domingo, 30 de septiembre de 2018

Si te quita vida quítatelo de encima

Está claro que Jesús no pretende que nos andemos cortando ni las manos, ni los pies, ni que nos quitemos los ojos cuando pecamos. ¡Pobre de nosotros si así fuera! Pero sí que miremos con más profundidad el mensjae que nos quiere dar, que es similar a otros que ya nos ha dado: "quien guarde su vida la perderá, y quien la pierda por mí la ganará". ¿Cuál es la Vida que queremos? ¿Cuál es el fin de nuestra vida cristiana? ¿Por qué somos cristianos?
Pero, también es cierto, que este evangelio a mí me llevó a pensar otra cosa: que sólo valoramos las cosas cuando las perdemos en realidad. Si cuando pecamos nos tuviéramos que cortar una mano o un pie o quitarnos un ojo, entonces ahí valoraríamos lo que teníamos y veríamos que no era necesario hacer tal o cual cosa si eso nos llevara a perder algo que necesitamos.
Así nos pasa, muchas veces, en la vida cotidiana, no nos damos que valoramos demasiado cosas que son superfluas y pasajeras y dejamos las más importantes y esenciales para después, y, quizás, ese después no llega nunca, porque ya hemos perdido lo esencial: el tiempo que teníamos para vivir ese momento, porque ese momento ya no existe, ya pasó. Y vuelvo al ejemplo que siempre nos viene a la cabeza: como padres si no aprovechamos los momentos junto a los hijos ellos crecen y después vuelven esos momentos y ¿qué es lo que estábamos haciendo? Sí, seguro que estábamos preparando o previendo el futuro de los hijos, pero al preveer tanto el futuro nos olvidamos del presente. O lo mismo sucede con los amigos o la familia, por valorar otras cosas no le dedicamos el tiempo en el momento justo y cuando queremos acordar ya no tenemos ese tiempo. Y ¿valió la pena lo que hice en ese tiempo si no tuve tiempo para estar con ellos y ahora ya no los tengo?
Por eso a lo que nos exhorta Jesús, o mejor dicho a una de las cosas que nos exhorta Jesús con esta Palabra, es a que aprendamos a hacer una escala de valores en nuestra vida y que, realmente, le demos prioridad a lo que verdaderamente nos importa, y que aceptemos el desafío de "cortar" de nuestra vida aquello que no nos permite vivir o disfrutar de lo que tenemos. No sea que por querer tener me haya olvidado de ser y de lo que, en verdad, tengo.

sábado, 29 de septiembre de 2018

De las homilías de San Gregorio Magno

Hay que saber que el nombre de «ángel» designa la función, no el ser, del que lo lleva. En efecto, aquellos santos espíritus de la patria celestial son siempre espíritus, pero no siempre pueden ser llamados ángeles, ya que solamente lo son cuando ejercen su oficio de mensajeros. Los que transmiten mensajes de menor importancia se llaman ángeles, los que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles.
    Por esto a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima categoría.
    Por la misma razón se les atribuyen también nombres personales, que designan cuál es su actuación propia. Porque en aquella ciudad santa, allí donde la visión del Dios omnipotente da un conocimiento perfecto de todo, no son necesarios estos nombres propios para conocer a las personas, pero sí lo son para nosotros, ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados. Y, así, «Miguel» significa: «¿Quién como Dios?», Gabriel» significa: «Fortaleza de Dios» y «Rafael» significa: «Medicina de Dios».
    Por esto, cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios, diciendo: Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono, me igualaré al Altísimo, nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando al fin del mundo será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se entabló una batalla con el arcángel Miguel.
    A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida a del que es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas.
    «Rafael» significa, como dijimos: «Medicina de Dios»; este nombre le viene del hecho de haber curado a Tobías, cuando, tocándole los ojos con sus manos, lo libró de las tinieblas de su ceguera. Si, pues, había sido enviado a curar, con razón es llamado «Medicina de Dios».

viernes, 28 de septiembre de 2018

Dale vida al tiempo

"Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo", comienza diciendo el Eclcesiastés y finaliza, este párrafo: " todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin".
Dos grandes verdades que aún no terminamos de comprender, de entender y de vivir bien. El tiempo que el Señor nos ha regalado y el tiempo en el que estamos viviendo, dos realidades, quizás, diferentes para nosotros y que no podemos descubrir sino nos ponemos en relación con el Señor, y, aún así, en algunos momentos sólo nos queda confiar en Su Providencia.
"Todo tiene su momento", "todo tiene su tiempo", o podemos vivir otro tiempo ni podemos adelantar ni atrasar el tiempo vivido, por eso es tan importante que, desde la confianza en la Providencia, podamos vivir "como Dios quiere" el tiempo que tenemos.
No son pocos los que dicen: "¡cómo se nos pasa el tiempo!", y es cierto, el tiempo se nos pasa volando y cada día que pasa, o cada año que vivimos, se nos pasa más rápido el tiempo. ¿Será que las horas tienen menos minutos y los días menos horas? O ¿será que no somos conscientes de lo que estamos viviendo o que lo que estamos viviendo no lo estamos disfrutando o no lo estamos viviendo como Dios quiere? Si hasta hay momentos que no nos acordamos qué es lo que hemos hecho, ¿será así como tenemos que vivir?
No, creo que no. Creo que le queremos agregar tiempo al tiempo, horas al día, y minutos a los horas, porque no nos alcanzan las horas de día para hacer todo lo que queremos hacer. ¿Será que tenemos que hacer todo lo que queremos hacer? ¿Será que Dios no ha calculado bien las horas del día y que lo que nos pide vivir es mucho más grande que el tiempo que nos ha dado? ¿No será acaso que lo que nosotros queremos vivir no todo es necesario, urgente o, incluso, que todo no es voluntad de Dios? ¿Nos detemos un momento a pensar si lo que quiero hacer o vivir es Voluntad de Dios?
Hay otra frase que, muchas veces, escucho de padres: "¡cuánto han crecido nuestros hijos y qué poco que los hemos disfrutado!" Y, otra frase mucho más dura es la que le decía el P. Efraín a las parejas: "llega el día en que os despertáis y pensais ¿quién es esta persona que está durmiendo a mi lado?, porque ha pasado el tiempo y no se han dado cuenta que han crecido".
Vivimos sin darnos cuenta que le tiempo se nos pasa, porque vivimos para tener y no vivimos para ser. Creemos que si gastamos el tiempo para tener vamos a poder vivir bien, y sin embargo, el tiempo se nos pasa y nunca encontramos el bienestar, porque el bienestar no esta en las cosas que acumulamos sino en los momentos que compartimos.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Ser o aprentar, esa es la cuestión

