martes, 18 de septiembre de 2018

Tu lugar y tu misión

Al finalizar San Pablo este párrafo a los Corintios, termina diciendo:
"Ambicionad los carismas mayores", porque está hablando de los carismas dentro de la iglesia, de una iglesia que él está definiendo como Cuerpo Místico de Cristo, en el cual cada miembro tiene su propio lugar y su propio carisma.
Podríamos definir carisma como talento o como misión, como lugar a ocupar y como misión a realizar. Por eso san Pablo hace mucho énfasis en que cada cual ocupe su lugar.
¿Por qué quiere definir claramente el lugar de cada uno? Porque no puede haber más brazos o piernas de los que hay, y no puede estar un ojo en un lugar que no le compete, sino que cada miembro tiene que ocupar su lugar propio para que funcione correctamente el cuerpo, sabiendo que todos responden directamente a una sola cabeza y a un solo corazón.
Y, además, lo dice con una intención que va por debajo de toda la estructura humana: el pecado de apetito de poder, pues todos queremos ocupar un lugar mayor que el nuestro, u ocupar el lugar que tiene el otro, sin descubrir que el nuestro, el que Dios nos ha asignado tiene la misma importancia que el lugar del otro. San Pablo tiene suficiente conciencia del pecado original para poder ayudarnos a descubrir que ese pecado está "metido" dentro de toda estructura humana, y la iglesia como humana que es también lo tiene dentro.
Santa Teresita de Lisieux, en su vida, estuvo mucho tiempo buscando ese lugar, queriendo descubrir qué lugar ocupaba dentro del Cuerpo de Cristo, dentro de la Iglesia, pues sabía que su carisma era un carisma particular, no porque fuera ella sino porque Dios a todos nos daba un lugar y una misión. Y ella misma cuenta que leyendo esta carta a los corintios fue cuando Dios le mostró cuál era su lugar.
"Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.
Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.
Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado".
No busques ocupar el lugar del otro, sino has que tu lugar sea el que Dios ha querido para tí, y ahí encontrarás tu camino de santidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.