El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: -« ¿Pero quién es éste? ¡ Hasta el viento y las aguas le obedecen! »
Un interesante relato es el del evangelio de hoy, cuando en la tormenta los discípulos de asustan y tienen miedo de hundirse, lo llaman a Jesús que estaba dormido y este hace el milagro de parar la tempestad. Pero más interesante es la respuesta ante esto.
Jesús les reprocha la falta de fe, porque estando Él en la barca ¿qué podían temer? Pero claro, a los discípulos les parece que Jesús está dormido y por eso no se da cuenta de lo que pasa.
¿Cuántas veces nos ha sucedido lo mismo? ¿Cuántas veces nos ha parecido que Él no está junto a nosotros? ¿Cuántas veces parece que no nos escucha y que no le interesa lo que nos pasa y nos deja solos frente a las tormentas de la vida?
Y, en realidad, no nos deja solos. Quiere que pongamos en "marcha" nuestra fe. Como dice algún refrán: los buenos capitanes se conocen en las tormentas.
Nuestra fe se demuestra en los momentos más oscuros, en los días que no sabemos por dónde ir o qué hacer. Sino para que hemos estado tanto tiempo junto a Jesús, ¿acaso no hemos visto sus milagros? ¿No hemos sido partícipes del Banquete Celestial donde cada día hace le milagro de la multiplicación de los panes y de la entrega de Su Vida? ¿No hemos visto cuántas veces nos ha levantado de la oscuridad y nos ha sostenido en el peligro? ¿Cuántas veces he dicho Creo en Dios Padre todopoderoso...?
Por eso Jesús le recrimina a los apóstoles el ser tan incrédulos, el no tener fe.
Pero también es interesante la reacción de los discípulos: no se preguntan por qué le dijo cobardes que no tenían fe, sino que se quedan preguntándose quién es ese que hizo parar la tormenta.
Es lo que nos pasa, no nos preguntamos por qué no maduramos nuestra fe, sino que miramos el por qué no hizo el milagro, o miramos para otro lado, porque yo fe tengo para recriminar, pero no para demostrar y sostener mi vida de fe. Es decir Jesús me está diciendo a mí que no he sido capaz de demostrar todo lo que he aprendido de Él, todo lo que he gustado en su Presencia. Si Él es mi Dios y mi todo nada he de temer, "solo Dios Basta", en palabras de Santa Teresa.
Pero cuando las tormentas invaden mi vida....
sábado, 31 de enero de 2015
viernes, 30 de enero de 2015
Dolor
En este momento mi corazón está muy triste, yo estoy muy triste. ¿Por qué? Por que, aunque quiero creer en la bondad de la gente, me doy cuenta que aún queda mucho por hacer, y que los que uno cree que porque buscan la paz, el amor y la libertad, son capaces de no respetar nada de lo que predican.
He visto un video (que no recomiendo que nadie lo vea) en el cual blasfeman (y me quedo corto con la palabra) contra nuestra Virgen de los Dolores.
Nunca he querido hablar mal de algo que sale en la red, porque eso es darle más publicidad. Pero hoy no puedo dejar de decir que me apena mucho que hijos de este pueblo, e hijos que la pasaron muy fea y por quienes se rezó mucho a la Virgen, hicieran semejante blasfema a la Virgen.
Hoy más que nunca, estoy triste y supongo que Nuestra Señora de los Dolores estará más triste aún, porque todos somos hijos queridos, pero más para Ella aquellos que han sido entregados a Sus Manos para acompañarlos en el dolor.
Hoy más que nunca le pido a Nuestra Madre que nos ayude a seguir fuertes en la Fe, en el Amor y sobre todo en la Esperanza de que llegará el día en que podamos vivir en Paz y armonía que los hijos no difamemos a los Padres del Cielo y, ni siquiera, a los de la tierra.
Hoy más que nunca se refuerza mi fe porque no lograrán debilitarla, y, aunque tenga que seguir creyendo que el corazón del hombre puede cambiar, hoy me resulta muy difícil creer que algunos tengan esa posibilidad, porque como dice Jesús "el pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón", y se ha atentado contra la Esposa del Espíritu Santo.
Perdonen que exprese mi dolor, peor no puedo dejar de expresarlo para que sepamos que nuestro corazón, si dejamos que la Semilla de Maldad de Satanás nos lo infecte de odio y rencor se convertirá en lo mismo que el de aquellos que blasfeman y se ríen de lo más hermoso que tenemos, y de las raíces de nuestra vida de Fe.
Elevemos nuestra oración por nosotros, para que no caigamos en la tentación de venganza, ni de rencores, pidiendo por lo que se muestran como enemigos de nuestra fe, y no soportan nuestras críticas aunque ellos critiquen nuestras vidas.
Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros.
He visto un video (que no recomiendo que nadie lo vea) en el cual blasfeman (y me quedo corto con la palabra) contra nuestra Virgen de los Dolores.
Nunca he querido hablar mal de algo que sale en la red, porque eso es darle más publicidad. Pero hoy no puedo dejar de decir que me apena mucho que hijos de este pueblo, e hijos que la pasaron muy fea y por quienes se rezó mucho a la Virgen, hicieran semejante blasfema a la Virgen.
Hoy más que nunca, estoy triste y supongo que Nuestra Señora de los Dolores estará más triste aún, porque todos somos hijos queridos, pero más para Ella aquellos que han sido entregados a Sus Manos para acompañarlos en el dolor.
Hoy más que nunca le pido a Nuestra Madre que nos ayude a seguir fuertes en la Fe, en el Amor y sobre todo en la Esperanza de que llegará el día en que podamos vivir en Paz y armonía que los hijos no difamemos a los Padres del Cielo y, ni siquiera, a los de la tierra.
Hoy más que nunca se refuerza mi fe porque no lograrán debilitarla, y, aunque tenga que seguir creyendo que el corazón del hombre puede cambiar, hoy me resulta muy difícil creer que algunos tengan esa posibilidad, porque como dice Jesús "el pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón", y se ha atentado contra la Esposa del Espíritu Santo.
Perdonen que exprese mi dolor, peor no puedo dejar de expresarlo para que sepamos que nuestro corazón, si dejamos que la Semilla de Maldad de Satanás nos lo infecte de odio y rencor se convertirá en lo mismo que el de aquellos que blasfeman y se ríen de lo más hermoso que tenemos, y de las raíces de nuestra vida de Fe.
Elevemos nuestra oración por nosotros, para que no caigamos en la tentación de venganza, ni de rencores, pidiendo por lo que se muestran como enemigos de nuestra fe, y no soportan nuestras críticas aunque ellos critiquen nuestras vidas.
Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros.
jueves, 29 de enero de 2015
Mi esperanza es tu Promesa
Prestad atención a lo que dice el escritor de la Carta a los Hebreos:
"Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras.
No desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más cercano veis el Día".
Mantenernos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa. Me parece una hermosa frase que nos ayuda a descubrir en dónde está puesta mi confianza y mi esperanza, si en los hombres (en mí o en otros) o en Dios. Porque muchas veces, lo común que escuchamos, es que no creemos en la Iglesia (curas, sobre todo) Y en realidad no son ellos, ni es la Iglesia como institución (de la cual formamos parte todos los bautizados y no sólo curas y consagrados) quien nos ha prometido la Vida Eterna, sino que ha sido el mismo Jesucristo quien, por Voluntad del Padre nos ha hecho la Promesa de Salvación, quién nos ha indicado el Camino a recorrer para llegar a la Vida.
Mi esperanza está puesta en Él que es quien me hizo la promesa, por eso siempre nuestra mirada tiene que estar en Él. Claro que hay instrumentos que me ayudan (la más de las veces) a encontrarme con Él, y ha sido Él mismo quien ha dispuesto a esos instrumentos (ministros, sacramentos, y otras cosillas mas) para que tenga lo necesario para seguir sosteniendo mi esperanza.
Y, sobre todo me ha puesto a mí para ayudar a mis hermanos, y a mis hermanos para ayudarme a mí. Por eso mismo dice el escritor de Hebreos:
"fijémonos los unos a los otros para estimularnos en la caridad y en las buenas obras", no dice fijémonos los unos en los otros para criticarnos, para tirarnos por el suelo y pisotearnos, para quitarnos la esperanza, la alegría y las ganas de vivir. Sino para estimularnos.
Y así, Jesús viene a confirmar estas palabras con su predicación evangélica:
-«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces.
Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene."
Muchas veces, cuando escucho a cierta gente hablar de sus hermanos realmente me horrorizo, porque se habla sin piedad, se lanzan dardos envenenados sin tener en cuenta nada más que mi propia opinión, una opinión que muchas veces está basada en rencores, revanchas políticas, ofensas no perdonadas, y ¡vaya a saber uno qué más! pero sobre todo basadas en la vanidad y la soberbia de creer que mi opinión es la absoluta verdad de las cosas.
Y así, un día y otro día, vamos juntando ascuas sobre nuestras propias cabezas porque así como yo juzgo a los demás será juzgado por los demás, y por aquél que un día me llamará a presentarme a Su Presencia. E, igualmente, así como ayude a los demás a vivir en el amor y la fraternidad, y ayudándolo a crecer en su vida, de la misma manera me ayudarán a mí.
"Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras.
No desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más cercano veis el Día".
Mantenernos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa. Me parece una hermosa frase que nos ayuda a descubrir en dónde está puesta mi confianza y mi esperanza, si en los hombres (en mí o en otros) o en Dios. Porque muchas veces, lo común que escuchamos, es que no creemos en la Iglesia (curas, sobre todo) Y en realidad no son ellos, ni es la Iglesia como institución (de la cual formamos parte todos los bautizados y no sólo curas y consagrados) quien nos ha prometido la Vida Eterna, sino que ha sido el mismo Jesucristo quien, por Voluntad del Padre nos ha hecho la Promesa de Salvación, quién nos ha indicado el Camino a recorrer para llegar a la Vida.
Mi esperanza está puesta en Él que es quien me hizo la promesa, por eso siempre nuestra mirada tiene que estar en Él. Claro que hay instrumentos que me ayudan (la más de las veces) a encontrarme con Él, y ha sido Él mismo quien ha dispuesto a esos instrumentos (ministros, sacramentos, y otras cosillas mas) para que tenga lo necesario para seguir sosteniendo mi esperanza.
Y, sobre todo me ha puesto a mí para ayudar a mis hermanos, y a mis hermanos para ayudarme a mí. Por eso mismo dice el escritor de Hebreos:
"fijémonos los unos a los otros para estimularnos en la caridad y en las buenas obras", no dice fijémonos los unos en los otros para criticarnos, para tirarnos por el suelo y pisotearnos, para quitarnos la esperanza, la alegría y las ganas de vivir. Sino para estimularnos.
Y así, Jesús viene a confirmar estas palabras con su predicación evangélica:
-«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces.
Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene."
Muchas veces, cuando escucho a cierta gente hablar de sus hermanos realmente me horrorizo, porque se habla sin piedad, se lanzan dardos envenenados sin tener en cuenta nada más que mi propia opinión, una opinión que muchas veces está basada en rencores, revanchas políticas, ofensas no perdonadas, y ¡vaya a saber uno qué más! pero sobre todo basadas en la vanidad y la soberbia de creer que mi opinión es la absoluta verdad de las cosas.
Y así, un día y otro día, vamos juntando ascuas sobre nuestras propias cabezas porque así como yo juzgo a los demás será juzgado por los demás, y por aquél que un día me llamará a presentarme a Su Presencia. E, igualmente, así como ayude a los demás a vivir en el amor y la fraternidad, y ayudándolo a crecer en su vida, de la misma manera me ayudarán a mí.
miércoles, 28 de enero de 2015
La sabiduría de la Cruz
Hoy me quedo con la lectura breve del Oficio, que dice así, tomada del Libro de la Sabiduría:
Sb 7,13-14
"Aprendí la sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda".
Hay varias cosas que me gustaron de este texto:
- aprendí la sabiduría, es un camino de aprender toda la vida, pero es un camino que uno tiene que elegir pues la sabiduría, como todo hay que estar atento y tener tiempo para que las experiencias de la vida se asienten en el corazón de cada uno. La sabiduría, y más la sabiduría que nosotros anhelamos, la que viene de Dios, es un proceso que necesita de nuestro tiempo, de nuestra reflexión, de nuestra meditación, como María: conservaba todas las cosas y las meditaba en su corazón.
Pero aprendí la sabiduría sin malicia. Hoy en día, muchos, quizás, ocupan el tiempo en ver cómo pueden escapar de las obligaciones, como podemos exigir nuestros derechos sin tener en cuenta nuestras obligaciones. Cómo poder, en algunos casos, hacer que la vida del otro redunde en ganancia para mí. La malicia se ha echo algo tan cotidiano que no sabemos distinguir en nuestras vidas que, algunas veces (o muchas) la usamos y nos parece lo más normal.
- la reparto sin envidias y no guardo sus riquezas: el individualismo y el egoísmo que nutren la vida cotidiana, impiden que compartamos lo que hemos vivido, o, incluso que no queramos que otros nos compartan sus experiencias: "por que yo no necesito el consejo de nadie" u, otras veces, me oculto bajo el "y ¿quién soy yo para decirle algo?".