"¡Vanidad de vanidades! - dice Qohelet -.
¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?"
Dice un refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Y habla de la vanidad, de presumir de cosas que nos quieren hacer parecer algo que en realidad no somos, porque no somos lo que tenemos o aparentamos, sino lo que realmente somos es lo que, muchas veces, no aparece o no nos damos cuenta qué es lo que tenemos que madurar o ayudar a crecer.
Este mundo del siglo XXI ha crecido mucho en vanidad, en querer tener muchas cosas, pero se ha olvidado de ser lo que en realidad tiene que ser. Nos hemos "metido" en la carrera de tener y querer aparentar ser y no nos hemos preocupado de nuestro interior: de ser realmente personas, no sólo de aprentar ser personas.
Es cierto que, como dice el Eclesiastés, todo pasa, pero también es cierto, como dice el poeta: todo pasa y todo queda; queda nuestra huella, nuestro rastro, nuestra experiencia para las generaciones que van siguiendo nuestros pasos, y eso es lo importante: que descubramos que el Señor nos ha hecho Luz para iluminar el mundo, Sal para conservar lo mejor de Dios en la Tierra, Fermento para que las pequeñas cosas que hablan de Dios llenen todo el mundo.
Pero no podemos ser Fiel a nuestra misión si nos hacemos igual que el mundo, si nos llenamos de cosas pasajeras y sólo ponemos nuestro horizonte en la vanidad del mundo, en la apariencia y no en el ser. No nos podemos contentar con solamente "cumplir" con las obligaciones cristianas, sino con ser cristianos desde el mismo momento que abrimos nuestro ojos a la luz del día, hasta que los cerramos en la oscuridad de la noche.
"Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol.
De algunas cosas se dice:«Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros".
Por eso mismo nosotros tenemos que ser originales, pero no en el sentido que lo piensa el mundo, pues no es original el que se pinta de azúl o el que se pone clavos en la nariz, sino aquél que es Fiel a lo que le dio origen. Si somos Fieles a la Palabra de Dios, si somos Fieles al llamado de Jesús a vivir en santidad, si somos Fieles a la Voluntad del Padre, entonces sí seremos originales porque seremos Fieles a la Vida que nos llamó a vivir Jesús, marcando así la diferencia entre lo que aparentamos ser y lo que, en verdad, somos. Porque, como dice San Juan en su carta: "no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos en verdad".

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Crees en la Palabra de Dios?

Nos dice el libro de los Proverbios:
"Las palabras de Dios son de fiar, él es escudo para los que esperan en él.
No añadas nada a sus palabras, te replicará y quedarás por mentiroso".
Creo que no siempre nos fiamos de la Palabra de Dios. ¿Cuándo y por qué pienso eso? Cuando miro a muchos cristianos que se confían en los horóscopos, en el tarot, en las cartas, en los adivinos y en otras religiones que andan por el mundo. Cuando escucho a los cristianos hablar de "que no pasa nada porque hasgas esto o lo otro si te hace bien" y no decir "esto o aquello es o no es voluntad de Dios". Cuando ves en las casas de los cristianos no sólo imágenes de santos sino también otros signos religiosos que no son parte del cristiano. Cuando escuchas a algunos cristianos hablar de la re-encarnación y de otros temas que son propios de otras religiones pero no de la cristiana.
Cuando escuchas a los cristianos rechazar a Dios por la cruz que les toca llevar o por que les pide algo que no les gusta o simplemente porque sus instrumentos no son ángeles sin pecado. Cuando escuchas a los cristianos hablar y sabes que no usan la Palabra de Dios como centro de sus vidas, y que, incluso, cuando hablas de la Palabra de Dios no quieren escucharla.
Y ¡tantas otras cosas más! que vemos en las casas y en las vidas de los cristianos que nos hablan de que no nos fiamos de la Palabra de Dios, porque nos hemos acostumbrado a escuchar que el mundo nos dice que esa palabra ya no sirve para esta época en la que vivimos.
Por eso, cuando Jesús envió por primera vez a los discípulos a envangelizar les dijo:
"Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno..."
Porque al verdadero discípulo y apóstol le basta la Palabra de Dios, cree en la Palabra de Dios, predica la Palabra de Dios y vive la Palabra de Dios. No necesita otra palabra para dar a conocer al Padre que la misma Palabra que el Hijo nos ha dado, y que es el centro de la vida del cristiano, porque la "palabra de Dios es viva y eficaz" y, como dijo San Pedro a Jesús: "¿a quién iremos si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?"
Si buscamos creer en otras cosas que no son propias del cristianismo es porque no creemos en la Palabra de Dios que es la base y el cimiento de nuestra fe. Porque si tuviéramos a la Palabra como base en nuestro día a día veríamos que con Ella nos basta para tener un buen alimento y mucho aliento para que el día tenga el "sabor" de lo divino y nuestra vida se llene del aliento eterno de Dios.

