí la sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda".
Hay varias cosas que me gustaron de este texto:
- aprendí la sabiduría, es un camino de aprender toda la vida, pero es un camino que uno tiene que elegir pues la sabiduría, como todo hay que estar atento y tener tiempo para que las experiencias de la vida se asienten en el corazón de cada uno. La sabiduría, y más la sabiduría que nosotros anhelamos, la que viene de Dios, es un proceso que necesita de nuestro tiempo, de nuestra reflexión, de nuestra meditación, como María: conservaba todas las cosas y las meditaba en su corazón.
Pero aprendí la sabiduría sin malicia. Hoy en día, muchos, quizás, ocupan el tiempo en ver cómo pueden escapar de las obligaciones, como podemos exigir nuestros derechos sin tener en cuenta nuestras obligaciones. Cómo poder, en algunos casos, hacer que la vida del otro redunde en ganancia para mí. La malicia se ha echo algo tan cotidiano que no sabemos distinguir en nuestras vidas que, algunas veces (o muchas) la usamos y nos parece lo más normal.
- la reparto sin envidias y no guardo sus riquezas: el individualismo y el egoísmo que nutren la vida cotidiana, impiden que compartamos lo que hemos vivido, o, incluso que no queramos que otros nos compartan sus experiencias: "por que yo no necesito el consejo de nadie" u, otras veces, me oculto bajo el "y ¿quién soy yo para decirle algo?".
Todos en un sentido o en otro tenemos experiencia de vida, o porque lo hemos vivido o porque lo hemos escuchado, y son esas experiencias que, guardadas en el corazón, nos dan sabiduría para compartir, nos dan palabras para brindar o, incluso, en muchos momentos, nos dan silencios para acompañar.
Pero hay una sabiduría que es la que supera todas las formas de conocimiento, y que los santos, como Tomás, han experimentado y nos la sugieren para nuestras vidas: la sabiduría de la Cruz. La contemplación de ese gran misterio de Amor de Dios nos habla constantemente y nos da clases de vida. A los santos la Cruz los conduzco a la entrega más completa y total, llevándolos a un conocimiento puro y simple del Camino del Amor. Por eso no dejemos nosotros de contemplar ese Hermoso Misterio de Amor, para que también nuestra vida en la Cruz alcance la Luz de la Sabiduría del Amor de Dios.
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