Todos en un sentido o en otro tenemos experiencia de vida, o porque lo hemos vivido o porque lo hemos escuchado, y son esas experiencias que, guardadas en el corazón, nos dan sabiduría para compartir, nos dan palabras para brindar o, incluso, en muchos momentos, nos dan silencios para acompañar.
Pero hay una sabiduría que es la que supera todas las formas de conocimiento, y que los santos, como Tomás, han experimentado y nos la sugieren para nuestras vidas: la sabiduría de la Cruz. La contemplación de ese gran misterio de Amor de Dios nos habla constantemente y nos da clases de vida. A los santos la Cruz los conduzco a la entrega más completa y total, llevándolos a un conocimiento puro y simple del Camino del Amor. Por eso no dejemos nosotros de contemplar ese Hermoso Misterio de Amor, para que también nuestra vida en la Cruz alcance la Luz de la Sabiduría del Amor de Dios.
Sb 7,13-14
"Aprendí la sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda".
Hay varias cosas que me gustaron de este texto:
- aprendí la sabiduría, es un camino de aprender toda la vida, pero es un camino que uno tiene que elegir pues la sabiduría, como todo hay que estar atento y tener tiempo para que las experiencias de la vida se asienten en el corazón de cada uno. La sabiduría, y más la sabiduría que nosotros anhelamos, la que viene de Dios, es un proceso que necesita de nuestro tiempo, de nuestra reflexión, de nuestra meditación, como María: conservaba todas las cosas y las meditaba en su corazón.
Pero aprendí la sabiduría sin malicia. Hoy en día, muchos, quizás, ocupan el tiempo en ver cómo pueden escapar de las obligaciones, como podemos exigir nuestros derechos sin tener en cuenta nuestras obligaciones. Cómo poder, en algunos casos, hacer que la vida del otro redunde en ganancia para mí. La malicia se ha echo algo tan cotidiano que no sabemos distinguir en nuestras vidas que, algunas veces (o muchas) la usamos y nos parece lo más normal.
- la reparto sin envidias y no guardo sus riquezas: el individualismo y el egoísmo que nutren la vida cotidiana, impiden que compartamos lo que hemos vivido, o, incluso que no queramos que otros nos compartan sus experiencias: "por que yo no necesito el consejo de nadie" u, otras veces, me oculto bajo el "y ¿quién soy yo para decirle algo?".
Todos en un sentido o en otro tenemos experiencia de vida, o porque lo hemos vivido o porque lo hemos escuchado, y son esas experiencias que, guardadas en el corazón, nos dan sabiduría para compartir, nos dan palabras para brindar o, incluso, en muchos momentos, nos dan silencios para acompañar.
Pero hay una sabiduría que es la que supera todas las formas de conocimiento, y que los santos, como Tomás, han experimentado y nos la sugieren para nuestras vidas: la sabiduría de la Cruz. La contemplación de ese gran misterio de Amor de Dios nos habla constantemente y nos da clases de vida. A los santos la Cruz los conduzco a la entrega más completa y total, llevándolos a un conocimiento puro y simple del Camino del Amor. Por eso no dejemos nosotros de contemplar ese Hermoso Misterio de Amor, para que también nuestra vida en la Cruz alcance la Luz de la Sabiduría del Amor de Dios.
martes, 27 de enero de 2015
Lecturas 27-1-2015
27/01/2015 - Martes de la 3ª semana de Tiempo Ordinario.
PRIMERA LECTURA
Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 1-10
Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 1-10
Hermanos:
La Ley, que presenta sólo una sombra de los bienes definitivos y no la imagen auténtica de la realidad, siempre, con los mismos sacrificios, año tras año, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan a ofrecerlos.
Si no fuera así, habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados una vez, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia.
Pero en estos mismos sacrificios se recuerdan los pecados año tras año.
Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite las pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quiere sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no acepta: holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."
Primero dice: No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley.
Después añade: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación de cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 10. 11
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor;
Él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: Aquí estoy. R
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: Aquí estoy. R
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
nte la gran asamblea. R.
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
nte la gran asamblea. R.
EVANGELIO
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 31-35
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: - Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó: - ¿Quienes son mi madre y mis hermanos?
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: - Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
Palabra del Señor.
Ser Familia en el Amor
El escritor de la carta a los Hebreos nos recuerda que:
"Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quiere sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no acepta: holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."
Porque fue el mismo Jesús quien nos dijo:
"Les contestó: - ¿Quienes son mi madre y mis hermanos?
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: - Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre".
Somos familia de Cristo, cristianos, Iglesia, aquellos que intentamos día tras día hacer la Voluntad de Dios, vivir en Dios buscando siempre su Voluntad. Porque Él no vino para poner más reglamentos y leyes, sino para que vivamos la Vida que Él mismo nos dio.
Y San Basilio Magno, en una lectura que nos ofrece la liturgia hoy nos dice:
"¿Cómo pagaremos, pues, al Señor todo el bien que nos ha hecho? Es tan bueno que la única paga que exige es que lo amemos por todo lo que nos ha dado. Y, cuando pienso en todo esto -voy a deciros lo que siento-, me horrorizo de pensar en el peligro de que alguna vez, por falta de consideración o por estar absorto en cosas vanas, me olvide del amor de Dios y sea para Cristo causa de vergüenza y oprobio".
El Amor es el único Camino para alcanzar la Vida que Jesús nos trajo. El Amor es el único Camino para formar parte de Su Familia. Y Amar no es un acto sencillo que se aprende, sino que se vive o no se vive, porque no se puede amar a medias o se ama o no se ama, lo demás son simple palabras que no llevan un contenido, y menos aún no llevan vida.
Claro que hoy, en este siglo XXI, tendríamos que pensar qué es Amar, porque hemos quitado el hermoso contenido de la palabra Amor y lo hemos transformado en cualquier cosa menos en amor.
Cuando encontramos el Amor Verdadero dejamos que ese Amor transforme nuestra vida, y vamos presurosos buscando cómo hacer que esa realidad permanezca para siempre en nuestra vida, que esa vida de amor siga llenando los vacíos que había en el corazón, siga sosteniendo el sentido de la vida y fortaleciendo la esperanza de alcanzar la plenitud, pues el Amor hace pleno al que ama y al que es amado. Y, más aún, cuando ese Amado es el Amor Eterno, es el Amor que me dio Vida, ¡cuánto más llenará mi vida de sentido, de Luz, de gozo!
Por eso, cuando nos damos cuenta que no amamos al Amor, o nos damos cuenta que le hemos fallado al Amor Fiel, nuestra alma se duele, no por el pecado que hemos cometido, sino porque nos hemos alejado del Amor Verdadero.
"Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quiere sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no acepta: holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."
Porque fue el mismo Jesús quien nos dijo:
"Les contestó: - ¿Quienes son mi madre y mis hermanos?
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: - Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre".
Somos familia de Cristo, cristianos, Iglesia, aquellos que intentamos día tras día hacer la Voluntad de Dios, vivir en Dios buscando siempre su Voluntad. Porque Él no vino para poner más reglamentos y leyes, sino para que vivamos la Vida que Él mismo nos dio.
Y San Basilio Magno, en una lectura que nos ofrece la liturgia hoy nos dice:
"¿Cómo pagaremos, pues, al Señor todo el bien que nos ha hecho? Es tan bueno que la única paga que exige es que lo amemos por todo lo que nos ha dado. Y, cuando pienso en todo esto -voy a deciros lo que siento-, me horrorizo de pensar en el peligro de que alguna vez, por falta de consideración o por estar absorto en cosas vanas, me olvide del amor de Dios y sea para Cristo causa de vergüenza y oprobio".
El Amor es el único Camino para alcanzar la Vida que Jesús nos trajo. El Amor es el único Camino para formar parte de Su Familia. Y Amar no es un acto sencillo que se aprende, sino que se vive o no se vive, porque no se puede amar a medias o se ama o no se ama, lo demás son simple palabras que no llevan un contenido, y menos aún no llevan vida.
Claro que hoy, en este siglo XXI, tendríamos que pensar qué es Amar, porque hemos quitado el hermoso contenido de la palabra Amor y lo hemos transformado en cualquier cosa menos en amor.
Cuando encontramos el Amor Verdadero dejamos que ese Amor transforme nuestra vida, y vamos presurosos buscando cómo hacer que esa realidad permanezca para siempre en nuestra vida, que esa vida de amor siga llenando los vacíos que había en el corazón, siga sosteniendo el sentido de la vida y fortaleciendo la esperanza de alcanzar la plenitud, pues el Amor hace pleno al que ama y al que es amado. Y, más aún, cuando ese Amado es el Amor Eterno, es el Amor que me dio Vida, ¡cuánto más llenará mi vida de sentido, de Luz, de gozo!
Por eso, cuando nos damos cuenta que no amamos al Amor, o nos damos cuenta que le hemos fallado al Amor Fiel, nuestra alma se duele, no por el pecado que hemos cometido, sino porque nos hemos alejado del Amor Verdadero.
lunes, 26 de enero de 2015
La herencia que hemos recibido
Hermosa la carta de Pablo a Timoteo, hermosa por su contenido y por la cercanía de Pablo al escribir, lo cual no sólo le brinda su cariño, sino que también lo llama a una exigencia de vida. Hay varias frases a remarcar:
"...refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú." Lo decía en estos días que, muchas veces, la fe que nos regalaron nuestros abuelos o nuestras padres, en las nuevas generaciones se va degradando, se va perdiendo. Si nuestros abuelos o padres nos hubieran dejado como herencia un gran tesoro ¿no intentaríamos hacerlo crecer y fructificar? La fe para ellos fue eso, un gran tesoro, un tesoro que le dio sentido a sus vidas, a sus dolores y a sus alegrías. La fe en tiempos de nuestros mayores era lo mejor y más valioso que tenían en sus vidas. Y hoy, nosotros, las nuevas y modernas generaciones, dejamos caer en el olvido lo que ellos vivieron, porque para muchos "esas son cosas de viejos" y en estos tiempos modernos no sirven.
Y para continuar con estas palabras, insiste Pablo a Timoteo:
"Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio".
¿Cuál es el Don que recibimos? ¿Cuándo se nos impuso las manos? Recibimos el Don de la Fe cuando el día de nuestro bautismos nos concedieron, nuestros padres, la herencia de la fe de nuestros abuelos. Se nos dio un espíritu nuevo que refresca toda la vida, que da sentido a toda la vida, que inunda nuestras vidas de Luz, Amor y Paz. Pero que también es un espíritu activo que nos invita y exhorta a contagiar a todos del Gozo de creer en un Hombre Nuevo que haga un Mundo Nuevo. Un Espíritu que nos invita a combatir contra el espíritu del mundo que daña cada día más al hombre, que le quita dignidad y vida haciéndole creer que la vida sin Dios es más valiosa, haciéndole rechazar las raíces más profunda de su vida, de su historia, de sus mayores.
Hoy, por nuestra porque fuerza y nuestro poco deseo de defender nuestras raíces, dejamos que nos convenzan de que la herencia de fe que nos dejaron no sirve para el mundo nuevo y moderno. Y así cada día defendemos con menos fuerza y menos energía lo que nos da Vida, a negar lo que somos, a ocultar lo que creemos, a vivir en las tinieblas por miedo a la oscuridad.
"...refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú." Lo decía en estos días que, muchas veces, la fe que nos regalaron nuestros abuelos o nuestras padres, en las nuevas generaciones se va degradando, se va perdiendo. Si nuestros abuelos o padres nos hubieran dejado como herencia un gran tesoro ¿no intentaríamos hacerlo crecer y fructificar? La fe para ellos fue eso, un gran tesoro, un tesoro que le dio sentido a sus vidas, a sus dolores y a sus alegrías. La fe en tiempos de nuestros mayores era lo mejor y más valioso que tenían en sus vidas. Y hoy, nosotros, las nuevas y modernas generaciones, dejamos caer en el olvido lo que ellos vivieron, porque para muchos "esas son cosas de viejos" y en estos tiempos modernos no sirven.
Y para continuar con estas palabras, insiste Pablo a Timoteo:
"Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio".
¿Cuál es el Don que recibimos? ¿Cuándo se nos impuso las manos? Recibimos el Don de la Fe cuando el día de nuestro bautismos nos concedieron, nuestros padres, la herencia de la fe de nuestros abuelos. Se nos dio un espíritu nuevo que refresca toda la vida, que da sentido a toda la vida, que inunda nuestras vidas de Luz, Amor y Paz. Pero que también es un espíritu activo que nos invita y exhorta a contagiar a todos del Gozo de creer en un Hombre Nuevo que haga un Mundo Nuevo. Un Espíritu que nos invita a combatir contra el espíritu del mundo que daña cada día más al hombre, que le quita dignidad y vida haciéndole creer que la vida sin Dios es más valiosa, haciéndole rechazar las raíces más profunda de su vida, de su historia, de sus mayores.