martes, 25 de septiembre de 2018

La dificultad del camino

"El respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»
Es cierto que cada vez que pensamos en esta Palabra de Jesús, se nos viene, siempre, el mismo pensamiento: es difícil cumplir la Palabra de Dios. Pero si leemos bien la lista de que nos da Dios por medio de los Proverbios vamos a ver que no son cosas complicadas. Lo complicado es que nosotros lo hacemos complicado porque queremos jugar a dos bandos: estar con Dios y hacer lo que hace el mundo, entonces tenemos el corazón dividido y llega el momento en que no sabemos qué es lo que está bien y lo que está mal.
Sin darnos cuenta (o dándonos cuenta, a veces) aceptamos como bueno y como voluntad de Dios lo que habitualmente se hace, o lo que muchos hacen, sin ponernos a discernir si eso es la Voluntad de Dios. Por ese motivo, el Señor, por medio de los Proverbios nos ha ido dando pistas de cómo vivir, con situaciones que pasan todos los días y que si las pensamos nos vamos a dar cuenta que es el mejor camino para aclarar nuestros conceptos y mantener nuestra vida al margen de la vida del mundo y en línea recta por el Camino que Dios quiere que recorramos.
Cuando a cada cosa que Dios nos pide le ponemos el título de "¡qué difícil!", seguro que lo será. Lo mismo sucede cuando decimos "¡qué calor!" y vamos a tener más calor, y si estás en pleno verano ¿qué quieres que haga? Porque ahora, cuando llegue el invierno seguro que vas a decir "¡qué frío que hace!". Como si no supiéramos que en invierno tiene que hacer frío.
Y así nos sucede con la Voluntad de Dios, seguramente no va a ser fácil lo que tengamos que vivir, o el proceso para discernir cuál es y cuál no es Su Voluntad, pero lo que vamos a conseguir al final del Camino vale el sacrificio que tengamos que hacer. Que, en resumidas cuentas, como dice san Pablo: "aún no hemos pagado el precio de la sangre", como lo hizo Jesús por nosotros.
Así que deja de quejarte por todo y aprende a vivir en la alegría de ser hijo de Dios, de ser parte de su familia, de saber que Él te ha salvado y te ha enseñado que "aunque seas hijo aprenderás por el sufrimiento lo que significa obedecer", pues la obediencia es el camino hacia la plenitud de la vida, nos lleva por el Camino de Cristo hacia la resurrección final, dándonos a cada paso la Gracia Suficiente para alcanzar la meta final sin perder la fe por el camino. Porque, ya se lo dijo el Señor a los discípulos: "lo que es difícil para el hombre no es imposible para Dios".
Acepta por amor el Camino a recorrer y descubrirás que, cada día, alcanzarás mayor santidad porque no lo recorres sólo sino que Cristo es tu Cireneo.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Hijos de la luz

Dice el Señor en el Libro de los Proverbios:
"No trames daños contra tu prójimo, mientras vive confiado a tu lado; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño alguno; no envidies al hombre violento, ni trates de imitar su conducta, porque el Señor detesta al perverso y pone su confianza en los honrados; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del justo; el Señor se burla de los burlones y concede su gracia a los humildes".
Como vemos no hay nada que podamos inventar de nuevo, pues el mal está desde que el pecado original comenzó a existir, y estará siempre en en el hombre, pues, aunque Jesús nos libró del pecado con su muerte, sigue en nosotros la espina de ese pecado que, como dice san Pablo, "no hago el bien que quiero sino el mal que no deseo". Aunque, a decir verdad, siempre hay alguno que desea hacer mal ya sea por venganza, por envidia, por... vaya a saber qué cosas.
Cuando no nos acordamos que nuestra vida ha de ser un faro de luz para el mundo, y sobre todo, cuando no nos acordamos que el pecado aún reside en nosotros, dejamos que el mal entre en nuestras vidas y lo vayamos sembrando en el corazón de otros. Porque, como dice el dicho: las brujas no existen, pero que las hay las hay. Y así ocurre con nosotros: todos somos mansos corderos hasta que se nos cae el disfraz y descubrimos al lobo que hay debajo.
Pero también es importante que no nos dejemos convencer por esos lobos disfrazados, sino que siempre tengamos la presencia del don del discernimiento para poder distinguir entre lo bueno y lo malo, saber si lo que me están diciendo o sugiriendo es para el bien o para el mal. Porque, muchas veces, el mal se oculta y nos hace hacer a nosotros lo que ellos no pueden hacer, quedando así ocultos en las tinieblas.
Por eso Jesús nos habla de la Luz, que tenemos que dejar que la Luz entre en nuestras vidas, que tenemos que saber que sólo la Luz del Espíritu es la que ilumina todo y la que, si están en nuestro corazón, ilumina la vida de los demás.
Hay tinieblas, es cierto. Hay maldad, también. Pero si estamos unidos a Cristo y buscamos siempre su Voluntad, será el Espíritu Santo quien nos ayude a discernir qué cosas escuchamos y a quién le hacemos caso, y nos dará la fortaleza necesaria para ser siempre hijos de la Luz y no hijos de las tinieblas.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Competir por poder

«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Es algo muy común que siempre nos estemos comparando unos con otros, o que en nuestras familias nos camparen a unos hermanos con otros, o los hijos a los padres: este es más bueno, aquél es más difícil, el otro más complicado, este más estudioso… Y ni que hablar en los trabajos entre los empleados o en esas empresas que ponen en un cuadro al empleado del mes…
Eso también les pasaba a los apóstoles “¿quién es más importante?” ¿quién ocupará un lugar a tu lado? ¿quién a tu derecha y quién a tu izquierda? Es que el pecado original nos ha dejado una espinilla que se llama “apetito de poder” y esa la tenemos todos, en algunos se nota más en otros menos.
Por eso el Señor, con toda su sabiduría, nos presenta un camino muy complicado para vivir: la infancia espiritual, el hacernos niños frente al Señor para alcanzar la humildad y la disponibilidad de corazón para vivir mejor el evangelio, sin que haya competencia entre nosotros, para que no estemos comparando si aquél es mejor que yo o si yo puede ser mejor que aquél, porque lo importante es que, cada uno, sea Fiel a la misión que el Padre le ha encomendad, y encuentre su propio camino de santidad sin tener que, como se dice en la calle, “pisarle la cabeza” al de al lado para ser yo mejor que el otro.
Las comparaciones son odiosas y por eso no tenemos que hacerlas ni entre nosotros, ni con otros, ni en la familia ni en el trabajo, porque eso sólo trae conflictos y divisiones que no son lo que Dios quiere. El Camino de la infancia espiritual el Señor lo une al Camino del servicio y nos dice:
“quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y eso de ser el último en lo único que se cumple es en que cuando vamos a misa nos sentamos en el último banco… pero en lo demás, pocas veces.
Busquemos siempre la Palabra de Dios que, aunque parece difícil vivir, será el Camino que nos conduzca a la Fidelidad y la Felicidad en la vida de todos los días.

