San Pablo le dice a los Filipenses, y nos dice a nosotros:
"Porque - como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos - hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; sólo aspiran a cosas terrenas".
Como dice Jesús en San Mateo:
"Digan sí cuando es sí, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio".
Y esto me lleva a recordar lo del Apocalipsis:
"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca".
¿Por qué estas frases? Porque como católicos, como cristianos, debemos formarnos en la radicalidad de nuestra vida, y, hoy en día no estamos por ser fieles a Dios, a Su Voluntad, sino a lo que viene del mundo. A Dios lo dejamos para algunas horas o minutos durante la semana, si es que lo tenemos en cuenta. Y esto no quiere decir si vamos o no vamos a misa, sino que no vivimos según lo que somos: hijos de Dios, cristianos.
Si miramos nuestras vidas, y lo tenemos que hacer cada día para sabrer por dónde caminamos, vamos a descubrir que estamos más cerca de lo que el mundo nos exige que de lo que Dios nos pide. Los valores cristianos del evangelio no los tocamos en nuestra vida, salvo alguno que nos pueda interesar, pero no los que nos hacen verdaderos cristos en medio del mundo. Nos dejamos llevar por las cosas terrenas y no por las espirituales.
La oración, la refelxión de la Palabra, la vida sacramental no son, en lo general, valores que tengamos que conservar y valorar en nuestra vida cotidiana. Esas cosas las dejamos para las personas mayores que tienen tiempo, o, en todo caso, para las mujeres mayores que poco tienen que hacer en sus casas.
Sí, seguro que hay una minoría de nuestra sociedad que vive lo contrario, que busca con mucho ahínco la Voluntad de Dios y por eso se esfuerza, constantemente, de ser Fiel a lo que Él quiere y no a lo que el mundo nos invita a vivir.
Claro que no es fácil seguir a Dios cuando el mundo nos ofrece tantas cosas muy buenas, cuando nos hace creer que el tener es lo que nos da más brillo y que cuanto más títulos y masters tengas eres mejor y más bueno, pero llega el momento en donde todo eso lo único que muestra es un gran profesional, pero al acabarse el tiempo del profesional ¿qué es lo que queda en el centro de la persona?
Dios es el centro y el sentido de nuestra vida, Su Voluntad es lo que nos dignifica y plenifica y aunque nos cueste renunciar a muchas cosas, sabemos y confiamos que lo que Él nos da es lo que más felicidad traer a nuestra vida porque le da sentido y plenitud.
viernes, 4 de noviembre de 2022
No sigais al mundo
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