Hoy, por nuestra porque fuerza y nuestro poco deseo de defender nuestras raíces, dejamos que nos convenzan de que la herencia de fe que nos dejaron no sirve para el mundo nuevo y moderno. Y así cada día defendemos con menos fuerza y menos energía lo que nos da Vida, a negar lo que somos, a ocultar lo que creemos, a vivir en las tinieblas por miedo a la oscuridad.
domingo, 25 de enero de 2015
Somos pescadores de hombres
Creo que todos tenemos la experiencia que cuando nos repiten la misma sugerencia muchas veces llegamos a agobiarnos un poco. Es decir, aquella experiencia de que nuestros padres (o madres) nos repetían al salir de casa las mismas cosas: portate bien, llevas esto o lo otro, ten cuidado, y tantas otras advertencias más. Que, a nosotros, nos cansaban y nos parecían absurdas pues sabíamos lo que hacíamos, pero para ellos, los padres, nunca estaba de más decirlo, pues era el modo de demostrar su preocupación por nuestra vida.
Así le pasa a nuestro Padre Dios, y claro, a Su Hijo Jesucristo, que es nuestro hermano mayor, no se van a cansar de repetirnos: convertíos por que está cerca el Reino de Dios.
Ante esta advertencia nos parece que siempre ve el lado malo de cada uno de nosotros, que nunca va a ver lo que hemos logrado (con Su ayuda, claro): que hemos crecido, que rezamos más, que nos portamos mejor, y, sobre todo, que ya somos adultos y sabemos lo que hacemos: no robamos, no matamos, nos portamos bien.
Pero, nuestro Padre siempre ve nuestra vida en conjunto, no se le pasa ni una pizca de lo que hemos crecido, pero también sabe, como nos lo dijo Jesús que "estamos en el mundo pero no somos del mundo", y que el mundo está está regido por el Príncipe del mundo que no es precisamente Jesucristo. Y el Príncipe lo que busca es que no vivamos en plenitud nuestra santidad, que nos dejemos llevar con engaños y sutiles mentiras de la manera de pensar del mundo que, como nada es malo lo podemos hacer todo.
Y, por eso, Dios nos invita constantemente a la conversión, pera que nos demos cuenta que frente a la Buena Noticia de la Vida Nueva en Cristo el mundo nos mantiene contaminados. Y no es que nos haya vuelto grandes pecadores, sino que nos ha vuelto cristianos mediocres que han perdido el sabor, la luz, la fuerza. Sí, nos portamos bien, pero no vamos dejando una huella en la historia, no vamos damos testimonio del gozo de vivir en Dios, no vamos contagiando con la Luz del Evangelio, ni con el Gozo de la Fe, ni con la Alegría del Amor, porque simplemente nos conformamos con "cumplir" ciertas formalidades que nos dejan bien en conciencia, pero tibios en vivencia.
Y Dios nos ha llamado para anunciar una Vida Nueva que lleve a los hombres a la Salvación, nos ha llamado para ser pecadores de hombres.
Así le pasa a nuestro Padre Dios, y claro, a Su Hijo Jesucristo, que es nuestro hermano mayor, no se van a cansar de repetirnos: convertíos por que está cerca el Reino de Dios.
Ante esta advertencia nos parece que siempre ve el lado malo de cada uno de nosotros, que nunca va a ver lo que hemos logrado (con Su ayuda, claro): que hemos crecido, que rezamos más, que nos portamos mejor, y, sobre todo, que ya somos adultos y sabemos lo que hacemos: no robamos, no matamos, nos portamos bien.
Pero, nuestro Padre siempre ve nuestra vida en conjunto, no se le pasa ni una pizca de lo que hemos crecido, pero también sabe, como nos lo dijo Jesús que "estamos en el mundo pero no somos del mundo", y que el mundo está está regido por el Príncipe del mundo que no es precisamente Jesucristo. Y el Príncipe lo que busca es que no vivamos en plenitud nuestra santidad, que nos dejemos llevar con engaños y sutiles mentiras de la manera de pensar del mundo que, como nada es malo lo podemos hacer todo.
Y, por eso, Dios nos invita constantemente a la conversión, pera que nos demos cuenta que frente a la Buena Noticia de la Vida Nueva en Cristo el mundo nos mantiene contaminados. Y no es que nos haya vuelto grandes pecadores, sino que nos ha vuelto cristianos mediocres que han perdido el sabor, la luz, la fuerza. Sí, nos portamos bien, pero no vamos dejando una huella en la historia, no vamos damos testimonio del gozo de vivir en Dios, no vamos contagiando con la Luz del Evangelio, ni con el Gozo de la Fe, ni con la Alegría del Amor, porque simplemente nos conformamos con "cumplir" ciertas formalidades que nos dejan bien en conciencia, pero tibios en vivencia.
Y Dios nos ha llamado para anunciar una Vida Nueva que lleve a los hombres a la Salvación, nos ha llamado para ser pecadores de hombres.
sábado, 24 de enero de 2015
No estaba en sus cabales
"Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales".
Un pasaje del evangelio que habla de Jesús que parece que fuera extraño a la vida de Jesús: sus parientes decían que no estaba en sus cabales. Aunque si lo miramos en el gran contexto de la vida de Jesús, de su pueblo, tampoco creyeron en él y por eso no pudo hacer muchos milagros entre su gente. No siempre los que están más cerca nuestro saben qué es lo que estamos viviendo o cómo lo estamos viviendo, sobre todo cuando se trata de la vida espiritual, de la conversión, de un grado más alto de lo humano.
La vida de fe, y más cuando la vida de fe se nos muestra de un modo admirable y digno de ser vivido (como se dice por acá) nos da un subidón que nos hace estar como viviendo encima del mundo. Pero no es vivir pisando a los demás, sino viviendo o mirando la vida desde Dios, y descubriendo que desde Él la vida es mucho más fácil de lo que pensamos.
Generalmente pensamos que la vida de fe es una vida complicada y triste, que no podés hacer lo que hace todo el mundo y que no vale la pena vivirla. Y por eso la mayoría de la gente se pasa la vida haciéndole caso a la religión del mundo: el tener más tiempo para poder tener más y así poder disfrutar de la vida, porque cuanto más se tiene más se es feliz.
Sin darse cuenta que cuánto más tiempo necesitás para tener más es porque no estás satisfecho con lo que tienes, y por eso necesitas trabajar más para conseguir más dinero para satisfacer todas las "necesidades materiales" que el mundo de hoy nos mete en la cabeza. Y así vamos "comiéndonos" la vida sin ver que se nos va pasando la vida sin disfrutar de la vida misma, porque no tengo tiempo para perder ni tiempo para sentarme a disfrutar de todo lo que tengo.
A esto me viene parte de la lectura del oficio de hoy:
"Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas; atraídos más bien por lo humilde".
No es que despreciemos los bienes que podemos tener, sino que le demos el lugar que tienen o que deben tener en nuestra vida: los bienes son para disfrutarlos en vida, no para gastar nuestra vida.
Y Dios, nuestro Padre, sabe que vivir en Él es vivir la Vida y disfrutar de los bienes que nos ha dado, pero dándole prioridad a la Vida y no a los bienes. Si dejamos que Dios entre en nuestra vida e ilumine nuestro día a día vamos a descubrir una nueva y más hermosa forma de vivir, pues el día a día será una acción de gracias permanente por todo lo que me ha dado, y lo mejor que podré dar a los que quiero es la alegría de vivir juntos a ellos disfrutando la vida que Dios nos ha dado.
Y quizás viviendo así, como a Jesús, nos consideren una persona que no está en sus cabales, un exaltado, un loco, pero feliz de poner cada cosa en su lugar.
Un pasaje del evangelio que habla de Jesús que parece que fuera extraño a la vida de Jesús: sus parientes decían que no estaba en sus cabales. Aunque si lo miramos en el gran contexto de la vida de Jesús, de su pueblo, tampoco creyeron en él y por eso no pudo hacer muchos milagros entre su gente. No siempre los que están más cerca nuestro saben qué es lo que estamos viviendo o cómo lo estamos viviendo, sobre todo cuando se trata de la vida espiritual, de la conversión, de un grado más alto de lo humano.
La vida de fe, y más cuando la vida de fe se nos muestra de un modo admirable y digno de ser vivido (como se dice por acá) nos da un subidón que nos hace estar como viviendo encima del mundo. Pero no es vivir pisando a los demás, sino viviendo o mirando la vida desde Dios, y descubriendo que desde Él la vida es mucho más fácil de lo que pensamos.
Generalmente pensamos que la vida de fe es una vida complicada y triste, que no podés hacer lo que hace todo el mundo y que no vale la pena vivirla. Y por eso la mayoría de la gente se pasa la vida haciéndole caso a la religión del mundo: el tener más tiempo para poder tener más y así poder disfrutar de la vida, porque cuanto más se tiene más se es feliz.
Sin darse cuenta que cuánto más tiempo necesitás para tener más es porque no estás satisfecho con lo que tienes, y por eso necesitas trabajar más para conseguir más dinero para satisfacer todas las "necesidades materiales" que el mundo de hoy nos mete en la cabeza. Y así vamos "comiéndonos" la vida sin ver que se nos va pasando la vida sin disfrutar de la vida misma, porque no tengo tiempo para perder ni tiempo para sentarme a disfrutar de todo lo que tengo.
A esto me viene parte de la lectura del oficio de hoy:
"Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas; atraídos más bien por lo humilde".
No es que despreciemos los bienes que podemos tener, sino que le demos el lugar que tienen o que deben tener en nuestra vida: los bienes son para disfrutarlos en vida, no para gastar nuestra vida.
Y Dios, nuestro Padre, sabe que vivir en Él es vivir la Vida y disfrutar de los bienes que nos ha dado, pero dándole prioridad a la Vida y no a los bienes. Si dejamos que Dios entre en nuestra vida e ilumine nuestro día a día vamos a descubrir una nueva y más hermosa forma de vivir, pues el día a día será una acción de gracias permanente por todo lo que me ha dado, y lo mejor que podré dar a los que quiero es la alegría de vivir juntos a ellos disfrutando la vida que Dios nos ha dado.
Y quizás viviendo así, como a Jesús, nos consideren una persona que no está en sus cabales, un exaltado, un loco, pero feliz de poner cada cosa en su lugar.
viernes, 23 de enero de 2015
Prudencia y Sabiduría
Hermosa unión de las dos lecturas: sabiduría y elección de los apóstoles. Unas lecturas que nos vienen de maravillas a cada uno de nosotros, y sobre todo en estos tiempos que vivimos.
¿Por qué nos vienen bien las dos lecturas? Primero para recordar que, como a aquellos apóstoles, también Jesús nos llamó a nosotros, a cada uno de nosotros: "no fuisteis vosotros quienes me eligieron, sino que Yo los elegí y los destiné para que vayan y den fruto". Porque nuestra vida, como la de ellos, es la de anunciar la Buena Noticia que Él nos trajo, cada uno en su propio estilo de vida: laico o sacerdotal o religioso, pero todos anunciamos el mismo mensaje de salvación.
Y en este Camino necesitamos algo muy especial que, con el tiempo moderno en el que vivimos, se nos olvida, pues estamos muy inmersos en el ritmo del mundo sin recordar que no somos del mundo. Por eso, la liturgia hoy nos recuerda qué es lo importante o, mejor, que es lo que más necesitamos en nuestra vida (y no sólo en la vida de los que creemos en Dios, sino en la vida de todo hombre): sabiduría, no sólo la sabiduría que vamos adquiriendo con los años, sino la Sabiduría que viene de Dios para aquellos que hemos sido elegidos por Él para llevar Su Mensaje.
Claro que, junto a la sabiduría, como bien dice el libro: viene la prudencia, que es también, una de las virtudes que menos destacan en la vida de muchos de nosotros. Pero, creo, que las dos andan siempre juntas, porque la prudencia nos hace sabios, y la sabiduría nos hace prudentes. Por eso no hay que confundirlas con otras falsas virtudes que tenemos y de las cuales nos gloriamos.
¿Cuáles? Más de una vez decimos: es que yo soy muy sincero y digo la verdad siempre, siempre digo todo lo que pienso. Y, realmente, ahí no se nota la virtud de la prudencia o de la sabiduría, sólo se descubre un rasgo de (muchas veces) imprudencia porque no siempre puedo decir todo lo que pienso en cualquier momento, y, por supuesto, debo pensar a quién se lo digo y cómo se lo digo. Por que... ¿a tí te gustaría que te hablen así como hablas tú "tan fría y tajantemente"?
Y otras tantas, que sería muy largo exponerlas aquí...
Por eso, en nuestra oración cotidiana hemos de pedir estas dos virtudes que embellecen nuestra vida, nuestro actuar: prudencia y sabiduría.
¿Por qué nos vienen bien las dos lecturas? Primero para recordar que, como a aquellos apóstoles, también Jesús nos llamó a nosotros, a cada uno de nosotros: "no fuisteis vosotros quienes me eligieron, sino que Yo los elegí y los destiné para que vayan y den fruto". Porque nuestra vida, como la de ellos, es la de anunciar la Buena Noticia que Él nos trajo, cada uno en su propio estilo de vida: laico o sacerdotal o religioso, pero todos anunciamos el mismo mensaje de salvación.