sábado, 22 de septiembre de 2018

De san Proclo de Constantinopla

Alégrense los cielos, y las nubes destilen la justicia, porque el Señor se ha apiadado de su pueblo. Alégrense los cielos, porque, al ser creados en el principio, también Adán fue formado de la tierra virgen por el Creador, mostrándose como amigo y familiar de Dios. Alégrense los cielos, porque ahora, de acuerdo con el plan divino, la tierra ha sido santificada por la encarnación de nuestro Señor, y el género humano ha sido liberado del culto idolátrico. Las nubes destilen la justicia, porque hoy el antiguo extravío de Eva ha sido reparado y destruido por la pureza de la Virgen María y por el que de ella ha nacido, Dios y hombre juntamente. Hoy el hombre, cancelada la antigua condena, ha sido liberado de la horrenda noche que sobre él pesaba.
    Cristo ha nacido de la Virgen, ya que de ella ha tomado carne, según la libre disposición del plan divino: La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros; por esto la Virgen ha venido a ser madre de Dios. Y es virgen y madre al mismo tiempo, porque ha dado a luz a la Palabra encarnada, sin concurso de varón; y así, ha conservado su virginidad por la acción milagrosa de aquel que de este modo quiso nacer. Ella es madre, con toda verdad, de la naturaleza humana de aquel que es la Palabra divina, ya que en ella se encarnó, de ella salió a la luz del mundo, identificado con nuestra naturaleza, según su sabiduría y voluntad con las que obra semejantes prodigios. De ellos según la carne procede Cristo, como dice san Pablo.
    En efecto, él fue, es y será siempre el mismo; mas por nosotros se hizo hombre; el amigo de los hombres se hizo hombre sin sufrir por eso menoscabo alguno en su divinidad. Por mí se hizo semejante a mí, se hizo lo que .no era aunque conservando lo que era. Finalmente, se hizo hombre para cargar sobre sí el castigo por nosotros merecido y hacernos de esta manera capaces de la adopción filial y otorgamos aquel reina, del cual pedimos que nos haga dignos la gracia y misericordia del Señor Jesucristo, al cual junto con el Padre y el Espíritu Santo, pertenece la gloria, el honor y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Fieles a la vocación recibida

"Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados".
Muchas veces seguimos pensando que cuando decimos "vocación", nos referimos solamente a los sacerdotes y religiosos o consagrados, sin pensar que todos, que es a lo que se refiere san Pablo en la carta a los efesios, todos tenemos una vocación. Sí, un llamado de Dios para algo, que es loq ue significa vocación.
Por eso, cuando hemos sabido escuchar la Voz del Señor, y hemos respondido a su Voz, entonces quiere decir que hemos respondido a la vocación que el Señor pensó para nosotros. Y, el primer llamado que me hace el Señor y al que he respondido, o quizás al que han respondido otros por mí, es a mi ser cristiano. Cuando el Espíritu Santo es infundido en mi alma, por medio del bautismo, entonces ahí es cuando "nace" la vocación: Dios me llama y comienzo a ser su hijo en Jesús.
Así es como Pablo define ese llamado:
"hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud", configurarnos, cada día más, a Cristo: ser otros Cristos en el mundo.
Es por ello que el Señor ha dispuesto medios para que podamos alcanzar ese fin, y esos medios, también somos cada uno de nosotros, pues una vez que hemos respondido a ese primer llamado el Señor nos da, a cada uno, una función particular:
"A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.
Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo".
Todos tenemos el mismo llamado: la santidad por el amor en Cristo, pero cada uno ha recibido una función determinada en el Cuerpo Místico de Cristo, para que, entre todos, nos ayudemos a caminar hacia el fin que el Padre pensó para nosotros.
San Pablo, al comenzar esta parte de la carta nos exhorta a caminar de una determiinada manera, un manera propia de los que hemos respondido a la vocación recibida:
"Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que está sobre todos, actúa por medio de todos y ésta en todos".
La primera virtud, y la más importante en este caminar, es la virtud de la humildad, pues ninguno somos más que otros ni menos que ninguno, porque todos somos miembros de un mismo Cuerpo que es Cristo y en ese Cuerpo, cada uno, tiene una misión que es importante porque es la misión que el Padre pensó para mí, para tí. Por eso, cada uno, es importante en ese Caminar y en este Cuerpo y no tenemos que desear nada más que ser Fieles a la Vocación que hemos recibido, para que la Fidelidad nos lleve a la Felicidad de la Bienaventuranza de los santos de Dios.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Tus pecados son perdonados

Cuando nos dejamos ganar por el YO en nuestra vida cristiana, es cuando nos creemos capaces de poder juzgar a todos y de prejuzgar a más. Cuando el YO no termina de morir es cuando comienzan a crecer los peores frutos en nuestro corazón: el egoísmo, la vanidad, la soberbia, el orgullo que nos hacen creer que podemos llegar a ser mejores que los demás y que, por eso mismo, no necesitamos de conversión porque nos consideramos los mejores de entre todos.
"Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?».
Respondió Simón y dijo:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Le dijo Jesús:
«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».
Jesús no necesita de nuestra alabanza, ni tan siquiera necesita de nosotros para nada, somos nosotros los que necesitamos de Jesús para alcanzar la Salvación, para alcanzar la Paz, para recuperar la Belleza del hijo de Dios antes del pecado.
La hermosa imagen que nos presenta el evangelio nos hace ver que cuando el corazón humano se siente necesitado de perdón y salvación recurre al Señor, pero cuando se cree salvado y sin pecado entonces la vanidad le hace creer que ya es dios.
Por eso cuando descubrimos o el Señor nos ayuda a descubrir en nuestra vida el error y el pecado, no es para humillarnos (en el la imágen despectiva de la humillación) sino para que recurriendo a Su Amor nos sintamos perdonados y amados, porque hemos sentido y experimentado el Verdadero Amor.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Seremos examinados en el Amor

