Dice el evangelio que cuando Jesús llegó a Betania y fue hasta la tumba de Lázaro lloró porque lo quería mucho. Sí, era su amigo, con el que había compartido muchas horas, muchas charlas, y ese amigo había muerto, y la muerte, hasta al Hijo de Dios le hizo llorar.
Ahí es cuando vemos que el llanto ante la muerte de un ser querido no es un signo de debilidad, de desesperanza, sino que es el sentimiento más puro y noble, pues la tristeza de saber que ya no tienes a quien estaba a tu lado, a quien te escuchaba, a quien abrazabas, a quien... es mucha, es profunda.
Jesús sabía qué era lo que había después de la muerte, pues Él había venido del Padre y volvería a Él. El sabía que en la Casa del Padre hay muchas moradas y que todos, quizas, iremos a habitar una cuando nos llegue el momento. Él sabía que la muerte no era el final. Pero igualmente lloró.
Pero sus lágrimas se volvieron paz y alegría pues Él mismo venció a la muerte, y nos los demostró resucitando a Lázaro: ¡Lázaro sal fuera! y Lázaro dejó la tumba vacía y volvia a la vida, volvió a estar con Él, con sus hermanas, hasta que llegó de nuevo el momento de volver al Padre, pero ahora con la seguridad que tendría una Nueva Vida porque Jesús ya había resucitado y nos había devuelto la Vida Verdadera. El Camino ya había sido recorrido y marcado con su Vida, por eso, seguramente Lázaro moriría con tranquilidad sabiendo que ahora sería él quien se encontraría con su amigo en la Nueva Vida, en el Reino del Padre.
"Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Nosotros ya sabemos cuál es el Camno. Sabemos como es la Casa del Padre. Pero igual que Jesús nos entristece la muerte en cada momento de la vida, porque cada día compartimos la tristeza de los que lloran por sus seres queridos, cada día alguien que conocemos vuelve a la Casa del Padre. Y muchas veces nos toca despedir a quienes amamos, a quienes nos han dado la vida, a quienes hemos conocido y hemos entablado una relación de amistad.
Sí, la tristeza es parte del camino, así como la muerte es parte del Camino. La tristeza se transforma en esperanza cuando la Fe nos ayuda a descubrir cuál es la Nueva Vida que nos espera y que los que se nos adelantan ya viven. Y la muerte sabemos que es la Puerta al Reino Eterno, donde ya no hay muerte, ni dolor, ni duelo, ni tristeza, sino sólo paza, alegría y amor eterno, pues veremos al Padre tal cual es y compartiremos con todos los santos y elegidos la Vida que esperamos y por la cual, cada día, nos entregamos a vivir: venga a nosotros Tu Reino, pero en realidad somos nosotros quienes construimos e iremos al Reino.
Por eso hoy es, también, un día para dar Gracias a los que partieron al Reino, pero que antes de partir dejaron nuestros corazones llenos de nuevos valores, que nos dejaron el corazón lleno de sabiduría y de esperanza, una esperanza que nace del Don de la Fe que nos regalaron y que hicieron posible, pues sabemos que un día compartiremos con ellos el Amor eternos y en un abrazo sin fin nos volveremos a reencontrar.
miércoles, 2 de noviembre de 2022
Nos volveremos a reencontrar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.