Y en este Camino necesitamos algo muy especial que, con el tiempo moderno en el que vivimos, se nos olvida, pues estamos muy inmersos en el ritmo del mundo sin recordar que no somos del mundo. Por eso, la liturgia hoy nos recuerda qué es lo importante o, mejor, que es lo que más necesitamos en nuestra vida (y no sólo en la vida de los que creemos en Dios, sino en la vida de todo hombre): sabiduría, no sólo la sabiduría que vamos adquiriendo con los años, sino la Sabiduría que viene de Dios para aquellos que hemos sido elegidos por Él para llevar Su Mensaje.
Claro que, junto a la sabiduría, como bien dice el libro: viene la prudencia, que es también, una de las virtudes que menos destacan en la vida de muchos de nosotros. Pero, creo, que las dos andan siempre juntas, porque la prudencia nos hace sabios, y la sabiduría nos hace prudentes. Por eso no hay que confundirlas con otras falsas virtudes que tenemos y de las cuales nos gloriamos.
¿Cuáles? Más de una vez decimos: es que yo soy muy sincero y digo la verdad siempre, siempre digo todo lo que pienso. Y, realmente, ahí no se nota la virtud de la prudencia o de la sabiduría, sólo se descubre un rasgo de (muchas veces) imprudencia porque no siempre puedo decir todo lo que pienso en cualquier momento, y, por supuesto, debo pensar a quién se lo digo y cómo se lo digo. Por que... ¿a tí te gustaría que te hablen así como hablas tú "tan fría y tajantemente"?
Y otras tantas, que sería muy largo exponerlas aquí...
Por eso, en nuestra oración cotidiana hemos de pedir estas dos virtudes que embellecen nuestra vida, nuestro actuar: prudencia y sabiduría.
jueves, 22 de enero de 2015
Creadores de milagros
En más de un relato evangélico leemos algo parecido que dice Jesús:
"Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando:
_ «Tú eres el Hijo de Dios.»
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer".
Seguramente hay explicaciones exegéticas mucho más reveladoras que las mías (dado que no soy un exégeta, que son los estudiosos de la Biblia) Pero lo que me sugiere es que esas curaciones y esas expulsiones de demonios lo que hacían era hacer crecer la fama de los milagros de Jesús, de su poder de hacer curaciones, sanaciones; su poder de expulsar demonios, pero si la gente se quedaba sólo en eso no podría llegar a comprender cuál era su misión como Hijo de Dios.
Y, un poco es lo que pasa en estos tiempos. Hay una gran cantidad de cristianos que sólo se acercan a Dios cuando lo necesitan para algún milagro y, muchas veces, se van desilusionados porque no hizo el milagro esperado. Otros sólo se acercan a las imágenes de los santos y de María para seguir pidiendo milagros. Algunos más van a las "misas de sanación" sólo para pedir milagros.
Y no siempre lo que pedimos se cumple. Y no siempre lo que buscamos lo encontramos. Y no siempre que decimos quiero me dan.
Entonces ¿para qué vino Jesús si no va a hacer todos los milagros?
Vino para hacer que nosotros seamos el gran milagro de la Vida Nueva, porque ahora, luego de su resurrección y ascensión al Cielo nos dejó Su Espíritu para que nosotros (teniendo en cuenta nuestra imperfección) ocupemos el lugar que nos corresponde como hijos de Dios, que nosotros seamos los hombres del milagro cotidiano: sanando las heridas del odio y de la envidia, curando los corazones destrozados por el egoísmo y la vanidad, dando la medicina eterna de la alegría y el gozo de sabernos elegidos para vivir una Vida Nueva en el Amor y la Esperanza que nos da la Fe de saber hijos de Dios. Somos portadores del Espíritu que se derramó en nuestros corazones para que nosotros lo derramáramos en los corazones de aquellos que sufren, que están tristes, que no tienen esperanza.
Pero todos esos dones los podremos dar en la medida en que los recibamos de nuestro Dios, porque Su Hijo nos dejó la prenda de Salvación en la Eucaristía, en Su Palabra, en los Sacramentos para que cada día alimentándonos de Su Gracia, podamos continuar siendo testigos del Amor de Dios, del Dios de la Vida, del Dios del Amor, del Dios de la Alegría. Porque sabemos que nuestra vida terrenal es pasajera, pero que ya está en nosotros la Vida que esperamos porque somos parte del Cuerpo de Su Hijo que ha sido glorificado y nos ha dado parte en Su Vida. Por eso no nos desanimamos porque tenemos Su Vida en nuestra vida, y aunque nuestra morada terrenal se vaya destruyendo conocemos que tenemos una morada en la Casa del Padre.
Jesús no quería que lo conociéramos por el Señor de los Milagros, sino que lo buscáramos porque sólo Él puede darnos la Vida verdadera, puede darnos el verdadero sentido de la Vida, y mostrarnos el Camino que nos lleva a la Vida.
"Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando:
_ «Tú eres el Hijo de Dios.»
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer".
Seguramente hay explicaciones exegéticas mucho más reveladoras que las mías (dado que no soy un exégeta, que son los estudiosos de la Biblia) Pero lo que me sugiere es que esas curaciones y esas expulsiones de demonios lo que hacían era hacer crecer la fama de los milagros de Jesús, de su poder de hacer curaciones, sanaciones; su poder de expulsar demonios, pero si la gente se quedaba sólo en eso no podría llegar a comprender cuál era su misión como Hijo de Dios.
Y, un poco es lo que pasa en estos tiempos. Hay una gran cantidad de cristianos que sólo se acercan a Dios cuando lo necesitan para algún milagro y, muchas veces, se van desilusionados porque no hizo el milagro esperado. Otros sólo se acercan a las imágenes de los santos y de María para seguir pidiendo milagros. Algunos más van a las "misas de sanación" sólo para pedir milagros.
Y no siempre lo que pedimos se cumple. Y no siempre lo que buscamos lo encontramos. Y no siempre que decimos quiero me dan.
Entonces ¿para qué vino Jesús si no va a hacer todos los milagros?
Vino para hacer que nosotros seamos el gran milagro de la Vida Nueva, porque ahora, luego de su resurrección y ascensión al Cielo nos dejó Su Espíritu para que nosotros (teniendo en cuenta nuestra imperfección) ocupemos el lugar que nos corresponde como hijos de Dios, que nosotros seamos los hombres del milagro cotidiano: sanando las heridas del odio y de la envidia, curando los corazones destrozados por el egoísmo y la vanidad, dando la medicina eterna de la alegría y el gozo de sabernos elegidos para vivir una Vida Nueva en el Amor y la Esperanza que nos da la Fe de saber hijos de Dios. Somos portadores del Espíritu que se derramó en nuestros corazones para que nosotros lo derramáramos en los corazones de aquellos que sufren, que están tristes, que no tienen esperanza.
Pero todos esos dones los podremos dar en la medida en que los recibamos de nuestro Dios, porque Su Hijo nos dejó la prenda de Salvación en la Eucaristía, en Su Palabra, en los Sacramentos para que cada día alimentándonos de Su Gracia, podamos continuar siendo testigos del Amor de Dios, del Dios de la Vida, del Dios del Amor, del Dios de la Alegría. Porque sabemos que nuestra vida terrenal es pasajera, pero que ya está en nosotros la Vida que esperamos porque somos parte del Cuerpo de Su Hijo que ha sido glorificado y nos ha dado parte en Su Vida. Por eso no nos desanimamos porque tenemos Su Vida en nuestra vida, y aunque nuestra morada terrenal se vaya destruyendo conocemos que tenemos una morada en la Casa del Padre.
Jesús no quería que lo conociéramos por el Señor de los Milagros, sino que lo buscáramos porque sólo Él puede darnos la Vida verdadera, puede darnos el verdadero sentido de la Vida, y mostrarnos el Camino que nos lleva a la Vida.
miércoles, 21 de enero de 2015
Nuestro martirio
Dice San Ambrosio sobre Santa Inés:
"Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata también de una mártir, ofrezcamos el sacrificio. Es el día natalicio de santa Inés. Sabemos por tradición que murió mártir a los doce años de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.
No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difícil, la corona fácil; lo que parecía imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada..."
La fortaleza de la fe en estos santos mártires nos ayuda a saber que con Dios todo es posible, "todo lo puedo en Aquél que me conforta", nos decía San Pablo.
Cuando aceptamos esta vida de fe, cuando maduramos en los mandamientos y la Voluntad de Dios, nuestra vida débil se fortalece en Dios, pues no somos nosotros los fuertes, sino que es Dios quien nos fortalece con su Espíritu.
Pero esta fortaleza del Espíritu no llega a nosotros si no tenemos una entera disposición para hacer su Voluntad en todo momento, si no tenemos una disposición para ser Fieles al Plan que él tiene para nosotros, si no tenemos disposición para morir a nosotros mismos para vivir en Dios. Por eso, sea la edad que tengamos, debemos descubrir que aún tenemos que crecer en la virtud, en la virtud cristiana además de las virtudes humanas. Porque sabemos, si miramos la vida de los santos, que las virtudes humanas son lo primero a vivir, pero ellas se hacen más fuertes y llegan a su plenitud con las virtudes cristianas. Como santa Inés no sólo conservó su virginidad, sino que entregó su vida antes que perder la virginidad.
Hoy el mundo quiere modificar le camino de la santidad, nos ofrece placeres que no siempre sabemos rechazar. Quizás no los veamos como pecado, pero si dejamos que la Luz del Espíritu nos lo revele vamos a darnos cuenta que no estamos siendo Fieles a lo que Dios nos ha pedido vivir.
Y... si miramos a nuestros hermanos cristianos de otros pueblos vamos a ver que, en estos tiempos, viven nuevos martirios en manos de aquellos que no profesan nuestra fe. El sacrificio de cada día fortalece nuestra virtud y nos acerca la Gracia del Espíritu para que cada día podamos seguir diciendo que Sí a la voluntad de Dios.
"Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata también de una mártir, ofrezcamos el sacrificio. Es el día natalicio de santa Inés. Sabemos por tradición que murió mártir a los doce años de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.
No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difícil, la corona fácil; lo que parecía imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada..."
La fortaleza de la fe en estos santos mártires nos ayuda a saber que con Dios todo es posible, "todo lo puedo en Aquél que me conforta", nos decía San Pablo.
Cuando aceptamos esta vida de fe, cuando maduramos en los mandamientos y la Voluntad de Dios, nuestra vida débil se fortalece en Dios, pues no somos nosotros los fuertes, sino que es Dios quien nos fortalece con su Espíritu.
Pero esta fortaleza del Espíritu no llega a nosotros si no tenemos una entera disposición para hacer su Voluntad en todo momento, si no tenemos una disposición para ser Fieles al Plan que él tiene para nosotros, si no tenemos disposición para morir a nosotros mismos para vivir en Dios. Por eso, sea la edad que tengamos, debemos descubrir que aún tenemos que crecer en la virtud, en la virtud cristiana además de las virtudes humanas. Porque sabemos, si miramos la vida de los santos, que las virtudes humanas son lo primero a vivir, pero ellas se hacen más fuertes y llegan a su plenitud con las virtudes cristianas. Como santa Inés no sólo conservó su virginidad, sino que entregó su vida antes que perder la virginidad.
Hoy el mundo quiere modificar le camino de la santidad, nos ofrece placeres que no siempre sabemos rechazar. Quizás no los veamos como pecado, pero si dejamos que la Luz del Espíritu nos lo revele vamos a darnos cuenta que no estamos siendo Fieles a lo que Dios nos ha pedido vivir.
Y... si miramos a nuestros hermanos cristianos de otros pueblos vamos a ver que, en estos tiempos, viven nuevos martirios en manos de aquellos que no profesan nuestra fe. El sacrificio de cada día fortalece nuestra virtud y nos acerca la Gracia del Espíritu para que cada día podamos seguir diciendo que Sí a la voluntad de Dios.
martes, 20 de enero de 2015
No perdamos el sabor de la esperanza
Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.
Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe. (Himno de Laudes)
Hay una hermosa frase que nos regala Dios por medio de la carta a los Hebreos:
"Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido".
Si la unimos a la frase del Himno es fácil que hoy seamos indolentes con lo que nos pasa, o con lo que le pasa a muchos otros. Aunque en verdad nos duele el dolor de la gente, los desastres que se van ocasionando, las muertes, las guerras... Pero como pasan tantas cosas y en tan poco tiempo, quizás se nos amarga la esperanza de no poder ver que haya un poco de luz al final del camino.
Hoy está todo tan iluminado: el dolor, el pecado, la envidia, el odio ¡todo está puesto en el escaparate de la vida! y todo lo podemos ver todo el día. y es esa luz del mundo la que enceguece nuestra alma, la que pone tinieblas sobre la Luz de la Esperanza. Y es esa luz que tanto dolor nos muestra que al final nos hace inmune al dolor ajeno y nos quedamos sólo contemplando lo que ocurre, y, quizás, pidiendo para que no nos ocurra a nosotros o a nuestras familias.
Y Dios hoy nos está pidiendo que no nos quedemos sentados, que pongamos empeño en que las cosas cambien, en que luchemos por conseguir lo que Dios nos ha prometido. Pero una lucha en nosotros mismos para alcanzar la Luz de la Esperanza que nos da el Señor, una lucha entre nuestra carne y nuestro espíritu, para que sea el Espíritu el que gane día a día, para llenarnos de esperanza, de confianza, de deseos de un mundo nuevo.