Hace mucho tiempo, en algún lugar donde estaba confesando (y esto lo he contado en alguna homilía) y que iba habitualmene, vino una señora quien se confesaba, también habitualmente, con los ojos llenos de lágrimas. Entró en el confesionario y sin poder hablar, ella, yo le pregunté: ¿Pero qué te pasa? ¿Te ha pasado algo?
Y, sin dejar de derramar lágrimas, me dijo: "he estado leyendo en el examen de conciencia la carta de Pablo a los Corintios, el himno a la caridad, y me he dado cuenta que nunca me he confesado bien, y que peco en todo".
Y es cierto, cuando hacemos nuestro examen de conciencia lo hacemos con los 10 mandamiento. Y eso está bien. Pero nos olvidamos del más importante que está fuera de esa lista: "un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como YO os he amado", y san Pablo nos hace un hermosa explicación de cómo sería Amar como Dios amó.
Pero esa lista no está dentro de lo que tenemos que analizar, porque es más fácil decir: "yo no mato ni robo..." Pero ¿amas como Jesús te ama? ¿Tu amor es paciente, bondadoso, no piensa mal, no engríe...?
Y ese es el centro de nuestra espiritualidad como cristianos: el Amor. Y sí, es lamentable, pero al Señor se le ocurrió poner el Amor como el centro de nuestra vida de hijos de Dios: "en la medida en que os améis unos a otros el mundo conocerá que sois hjos de Dios".
Pero, también es cierto, a esas frases de Jesús no le damos importancia, y se nos olvidan dos por tres. Bueno, en realidad no se nos olvidan cuando tenemos que señalarle a alguien que no está amando como debe... ahí lo recordamos.
Y, vuelvo, sí es el Amor Divino el que san Pablo nos propone en la carta a los corintios, pero es el Amor que Dios derramó en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Entonces, quiere decir que está en nosotros, pero que no somos capaces, aún, de llevarlo a la práctica, porque sólo unidos intensamente a Dios podemos hacer que ese Amor reine en nosotros y entre nosotros. Y no es que tengamos que hacer esfuerzos sobrehumanos para poder amar como Cristo nos amó, sino que nos tenemos que disponer a vivir, diariamente, ese Amor unidos al Verdadero Amor.
Por eso, no te olvides, cuando hagas un examen de conciencia mira este listado que tan hermosamente hemos cantado, lo hemos escuchado en Bodas, y hasta lo sabemos de memoria, pero que se nos olvida al momento de examinar nuestra vida:
"El amor es paciente,
es benigno;
el amor no tiene envidia,
no presume,
no se engríe;
no es indecoroso
ni egoísta;
no se irrita;
no lleva cuentas del mal;
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo excusa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta.
El amor no pasa nunca".

martes, 18 de septiembre de 2018

Tu lugar y tu misión

Al finalizar San Pablo este párrafo a los Corintios, termina diciendo:
"Ambicionad los carismas mayores", porque está hablando de los carismas dentro de la iglesia, de una iglesia que él está definiendo como Cuerpo Místico de Cristo, en el cual cada miembro tiene su propio lugar y su propio carisma.
Podríamos definir carisma como talento o como misión, como lugar a ocupar y como misión a realizar. Por eso san Pablo hace mucho énfasis en que cada cual ocupe su lugar.
¿Por qué quiere definir claramente el lugar de cada uno? Porque no puede haber más brazos o piernas de los que hay, y no puede estar un ojo en un lugar que no le compete, sino que cada miembro tiene que ocupar su lugar propio para que funcione correctamente el cuerpo, sabiendo que todos responden directamente a una sola cabeza y a un solo corazón.
Y, además, lo dice con una intención que va por debajo de toda la estructura humana: el pecado de apetito de poder, pues todos queremos ocupar un lugar mayor que el nuestro, u ocupar el lugar que tiene el otro, sin descubrir que el nuestro, el que Dios nos ha asignado tiene la misma importancia que el lugar del otro. San Pablo tiene suficiente conciencia del pecado original para poder ayudarnos a descubrir que ese pecado está "metido" dentro de toda estructura humana, y la iglesia como humana que es también lo tiene dentro.
Santa Teresita de Lisieux, en su vida, estuvo mucho tiempo buscando ese lugar, queriendo descubrir qué lugar ocupaba dentro del Cuerpo de Cristo, dentro de la Iglesia, pues sabía que su carisma era un carisma particular, no porque fuera ella sino porque Dios a todos nos daba un lugar y una misión. Y ella misma cuenta que leyendo esta carta a los corintios fue cuando Dios le mostró cuál era su lugar.
"Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.
Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.
Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado".
No busques ocupar el lugar del otro, sino has que tu lugar sea el que Dios ha querido para tí, y ahí encontrarás tu camino de santidad.

lunes, 17 de septiembre de 2018

De san Agustín

Oigamos, pues, lo que la palabra divina, sin halagos para nadie, dice a los pastores que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas: Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas y, las ovejas, no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo.
Se acusa a los pastores que se apacientan a sí mismos en vez de a las ovejas, por lo que buscan y lo que descuidan. ¿Qué es lo que buscan? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana. Pero por qué dice el Apóstol: ¿Quién planta una viña, y no come de su fruto? ¿Qué pastor no se alimenta de la leche del rebaño? Palabras en las que vemos que se llama leche del rebaño a lo que el pueblo de Dios da a sus responsables para su sustento temporal. De eso hablaba el Apóstol cuando decía lo que acabamos de referir.
Ya que el Apóstol, aunque había preferido vivir del trabajo de sus manos y no exigir de las ovejas ni siquiera su leche, sin embargo, afirmó su derecho a percibir aquella leche, pues el Señor había dispuesto que los que anuncian el Evangelio vivan de él. Y, por eso, dice que otros de sus compañeros de apostolado habían hecho uso de aquella facultad, no usurpada sino concedida. Pero él fue más allá y no quiso recibir siquiera lo que se le debía. Renunció, por tanto, a su derecho, pero no por eso los otros exigieron algo indebido: simplemente, fue más allá. Quizás pueda relacionarse con esto lo de aquel hombre que dijo, al conducir al herido a la posada: Lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.
¿Y qué más vamos a decir de aquellos pastores que no necesitan la leche del rebaño? Que son misericordiosos, o mejor, que desempeñan con más largueza su deber de misericordia. Pueden hacerlo, y por esto lo hacen. Han de ser alabados por ello, sin por eso condenar a los otros. Pues el Apóstol mismo, que no exigía lo que era un derecho suyo, deseaba, sin embargo, que las ovejas fueran productivas, y no estériles y faltadas de leche.

