domingo, 18 de enero de 2015

Aquí estoy para hacer tu Voluntad

Esta lectura del libro de Samuel, su llamado, siempre lo recuerdo con mucho cariño y nostalgia, porque fue la lectura de la primera misa que tuvimos en la Casa de Formación, el día que ingresé en el Seminario.
Y, creo que, al comenzar el año nos ayuda mucho para tomar impulsos y poder, cada uno en su propio estilo de vida, decirle al Señor "¡aquí estoy para hacer tu Voluntad!", una respuesta única y eterna que renovamos día a día.
Claro está que no siempre escuchamos con claridad el llamado del Señor, porque Él nunca nos manda un whatsapp, ni un sms, ni un mail, y, creo que tampoco tiene línea fija de teléfono. Pero sí tiene muchos conocidos en el mundo que se hacen eco de sus Palabras y nos susurran al oído su llamado. Y sí, es un hombre anticuado y no quiere gritarnos en la oreja porque podría asustarnos, no quiere invadir nuestra libertad, por eso no es como los medios que utilizan otros que a base de gritos y empujones quieren hacer que digamos que sí a lo que el mundo nos  quiere vender.
Samuel tuvo un gran referente en Elí porque se dio cuenta qué era lo que pasaba, y sin miedo le dio a Samuel las palabras justas para entender.
No siempre tenemos a nuestro lados los mejores intérpretes de la Voluntad de Dios, pero, tampoco, los buscamos. Porque si realmente quisiéramos saber qué es lo que pide Dios, por el corazón no puede descansar sin Él, los buscaríamos y podríamos saber qué es lo que nos está diciendo.
Vemos en la lectura que no le fue fácil a Samuel discernir, pero cuando descubrió la manera abrió su corazón e hizo lo que su maestro le dijo, pues estaba dispuesto a obedecer, no sabía cuál era la Voluntad de Dios, pero sí sabía que quería o debía obedecerle.
Hoy por hoy, somos muchos los que sabemos qué es lo que debemos hacer, cómo debemos responder, pero nuestro yo nos impide abrirnos a la obediencia plena, no estamos por la misión de decir ¡aquí estoy Señor para hacer Tu Voluntad! Amamos mucho nuestros propios planes y proyectos, creemos que Dios nos va a quitar libertad, que no nos va a dejar realizar aquello que verdaderamente soñamos y queremos, y por eso cerramos nuestra vida de fe a la obediencia a la Voluntad de Diios.
Qué pena. Qué pena que hayas tantas vidas frustradas por miedo a decirle que Sí a Dios, por miedo a dejar de lado el yo y el mundo y dejarse conducir por el Señor. Qué pena que los hijos de Dios no sepamos que el Amor de nuestro Padre no nos va a dejar sin vivir la plenitud de nuestra vida, no nos va a dejar sin el gozo de alcanzar los deseos más profundos de nuestro corazón, porque esos deseos los modeló Él cuando nos formaba en las entrañas de nuestras madres.
NO dejemos que el tiempo pase, no dejemos que la Gracia de Dios pase de largo, sino que abramos sin miedos nuestros corazones para decirle al Señor, como Samuel, como María: "¡Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad!"

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