Pero no de ese mundo nuevo que le reclamamos al gobierno, sino el mundo nuevo que nos reclama nuestro propio ser, el mundo nuevo que comienza con mi conversión, con mi puesta a punto en orden al Amor, con mi puesta a punto en orden a jugarme por lo que creo y a vivir lo que creo. Porque hemos sido llamados a ser instrumentos de Paz, de Amor, de Justicia, de Verdad, de Fraternidad, de Alegría, de Gozo en el Señor. Hemos sido llamados a poner Luz Verdadera en las tinieblas del mundo, pero... si nos apagamos otros brillarán. Si la sal pierde su sabor... otros salarán el mundo, y a la sal que pierde su sabor sólo sirve para ser tirada y pisoteada por los demás.
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.
Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe. (Himno de Laudes)
Hay una hermosa frase que nos regala Dios por medio de la carta a los Hebreos:
"Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido".
Si la unimos a la frase del Himno es fácil que hoy seamos indolentes con lo que nos pasa, o con lo que le pasa a muchos otros. Aunque en verdad nos duele el dolor de la gente, los desastres que se van ocasionando, las muertes, las guerras... Pero como pasan tantas cosas y en tan poco tiempo, quizás se nos amarga la esperanza de no poder ver que haya un poco de luz al final del camino.
Hoy está todo tan iluminado: el dolor, el pecado, la envidia, el odio ¡todo está puesto en el escaparate de la vida! y todo lo podemos ver todo el día. y es esa luz del mundo la que enceguece nuestra alma, la que pone tinieblas sobre la Luz de la Esperanza. Y es esa luz que tanto dolor nos muestra que al final nos hace inmune al dolor ajeno y nos quedamos sólo contemplando lo que ocurre, y, quizás, pidiendo para que no nos ocurra a nosotros o a nuestras familias.
Y Dios hoy nos está pidiendo que no nos quedemos sentados, que pongamos empeño en que las cosas cambien, en que luchemos por conseguir lo que Dios nos ha prometido. Pero una lucha en nosotros mismos para alcanzar la Luz de la Esperanza que nos da el Señor, una lucha entre nuestra carne y nuestro espíritu, para que sea el Espíritu el que gane día a día, para llenarnos de esperanza, de confianza, de deseos de un mundo nuevo.
Pero no de ese mundo nuevo que le reclamamos al gobierno, sino el mundo nuevo que nos reclama nuestro propio ser, el mundo nuevo que comienza con mi conversión, con mi puesta a punto en orden al Amor, con mi puesta a punto en orden a jugarme por lo que creo y a vivir lo que creo. Porque hemos sido llamados a ser instrumentos de Paz, de Amor, de Justicia, de Verdad, de Fraternidad, de Alegría, de Gozo en el Señor. Hemos sido llamados a poner Luz Verdadera en las tinieblas del mundo, pero... si nos apagamos otros brillarán. Si la sal pierde su sabor... otros salarán el mundo, y a la sal que pierde su sabor sólo sirve para ser tirada y pisoteada por los demás.
lunes, 19 de enero de 2015
Renovemos nuestra vida
"Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»
Cuando el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, vino para hacer nuevas todas las cosas, para re-crear al hombre que había caído en pecado y había perdido su belleza original, su vida, su relación filial con Dios.
Con su muerte y resurrección Jesús pone fin a un tiempo y da comienzo a otro, hace nueva la historia del Hombre para que este haga nueva su vida, y renovando su vida renueve el mundo en el que vive. Por eso, no sólo nos dio parches para emparchar nuestra vida empecatada, sino que nos concedió su Espíritu para renovar nuestro ser, y así de ser hijo de hombres pasamos a ser hijos de Dios.
Pasados los siglos vemos cómo aún no hemos aprendido (o no queremos aprender) que en nuestras vidas hemos puesto sólo parches cristianos, parches de vida nueva, porque seguimos sin vivir lo belleza de la Vida que nos trajo Cristo.
Claro que para poder hacer nueva nuestra vida debo cambiar mi forma de pensar, mi forma de entender el cristianismo, la forma de relacionarme con Dios, y, por eso, deberé responder a la pregunta que ayer Jesús le hacía a los dos discípulos: ¿Qué buscáis?
Porque fijémonos en el mundo, cuando se busca fama o dinero hay personas que se transforman totalmente, dejando atrás sus ideales, sus formas de vestir, sus formas de actuar; hasta incluso muchos dejan atrás a sus familias por conseguir mejores puestos de trabajos y mejores ingresos de dinero.
Y nosotros que sabemos que vamos tras una mejor y sublime meta ¿seremos capaces de cambiar? ¿de renovarnos? Cristo nos ofrece un Camino que es Vida, nos ofrece una Vida que es Verdad, y Su Verdad es la que nos la libertad más añorada y esperada por los hombres. Así renovamos nuestra mente, nuestro corazón, nuestra vida, porque viviendo en Dios nuestra vida se hace nueva, y renovándonos nosotros renovamos el mundo que hay a nuestro alrededor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»
Cuando el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, vino para hacer nuevas todas las cosas, para re-crear al hombre que había caído en pecado y había perdido su belleza original, su vida, su relación filial con Dios.
Con su muerte y resurrección Jesús pone fin a un tiempo y da comienzo a otro, hace nueva la historia del Hombre para que este haga nueva su vida, y renovando su vida renueve el mundo en el que vive. Por eso, no sólo nos dio parches para emparchar nuestra vida empecatada, sino que nos concedió su Espíritu para renovar nuestro ser, y así de ser hijo de hombres pasamos a ser hijos de Dios.
Pasados los siglos vemos cómo aún no hemos aprendido (o no queremos aprender) que en nuestras vidas hemos puesto sólo parches cristianos, parches de vida nueva, porque seguimos sin vivir lo belleza de la Vida que nos trajo Cristo.
Claro que para poder hacer nueva nuestra vida debo cambiar mi forma de pensar, mi forma de entender el cristianismo, la forma de relacionarme con Dios, y, por eso, deberé responder a la pregunta que ayer Jesús le hacía a los dos discípulos: ¿Qué buscáis?
Porque fijémonos en el mundo, cuando se busca fama o dinero hay personas que se transforman totalmente, dejando atrás sus ideales, sus formas de vestir, sus formas de actuar; hasta incluso muchos dejan atrás a sus familias por conseguir mejores puestos de trabajos y mejores ingresos de dinero.
Y nosotros que sabemos que vamos tras una mejor y sublime meta ¿seremos capaces de cambiar? ¿de renovarnos? Cristo nos ofrece un Camino que es Vida, nos ofrece una Vida que es Verdad, y Su Verdad es la que nos la libertad más añorada y esperada por los hombres. Así renovamos nuestra mente, nuestro corazón, nuestra vida, porque viviendo en Dios nuestra vida se hace nueva, y renovándonos nosotros renovamos el mundo que hay a nuestro alrededor.
domingo, 18 de enero de 2015
Aquí estoy para hacer tu Voluntad
Esta lectura del libro de Samuel, su llamado, siempre lo recuerdo con mucho cariño y nostalgia, porque fue la lectura de la primera misa que tuvimos en la Casa de Formación, el día que ingresé en el Seminario.
Y, creo que, al comenzar el año nos ayuda mucho para tomar impulsos y poder, cada uno en su propio estilo de vida, decirle al Señor "¡aquí estoy para hacer tu Voluntad!", una respuesta única y eterna que renovamos día a día.
Claro está que no siempre escuchamos con claridad el llamado del Señor, porque Él nunca nos manda un whatsapp, ni un sms, ni un mail, y, creo que tampoco tiene línea fija de teléfono. Pero sí tiene muchos conocidos en el mundo que se hacen eco de sus Palabras y nos susurran al oído su llamado. Y sí, es un hombre anticuado y no quiere gritarnos en la oreja porque podría asustarnos, no quiere invadir nuestra libertad, por eso no es como los medios que utilizan otros que a base de gritos y empujones quieren hacer que digamos que sí a lo que el mundo nos quiere vender.
Samuel tuvo un gran referente en Elí porque se dio cuenta qué era lo que pasaba, y sin miedo le dio a Samuel las palabras justas para entender.
No siempre tenemos a nuestro lados los mejores intérpretes de la Voluntad de Dios, pero, tampoco, los buscamos. Porque si realmente quisiéramos saber qué es lo que pide Dios, por el corazón no puede descansar sin Él, los buscaríamos y podríamos saber qué es lo que nos está diciendo.
Vemos en la lectura que no le fue fácil a Samuel discernir, pero cuando descubrió la manera abrió su corazón e hizo lo que su maestro le dijo, pues estaba dispuesto a obedecer, no sabía cuál era la Voluntad de Dios, pero sí sabía que quería o debía obedecerle.
Hoy por hoy, somos muchos los que sabemos qué es lo que debemos hacer, cómo debemos responder, pero nuestro yo nos impide abrirnos a la obediencia plena, no estamos por la misión de decir ¡aquí estoy Señor para hacer Tu Voluntad! Amamos mucho nuestros propios planes y proyectos, creemos que Dios nos va a quitar libertad, que no nos va a dejar realizar aquello que verdaderamente soñamos y queremos, y por eso cerramos nuestra vida de fe a la obediencia a la Voluntad de Diios.
Qué pena. Qué pena que hayas tantas vidas frustradas por miedo a decirle que Sí a Dios, por miedo a dejar de lado el yo y el mundo y dejarse conducir por el Señor. Qué pena que los hijos de Dios no sepamos que el Amor de nuestro Padre no nos va a dejar sin vivir la plenitud de nuestra vida, no nos va a dejar sin el gozo de alcanzar los deseos más profundos de nuestro corazón, porque esos deseos los modeló Él cuando nos formaba en las entrañas de nuestras madres.
NO dejemos que el tiempo pase, no dejemos que la Gracia de Dios pase de largo, sino que abramos sin miedos nuestros corazones para decirle al Señor, como Samuel, como María: "¡Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad!"
Y, creo que, al comenzar el año nos ayuda mucho para tomar impulsos y poder, cada uno en su propio estilo de vida, decirle al Señor "¡aquí estoy para hacer tu Voluntad!", una respuesta única y eterna que renovamos día a día.
Claro está que no siempre escuchamos con claridad el llamado del Señor, porque Él nunca nos manda un whatsapp, ni un sms, ni un mail, y, creo que tampoco tiene línea fija de teléfono. Pero sí tiene muchos conocidos en el mundo que se hacen eco de sus Palabras y nos susurran al oído su llamado. Y sí, es un hombre anticuado y no quiere gritarnos en la oreja porque podría asustarnos, no quiere invadir nuestra libertad, por eso no es como los medios que utilizan otros que a base de gritos y empujones quieren hacer que digamos que sí a lo que el mundo nos quiere vender.
Samuel tuvo un gran referente en Elí porque se dio cuenta qué era lo que pasaba, y sin miedo le dio a Samuel las palabras justas para entender.
No siempre tenemos a nuestro lados los mejores intérpretes de la Voluntad de Dios, pero, tampoco, los buscamos. Porque si realmente quisiéramos saber qué es lo que pide Dios, por el corazón no puede descansar sin Él, los buscaríamos y podríamos saber qué es lo que nos está diciendo.
Vemos en la lectura que no le fue fácil a Samuel discernir, pero cuando descubrió la manera abrió su corazón e hizo lo que su maestro le dijo, pues estaba dispuesto a obedecer, no sabía cuál era la Voluntad de Dios, pero sí sabía que quería o debía obedecerle.
Hoy por hoy, somos muchos los que sabemos qué es lo que debemos hacer, cómo debemos responder, pero nuestro yo nos impide abrirnos a la obediencia plena, no estamos por la misión de decir ¡aquí estoy Señor para hacer Tu Voluntad! Amamos mucho nuestros propios planes y proyectos, creemos que Dios nos va a quitar libertad, que no nos va a dejar realizar aquello que verdaderamente soñamos y queremos, y por eso cerramos nuestra vida de fe a la obediencia a la Voluntad de Diios.
Qué pena. Qué pena que hayas tantas vidas frustradas por miedo a decirle que Sí a Dios, por miedo a dejar de lado el yo y el mundo y dejarse conducir por el Señor. Qué pena que los hijos de Dios no sepamos que el Amor de nuestro Padre no nos va a dejar sin vivir la plenitud de nuestra vida, no nos va a dejar sin el gozo de alcanzar los deseos más profundos de nuestro corazón, porque esos deseos los modeló Él cuando nos formaba en las entrañas de nuestras madres.
NO dejemos que el tiempo pase, no dejemos que la Gracia de Dios pase de largo, sino que abramos sin miedos nuestros corazones para decirle al Señor, como Samuel, como María: "¡Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad!"
sábado, 17 de enero de 2015
Sígueme...
"¡Sígueme!", nos dice hoy Jesús, como a Leví (Mateo) o tantos otros, apóstoles o santos. Y al pensar en esa palabra nos damos cuenta que no nos dice: "aprendan de memoria", o "estudien la Ley", sino "sígueme". Es decir seguimos a una persona, que, para nosotros es Dios, en la segunda persona de la Santísima Trinidad: el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Y ese Dios nos llama a seguirlo.
