«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis".
En realidad las Bienaventuranzas no suenan como tales a los oídos humanos, porque ninguno de nosotros ve como algo bueno ni la pobreza, ni el hambre, ni el llanto, ni el sufrimiento... y así con todas las bienaventuranzas. Y ¿por qué Jesús las presenta como lo mejor de la tierra? Y la respuesta está en el "porque", en lo que viene después de ese momento, de esa situación.
Jesús ha querido dar una respuesta a la gente que tenía adelante frente a las necesidades que cada uno padecía, y ha hecho de la pobreza, el dolor y la realidad humana un trampolín para saltar más alto de lo que podemos. Es un salto en la Fe hacia una realidad sobrenatural, pues lo que iba a venir sería, aún, mucho más difícil de comprender. Por que si no aceptamos la pobreza o el llanto como instrumentos de santidad ¿cómo vamos a aceptar la Cruz como Camino de Salvación?
Nuestra realidad humana de imperfección y pecado es nuestra realidad, y tenemos que aceptarla y desde ahí comenzar, con la Gracia de Dios, un Camino de liberación y crecimiento en santidad. Pero, por sobre todo saber que nada es para siempre si dejamos entrar a Dios en nuestras vidas, porque es Él quien puede transformar nuestra realidad de tristeza en alegría, porque Él es quien le da sentido a todo lo que vivimos.
¿Por qué aceptó Jesús la Cruz? Por Amor al Padre y a nosotros: "Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya". No es el camino lo que da sentido a la vida, sino el horizonte, el hacia donde vamos lo que da sentido a lo que vivimos. Ninguna mujer queda embarazada porque le gusten los dolores del parto, sino que la alegría de la vida nueva es lo que da sentidoo a esos nueve meses y al parto.
Hay una realidad: nosotros mismos, humanos en pecado que hemos recibido el Espíritu que nos hace hijos de Dios, con imperfecciones y debilidades, pero si buscamos el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá por añadidura. Y esa búsqueda es la que le da sentido a las decisiones de cada día. La verdadera santidad es la que le da sentido a las muertes al yo que cada día tenemos que experimentar y desear.
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