domingo, 16 de septiembre de 2018

No pensamos como Dios

«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas».
Quizás, si nos preguntara a nosotros Jesús, no sabríamos cómo responderle por que no sé lo que la gente piensa de Jesús. Seguramente que algunos pueden tener un conocimiento cierto y claro de Jesús, pero, para muchos, en este siglo del todo vale, habrá una gran mezcla de conocimientos. En aquél momento muchos creían que era la re-encarnación de algún profeta o del mismo Juan Bautista, que había muerto hace poco. Hoy algunos creerían lo mismo, porque van uniendo al cristianismo tantas otras religiones que no se sabe a qué Dios rezan o en qué dios creen.
No han sido pocas las veces que he comentado lo mismo: hay cristianos que unen Jesús con Buda, con las cartas, los horóscopos, las brujas y no sé cuántas cosas más. Como dice un refrán: le enciendo una vela a cada santo y al diablo el candelero, por las dudas tengamos a todos juntos para como pareciera que no tengo fe en casi ninguno. Sino que a cada uno le pido lo que me puede dar...
Por eso mismo cuando Jesús le pregunta a los apóstoles sobre: "y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro respondió con rotundidad: "El Mesías". Claro que esa fue una revelación de la fe, pero aún no estaba pulida ni madurada esa fe, pues la visión del Mesías aún no la tenía completa, ni Pedro, ni el resto de los apóstoles. Así que Jesús le completó la misión del Mesías, cómo iba a ser el resto de su vida.
¿Cuál fue la sorpresa y la actitud de Pedro al saber cómo era la vida del Mesías?
"Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo".
¡Claro! ¿Cómo no iba a increparlo? ¡Pero qué se piensa este hombre! Que vamos a seguir a uno que van a acusar, a juzgar, y a matar... ¡Ni pensarlo! ¡Esa no es la idea que tengo del Mesías! ¡No! ¡Eso no puede ser!
"Pero él (Jesús) se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Todos pensamos lo mismo, porque pensamos como hombres. No hemos madurado tanto en nuestra fe como para pensar que tendría que ser así. Y menos aún podemos pensar que lo que viene después puede ser el requerimiento esencial para ser cristiano:
"Y llamando a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque,quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de que le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma».
Por esto es que vamos combinando nuestro cristianismo con otras culturas y otras religiones y seudo religiones, porque no queremos renunciar a nosotros mismos, ni cargar nuestra cruz de cada día. Sólo queremos que Dios trabaje para nosotros y tener la vida que nos guste, de acuerdo a los tiempos que corren.
Y por eso, el cristianismo va decayendo, porque, simplemente, no pensamos como Dios, sino como los hombres de nuestro tiempo.

sábado, 15 de septiembre de 2018

En el Amor de María

"Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre. Vio morir al Hijo amado, que rindió desamparado el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí. Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí".

Sería imposible describir en palabras humanas el dolor de una madre al ver morir a su hijo, pero más aún es imposible describir el dolor de María al ver morir de semejante dolor a Su Hijo, a Su Único Hijo. Y la única imagen que se hace visible es la de la profecía del viejo Simeón: "a tí misma una espada te atrevasará el corazón". Y fue en ese momento, el del último suspiro del Hijo, cuando se hicieron realidad las palabras de la profecía.
Y cuando uno piensa que "una espada le atravezó el corazón", se imagina que su alma quedó muerta, sin vida. Y no ha sido así. El alma de María no murió junto a la Cruz de su Hijo, sino que en ese momento el corazón de María se hizo un corazón universal, pues el Amor del Hijo se hizo Vida en el Corazón de la Madre, porque ya era el Hijo quien la hizo Madre de todos los Hombres: "Mujer, ahí tienes a tu hijo".
El Corazón Inmaculado de María no sólo fue traspasado por la espada del dolor, sino que fue traspasado por la espada del Amor, un Amor que llenó su vida y que lo fue dando a cada uno de los hijos que en mismo corazón comenzaron a nacer. Por eso esta secuencia de los Dolores de María nos dice: "¡Oh dulce fuente de amor!". Y María es eso una fuente constante de amor, pero del Amor más puro y verdadero que no nace del hombre ni de la carne, sino que nace del Árbol de la Cruz, donde su Hijo nos entregó todo Su Amor y lo dejó en el Corazón Inmaculado de la Madre.
Por eso, cuando nos acercamos a María es Ella quien nos tiende la mano para llevarnos al Hijo, porque sólo el Amor del Hijo, cuando se derrama en nuestros corazones nos hace capaces de poder vivir, como Ella, la Voluntad del Padre.
Y así, tomados de la mano de María, llevados hasta el Hijo seremos capaces de abrazar la misma Cruz, de amar con el mismo Amor, de ser Fieles con su Espíritu y alcanzar la meta que el Padre soñó para nosotros.

viernes, 14 de septiembre de 2018

De San Andrés de Creta

Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz, y junto con el Crucificado nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro. y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.
    Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.
    Por esto la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.
    La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice: Ya ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su glorificación por él, y Dios a su vez lo revestirá de su misma gloria. Y también: Glorifícame tú, Padre, con la gloria que tenia junto a ti antes que e/ mundo existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu nombre.» Y, de improviso, se dejaron oír del cielo estas palabras: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo», palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la cruz.
    También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación, cuando dice: Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a mí a todos los hombres. Está claro, pues, que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Santos en el Amor