Pero seguirlo no es sólo ir por detrás, sino seguirlo vivencialmente, así como hoy se sigue a un cantante, futbolista o estrella de la TV que imitamos su manera de hablar, de vivir, de vestir, de cortarse el pelo: hago mía su vida, y mi vida ya es como la suya.
Claro que la vida de esta estrellas no redunda en vida para mí, porque ellas absorben mi vida y me quitan mi propia personalidad. En cambio Jesús, nuestro Señor y Dios, no me quita personalidad, al contrario hace que mi personalidad se realice, se plenifique, porque sabe que El Padre nos ha hecho únicos, pero en esa originalidad Él quiere que vivamos a ejemplo de Su Hijo Único, pues Él es el Camino que nos conduce a la Vida.
Seguirlo a Jesús... Suena a difícil, suena a tener que dejar todo, a cambiar el estilo de vida, suena a tarea difícil. Y sí es difícil, pero no imposible. Y muchas veces lo repito y me lo repito, pues el ángel se lo dijo a María: "lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios".
Pero hoy queremos recibir todo de Dios sin entregar nada. Queremos tener la vida arreglada y perfecta sin esforzarnos en buscar el sentido a esta vida. Más cuando sabemos quienes somos, cuando hemos sido consciente que somos hijos de Dios, porque hemos recibido Su Espíritu.
Y, sí, lamentablemente saber quiénes somos condiciona mi manera de vivir, mi manera de pensar, porque o soy lo que soy o dejo de ser, o acepto el vivir según una vida cristiana o renuncio a mi.
Hoy nos encontramos con muchos que se jactan en criticar a los que van a Misa, porque dicen que esos no son cristianos y se quedan en la acera de enfrente a ver quién entra a Misa y a criticar que cuando salen no viven lo que dicen. Pero quienes entramos a Misa buscamos a nuestro Dios para que nos ayude cada día a dar el difícil paso de convertir nuestro corazón y de vivir cada día más intensamente nuestra fe. Por eso no nos quedamos en la acera de enfrente criticando, sino que intentamos e insistimos en que debemos convertirnos y para eso necesitamos de Dios, para seguir a Jesus y encontrar, un día, la Gracia total para alcanzar nuestra santidad.
Pero seguirlo no es sólo ir por detrás, sino seguirlo vivencialmente, así como hoy se sigue a un cantante, futbolista o estrella de la TV que imitamos su manera de hablar, de vivir, de vestir, de cortarse el pelo: hago mía su vida, y mi vida ya es como la suya.
Claro que la vida de esta estrellas no redunda en vida para mí, porque ellas absorben mi vida y me quitan mi propia personalidad. En cambio Jesús, nuestro Señor y Dios, no me quita personalidad, al contrario hace que mi personalidad se realice, se plenifique, porque sabe que El Padre nos ha hecho únicos, pero en esa originalidad Él quiere que vivamos a ejemplo de Su Hijo Único, pues Él es el Camino que nos conduce a la Vida.
Seguirlo a Jesús... Suena a difícil, suena a tener que dejar todo, a cambiar el estilo de vida, suena a tarea difícil. Y sí es difícil, pero no imposible. Y muchas veces lo repito y me lo repito, pues el ángel se lo dijo a María: "lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios".
Pero hoy queremos recibir todo de Dios sin entregar nada. Queremos tener la vida arreglada y perfecta sin esforzarnos en buscar el sentido a esta vida. Más cuando sabemos quienes somos, cuando hemos sido consciente que somos hijos de Dios, porque hemos recibido Su Espíritu.
Y, sí, lamentablemente saber quiénes somos condiciona mi manera de vivir, mi manera de pensar, porque o soy lo que soy o dejo de ser, o acepto el vivir según una vida cristiana o renuncio a mi.
Hoy nos encontramos con muchos que se jactan en criticar a los que van a Misa, porque dicen que esos no son cristianos y se quedan en la acera de enfrente a ver quién entra a Misa y a criticar que cuando salen no viven lo que dicen. Pero quienes entramos a Misa buscamos a nuestro Dios para que nos ayude cada día a dar el difícil paso de convertir nuestro corazón y de vivir cada día más intensamente nuestra fe. Por eso no nos quedamos en la acera de enfrente criticando, sino que intentamos e insistimos en que debemos convertirnos y para eso necesitamos de Dios, para seguir a Jesus y encontrar, un día, la Gracia total para alcanzar nuestra santidad.
viernes, 16 de enero de 2015
El coraje de vivir en Dios
Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡Encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno. (Himno de laudes)
No es mentira decir que vivimos en una sociedad agnóstica y atea, que no busca en el día elevar la vida de los hombres a un plano sobrenatural, sino que desea que día a día viva más metida en su propia humanidad, intentando alcanzar la plenitud en el "tener" y no en el "ser".
Tampoco es mentira decir que día a día nuestra sociedad va perdiendo el "hambre de Dios", porque tiene satisfechos todos sus deseos materiales (o casi todos) y todo lo que, humanamente, desea lo tiene al alcance de su mano.
Son dos realidad que nos llevan a ir viviendo, día a día, una parálisis de nuestro espíritu, de nuestros valores más profundos y reales que elevan al hombre por encima de lo humano, y le conceden el brillo de lo sobrenatural.
También es cierto que dentro de esta misma realidad hay quienes, día a día, optan por un camino nuevo y antiguo: la fidelidad a Dios, la fidelidad al Don que Dios nos concedió con Su Espíritu para llegar a la plenitud de nuestro ser haciéndonos cada día más niños en Sus Manos.
Pero, también es cierto que, muchas veces, quienes recorremos el Camino de la santidad en Dios, no tenemos el arrojo, la valentía o la prontitud de hacer lo que hicieron los amigos del paralítico del Evangelio: pasar por encima de la multitud y elevando al que estaba enfermo lo acercaron a Jesús.
"Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico".
Cada día, al salir de nuestra casa, o al comenzar el día nos incorporamos al ritmo del mundo, cada uno en su actividad y realidad, y es en esa realidad donde debemos actuar, donde hemos de mantener nuestro vida, pensamiento, obras y palabras, elevadas hacia Dios: reza y trabaja, trabaja y reza (ora et labora) y que la vida misma se haga una oración permanente, para que el tumulto de la humanidad no oculte el brillo de la Gracia de Dios en nuestras vidas.
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡Encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno. (Himno de laudes)
No es mentira decir que vivimos en una sociedad agnóstica y atea, que no busca en el día elevar la vida de los hombres a un plano sobrenatural, sino que desea que día a día viva más metida en su propia humanidad, intentando alcanzar la plenitud en el "tener" y no en el "ser".
Tampoco es mentira decir que día a día nuestra sociedad va perdiendo el "hambre de Dios", porque tiene satisfechos todos sus deseos materiales (o casi todos) y todo lo que, humanamente, desea lo tiene al alcance de su mano.
Son dos realidad que nos llevan a ir viviendo, día a día, una parálisis de nuestro espíritu, de nuestros valores más profundos y reales que elevan al hombre por encima de lo humano, y le conceden el brillo de lo sobrenatural.
También es cierto que dentro de esta misma realidad hay quienes, día a día, optan por un camino nuevo y antiguo: la fidelidad a Dios, la fidelidad al Don que Dios nos concedió con Su Espíritu para llegar a la plenitud de nuestro ser haciéndonos cada día más niños en Sus Manos.
Pero, también es cierto que, muchas veces, quienes recorremos el Camino de la santidad en Dios, no tenemos el arrojo, la valentía o la prontitud de hacer lo que hicieron los amigos del paralítico del Evangelio: pasar por encima de la multitud y elevando al que estaba enfermo lo acercaron a Jesús.
"Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico".
Cada día, al salir de nuestra casa, o al comenzar el día nos incorporamos al ritmo del mundo, cada uno en su actividad y realidad, y es en esa realidad donde debemos actuar, donde hemos de mantener nuestro vida, pensamiento, obras y palabras, elevadas hacia Dios: reza y trabaja, trabaja y reza (ora et labora) y que la vida misma se haga una oración permanente, para que el tumulto de la humanidad no oculte el brillo de la Gracia de Dios en nuestras vidas.
jueves, 15 de enero de 2015
Animaos los unos a los otros
Si bien el escritor de la carta a los Hebreos nos exhorta con palabras duras al comienzo, para que no se endurezca nuestro corazón cuando escuchemos a Dios, nos hace un hermoso pedido:
"Animaos, por el contrario, los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy», para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado".
Animaos los unos a los otros mientras dure este "hoy", me pareció algo muy lindo para tenerlo siempre presente en nuestro "hoy" constante, porque en los tiempos que vivimos muchos estamos proclives a la desesperanza, y no sólo que nos deprimimos nosotros mismos, sino que, muchas veces (inconscientemente) contagiamos a los demás con nuestra depresión.
Pero, a la vez, el ánimo que Dios quiere que tengamos o que nos demos es para que no endurezcamos nuestro corazón, para que no caigamos en el pecado. Claro que no es fácil pedirle a nuestros hermanos que no pequen, o que dejen de pecar. O, incluso, a veces, es fácil señalar el pecado a nuestros hermanos y marcarlos con la señal del pecado. Pero Dios nos pide que nos demos ánimos, es decir que alimentemos el deseo de vivir con el corazón "blando", permeable a la Palabra de Dios, a Su Voluntad, a Su Amor, para que llenos de Su Vida fortalezcamos la nuestra para evitar las tentaciones del pecado.
Y, claro, ahora sí que es más complicado. Sí, es más complicado contagiar la vida que señalar el pecado. Porque el pecado se ve claramente, pero vivir la Vida de Dios para poder contagiarla me implica que debe asumir y debo vivir, para poder dar lo que tengo.
Por eso, Dios por medio del escritor de la Carta, nos dice "animaos los unos a los otros", es una tarea conjunta que, como hermanos, debemos intentar en comunidad, unidos unos con los otros, creciendo en el amor fraternal, creciendo en una relación dialogante de hermanos que se aman, y que juntos buscan crecer en la santidad.
Si sólo nos buscamos para señalarnos el pecado y los defectos, eso no nos da vida, nos desanima y hasta incluso nos lleva a la desesperanza. Pero si cada día nos unimos para la oración, la reflexión de la Palabra y la fracción del Pan, como lo hacían las primeras comunidades cristianas (y nos lo cuentan los Hechos de los apóstoles) vamos a ver que la Vida retorna a nuestros corazones, y podremos así volver a encendernos en el Espíritu Santo para que nuestra vida sea luz, sal y fermento en el mundo.
"Animaos, por el contrario, los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy», para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado".
Animaos los unos a los otros mientras dure este "hoy", me pareció algo muy lindo para tenerlo siempre presente en nuestro "hoy" constante, porque en los tiempos que vivimos muchos estamos proclives a la desesperanza, y no sólo que nos deprimimos nosotros mismos, sino que, muchas veces (inconscientemente) contagiamos a los demás con nuestra depresión.
Pero, a la vez, el ánimo que Dios quiere que tengamos o que nos demos es para que no endurezcamos nuestro corazón, para que no caigamos en el pecado. Claro que no es fácil pedirle a nuestros hermanos que no pequen, o que dejen de pecar. O, incluso, a veces, es fácil señalar el pecado a nuestros hermanos y marcarlos con la señal del pecado. Pero Dios nos pide que nos demos ánimos, es decir que alimentemos el deseo de vivir con el corazón "blando", permeable a la Palabra de Dios, a Su Voluntad, a Su Amor, para que llenos de Su Vida fortalezcamos la nuestra para evitar las tentaciones del pecado.
Y, claro, ahora sí que es más complicado. Sí, es más complicado contagiar la vida que señalar el pecado. Porque el pecado se ve claramente, pero vivir la Vida de Dios para poder contagiarla me implica que debe asumir y debo vivir, para poder dar lo que tengo.
Por eso, Dios por medio del escritor de la Carta, nos dice "animaos los unos a los otros", es una tarea conjunta que, como hermanos, debemos intentar en comunidad, unidos unos con los otros, creciendo en el amor fraternal, creciendo en una relación dialogante de hermanos que se aman, y que juntos buscan crecer en la santidad.
Si sólo nos buscamos para señalarnos el pecado y los defectos, eso no nos da vida, nos desanima y hasta incluso nos lleva a la desesperanza. Pero si cada día nos unimos para la oración, la reflexión de la Palabra y la fracción del Pan, como lo hacían las primeras comunidades cristianas (y nos lo cuentan los Hechos de los apóstoles) vamos a ver que la Vida retorna a nuestros corazones, y podremos así volver a encendernos en el Espíritu Santo para que nuestra vida sea luz, sal y fermento en el mundo.
miércoles, 14 de enero de 2015
Con Dios o contra Dios
En estos días nos encontramos con varios evangelios que nos hablan de curaciones, pero también de expulsión de los demonios que toman posesión de algunas personas. En éstos casos el evangelista dice:
"Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar".
