viernes, 21 de septiembre de 2018

Fieles a la vocación recibida

"Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados".
Muchas veces seguimos pensando que cuando decimos "vocación", nos referimos solamente a los sacerdotes y religiosos o consagrados, sin pensar que todos, que es a lo que se refiere san Pablo en la carta a los efesios, todos tenemos una vocación. Sí, un llamado de Dios para algo, que es loq ue significa vocación.
Por eso, cuando hemos sabido escuchar la Voz del Señor, y hemos respondido a su Voz, entonces quiere decir que hemos respondido a la vocación que el Señor pensó para nosotros. Y, el primer llamado que me hace el Señor y al que he respondido, o quizás al que han respondido otros por mí, es a mi ser cristiano. Cuando el Espíritu Santo es infundido en mi alma, por medio del bautismo, entonces ahí es cuando "nace" la vocación: Dios me llama y comienzo a ser su hijo en Jesús.
Así es como Pablo define ese llamado:
"hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud", configurarnos, cada día más, a Cristo: ser otros Cristos en el mundo.
Es por ello que el Señor ha dispuesto medios para que podamos alcanzar ese fin, y esos medios, también somos cada uno de nosotros, pues una vez que hemos respondido a ese primer llamado el Señor nos da, a cada uno, una función particular:
"A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.
Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo".
Todos tenemos el mismo llamado: la santidad por el amor en Cristo, pero cada uno ha recibido una función determinada en el Cuerpo Místico de Cristo, para que, entre todos, nos ayudemos a caminar hacia el fin que el Padre pensó para nosotros.
San Pablo, al comenzar esta parte de la carta nos exhorta a caminar de una determiinada manera, un manera propia de los que hemos respondido a la vocación recibida:
"Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que está sobre todos, actúa por medio de todos y ésta en todos".
La primera virtud, y la más importante en este caminar, es la virtud de la humildad, pues ninguno somos más que otros ni menos que ninguno, porque todos somos miembros de un mismo Cuerpo que es Cristo y en ese Cuerpo, cada uno, tiene una misión que es importante porque es la misión que el Padre pensó para mí, para tí. Por eso, cada uno, es importante en ese Caminar y en este Cuerpo y no tenemos que desear nada más que ser Fieles a la Vocación que hemos recibido, para que la Fidelidad nos lleve a la Felicidad de la Bienaventuranza de los santos de Dios.

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