Que el Padre nos haya "pensado desde antes de la creación del mundo para ser santos e irreprochables antes Él, por el amor", ¡ese es el problema de nuestra vida cristiana!: la santidad en el amor, la perfección en el amor.
Por eso Jesús nos dice:
"Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo".
Esto es poco, porque si leemos todo el evangelio vamos a descubrir que todo es mucho más, pero para muestra basta un botón, aunque esa muestra la tenemos si miramos la Cruz, porque ese es el mejor ejemplo de una entrega desinteresada en el Amor.
¿Hay amor más grande e intenso que el de Jesús en al Cruz? ¿Hay mayor amor que el que dió la vida por nosotros aún estando nosotros en pecado? ¿Hay mayor prueba de amor que el de quien perdonó a sus acusadores y enemigos colgado de la Cruz: "Padre, pérdonalos porque no saben lo que hacen"? Y esa, y todas son la muestra de que sólo el Amor vence, y que no hay ningún razonamiento intelectual posible para poder comprender un Amor tan grande e intenso.
Por eso san Pablo agrega:
"El conocimiento engríe, mientras que el amor edifica.
Si alguno cree conocer algo, eso significa que aún no conoce como es debido. Si alguno ama a Dios, ese tal es conocido por él".
Muchas veces creemos conocer más a las personas y por eso nos permitimos, algunas veces, juzgar y prejuzgar, creyendo que nuestra "ciencia y conocimiento" son los mejores del mundo. Y así vamos distanciándonos de quienes amamos, destruímos relaciones o intentamos destruír la fama de muchos que creemos que se lo merecen.
Y Jesús nos dice:
"Sed compasivos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros".
¿Entender las Palabras de Jesús? No, no se puede entender lo que nos pide, y muchas veces no queremos saber nada de esto de amar a nuestros enemigos, de entregar no sólo la capa sino también el manto, de rezar por los que nos pesiguen... Nada de eso es posible en nuestras vidas, y por eso no siempre lo intentamos y vamos arrastrando "pesos muertos" simplemente porque no tenemos el valor y la fuerza para perdonar como a nosotros se nos ha perdonado.
Nunca podremos vivir la intensidad del amor que nos pide Jesús. Nunca podremos llegar a perdonar a nuesros enemigos o rezar por los que nos persiguen. Nunca podremos con nuestras propias fuerzas, por eso el Ángel le dijo a María: "lo que es imposible para los hombres es posible para Dios..." Si nuestra relación con Dios es pobre y rutinaria, nunca tendremos la Gracia suficiente para poder vivir el Amor como Él quiere, nunca tendremos la Gracia suficiente para ser "santos e irreprochables ante Él por el amor".
Pero si nos decidimos a dejar de lado lo lógico y lo humano de nuestras capacidades intelectuales, vamos a descubrir que si como niños nos dejamos llevar de la Mano de nuestro Padre, vamos a poder alcanzar la meta tan ansiada de vivir el Amor como Jesús lo vivió.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Bienaventurados

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis".
En realidad las Bienaventuranzas no suenan como tales a los oídos humanos, porque ninguno de nosotros ve como algo bueno ni la pobreza, ni el hambre, ni el llanto, ni el sufrimiento... y así con todas las bienaventuranzas. Y ¿por qué Jesús las presenta como lo mejor de la tierra? Y la respuesta está en el "porque", en lo que viene después de ese momento, de esa situación.
Jesús ha querido dar una respuesta a la gente que tenía adelante frente a las necesidades que cada uno padecía, y ha hecho de la pobreza, el dolor y la realidad humana un trampolín para saltar más alto de lo que podemos. Es un salto en la Fe hacia una realidad sobrenatural, pues lo que iba a venir sería, aún, mucho más difícil de comprender. Por que si no aceptamos la pobreza o el llanto como instrumentos de santidad ¿cómo vamos a aceptar la Cruz como Camino de Salvación?
Nuestra realidad humana de imperfección y pecado es nuestra realidad, y tenemos que aceptarla y desde ahí comenzar, con la Gracia de Dios, un Camino de liberación y crecimiento en santidad. Pero, por sobre todo saber que nada es para siempre si dejamos entrar a Dios en nuestras vidas, porque es Él quien puede transformar nuestra realidad de tristeza en alegría, porque Él es quien le da sentido a todo lo que vivimos.
¿Por qué aceptó Jesús la Cruz? Por Amor al Padre y a nosotros: "Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya". No es el camino lo que da sentido a la vida, sino el horizonte, el hacia donde vamos lo que da sentido a lo que vivimos. Ninguna mujer queda embarazada porque le gusten los dolores del parto, sino que la alegría de la vida nueva es lo que da sentidoo a esos nueve meses y al parto.
Hay una realidad: nosotros mismos, humanos en pecado que hemos recibido el Espíritu que nos hace hijos de Dios, con imperfecciones y debilidades, pero si buscamos el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá por añadidura. Y esa búsqueda es la que le da sentido a las decisiones de cada día. La verdadera santidad es la que le da sentido a las muertes al yo que cada día tenemos que experimentar y desear.