¿Qué es lo que me llama la atención? Que diga que "como los demonios lo conocían, no les permitía hablar". Es decir, Satanás y sus demonios tiene un conocimiento (casi) perfecto de quién es Dios y su Hijo Jesucristo, y de toda la Ley y los profetas, pero, aunque sepa quiénes son no viven de acuerdo a su Voluntad. Y esa es la diferencia entre los ángeles de Dios y los de satanás, unos conocen y aman y los otros conocen pero no aman.
Por eso es que tenemos que entender, también nosotros, que no basta el conocer intelectualmente, de memoria quién es Dios, Nuestro Señor Jesucristo, y las demás cosas de nuestra religión, sino abrir el corazón al Amor de Dios y a Su Voluntad, para vivir de acuerdo a lo que Él nos pide.
Por que son muchos los que pueden conocer, pero no son tantos los que desean vivir. Y, en estos tiempos que vivimos, quizás, somos muchos los que sabemos muchas cosas, pero son muy pocos los que viven lo que creen, sino que se dedican a poner piedras en el camino de los que quieren vivir.
Y ¿cómo sabemos si vivimos o sólo conocemos? "Por los frutos los conoceréis". Analicemos nuestra manera de hablar, de comportarnos. Analicemos si somos portadores de paz, de alegría, de esperanza, de consuelo. Miremos si somos constructores de fraternidad, de unidad, de comunidad. Miremos si nuestro Ideal es la santidad, ser instrumentos de Dios, constructores de Hombres Nuevos. Pensemos cuál es nuestro primer pensamiento a la hora de tomar decisiones: la Voluntad de Dios o los deseos del mundo, me dejo conducir por las cosas del espíritu o por lo que me indica el mundo.
San Pablo en la carta a los gálatas ya nos decía cuáles son los frutos del Espíritu Santo en nosotros, para que los tengamos en cuenta para descubrir si nos dejamos guiar por Él o por el espíritu del mundo:
"El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí..."
Muchas veces la comodidad del mundo nos invita a dejarnos llevar por el sólo echo de no necesitar nada más que el ser bueno y estar bien, y me quedo cómodo en el sillón viendo cómo son otros los que hacen lo que yo debería hacer, y, en algunos casos, criticando cómo hacen mal algo que yo podría hacer bien. Pero no salgo de mi comodidad y me pongo a trabajar en función de la Gracia que me ha sido concedida por el Bautismo, y como no hago lo que Dios quiere, estoy trabajando en contra de Dios:
"El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama".
"Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar".
¿Qué es lo que me llama la atención? Que diga que "como los demonios lo conocían, no les permitía hablar". Es decir, Satanás y sus demonios tiene un conocimiento (casi) perfecto de quién es Dios y su Hijo Jesucristo, y de toda la Ley y los profetas, pero, aunque sepa quiénes son no viven de acuerdo a su Voluntad. Y esa es la diferencia entre los ángeles de Dios y los de satanás, unos conocen y aman y los otros conocen pero no aman.
Por eso es que tenemos que entender, también nosotros, que no basta el conocer intelectualmente, de memoria quién es Dios, Nuestro Señor Jesucristo, y las demás cosas de nuestra religión, sino abrir el corazón al Amor de Dios y a Su Voluntad, para vivir de acuerdo a lo que Él nos pide.
Por que son muchos los que pueden conocer, pero no son tantos los que desean vivir. Y, en estos tiempos que vivimos, quizás, somos muchos los que sabemos muchas cosas, pero son muy pocos los que viven lo que creen, sino que se dedican a poner piedras en el camino de los que quieren vivir.
Y ¿cómo sabemos si vivimos o sólo conocemos? "Por los frutos los conoceréis". Analicemos nuestra manera de hablar, de comportarnos. Analicemos si somos portadores de paz, de alegría, de esperanza, de consuelo. Miremos si somos constructores de fraternidad, de unidad, de comunidad. Miremos si nuestro Ideal es la santidad, ser instrumentos de Dios, constructores de Hombres Nuevos. Pensemos cuál es nuestro primer pensamiento a la hora de tomar decisiones: la Voluntad de Dios o los deseos del mundo, me dejo conducir por las cosas del espíritu o por lo que me indica el mundo.
San Pablo en la carta a los gálatas ya nos decía cuáles son los frutos del Espíritu Santo en nosotros, para que los tengamos en cuenta para descubrir si nos dejamos guiar por Él o por el espíritu del mundo:
"El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí..."
Muchas veces la comodidad del mundo nos invita a dejarnos llevar por el sólo echo de no necesitar nada más que el ser bueno y estar bien, y me quedo cómodo en el sillón viendo cómo son otros los que hacen lo que yo debería hacer, y, en algunos casos, criticando cómo hacen mal algo que yo podría hacer bien. Pero no salgo de mi comodidad y me pongo a trabajar en función de la Gracia que me ha sido concedida por el Bautismo, y como no hago lo que Dios quiere, estoy trabajando en contra de Dios:
"El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama".
martes, 13 de enero de 2015
Reza por mí...
Recién al rezar, en el momento de llegar a la oración de los fieles (las preces) comencé a recordar a los que día a día piden que recemos por ellos, algo que me parece muy lindo porque confían en la fuerza de la oración. Pero, en ese momento también me acordaba de alguien que (en una parroquia por la que he pasado) siempre me pedía que rezara por que estaba enferma. Un día, a esta señora, le pregunté si había ido al médico y qué le había dicho, a lo que me contestó: "no, al médico no voy, confío en que Dios me sanará por eso le pido que rece por mí".
Me sorprendió mucho esta respuesta, pero igual le respondí: "no voy a rezar más por tí hasta que vayas al médico. Si Dios le ha dado a los médicos el don de sanar, tú tiene que ir a ellos para que te digan qué tienes y te ayuden a curarte. Así que hasta que no vayas al médico no rezaré más por tí".
Y, por fortuna, esta señora tomó en serio mi palabra y fue al médico y comencé a rezar, nuevamente, por ella. El resultado es que se sanó más rápido y me dio las gracias, por haberla amonestado de esa manera.
Por que claro, muchas veces es fácil pedirle a otros que recen por mí, pero yo no muevo un dedo para ver si la situación puede cambiar. Porque más de una vez me han dicho tal o cual cosa, me han dado consejos, me han hablado por izquierda y derecha, pero ¡no! me he parado en mis treces y no he hecho caso a lo que Dios me manda decir por un lado y por el otro. Pero sigo pidiendo que recen por mí.
Y pensando en esto, San Basilio Magno, en la liturgia de hoy nos dice:
"Digamos, en primer lugar, que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado. Si usamos recta y adecuadamente de estas energías que se nos han otorgado, entonces llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad".
Es cierto que muchas veces necesitamos de la oración de nuestros hermanos para darnos fortaleza en la vida, pero también es cierto que yo debo escuchar a Dios que me habla por medio de mis hermanos y saber que Él me da la Gracia para que yo haga lo que debo hacer, y no sólo quedarme a esperar el milagro sentado en el sofá de mi casa, o haciendo lo que me da la gana.
Si no escuchamos lo que Dios nos dice y hacemos el esfuerzo de ser obedientes, por más que los ángeles recen por mí nunca llegaré a alcanzar la meta; sólo si comienzo a caminar la fuerza de la oración de mis hermanos me acompañarán para llegar a la meta.
Me sorprendió mucho esta respuesta, pero igual le respondí: "no voy a rezar más por tí hasta que vayas al médico. Si Dios le ha dado a los médicos el don de sanar, tú tiene que ir a ellos para que te digan qué tienes y te ayuden a curarte. Así que hasta que no vayas al médico no rezaré más por tí".
Y, por fortuna, esta señora tomó en serio mi palabra y fue al médico y comencé a rezar, nuevamente, por ella. El resultado es que se sanó más rápido y me dio las gracias, por haberla amonestado de esa manera.
Por que claro, muchas veces es fácil pedirle a otros que recen por mí, pero yo no muevo un dedo para ver si la situación puede cambiar. Porque más de una vez me han dicho tal o cual cosa, me han dado consejos, me han hablado por izquierda y derecha, pero ¡no! me he parado en mis treces y no he hecho caso a lo que Dios me manda decir por un lado y por el otro. Pero sigo pidiendo que recen por mí.
Y pensando en esto, San Basilio Magno, en la liturgia de hoy nos dice:
"Digamos, en primer lugar, que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado. Si usamos recta y adecuadamente de estas energías que se nos han otorgado, entonces llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad".
Es cierto que muchas veces necesitamos de la oración de nuestros hermanos para darnos fortaleza en la vida, pero también es cierto que yo debo escuchar a Dios que me habla por medio de mis hermanos y saber que Él me da la Gracia para que yo haga lo que debo hacer, y no sólo quedarme a esperar el milagro sentado en el sofá de mi casa, o haciendo lo que me da la gana.
Si no escuchamos lo que Dios nos dice y hacemos el esfuerzo de ser obedientes, por más que los ángeles recen por mí nunca llegaré a alcanzar la meta; sólo si comienzo a caminar la fuerza de la oración de mis hermanos me acompañarán para llegar a la meta.
lunes, 12 de enero de 2015
Apóstoles del Señor
Terminamos el Tiempo litúrgico de Navidad, comenzamos el Tiempo Ordinario o durante el año, un tiempo de nueva esperanza y de misión, pues después del Bautismo de Juan, Jesús comienza su misión evangelizadora, comienza su vida pública, y el anuncio de la llegada del Reino de Dios llega a nosotros.
Jesús, como Juan Bautista, también exhorta a la conversión:
-«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pero ¿qué es convertirse? Convertirse es cambiar el rumbo, darnos cuenta que hay otro camino para recorrer y eso es lo que nos anuncia el Señor: para alcanzar la Salvación hay que recorrer Su Camino.
Y para poder recorrer ese camino y alcanzar la Salvación hay que creer en el Evangelio, hay que creer en la Buena Noticia de la Salvación, hay que creer en lo que la Palabra que se hizo carne nos dice, porque la Palabra ha salido de Dios, viene de Dios y es Dios, por eso nos dice la Verdad.
Pero no es una misión que va a realizar en soledad, sino que apenas comienza, Jesús, su misión evangelizadora llama a los apóstoles, nos llama a nosotros, para que después de Él continuemos la misma misión, que anunciemos la misma Palabra, que seamos portadores del mismo Mensaje.
Es así que este tiempo de rutina cotidiana, el tiempo Ordinario, hemos de transformarlo en un Tiempo Extraordinario porque somos mensajeros de un mensaje Extraordinario: como dice San Juan, no sólo nos llamamos, sino que somos hijos de Dios; y Él nos ha incorporado a Su Vida y nos ha llamado a ser servidores, instrumentos de Dios para llevar el mensaje de Salvación a los hombres.
Y este mensaje es un mensaje que se anuncia con alegría, con gozo, con la certeza de que las promesas de Dios se cumplen, y por eso nuestro día se vuelve extraordinario porque es extraordinaria nuestra alegría de sabernos sus hijos y mensajeros. Pero además, tomando palabras de Santa Teresita, hacemos de este modo, que nuestra vida no sólo sea natural, sino sobrenatural porque Dios está con nosotros, Dios vive en nosotros, Dios ha transformado nuestra vida y trasmitimos esa vida.
Jesús, como Juan Bautista, también exhorta a la conversión:
-«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pero ¿qué es convertirse? Convertirse es cambiar el rumbo, darnos cuenta que hay otro camino para recorrer y eso es lo que nos anuncia el Señor: para alcanzar la Salvación hay que recorrer Su Camino.
Y para poder recorrer ese camino y alcanzar la Salvación hay que creer en el Evangelio, hay que creer en la Buena Noticia de la Salvación, hay que creer en lo que la Palabra que se hizo carne nos dice, porque la Palabra ha salido de Dios, viene de Dios y es Dios, por eso nos dice la Verdad.
Pero no es una misión que va a realizar en soledad, sino que apenas comienza, Jesús, su misión evangelizadora llama a los apóstoles, nos llama a nosotros, para que después de Él continuemos la misma misión, que anunciemos la misma Palabra, que seamos portadores del mismo Mensaje.
Es así que este tiempo de rutina cotidiana, el tiempo Ordinario, hemos de transformarlo en un Tiempo Extraordinario porque somos mensajeros de un mensaje Extraordinario: como dice San Juan, no sólo nos llamamos, sino que somos hijos de Dios; y Él nos ha incorporado a Su Vida y nos ha llamado a ser servidores, instrumentos de Dios para llevar el mensaje de Salvación a los hombres.
Y este mensaje es un mensaje que se anuncia con alegría, con gozo, con la certeza de que las promesas de Dios se cumplen, y por eso nuestro día se vuelve extraordinario porque es extraordinaria nuestra alegría de sabernos sus hijos y mensajeros. Pero además, tomando palabras de Santa Teresita, hacemos de este modo, que nuestra vida no sólo sea natural, sino sobrenatural porque Dios está con nosotros, Dios vive en nosotros, Dios ha transformado nuestra vida y trasmitimos esa vida.
domingo, 11 de enero de 2015
Su bautismo nuestra vida
Para finalizar el tiempo de Navidad, la liturgia nos regala una hermosa fiesta: El Bautismo del Señor, la tercera manifestación de Dios hacia Su Hijo, pero también, el gesto hermoso de Jesús de querer hacer lo que todos sus hermanos hacían, no por necesidad sino para ser Fiel al Padre.
