jueves, 20 de septiembre de 2018

Tus pecados son perdonados

Cuando nos dejamos ganar por el YO en nuestra vida cristiana, es cuando nos creemos capaces de poder juzgar a todos y de prejuzgar a más. Cuando el YO no termina de morir es cuando comienzan a crecer los peores frutos en nuestro corazón: el egoísmo, la vanidad, la soberbia, el orgullo que nos hacen creer que podemos llegar a ser mejores que los demás y que, por eso mismo, no necesitamos de conversión porque nos consideramos los mejores de entre todos.
"Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?».
Respondió Simón y dijo:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Le dijo Jesús:
«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».
Jesús no necesita de nuestra alabanza, ni tan siquiera necesita de nosotros para nada, somos nosotros los que necesitamos de Jesús para alcanzar la Salvación, para alcanzar la Paz, para recuperar la Belleza del hijo de Dios antes del pecado.
La hermosa imagen que nos presenta el evangelio nos hace ver que cuando el corazón humano se siente necesitado de perdón y salvación recurre al Señor, pero cuando se cree salvado y sin pecado entonces la vanidad le hace creer que ya es dios.
Por eso cuando descubrimos o el Señor nos ayuda a descubrir en nuestra vida el error y el pecado, no es para humillarnos (en el la imágen despectiva de la humillación) sino para que recurriendo a Su Amor nos sintamos perdonados y amados, porque hemos sentido y experimentado el Verdadero Amor.

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