martes, 11 de septiembre de 2018

No os da vergüenza

Sigue enseñando San Pablo:
"¿No os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos?
No señor, un hermano tiene que estar en pleito con otro, y además entre gentiles.
Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros".
No puede entender San Pablo, en realidad, dos cosas: que haya pleitos entre hermanos, y que no pueda haber otro hermano que pueda ayudar en el caso. ¿Por qué no tiene que haber pleitos entre hermanos? Por que para san Pablo haber recibido el Espíritu Santo y haberse decidio a vivir cristianamente nos lleva a un nivel más alto en la relación entre hermanos, lo que él llama "los santos". Entre santos no tiene que haber pleitos, no tiene que haber envidias, celos, discordias... Pero sabemos que estos "santos" que somos nosotros, tenemos debilidades y defectos, y que de todo eso surge, muchas veces, discordias y divisiones, porque no siempre llegamos a entendernos o a querernos como debemos, pues nuestro YO no termina nunca de morir.
Pero en el caso de que surgan pleitos, divisiones, discusiones, desaveniencias, dice san Pablo, tiene que haber otro hermano, otro santo, que interceda para solucionar el tema, porque lo que debe prevalecer es el Amor que el Señor nos pide vivir, la Verdad que el Señor nos dejó como meta a alcanzar. Y si hay una discusión es porque, quizás, o uno de los dos tiene la Verdad o cada uno tiene una parte de la Verdad y tiene que haber alguien que pueda ayudar a descubrir el Camino para alcanzar la Verdad y salvar el Amor entre hermanos, entre santos.
Claro que nunca nos gusta meternos donde no nos llaman, ni tampoco ser mediadores en una discusión entre hermanos, y por eso dejamos que algunos se dejen de hablar, que algunos ya no participen más de nuestras mesas familiares, de nuestras mesas de amigos.
¿Es nuestro egoísmo y nuestro orgullo el que vale más que el amor? ¿No será mejor ayudar a unos amigos o familiares a encontrar el camino de la reconciliación que a quedarme mirando desde lejos cómo rompen lazos o, que sería lo peor, a "echar más leña al fuego" (que es lo que algunos hacen)?
Y por eso Jesús nos presentó el camino de la corrección fraterna para que siempre lo tengamos presente. ¿No te acuerdas cuál es? Te lo recuerdo:
"Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano". Y no comiences por el final...

lunes, 10 de septiembre de 2018

No seáis panes ácimos

San Pablo se ha enterado de una situación de pecado grave entre la comunidad de los corintiosy, con toda su energía, los llama a entrar en razón, para no dejar que el pecado sea algo normal en la comunidad y lo dejen estar como si fuera algo virtuoso del que lo está cometiendo. Por eso les dice:
"Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser.
¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?
Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos".
Es cierto que hoy en día vivimos muchas situaciones como normales, porque se han normalizado en la sociedad, pero dentro de los mandamientos y los consejos evangélicos no está bien. No es que haya que condenarlos a Satanás, como lo dice san Pablo con toda su furia, pero tampoco querer modificar el evangelio para que todo sea virtud.
Pero, además, hay otras formas de maldad que se van "metiendo" en nuestras comunidades y nuestras vidas que las vamos viviendo como si nada, vamos aceptando las "mentiras piadosas" sabiendo que son mentiras y no verdades casi como verdades y no lo son, aceptamos la hipocresía de quienes te dicen "que bueno que eres" pero después te van despellejando por donde van, o dejamos que delante nuestro puedan hablar mal de otros o planear el mal contra otros sin decir nada y, peor aún, aprobando esas situaciones con nuestros silencios.
Por estas razones san Pablo le dice a los corintios que son panes ácimos, porque no son capaces de modificar la masa, no son capaces de frenar el mal con el Bien que Jesús a sembrado en nuestros corazones. Pues sabemos que nuestra vida cristiana es una vida para transformar el mal en bien, para no dejar que la oscuridad de la maldad oscurezca la Luz del Espíritu que quiere transformar nuestro mundo.
Por la misma razón Jesús le hace esa pregunta a los fariseos:
"Jesús les dijo:
«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?».
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo:
«Extiende tu mano».
Él lo hizo y su mano quedó restablecida.
Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús".
Porque sabía que ellos no se iban a jugar por la verdad, sino que se quedarían con la boca cerrada para no estar de acuredo con Jesús, pero al final, en el interior de sus corazones querían matarlo porque los dejaba en evidencia. Pero la verdad es que no importa si es sábado o domingo, lo que importa es que tengo que defender la Verdad, tengo que defender la Vida, y tengo que mostrar el Camino.
Y a esto san Pablo nos vuelve a repetir:
"Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos.
Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad".

domingo, 9 de septiembre de 2018

¡Ábrete!

“¡Effetá! ¡Ábrete!”, es una de las partes del bautismo, después de recibir el Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, se nos dicen estás palabras y se agrega: “el Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te permita, muy pronto, escuchar su Palabra y profesar la Fe para gloria y alabanza de Dios Padre”. Una frase y una oración que tiene resonar siempre en nuestro corazón, pues es lo que a partir de ese momento es nuestra vida cristiana: una constante escucha de la Palabra para glorificar al Padre con nuestra vida.
Pero también, el ¡Ábrete! Es para que nuestro corazón esté abierto al impulso del Espíritu Santo, porque nuestra vida, diría un Santo Papa, “ha de ser, como la de María, un cáliz abierto al infinito para ser colmado sólo por la Voluntad de Dios”. Y es esto lo que, muchas veces, no comprendemos los cristianos: que tenemos que estar atentos a la Voluntad de Dios que se manifiesta por Su Palabra, por los acontecimientos, por los hermanos y por aquellos que Dios ha puesto como instrumentos en nuestras vidas.
Pero, claro, no siempre estamos dispuestos a escuchar, porque no siempre queremos escuchar lo que Dios nos quiere decir, aunque muchas veces le pedimos que nos diga, que nos oriente, y, sobretodo que siempre rezamos: “hágase Tu Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo”, pero cuando nos toca hacer lo que Dios quiere, o aceptar lo que Él permite en nuestras vidas... ¡eso ya es otra cosa! No, Señor, esto no es para mí... y somos capaces de renegar contra Él porque no es eso lo que yo quería para mi vida.
Por eso es que tenemos que volver una vez y otra vez a recordar lo que fue nuestro bautismo: un momento de inicio para comenzar a asemejarnos al Hijo de Dios, como se dice habitualmente: nos acristianamos, es decir, comenzamos a ser cristianos, una imagen de Cristo en el mundo de hoy. Y Jesús, en todo momento, nos decía: mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre, no hago otra cosa que hacer lo que le he visto hacer a mi Padre... Y María nos repite: Haced todo lo que Él os diga. Entonces ¿qué vamos a hacer?