Un gesto: ser bautizado por Juan para renovar y transformar un bautismo de agua en un bautismo de fuego y en el Espíritu Santo.
Y miremos la hermosa imagen de sumisión de Jesús, hombre-Dios, que aceptando la Voluntad del Padre, también se deja transformar y así, el Padre, da testimonio de la Verdad del Hijo: "Este es mi Hijo amado, mi predilecto".
No sólo esta imagen, sino esta misma realidad sucede el día de nuestro bautismo. Cuando el agua, ya purificada por Jesús, toca nuestra cabeza se abren los Cielos para que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos transforme en hijos a imagen del Hijo, de hombres en hijos de Dios.
Pero también ese día, el de nuestro bautismo, aunque no lo escuchemos con los oídos del cuerpo, pero resuena en nuestra alma la Voz del Padre: este es mi hijo amado, mi predilecto. Y es Él quien nos da Su Espíritu para ver en nosotros el rostro de su Hijo, pero para llamarnos a cada uno por nuestro propio nombre, y cuidarnos a cada uno como amó a Su Hijo.
Por eso, el día de nuestro bautismo es tan importante, por que a partir de ese día nacemos a la Vida Nueva. Así como a partir de ese día comenzó la vida pública de Jesús, a partir de nuestro bautismo comienza nuestra misión de anunciar con nuestra vida el gozo de ser hijos de Dios.
A partir del bautismo del Jordán Jesús comienza a predicar y anunciar el Reino de los Cielos, el Camino hacia el Padre, el gozo de la salvación; por eso, a partir de ese día, el de nuestro bautismo, comienza para nosotros un nuevo Camino: ser testimonio vivo y gozoso de haber sido salvados por el Amor de Dios.
El bautismo es una Gracia: nos hace hijos de Dios; pero también es una misión: somos portadores de una Nueva Noticia, del Evangelio de Jesucristo, y hemos de anunciarlo hasta los confines de la tierra.
Un gesto: ser bautizado por Juan para renovar y transformar un bautismo de agua en un bautismo de fuego y en el Espíritu Santo.
Y miremos la hermosa imagen de sumisión de Jesús, hombre-Dios, que aceptando la Voluntad del Padre, también se deja transformar y así, el Padre, da testimonio de la Verdad del Hijo: "Este es mi Hijo amado, mi predilecto".
No sólo esta imagen, sino esta misma realidad sucede el día de nuestro bautismo. Cuando el agua, ya purificada por Jesús, toca nuestra cabeza se abren los Cielos para que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos transforme en hijos a imagen del Hijo, de hombres en hijos de Dios.
Pero también ese día, el de nuestro bautismo, aunque no lo escuchemos con los oídos del cuerpo, pero resuena en nuestra alma la Voz del Padre: este es mi hijo amado, mi predilecto. Y es Él quien nos da Su Espíritu para ver en nosotros el rostro de su Hijo, pero para llamarnos a cada uno por nuestro propio nombre, y cuidarnos a cada uno como amó a Su Hijo.
Por eso, el día de nuestro bautismo es tan importante, por que a partir de ese día nacemos a la Vida Nueva. Así como a partir de ese día comenzó la vida pública de Jesús, a partir de nuestro bautismo comienza nuestra misión de anunciar con nuestra vida el gozo de ser hijos de Dios.
A partir del bautismo del Jordán Jesús comienza a predicar y anunciar el Reino de los Cielos, el Camino hacia el Padre, el gozo de la salvación; por eso, a partir de ese día, el de nuestro bautismo, comienza para nosotros un nuevo Camino: ser testimonio vivo y gozoso de haber sido salvados por el Amor de Dios.
El bautismo es una Gracia: nos hace hijos de Dios; pero también es una misión: somos portadores de una Nueva Noticia, del Evangelio de Jesucristo, y hemos de anunciarlo hasta los confines de la tierra.
sábado, 10 de enero de 2015
El Espíritu de Dios está sobre nosotros
Realmente es hermoso el evangelio de hoy, y más hermoso si lo podemos ver en nuestra vida.
Dice Jesús, tomando la Escritura:
"El Espíritu del Señor está sobre mí".
Y no sólo es cierto porque Él es el Ungido de Dios, el Cristo, sino que también nosotros hemos sido ungido por Cristo en el día de nuestro bautismo, cuando el Espíritu Santo descendió a nuestra alma y nos transformó en hijos de Dios a imagen de Jesús, y, además, ese día nos ungieron con el óleo de la salvación, el Santo Crisma, para estar por siempre unidos a Cristo sacerdote, profeta y rey.
¿Por qué hemos sido ungidos? ¿Por qué el Espíritu Santo está sobre nosotros? Para que, al igual que Cristo seamos fieles a la misión que el Padre, y el mismo Cristo nos han pedido y nos han encomendado: "Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio".
"Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»
La alegría de la fe, la esperanza de la Vida, la fuerza del amor, son las riquezas mejores de la vida en Cristo, y la hemos de anunciar a los que tienen el corazón vacío de tanto dolor, de tanta desesperanza, de tanta angustia y amargura, a aquellos pobres que claman al Señor, debemos anunciarles la Buena Noticia de Su Amor por nosotros.
Ese Amor de Dios que fe derramado en nuestros corazones es el amor que nos ha liberado de nuestro pecado, de nuestro orgullo y vanidad, por eso alegremente anunciamos que estamos en una lucha constante para vivir la verdadera libertad de los hijos de Dios, que nos permite y nos exige amarnos como hermanos, sin distinción de color, credo, pues en la Cruz Jesús nos hizo a todos hermanos, derribando el muro que nos separaba: el odio.
Y será el mismo Espíritu que nos anima a nosotros el que llevaremos, como María a Isabel, a nuestros hermanos para que consigan la Luz que ilumine las tinieblas y oscuridades de este mundo y puedan encontrar el Camino que le abra las puertas de la Vida Nueva, de la Salvación. El Camino que renueve la alegría y el gozo de creer. El Camino que renueve la paz y el deseo de construir un mundo nuevo. El Camino que renueve la esperanza de saber que juntos podemos alcanzar un mañana mejor, pues ha llegado la Salvación de Dios a nosotros.
Dice Jesús, tomando la Escritura:
"El Espíritu del Señor está sobre mí".
Y no sólo es cierto porque Él es el Ungido de Dios, el Cristo, sino que también nosotros hemos sido ungido por Cristo en el día de nuestro bautismo, cuando el Espíritu Santo descendió a nuestra alma y nos transformó en hijos de Dios a imagen de Jesús, y, además, ese día nos ungieron con el óleo de la salvación, el Santo Crisma, para estar por siempre unidos a Cristo sacerdote, profeta y rey.
¿Por qué hemos sido ungidos? ¿Por qué el Espíritu Santo está sobre nosotros? Para que, al igual que Cristo seamos fieles a la misión que el Padre, y el mismo Cristo nos han pedido y nos han encomendado: "Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio".
"Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»
La alegría de la fe, la esperanza de la Vida, la fuerza del amor, son las riquezas mejores de la vida en Cristo, y la hemos de anunciar a los que tienen el corazón vacío de tanto dolor, de tanta desesperanza, de tanta angustia y amargura, a aquellos pobres que claman al Señor, debemos anunciarles la Buena Noticia de Su Amor por nosotros.
Ese Amor de Dios que fe derramado en nuestros corazones es el amor que nos ha liberado de nuestro pecado, de nuestro orgullo y vanidad, por eso alegremente anunciamos que estamos en una lucha constante para vivir la verdadera libertad de los hijos de Dios, que nos permite y nos exige amarnos como hermanos, sin distinción de color, credo, pues en la Cruz Jesús nos hizo a todos hermanos, derribando el muro que nos separaba: el odio.
Y será el mismo Espíritu que nos anima a nosotros el que llevaremos, como María a Isabel, a nuestros hermanos para que consigan la Luz que ilumine las tinieblas y oscuridades de este mundo y puedan encontrar el Camino que le abra las puertas de la Vida Nueva, de la Salvación. El Camino que renueve la alegría y el gozo de creer. El Camino que renueve la paz y el deseo de construir un mundo nuevo. El Camino que renueve la esperanza de saber que juntos podemos alcanzar un mañana mejor, pues ha llegado la Salvación de Dios a nosotros.
viernes, 9 de enero de 2015
Torpes para amar o creer?
El evangelio de hoy, termina con una frase que, por un lado parece dura, pero si la vemos en profundidad es ideal para meditar:
"Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender".
Parece dura porque el evangelista llama torpes a los apóstoles, torpes para entender. Y tiene razón, eran torpes para entender, pues nosotros tampoco podríamos entender los milagros que hacía Jesús: la multiplicación de los panes, el caminar sobre las aguas, las sanaciones y las resucitaciones que hizo, todo los milagros que hizo no eran posibles de entender. En ese tiempo, como pasa hoy mismo, sólo se quiere los milagros por los milagros, pero no se mira más allá, y ahí está la dureza: cuando queremos o cuando necesitamos a Dios, creemos, pero cuando no lo necesitamos lo negamos o no nos acordamos de quién es.
Los que son torpes de entender siempre buscan signos, siempre piden milagros, y hay un milagro que es que nunca se ve, y al que no le damos importancia, y es del que nos habla San Juan en la lectura de hoy:
"A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amarnos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo".
¿Quién a visto el amor? Sin embargo todos buscamos el amor, todos buscamos ser amados y amar, pero nadie ha visto nunca el amor. Se piden signos y gestos de amor, pero ¿para qué? Es necesario pedir un gesto o un signo al amado o al amante, si el amor se experimenta o no, no puede haber signo de amor si no se ama, porque por más signo que pida, si no experimento y no me abro al amor, ¿para qué quiero los signos?
¿Cuándo dejaron de ser torpes para entender los apóstoles? Cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos y los colmó con sus dones, pero sobre todo porque tenían la necesidad de entender, querían entender para anunciar, para vivir aquello que el Señor les había pedido:
"Id a todo el mundo y anunciad el evangelio", anunciad la Buena Noticia del Amor de Dios que nos salva, que nos da nueva vida, que nos inunda el corazón y nos hace capaces de la Vida Eterna, porque la Vida Eterna es Vida de Amor, en el Amor. Y nos hay mejor noticia que una Vida de Amor.
Por eso, cuando nosotros, los que hemos conocido el Amor de Dios y experimentamos su Amor debemos manifestarlo a todos los hombres, manifestar la alegría y el gozo de sabernos amados, y lo hacemos amando a todos y dándoles a todos testimonio de amor.
Claro, nada fácil, pero la mejor noticia de nuestra vida: somos capaces de vivir entre nosotros el amor de Dios, pues ese Amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado el día de nuestro Bautismo.
"Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender".
Parece dura porque el evangelista llama torpes a los apóstoles, torpes para entender. Y tiene razón, eran torpes para entender, pues nosotros tampoco podríamos entender los milagros que hacía Jesús: la multiplicación de los panes, el caminar sobre las aguas, las sanaciones y las resucitaciones que hizo, todo los milagros que hizo no eran posibles de entender. En ese tiempo, como pasa hoy mismo, sólo se quiere los milagros por los milagros, pero no se mira más allá, y ahí está la dureza: cuando queremos o cuando necesitamos a Dios, creemos, pero cuando no lo necesitamos lo negamos o no nos acordamos de quién es.
Los que son torpes de entender siempre buscan signos, siempre piden milagros, y hay un milagro que es que nunca se ve, y al que no le damos importancia, y es del que nos habla San Juan en la lectura de hoy:
"A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amarnos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo".
¿Quién a visto el amor? Sin embargo todos buscamos el amor, todos buscamos ser amados y amar, pero nadie ha visto nunca el amor. Se piden signos y gestos de amor, pero ¿para qué? Es necesario pedir un gesto o un signo al amado o al amante, si el amor se experimenta o no, no puede haber signo de amor si no se ama, porque por más signo que pida, si no experimento y no me abro al amor, ¿para qué quiero los signos?
¿Cuándo dejaron de ser torpes para entender los apóstoles? Cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos y los colmó con sus dones, pero sobre todo porque tenían la necesidad de entender, querían entender para anunciar, para vivir aquello que el Señor les había pedido:
"Id a todo el mundo y anunciad el evangelio", anunciad la Buena Noticia del Amor de Dios que nos salva, que nos da nueva vida, que nos inunda el corazón y nos hace capaces de la Vida Eterna, porque la Vida Eterna es Vida de Amor, en el Amor. Y nos hay mejor noticia que una Vida de Amor.
Por eso, cuando nosotros, los que hemos conocido el Amor de Dios y experimentamos su Amor debemos manifestarlo a todos los hombres, manifestar la alegría y el gozo de sabernos amados, y lo hacemos amando a todos y dándoles a todos testimonio de amor.
Claro, nada fácil, pero la mejor noticia de nuestra vida: somos capaces de vivir entre nosotros el amor de Dios, pues ese Amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado el día de nuestro Bautismo.
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