sábado, 14 de septiembre de 2019

Elevado por amor

"Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna".
Elevar al Hijo del hombre, para muchos elevar significa alcanzar altos puestos, y así, también, lo pensaban los discípulos de Jesús: "quiero que cuando estés en tu reino mis hijos estén uno a tu derecha y otro a tu izquierda", le pidió la madre de los hijos de Zebedeo a Jesús. Todos querían que Jesús fuera un Rey, un Emperador. Y es ese tipo de poder el que aún está guardado en nuestros corazones, todos queremos tener poder para poder ser alguien.
Sin embargo, el poder de Jesús no radica o no es un poder humano, sino un poder espiritual, por eso no tuvo una corona de oro, sino una corona de espinas; no tuvo un trono dorado sino una cruz de madera; y su cetro fueron los clavos que recibió en sus manos y pies. Y aún así, aunque no nos cansamos de mirar y besar la Cruz de Cristo seguimos buscando cómo poder dominar, cómo poder mandar sobre los demás, cómo poder demostrar nuestro poder.
¿Cómo demostró el poder Jesús? "Por medio del sufrimiento, siendo hijo, aprendió lo que significa obedecer". El poder de la obediencia al Padre, por amor. Ese fue el gran poder de Jesús: reconocer su propio lugar y saber que era el Padre quien tenía el poder absoluto y así "obedeciendo hasta la muerte en cruz" alcanzó al resurrección y la vida.
Hoy exaltamos la Cruz de Cristo no como método de dolor y crueldad, sino como camino de redención, para que la Cruz de cada día no nos desanime ni nos derribe, sino que sea, para cada uno, una fuerza de salvación, un camino de perfección y redención.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.