"Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
Que alegría nos da cuando Jesús nos llama Bienaventurados. ¿Os dais cuenta que en esta frase habla de nosotros y nos ayuda a alegrarnos por lo que somos?
Sí, porque nuestros ojos, por el Don de la Fe, ven lo que otros no pueden ver. Por ejemplo: sólo los que tenemos el Don de la Fe (y lo intentamos madurar cada día) podemos ver a Jesús en la Eucaristía, podemos ver a Jesús en nuestros hermanos, podemos ver la Voluntad de Dios en los acontecimientos de la vida diaria. Y, sobre todo, podemos oír la Voz del Señor en las cosas de todos los días, podemos oírlo en la voz de nuestros hermanos y de aquellos que viven, como nosotros, el Don de la Fe. Y, lo más importante, como dice San Juan, "no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos realmente", aunque muchas veces no lo demostramos claramente.
Y, (perdonad por tantas Y... jajaja) fundamentalmente, tenemos que dar Gracias porque Jesús nos ha invitado, y nos pide, que sólo podemos ver y oír todas estas cosas por algo muy especial, en la cual tenemos que seguir creciendo día a día: el espíritu de niños.
"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien".
Los que se creen sabios y maduros son los que ponen trabas al Don de la Fe, buscan en lo intelectual una respuesta que sólo está en el corazón de aquellos que pueden abrirse a lo increíble, a lo que Dios día a día nos va mostrando y nos asombra con sus respuesta y, sobre todo, nos da la Gracia para poder ver y oír lo que los sabios y prudente no pueden.
Sí, somos los hijos pequeños de Dios, por eso nos equivocamos, erramos y muchas veces tropezamos y nos caemos, pero en todo momento confiamos en la Divina Misericordia y tendemos nuestras manos pequeñas al Padre de los Cielos para que nos levante, para que nos ayude a seguir caminando, para que nos consuele en los momentos de tribulación y nos ilumine en las dudas.
Sí, cada día debemos dar Gracias por tener la fuerza para seguir creciendo en nuestra infancia espiritual, y así poder vivir con alegría el ser hijos de un Dios que nos ama tanto que envió a su Unigénito para darnos Vida Nueva.
martes, 29 de noviembre de 2022
La alegría de los niños en Dios
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